El Jesús histórico y los 4
evangelios. Memoria, credo y canon para una
reforma de la Iglesia
PABLO RICHARD
Introducción
En la lección inaugural de este día busco
fundamentalmente
rescatar el carácter fundante y la fuerza espiritual del Jesús
de la historia y la necesidad de interpretar los 4 evangelios desde
este
Jesús de la historia y no desde el Jesús teológico.
En segundo lugar queremos proponer los 4 evangelios como memoria, credo
y canon para una reforma de la Iglesia. Más allá de esta
reforma, reflexionamos también sobre la crisis, o quizás
fracaso en el Primer Mundo, de la así llamada "civilización
cristiana occidental" y la necesidad de construir desde el Tercer Mundo
una sociedad alternativa fundada en la fuerza espiritual del Jesús
de la historia. Desde esta perspectiva, los 4 evangelios y la Iglesia
fundada
sobre ellos, sigue siendo fuente de vida y esperanza para el mundo,
mundo
donde haya vida para todos y todas, en armonía con la naturaleza.
En nuestro camino hermenéutico y en nuestro
trabajo bíblico
en América Latina aprovechamos lo mejor de la producción
exegética del Primer Mundo, pero buscamos un espíritu y un
camino nuevo. También afirmamos que el horizonte de nuestro trabajo
no es fundamentalmente la modernidad o la posmodernidad, sino el camino
de liberación en América latina. Nuestra opción hermenéutica
fundamental es la opción preferencial por los pobres. También
abordaremos el problema del sujeto intérprete de la Biblia y proponemos
la Iglesia pueblo de Dios como el espacio privilegiado para la
construcción
de ese sujeto intérprete, sin descuidar el acompañamiento
de la exégesis y del magisterio el trabajo interpretativo de las
comunidades de base. En el movimiento bíblico comunitario afirmamos
que es indispensable superar el abismo entre exégesis y pueblo de
Dios, dándole a la exégesis una orientación pastoral
y formando agentes de base de pastoral en la ciencia bíblica.
Lo que aquí presentaremos es una propuesta, que
puede ser criticada,
rechazada o aceptada. Más que propuesta es un programa de trabajo,
una orientación hermenéutica para trabajar en el futuro.
Vamos ahora a la exposición y pido a ustedes paciencia y compresión,
para poder llegar hasta el final.
A. El
camino recorrido en la
búsqueda del Jesús histórico
1. Desde el siglo XIX al siglo XXI: tres
grandes etapas
Empecemos reconociendo tres etapas en la búsqueda
del Jesús
histórico:
La primera etapa (siglo XIX y comienzos del XX)
fue aquella etapa liberal
y precrítica, en la cual surgieron innumerables obras sobre la "vida
de Jesús", con una clara tendencia idealista, psicológicas
e imaginativa.
La segunda etapa, por el contrario, fue
ultracrítica y negó
toda posibilidad de reconstruir el Jesús histórico. Típico
de esta etapa es R. Bultmann con su libro Jesús, de 1926,
donde reacciona contra la etapa liberal anterior. Se dice que del Jesús
histórico solo sabemos "que" existió, pero nada mas. El escepticismo
frente al Jesús histórico es total: "no podemos saber nada
de la vida y enseñanza de Jesús". Todos los evangelios son
creación de la fe de las primeras comunidades cristianas.
La tercera etapa, iniciada por E. Käseman (1953),
nos ha permitido
felizmente superar el escepticismo de la etapa anterior y recuperar la
confianza exegética que el encuentro con el Jesús de la historia
si es posible. El paso de la "historia de las formas" a la "historia de
la redacción", nos ha permitido reconocer en el texto de los evangelios
la diferencia y la continuidad entre el Jesús histórico antes
de su muerte y la tradición oral de la Iglesias y la labor redaccional
de los diferentes evangelistas. En esta etapa se estudian los textos
desde
una perspectiva histórica, geográfica, arqueológica,
cultural y sociológica.
2. Criterios de credibilidad
En esta búsqueda del Jesús histórico se han
utilizado
los siguientes criterios de credibilidad histórica:
Criterio de dificultad: acciones y dichos de Jesús
que son incómodos
para la Iglesia primitiva y que nunca ésta habría inventado.
Por ejemplo el pasaje de Jesús y la mujer sorprendida en adulterio
(Juan 8, 1-11). También el bautismo de Jesús por Juan, le
negación de Pedro, la traición de Judas, y muchos otros que
la tradición oral y escrita no puede suprimir únicamente
porque pertenecen al Jesús de la historia.
Criterio de discontinuidad y originalidad:
prácticas de Jesús
que están en continuidad, pero que no se derivan del judaísmo
anterior y que están en discontinuidad con el cristianismo naciente.
Cuanto más conocemos el judaísmo y los orígenes del
cristianismo, descubrimos la originalidad genial y sorprendente del
Jesús
histórico.
Criterio de testimonio múltiple: hechos y dichos
de Jesús
que aparecen en varias fuentes independientes (Marcos, Que, fuentes
propias
de Mateo, Lucas y Juan). Por ejemplo la multiplicación del pan o
el enfrentamiento de Jesús con el templo.
Criterio de coherencia entre todos los datos
históricos recogidos
con los criterios anteriores. Todo aquello que calza con el estilo
propio
de Jesús.
Criterio de rechazo: dichos y hechos de Jesús que
explican su
rechazo y crucifixión. El Jesús histórico enfrentó,
irritó, molestó a casi todas las autoridades (fariseos, escribas,
herodianos, saduceos y sacerdotes). Todo esto explica porque fue
rechazado
y crucificado. Todas aquellas palabras y hechos de Jesús que están
en armonía con el sistema religioso o político de su época,
difícilmente serán del Jesús histórico.
Criterio de sintonía con el contexto geográfico,
cultural,
social y político de la época de Jesús.
Nos da alegría y tranquilidad el situarnos en la
tercera etapa,
donde tenemos finalmente certeza de que el encuentro con el Jesús
de historia es posible. Igualmente conocer los criterios de
historicidad
que nos ofrecen una metodología para reconstruir el Jesús
de la historia. Esto no es fácil, pues tendremos que dar una lucha
permanente contra las tendencias teológicas, cristológicas,
dogmáticas o religiosas que, explícitas o encubiertas, determinan
a priori una interpretación de los evangelios que rechaza o anula
el Jesús de la historia.
B. Un
camino nuevo en la búsqueda
del Jesús histórico
Hemos descrito brevemente las tres etapas en la
búsqueda del
Jesús histórico. A nosotros nos ha interesado y siguen interesándonos
el desarrollo exegético de la tercera búsqueda del Jesús
histórico (the third quest), que nació fundamentalmente
en el mundo de habla inglesa en las dos ultimas décadas. Los autores
más actuales y conocidos de esta tercera etapa son: John P. Meier,
John Dominic Crossan, Gerd Theissen, Raymond E.Brown y muchos otros .
En América latina conocemos esa larga historia de
búsqueda
del Jesús de la historia y valoramos muy especialmente los autores
de la tercera etapa. Casi todas sus obras han sido traducidas al
español
y suscitan un creciente interés entre nosotros. En América
Latina, sin embargo, estamos tratando de crear un camino nuevo, que en
forma presumida llamaría "la cuarta búsqueda" (the fourth
quest) del Jesús histórico. Es importante insistir que
nosotros recogemos con interés todos los estudios exegéticos
que nos llegan desde Europa y Estados Unidos, pero chocamos sobre todo
con el espíritu de estos estudios. En una imagen decimos: "utilizamos
sus materiales, pero no entramos en su casa". Por el contrario, con
todos
los elementos exegéticos que ellos nos ofrecen, tratamos de construir
nuestra casa propia (pensamiento de Frei Carlos Mesters). Clarifiquemos
qué significa esto.
1. Punto de partida: cuatro definiciones
necesarias de Jesús
Tomemos como punto de partida para nuestra
reflexión cuatro definiciones,
reconstrucciones o representaciones, de Jesús. Estas definiciones
las tomamos de los exegetas modernos, especialmente de John P. Meier,
pero
desde ahí hacemos nuestra reflexión propia.
El Jesús real: es el Jesús tal cual existió.
Especialmente
el Jesús antes de iniciar su ministerio, pero también Jesús
durante su ministerio. Todo lo que él pensó, hizo y dijo
realmente. Sus mismísimas palabras. Este Jesús en su totalidad
es definitivamente inalcanzable. Como dice Juan 21, 25: "Si se
escribieran
todas las cosas que hizo Jesús, no cabrían en el mundo todos
los libros escritos sobre él".
El Jesús histórico: es el Jesús que podemos
re-construir
a partir de los datos bíblicos, utilizando todos los métodos
histórico-críticos disponibles y los criterios de historicidad.
Este Jesús es históricamente existente, aunque no se identifique
con el Jesús real en su totalidad histórica. El Jesús
histórico no es sólo una reconstrucción intelectual,
sino que lo encontramos efectivamente al interior del Jesús real.
En la reconstrucción del Jesús de la historia se acentúa
fundamentalmente la plena humanidad de Jesús. El Jesús histórico
tiene realmente rostro humano, tiene conciencia humana, corazón
y sentimientos humanos. Hablamos históricamente de la fe de Jesús.
Además se habla de preferencia del "movimiento de Jesús",
pues Jesús no es solo el, sino el con sus discípulos y discípulas.
En la afirmación del Jesús histórico se combate no
tanto contra la herejía que niega la divinidad de Jesús,
sino contra la herejía dominante en toda la Iglesia actual que niega
su humanidad. El problema actual no es el arrianismo, sino el
gnosticismo.
Los exegetas de la tercera etapa sólo reconstruyen el Jesús
histórico antes de su muerte y dejan explícitamente de lado
toda consideración de fe o teológica de la Iglesia posterior
a la muerte de Jesús.
El Jesús teológico: es el Jesús definido
básicamente
en los 4 primeros concilios: Nicea (325 d. C.), Constantinopla (381 d.
C.), Efeso (431 d. C.) y Calcedonia (451 d. C.). Estos concilios fueron
necesarios para definir el dogma cristológico frente a la fragmentación
de las herejías, que amenazaban seriamente la unidad de la Iglesia
y del imperio romano en aquella época. Algunos Padres de la Iglesia
compararon los 4 concilios con los 4 evangelios, pero el problema es
que
los 4 primeros concilios llegaron a sustituir a los 4 evangelios, y más
aún anularon o sustituyeron al Jesús histórico presente
en los evangelios. El credo, el catecismo y la teología posteriores
se construyeron sobre los 4 concilios, donde el Jesús teológico
también sustituyó al Jesús de la historia.
El Jesús de la fe: es la respuesta de fe de los
primeros discípulos
a su encuentro con el Jesús histórico. El Jesús de
la fe es la aceptación del Jesús histórico en la práctica
de fe de los primeros cristianos. Esta vivencia de fe está ya en
los mismos 4 evangelios. El método histórico-crítico
nos permite distinguir en el texto mismo de los 4 evangelios el Jesús
de la historia y el Jesús de la fe.
2. La fuerza espiritual del Jesús histórico
a) Relación entre el Jesús histórico y el Jesús
teológico
Nuestro desafío fundamental es recuperar la
prioridad fundamental
del Jesús histórico sobre el Jesús teológico
y como interpretar los 4 evangelios fundamentalmente desde el Jesús
de la historia y no desde el Jesús teológico. No se trata
de negar el Jesús teológico. Este estará siempre ahí
como referencia fundamental para no apartarnos del camino de la
ortodoxia
y para no caer en las herejías históricos del cristianismo
(arrianismo, nestorianismo, gnosticismo). La reflexión teológica
enraizada y fundada en el Jesús de la historia es ciertamente necesaria
para profundizar sistemáticamente en la relevancia y significado
del Jesús histórico en la Iglesia y el mundo actual. Pero
una cristología que ignora al Jesús histórico es una
cristología sin Jesús, que no tiene sentido y que, aun más,
es un obstáculo para la interpretación de los evangelios.
Muchas veces la cristología "usa" los 4 evangelios como fuente para
simplemente "probar" tesis teológicas ya elaboradas. Lo que es peor
se usa versículos desconectados como textos de apoyo, sin tomar
los evangelios como una totalidad con su propia teología histórica
y redaccional. El problema es que se usan los 4 evangelios sin asumir
una
interpretación de los mismos hecha desde el Jesús histórico.
Los evangelios así usados no tienen un fundamento serio en la historia
y en la tradición oral de los cuatro evangelios.
El credo niceno-constantinopolitano, que recitamos
todos los domingos,
define a Jesús en términos filosóficos y teológicos.
Definición ciertamente necesaria en el siglo IV, pero constatamos
en ese Credo la ausencia casi total del Jesús de la historia. Decimos
de Jesús: "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero del Dios verdadero,
engendrado no creado, de la misma naturaleza que el Padre", luego
confesamos
que Jesús "se hizo hombre, y por nuestra causa fue crucificado en
tiempos de Poncio Pilato: padeció y fue sepultado". Los dos datos
históricos que aquí aparecen son que Jesús "nació
y murió", pero nada se dice sobre qué pasó entre su
nacimiento y su muerte, para qué nació y por qué lo
mataron. El Jesús confesado en la Iglesia es un Jesús sin
rostro y sin personalidad humana, un Jesús sin palabra, sin hechos,
sin proyecto histórico. Lo trágico es que el catecismo de
la Iglesia y la teología se construyeron sobre el credo
niceno-constantinopolitano,
marcando así profundamente la fe de la Iglesia y la tradición
teológica sobre Jesús.
Desde otro punto de vista es importante también
ampliar el horizonte
del Jesús histórico. En la exégesis del Primer Mundo
se reduce el Jesús de la historia al Jesús antes de su muerte.
Este punto de vista es necesario para una reconstrucción estrictamente
histórica de Jesús. Pero creo que el Jesús de la historia
hay que verlo también globalmente como el "Jesús antes del
cristianismo" (como sugestivamente titula su libro Albert Noland).
También
debemos ver el Jesús de la historia dentro de lo que en América
Latina hemos llamado el "movimiento de Jesús", antes y después
de su muerte. También debemos situar al Jesús de la historia
en el horizonte de "el movimiento de Jesús antes de la Iglesia"
(así titulé mi libro sobre los Hechos de los Apóstoles),
y, en forma análoga, el movimiento de Jesús en las iglesias
apostólicas antes de la cristiandad constantiniana. Todos estos
"ANTES" nos permiten una visión histórica más amplia
del Jesús de la historia, aunque sigue siendo siempre necesario
considerar el Jesús histórico como el Jesús antes
de su muerte, por lo menos desde un punto de vista metodológico
que ilumine la historicidad del movimiento de Jesús después
de su resurrección, antes de la Iglesia y sobre todo antes de la
cristiandad.
b) Relación entre el Jesús de la historia y el
Jesús
de la fe
(1) Un Jesús de la historia que ignora y
excluye el Jesús
de la fe
En la tercera etapa de búsqueda del Jesús de la
historia
hay una desconexión total entre el Jesús histórico
y el Jesús de la fe. Los historiadores que buscan reconstruir el
Jesús histórico antes de su muerte, dejan consciente y
programáticamente
de lado al Jesús de la fe. Desde un cierto punto de vista metodológico,
como ya dijimos, quizás es correcto y necesario, pero a nosotros
nos interesa también, una vez reconstruido científicamente
el Jesús de la historia, descubrir la relación entre el Jesús
de la historia y el Jesús de la fe. Nuestra intención es
ir más allá del Jesús de la historia. Nos interesa
analizar cómo los discípulos históricos de Jesús
respondieron desde su fe al Jesús de la historia. Nos interesa vivir
al Jesús de la historia como una referencia fundamental para nuestra
fe en la actualidad. En los mismos 4 evangelios tenemos las dos
realidades:
el Jesús de la historia y el testimonio de fe de las primeras
comunidades
ante este Jesús de la historia. Sin olvidar este Jesús histórico
queremos que nuestra experiencia de fe en Jesús en la actualidad
tenga esa corporeidad e identidad del Jesús histórico, aquellas
que se fundan en los hechos y palabras del Jesús de la historia.
Queremos que nuestro Jesús de la fe tenga la misma conciencia, rostro
y corazón del Jesús de la historia. Es el Jesús de
la historia el que queremos vivir hoy como el Jesús de la fe. Es
evidente que esta relación entre el Jesús de la historia
y el Jesús de la fe supone aquella reconstrucción histórica
previa del Jesús de la historia en sí misma considerada y
una interpretación de los 4 evangelios desde este Jesús de
la historia. Si no tenemos la referencia al Jesús de la historia,
el Jesús de la fe es pura subjetividad y manipulación. Pero
también el Jesús de la historia debe ser asumido y vivido
en nuestra práctica de fe para que no sea un puro dato arqueológico
como tantos otros que nos llegan de la antigüedad. Nuestro interés
por el Jesús de la historia implica algo más que estudiar
cualquier personaje del pasado como Aristóteles, Flavio Josefo o
Julio César. En este punto vamos más allá de la tercera
etapa en la búsqueda del Jesús histórico.
(2) Un Jesús de la fe que desconoce el Jesús de
la
historia
Veamos ahora el mismo problema, pero desde el
Jesús de la fe.
En nuestro pueblo católico, el Jesús de la fe presente en
la piedad de la Iglesia o en la religión popular, tiene poca relación
con el Jesús de la historia. El Jesús de la fe es vivido
en forma intimista, individualista, pietista o sacrificial. Vivimos un
Jesús idealizado como un Jesús que es "solo corazón"
(el "sagrado corazón") o un Jesús infantilizado en una imagen
estática de niño o un Jesús exaltado como rey a la
manera de los emperadores. Todas estas representaciones imaginarias del
Jesús de la fe se apartan mucho del Jesús de la historia.
En los diez primeros siglos del cristianismo el icono dominante fue el
de Jesús en la última cena con sus discípulos y posteriormente
el icono de Jesús crucificado, ambos más cercanos al Jesús
de la historia.
En la tradición bíblica y eclesial tradicional se
definen
al menos siete espacios de encuentro con Jesús: la comunidad cristiana,
la palabra de Dios (especialmente en la liturgia y en la lectura orante
de la Biblia), los sacramentos (especialmente en la eucaristía),
los pobres y excluidos, el libro de la vida (el cosmos y la historia
humana)
y, finalmente, nosotros mismos: nuestro cuerpo físico, espiritual,
cultural y social. Algunos textos bíblicos en apoyo de estas
afirmaciones
fluyen fácilmente en la memoria: "donde dos o tres estén
reunidos en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos"
(Mateo 18, 20); "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mi
y yo en él" (Juan 6, 56); "tuve hambre y me distes de comer" (todo
Mateo 25, 31-46); "no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi"
(Gálatas
2, 22); "He aquí que yo estoy con ustedes todos los días
hasta el final del mundo" (Mateo 28, 20), etc….
Nuestro desafío es encontrar al Jesús de la
historia en
todos estos espacios. Nuestra experiencia actual de Jesús, no tiene
muchas veces el rostro del Jesús histórico. No encontramos
en el Jesús de la fe al Jesús de la historia. No hay relación
del Jesús de la fe con el Jesús de la historia. Son dos vivencia
de Jesús diferentes que se ignoran entre si.
Es importante reconstruir la continuidad entre el
Jesús de la
historia antes de su muerte y el Jesús de la fe en la actualidad.
El fundamento de esta continuidad está dado por los evangelistas
en la manera de vivir y testimoniar su experiencia de la resurrección
de Jesús. La experiencia de fe de la resurrección de Jesús
no destruye su identidad y su corporeidad humana. El resucitado, aunque
ya glorificado, es corporalmente el mismo que murió en la cruz.
El Jesús glorificado manifiesta su identidad con el Jesús
crucificado mostrando las marcas de su pasión en sus manos, pies
y costado. Los evangelios insisten en la corporeidad de Jesús al
afirmar que él no es un fantasma, pues ningún fantasma tiene
carne y huesos como tiene Jesús. Este comía frecuentemente
con ellos y ellos podían realmente tocarlo. Jesús tiene un
cuerpo glorificado, un cuerpo "espiritual", pero esta glorificación
de su cuerpo no destruye su identidad y corporalidad humana. Igualmente
histórico es el movimiento de Jesús después de la
resurrección.
Todo lo que vengo diciendo es para afirmar la
continuidad posible, "histórica"
en cierto sentido, del Jesús de la fe con el Jesús de la
historia. Debemos asumir en nuestra experiencia de fe del Jesús
resucitado toda la plenitud del Jesús de la historia. Nada mas
contrario
a la tradición de los evangelios reducir el Jesús resucitado
a un pura experiencia de fe, negando toda corporeidad histórica.
3. La fuerza espiritual de los 4 evangelios
Dijimos que la exégesis del Primer Mundo insiste
mucho, y con
razón, en el Jesús histórico, pero deja de lado las
consecuencias de esta búsqueda para la vivencia de Jesús
en la actualidad. En esta búsqueda del Jesús histórico
la exégesis de los 4 evangelios insiste correctamente en el sentido
literal e histórico de los textos. Nosotros también insistimos
en éste sentido literal e histórico de los textos, pero sobre
todo destacamos su sentido espiritual.
La exégesis del Primer Mundo en los últimos 40
años
ha hecho avances realmente extraordinarios en los estudios bíblicos,
que nosotros apreciamos y utilizamos, pero estos estudios se mueven en
un mundo cerrado, marcado por un cientificismo y un historicismo, donde
constatamos la ausencia de la fuerza espiritual de los textos bíblicos.
La exégesis dominante evita la dimensión espiritual de las
Sagradas Escrituras, para poder dialogar con la modernidad y
posmodernidad.
Nuestra exégesis por el contrario no tiene como horizonte la
modernidad,
sino que se enfrenta fundamentalmente con los desafíos de los procesos
de liberación, al interior de los cuales la dimensión religiosa
y espiritual es fundamental.
El movimiento bíblico en América Latina, sin dejar
de
lado el estudio exegético del sentido literal e histórico
de los textos, desarrolla al máximo su sentido espiritual, pastoral
y comunitario. Debemos, sin embargo, también reconocer, que en nuestro
trabajo bíblico se da muchas veces una espiritualidad sin fundamento
exegético, que termina siendo una interpretación puramente
espiritualista y subjetiva de las sagradas escrituras. Dijimos al
comienzo
que es importante para nosotros el estudio exegético y científico
del Jesús histórico y de los evangelios realizado en la academia
del primer mundo, pero nosotros recogemos ese material con otro
espíritu
y con otra dimensión.
Detrás de un exégeta del Primer Mundo hay una
biblioteca,
pero detrás de nosotros hay un pueblo. Por eso la responsabilidad
espiritual y pastoral del exégeta latinoamericano con el pueblo
de Dios y en especial con el movimiento bíblico popular. Todo esto
nos exige desarrollar al máximo la fuerza espiritual de los evangelios.
La llamada lectura orante de la biblia es la práctica donde descubrimos
este sentido espiritual de los evangelios. Este sentido es como el
huracán
y el fuego de Pentecostés, por eso también debe estar siempre
"controlado" por el sentido literal e histórico de los textos.
C. Jesús
histórico,
evangelios y reforma de la Iglesia
Hasta ahora hemos intentado rescatar toda la
fuerza espiritual del Jesús
de la historia: podríamos sintetizar nuestro trabajo en tres etapas:
En una primera etapa hemos afirmado la prioridad
fundamental del Jesús
de la historia sobre el Jesús teológico y la necesidad de
interpretar los 4 evangelios desde el Jesús de la historia y no
desde el Jesús teológico.
En una segunda etapa hemos fundamentado en el
Jesús de la historia
nuestra actual práctica de fe, para dar a nuestra fe un contenido
histórico fundante y darle al Jesús de la historia un significado
espiritual permanente
Este proceso de descubrimiento de toda la
potencialidad espiritual del
Jesús histórico no puede terminar aquí, sino tiene
que ir más allá en la búsqueda de una reforma de la
Iglesia. No entraremos aquí en los problemas teológicos e
institucionales de esta reforma, pero si afirmar que la reforma de la
Iglesia
debe asumir como su fundamento y referencia principal la fuerza del
Jesús
histórico y del evangelio interpretado desde el Jesús de
la historia. En síntesis queremos construir una Iglesia cuya memoria,
credo y canon sean los 4 evangelios interpretados éstos a partir
del Jesús de la historia.
En nuestra Iglesia actual hemos elaborado una
catequesis fundada sobre
el dogma cristológico tal como fue definido en los concilios de
Nicea y Calcedonia, dejando de lado la memoria viva y actuante del
Jesús
de la historia presente en los evangelios. El credo
niceno-constantinopolitano
que profesamos asume muy débilmente las tradiciones de los cuatro
evangelios. Utilizamos un canon dogmático para definir la ortodoxia
y condenar las herejías, pero muchas veces el dogma cristológico
es asumido como la única ortodoxia y la interpretación de
los evangelios desde el Jesús de la historia es considerada más
bien como herejía. Todavía hoy se sigue condenando como arrianos
a los exegetas que buscan rescatar la fuerza espiritual del Jesús
de la historia.
Hagámosnos algunas preguntas, aunque suenen un
poco utópicas:
¿Cómo sería la Iglesia si asumiera las enseñanzas
del Jesús histórico como credo para articular su fe y como
canon para medir su autenticidad? ¿Como sería, por ejemplo,
una Iglesia que asumiera el sermón de la montaña de Jesús
como el canon de su fe? ¿No podríamos tomar el evangelio
de Marcos como referencia fundamental para articular el credo de la
Iglesia?
¿O tomar el evangelio de Mateo como fundamento del canon de la Iglesia?
¿O tomar el evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles
como el camino de la Iglesia? ¿No podríamos tomar el Evangelio
de Juan como la memoria y la identidad más profunda de la comunidad
del discípulo amado que es la Iglesia? Si los evangelios son memoria,
credo y canon de nuestra fe tendríamos que vivir en la actualidad
según Marcos, según Mateo, según Lucas y según
Juan y no solamente según tal o cual definición cristológica
o dogmática. El canon del Nuevo Testamento felizmente no 'canonizó'
tal o cual teología, sino que canonizó para siempre la pluralidad
de cuatro evangelios para reconstruir el Jesús de la historia, cuatro
evangelios fundantes de nuestra forma de ser cristiano y de ser
Iglesia.
La diversidad del canon bíblico con su pluralidad histórica
nos acerca mucha más al Jesús de la historia que la dogmatización
única construida en Nicea o Calcedonia. La fe de la Iglesia está
mas cerca de la cristología de los 4 primeros concilios que del
Jesús de la historia presente en los 4 evangelios.
Si los 4 evangelios (y en realidad toda la Biblia)
son memoria, credo
y canon fundamental de la Iglesia, estos evangelios deben constituir el
fundamento principal de la catequesis, de la teología y de la liturgia
de toda la Iglesia. Esto implica necesariamente una reforma profunda de
la Iglesia. La reconstrucción del Jesús histórico
llega a desarrollar todas sus virtualidades sólo en esta reforma
de la Iglesia. Si esto es realmente así la reforma sería
la etapa final de la reconstrucción del Jesús histórico.
Exégesis histórica y reforma eclesial son dos extremos de
un mismo proceso.
¿Cómo lograr esto? ¿Cómo reconstruir este
camino entre el Jesús de la historia y la reforma de la Iglesia
actual?
Si queremos una reforma de la Iglesia a partir del
Jesús histórico,
debemos enfrentar algunos problemas estructurales del trabajo bíblico
en la Iglesia actual. Lo primero que constatamos es el abismo existente
entre exégesis y pueblo de Dios. En América Latina hemos
buscado superar este abismo de dos maneras. Por un lado, dando a la
exégesis
una orientación pastoral, sin que por eso pierda su rigor exegético,
y por otro lado, formando a los agentes de pastoral bíblica lo mejor
posible en el conocimiento exegético. Para una reforma de la Iglesia,
es importante reconocer al pueblo de Dios, organizado en comunidades y
movimientos, como el espacio y el sujeto privilegiado para interpretar
la Biblia, sin olvidar el apoyo necesario de la ciencia bíblica
y del magisterio. Si bien este apoyo es necesario la ciencia bíblica
debe despojarse de su autosuficiencia y el magisterio no debe olvidar
que
la máxima autoridad en la Iglesia en la palabra de Dios y el magisterio
está a su servicio (cf. Dei Verbum nº 10).
La reforma de la Iglesia es posible si devolvemos
la Biblia al pueblo
de Dios y si todo el pueblo de Dios tiene la Biblia en sus manos, en su
corazón y en su mente. Toda reforma de la Iglesia a lo largo de
su historia ha comenzado siempre con un movimiento bíblico poderoso
en el seno del pueblo de Dios. Hoy vivimos en un mundo, donde el sujeto
es aplastado como sujeto, tanto en la sociedad como en la Iglesia. Un
pueblo
aplastado y reducido a objeto, ciertamente no es capaz de interpretar
la
palabra de Dios. Por eso es importante construir y reconocer ese sujeto
intérprete de la Biblia. Este sujeto será plenamente sujeto
cuando pueda interpretar la Biblia con autoridad, legitimidad,
libertad,
autonomía, seguridad y creatividad. Lo que constituye a este sujeto,
con estas características, es fundamentalmente el conocimiento y
encuentro personal con el Jesús de la historia y con los 4 evangelios
interpretados desde el Jesús de la historia. Son estos sujetos los
que llevan adelante el movimiento bíblico y la reforma de la
Iglesia.
Lo que hemos afirmado de todos los bautizados al
interior del pueblo
de Dios, lo podemos afirmar con mayor fuerza del pobre, en cuanto
sujeto
creyente que lee e interpreta la Biblia en la Iglesia. Sin olvidar que
el pobre como sujeto genérico irrumpe hoy en la Iglesia desde culturas
y razas diferentes, desde una condición concreta de género
(varón - mujer) y de generación (jóvenes).
D. El
Jesús histórico
como fuente de vida y esperanza para el mundo
La búsqueda del Jesús histórico en Europa y
Estados
Unidos tiene -como ya dijimos más arriba- como contexto fundamental
el diálogo con la modernidad y la posmodernidad (que no es sino
la crisis de la modernidad). Nuestra búsqueda, por el contrario,
tiene como contexto histórico fundamental los procesos y movimientos
sociales de liberación. Hoy nuestro movimiento bíblico se
desarrolla sobre todo en los movimientos campesinos, urbanos,
movimientos
de mujeres y jóvenes, movimientos culturales y ecológicos,
y muchos otros. Buscamos reconstruir el Jesús de la historia desde
el Tercer Mundo y desde los pobres y excluidos. Esto determina nuestra
opción hermenéutica en la búsqueda del Jesús
de la historia. Por "Tercer Mundo" entendemos los pueblos, culturas y
religiones
de Asia, Oceanía, África y América Latina y el mundo
de los pobres en el Primer Mundo. El cristianismo llegó a estos
continentes, desde el siglo XVI hacia delante, con la expansión
del colonialismo europeo. Nuestra búsqueda del Jesús de la
historia busca romper con este contexto colonial eurocéntrico e
intenta pensar al Jesús de la historia en diálogo con los
pueblos, culturas y religiones del Tercer Mundo. Es una búsqueda
"desde el sur", que cada día afirma más claramente su identidad.
En un horizonte mayor, y en la línea de lo que hemos dicho, podríamos
decir que el Jesús de la historia, y la interpretación del
los cuatro evangelios desde el Jesús de la historia, no solo es
memoria, credo y canon para un reforma de la Iglesia, sino para un
cuestionamiento
de toda la así llamada "civilización cristiana occidental",
civilización construida sobre el modelo de cristiandad constantiniana.
El Jesús de la historia es la referencia fundamental para la
reconstrucción
de una alternativa, que manifieste claramente que no estamos viviendo
"una
choque de civilizaciones" (entre la civilización cristiana y el
islam, cf. Huntington: Choque de civilizaciones) sino que
estamos
viviendo la crisis final de la civilización cristiana occidental.
Una alternativa es posible desde el Tercer Mundo y con la inspiración
de vida del Jesús histórico y de los 4 evangelios. El futuro
del cristianismo no está asegurado por la relación constantiniana
Iglesia-poder, sino por la relación evangelio-vida. La alternativa
a este crisis es la construcción de un mundo "donde haya vida para
todos y todas en armonía con la naturaleza". Es muy importante
constatar
que la crisis de la civilización cristiana occidental se da
especialmente
en la crisis del cristianismo en el contexto de una radical
secularización
en el Primer Mundo (Europa y Estados Unidos). Europa niega la identidad
cristiana de sus orígenes dada la crisis irreversible de la
civilización
cristiana occidental. Es una crisis que ya significa un fracaso,
especialmente
después de la guerra contra Irak. En el sur, sin embargo, se vive
un proceso realmente antagónico. Aquí vivimos más
bien el auge del cristianismo y de las grandes religiones, que son en
general
religiones del Tercer Mundo. Por eso el futuro del cristianismo no está
ligado a la reconstrucción de una civilización cristiana
o la construcción de una nueva cristiandad, sino al diálogo
interreligioso, cuyo objetivo es salvar la vida de la humanidad y la
vida
de la tierra y del agua en nuestro planeta. En síntesis: en el norte
crisis de la civilización cristiana occidental. En el sur, diálogo
interreligioso para la vida del mundo.
En este diálogo interreligioso la tradición del
Jesús
histórico será fundamental. Nuestra referencia tendrá
que ser el Jesús histórico y no tanto el Jesús dogmático
construido en los cuatro primeros concilios en el corazón de la
cristiandad constantiniana de los siglos IV y V.
Una ejemplo para entender la importancia del Jesús
histórico,
lo podemos tomar del evangelio de Marcos que relata la tradición
ciertamente histórica del "secreto mesiánico". Esta tradición
pertenece ciertamente al Jesús de la historia. El sentido del "secreto
mesiánico" es que Jesús no quiere ser el centro de su actividad,
sino quiere que el centro de todo sea el reino de Dios. Son los
demonios
lo que identifican a Jesús como Mesías. Jesús los
manda callar. El reino en todos los sinópticos se identifica con
al vida del pueblo pobre (el reino llega cuando los enfermos son
sanados
de sus enfermedades y los demonios son expulsados). También hoy
en el diálogo con las religiones debemos mantener el secreto mesiánico
y tomar como referencia fundamental el reino de Dios. Superar el
cristocentrismo,
propio de la teología posterior al Jesús de la historia,
y dialogar sobre la vida en el Tercer Mundo como voluntad de Dios.
Desde
el punto de partida del "secreto mesiánico" no podemos partir de
un cristocentrismo sino de un biocentrismo, en la perspectiva del reino
de Dios. Los temas "teológicos" en el diálogo interreligioso
serán los problemas relativos a la justicia y la paz, al hambre
y la destrucción de la naturaleza, y otros temas semejantes sobre
la vida y la muerte en el mundo. Todo esto nos ilustra, sobre todo en
el
Tercer Mundo, sobre la fuerza espiritual de la tradición del Jesús
de la historia y de los cuatro evangelios para la defensa de la vida en
diálogo con las religiones.
En contraste con la modernidad, en los movimientos
de liberación
en el Tercer Mundo tiene una gran importancia la dimensión espiritual
y religiosa. Por eso el Jesús de la historia tiene un significado
histórico, no solamente para la reforma de la Iglesia, sino también
para los pobres y excluidos, sobre todo en el Tercer Mundo, sedientos
de
vida y esperanza. Nosotros no tenemos mucha dificultad para interpretar
los milagros y los exorcismos como signos concretos de la llegada del
reino
de Dios, puesto que en el Tercer Mundo el milagro es algo cotidiano,
especialmente
entre los pobres que viven de milagro. El reino de Dios predicado por
el
Jesús de la historia es la esperanza y la utopía de vida
de los pobres y excluidos. Nuestra opción hermenéutica es
en este sentido la opción preferencial por los pobres. La búsqueda
del Jesús de la historia y nuestra interpretación de los
cuatro evangelios desde este Jesús de la historia es un signo de
esperanza, no sólo para la Iglesia, sino para el mundo entero.
Bibliografía (no es
completa, sino
sugestiva de algunos temas)
Boff, Leonardo: "Jesucristo, Liberador", en: Jesucristo
y la liberación
del hombre, Madrid (Ed. Cristiandad) 1981.
Bravo G., Carlos: Jesús, hombre en conflicto.
El relato de
Marcos en América Latina. Santander (Sal Terrae) 1986.
Cardenal, Ernesto: El evangelio en Solentiname.
Costa Rica (DEI)
1979. Dos volúmenes.
Comblin, José: Jesús de Nazareth. Meditación
sobre la vida y acción humana de Jesús. Santander (Sal
Terrae) 1979.
Dri, Rubén: La utopía de Jesús. México,
DF (Ediciones Nuevomar) 1984.
Echegaray, Hugo: La práctica de Jesús.
Lima (Perú)
(CEP) 1980.
Gutiérrez, Gustavo: Teología de la liberación.
Perspectivas. Lima (CEP) 1971. Séptima edición en 1990,
con una nueva introducción titulada "Mirar lejos" (febrero 1988).
Miranda, José Porfirio: El Ser y el Mesías.
Salamanca
(Ed. Sígueme) 1973.
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liberación",
en: Ellacuría/Sobrino: Mysterium liberationis. Conceptos
fundamentales de la teología de la liberación. Tomo I.
Madrid (Trotta)1990.
López Vigil, José Ignacio y María: Un tal
Jesús.
La buena noticia contada al pueblo de América Latina. San Salvador
(UCA) 1992. Dos tomos.
Mesters, Fray Carlos: Con Jesús a contramano
en defensa de
la vida. Buenos Aires (Centro Bíblico Ecuménico) 1995
(traducido del portugués).
Richard, Pablo: Apocalipsis. Reconstrucción de
la esperanza,
San José (DEI) 1994 (republicado en Quito, Caracas y México.
Traducido al portugués, inglés, alemán, italiano y
francés).
Richard, Pablo: El movimiento de Jesús antes
de la Iglesia.
Una interpretación liberadora de los Hechos de los Apóstoles.
Santander (Sal Terrae) 2000.
Segundo, Juan Luis: El hombre de hoy ante
Jesús de Nazareth.
Madrid (Ed. Cristiandad) 1982. Tres tomos. Especialmente Tomo II/1: El
Jesús histórico de los sinópticos.
Segundo, Juan Luis: La historia perdida y
recuperada de Jesús
de Nazareth. Santander (Sal Terrae) 1991.
Sobrino, Jon: Cristología desde América Latina
(esbozo).
México (Ediciones CRT) 1976.
Sobrino, Jon: Jesucristo liberador. Lectura
histórico-teológica
de Jesús de Nazareth. Madrid (Ed. Trotta) 1991, 93. 97.
Tepedino, Ana María: Las discípulas de Jesús.
Madrid (Narcea) 1994.
Algunos libros escritos en otros
continentes, que han tenido
impacto en América Latina:
Aguirre, Rafael: Del movimiento de Jesús a la
Iglesia cristiana.
Ensayo de exégesis sociológica del cristianismo primitivo.
Estella, Navarra (Ed. Verbo Divino)1998.
Crossan, John Dominic: Jesús, vida de un
campesino judío.
Barcelona (Crítica) 1994.
Käsemann, E.: "El problema del Jesús histórico",
en: Ensayos exegéticos. Salamanca (Ed, Sígueme) 1978.
Meier, John P.: Un judío marginal. Nueva
visión del
Jesús histórico. Tomo I, II-1 y II-2 y III Estella (cuatro
volúmenes), Navarra (Ed. Verbo Divino) 1998 ss.
Noland, Albert: ¿Quién es este hombre? Jesús,
antes del cristianismo. Santander (Sal Terrae) 1981. Autor
surafricano.
Sanders, E. P.: La figura histórica de Jesús.
Estella,
Navarra (Ed. Verbo Divino) 2000.
Schottroff, L / Stegemann, W.: Jesús de
Nazareth, esperanza
de los pobres. Salamanca (Ed. Sígueme) 1981.
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