Entrevista
a Hans Küng, por Ralf Caspary · Julio 2011
"Diagnóstico: enferma terminal.
¿Se
puede salvar aún la Iglesia?"
"El
papado actual es una institución de dominio que divide. El papa divide a la
Iglesia"
'Diagnóstico: Enferma terminal. ¿Se puede salvar aún la
Iglesia?' Esta es la pregunta que se plantea
en su último libro, publicado
en Alemania por la editorial Piper Verlag, el teólogo crítico y especialista en ética mundial
Hans Küng en su último libro."En la situación actual no puedo guardar silencio", dice Hans Küng.
En su opinión la Iglesia
Católica en encuentra inmersa en una grave crisis. Crisis que es necesario
describir con objetividad y sin prejuicios antes de aplicar
la terapia adecuada. Crisis que se plasma, entre oras cosas en censura,
absolutismo y estructuras autoritarias.
Pregunta: Sr. Küng, me ha llamado la atención que su libro está impregnado
de un cierto alarmismo. No podía seguir callando, debía escribir este libro en
este momento concreto. Metáforas como "enfermedad", "recaída", "subida de fiebre" abundan
en su libro. ¿A qué
se debe este alarmismo?
Küng: Alarma sí, pero no alarmismo. Si me permite,
lo explico inmediatamente. He de decirle con toda sinceridad que en estos momentos, tan sólo un par de meses después
de su publicación, veo las cosas incluso más negras que el color de la portada de mi libro.
Tenemos una iniciativa de diálogo de los obispos que
ha quedado en agua de borrajas. Creo que el sociólogo de la religión, Michael
Ebertz (Friburgo), tiene razón cuando
habla de una segunda crisis
en la Iglesia Católica, después de la crisis de los delitos sexuales.
El episcopado se muestra obviamente incapaz de comunicarnos qué es lo que ha
pasado, para que se pueda encauzar debidamente el diálogo. Seguimos
sin saber cómo proceder para iniciar dicho
diálogo, los obispos
no se ponen de acuerdo y quieren excluir
determinados temas. Recientemente hemos asistido a una serie de
acontecimientos muy desagradables que justifican tanto mi análisis como mi alarma.
Pregunta: Usted ha llegado a decir que estamos en la segunda fase de la
crisis. Ha hablado de falta de disposición a dialogar. Aclárenos, por favor,
este punto.
Küng: Suponemos que los obispos
han aprendido que no pueden
seguir actuando de una forma tan autoritaria como hasta ahora,
que han de escuchar al pueblo. Pero no es así, ni siguiera han aprendido eso. Creo que ¡nosotros
somos el pueblo! La gente dice: se nos está agotando la paciencia, queremos
participar en las decisiones, también en nuestras parroquias. Queremos elegir a
nuestros obispos, queremos ver a mujeres en los diferentes cargos, queremos que haya agentes de pastoral, hombres y
mujeres, que sean ordenados/as sacerdotes. Son eslóganes y demandas que reflejan el descontento de la gente.
De hecho, se ha producido
un cisma dentro de
la Iglesia entre los que, ahí arriba,
piensan que pueden seguir actuando
con el estilo de siempre y el pueblo y una buena parte del
clero liberal.
Pregunta: ¿Qué reacciones ha desatado su libro hasta la fecha?
Küng: Se lo he enviado a todos los obispos alemanes y hasta ahora las
reacciones han sido, cuando menos, cordiales. También se lo he enviado al papa
Benedicto con una cortés carta en la que le expongo como, en el fondo, mi intención es ayudar a la Iglesia,
aunque tenga una idea
diferente de cómo deberíamos proceder. Él me ha hecho llegar su agradecimiento,
lo que me parece un gesto
positivo. Tengo sumo
cuidado en intentar
conducir el debate
con objetividad, sin traspasar la barrera de la ofensa
personal y sin que la cuestión devenga en un asunto personal.
Pregunta: ¿Qué reacciones ha provocado entre los laicos?
Küng: En pocas ocasiones he recibido tantas
cartas agradeciéndome el libro, a pesar de tratarse,
de hecho, de un análisis algo depre que puede producir desaliento. Me agradecen
mucho que afirme que la recuperación es posible. El libro está
repleto de propuestas concretas. No me puedo
quejar de las reacciones, todo lo contrario, me anima mucho recibir casi a diario
cartas de tanta gente, muchas veces de gente sencilla.
Pregunta: ¿Cuáles son para usted los principales síntomas de esta crisis de
la Iglesia Católica que diagnóstica en el libro?
Küng: Básicamente que las parroquias se están secando
lentamente, en parte
a causa del mensaje
dogmático que viene reiteradamente prescrito desde arriba. Naturalmente tenemos
también el problema de los cargos eclesiales. En el libro lo ilustro
con el ejemplo de mi propia comunidad en Suiza. Durante mucho tiempo hemos tenido cuatro
sacerdotes (los "cuatro caballeros"); hoy
no queda ninguno. Seguimos teniendo a dos jubilados y a un diácono. El diácono
lo hace fenomenal, un alemán,
por cierto. No obstante, no puede presidir
la eucaristía por no haber
sido ordenado sacerdote. Y no puede ser ordenado
sacerdote porque está casado. Es completamente
absurdo. Hemos de abordar una serie de puntos muy concretos: 1. el celibato
ha de ser opcional. 2. las mujeres
han de tener acceso a los cargos
eclesiales. 3. se ha de permitir que los divorciados participen en la eucaristía; 4. se han de establecer comunidades eucarísticas entre
las diferentes confesiones
sin esperar otros 400 años.
Pregunta: Estos son algunos puntos para la terapia. Volvamos al diagnóstico.
¿Cómo denominaría usted la enfermedad que afecta al núcleo de la Iglesia
Católica?
Küng: La enfermedad es el sistema romano. Lo introdujeron los papas de
la denominada Reforma gregoriana, en honor a Gregorio VII. Así fue como se
introdujo el papismo, el absolutismo papal, según el cual una sola persona en
la Iglesia tiene la última palabra. Esto produjo la escisión de la Iglesia
Oriental que no aceptó dichas modificaciones. De esa época procede el
predominio del clero sobre los laicos. Padecemos un celibato para todo el clero
que se introdujo en el siglo XI. Aquí pienso que está el origen de la
enfermedad. Ahí surgió el germen. Se intentó erradicarlo con la Reforma pero en
Roma encontró resistencia. Con el Vaticano II se intentó luchar contra todo
esto. Tuvo un éxito parcial, aunque no se permitió debatir ni sobre el celibato ni discutir sobre
el papado. Se puede considerar que el Concilio
tuvo éxito a medias. En estos momentos la situación es calamitosa. En
Roma, en lugar de haber aprendido algo, como
hubiera sido de esperar, y haber emprendido el camino de la liberalización, los dos papas restauracionistas -Wojtyla y Ratzinger- han hecho lo contrario. Han hecho todo lo
posible para que el Concilio y la Iglesia retrocedan a una fase preconciliar.
Pregunta: ¿Se refiere al Concilio Vaticano II que intentó producir una
cierta apertura?
Küng: Sí, los frutos del Concilio Vaticano II fueron excelentes: integró
el paradigma de la Reforma en la Iglesia, incorporó las lenguas vernáculas a la liturgia, todo el pueblo
participa hoy activamente en la liturgia, se revalorizó el papel de los laicos
y el de la Iglesia
Oriental. Incluso se ha
producido una integración de los paradigmas de la Ilustración, de la
Modernidad. Desde entonces se reconoce
la libertad de culto y los derechos
humanos; y tenemos
una actitud positiva hacia las religiones del mundo y hacia el mundo secular.
Pero éstos son precisamente los puntos
en lo que Roma quiere retroceder. Roma lo tiene todo organizado para retener el poder.
Pregunta: Si le he entendido correctamente, desde hace unas décadas,
en la Iglesia Católica, se ha producido una recaída, un retroceso,
una fuerte concentración en el sistema de dominio romano. ¿Esto es lo que usted critica?
Küng: Sí. Esto queda de manifiesto en los siguientes puntos: primero, se
han ido publicando continuamente documentos sin preguntar al episcopado y sin consultar
a nadie previamente. Se trata de documentos de la curia que subrayan
la pretensión de estar en posesión de la verdad,
el monopolio sobre la verdad de la Iglesia Católica. En segundo lugar,
tenemos toda la desafortunada normativa relacionada con la moral sexual que se
ha ido publicado. Esta es la línea. En tercer
lugar, tenemos la política de elección de personas. De forma sistemática, para los puestos de obispo y otros cargos
de la curia se eligen
exclusivamente personas fieles
a esa línea. He escrito un capítulo entero
sobre los motivos
por los que los obispos
guardan silencio: porque ya han sido seleccionados, porque
previamente se han comprometido, porque en la
ordenación han de prestar juramento al papa, porque no pueden hablar
libremente. Por eso escuchamos de todos la misma opinión. Los obispos se
encuentran en una situación de gran presión, por una parte la que les llega de
arriba, por otra parte la de la comunidad creyente.
Pregunta: ¿Por lo tanto, usted dirige sus críticas también contra el
monopolio de poder y el monopolio de la verdad del papa?
Küng: Sí, exactamente.
Pregunta: ¿Esa sería la principal herida?
Küng: Me imagino
que si hubiéramos tenido otro papa en la línea de Juan XXIII, la institución
de Pedro sería algo magnífico. Podría ser una institución de guía pastoral, que inspira, que une.
El papado actual es una institución de dominio que divide. El papa divide a la Iglesia. Esta es una tesis que no se toma suficientemente
en serio. Según las últimas encuestas, el 80% de los católicos alemanes
quieren reformas. El 20% que no las quieren son,
por desgracia, los
que sí son tomados en serio. Algunos
obispos sostienen que entre los católicos hay dos grupos.
No es cierto, no se trata de dos grupos. La mayoría quiere
reformas. Es tan sólo una minoría de personas, con presencia en los medios,
las que están en contra
de las reformas. Ellos no representan a la Iglesia que deseamos tener. Como pueblo
de Dios queremos una Iglesia en la que nos sentamos incluídos todos, no
queremos un pequeño grupo dominante que controle todo.
Pregunta: Hay algo que no entiendo bien. Si usted critica al papa actual y lo compara con otros
papas más liberales, entonces no es un problema de la estructura de la Iglesia,
sino de la personalidad del papa.
Küng: También recae en la personalidad del papa. Joseph Ratzinger procede
de un entorno conservador. Yo también procedo de un entorno
conservador. Esto no es ninguna vergüenza, incluso se podría tornar en una
ventaja. Pero él ha interiorizado este entorno. El vivió principalmente en Alemania sin conocer bien el mundo.
Después se trasladó
a Roma donde ha vivido en un gueto artificial en el que no se percibe lo que sucede
en el resto del mundo. Al leer algunas declaraciones suyas, como el
decreto que publicó sobre las otras Iglesias siendo aún cardenal, uno se pregunta:
¿dónde vive este hombre realmente, en la luna?
Ahora ha anunciado una campaña de evangelización
nada convincente. ¿Cómo se quiere evangelizar al mundo con un catecismo que pesa literalmente 1 kg? ¿Pretende
torturar a la gente? Además está la cuestión
de la enseñanza de la Iglesia. El habla expresamente de la "enseñanza del
papa". Esto, por supuesto, no hay persona ilustrada que se lo tome en serio. ¿Quién
va a admitir a estas
alturas que una sola persona reclame
para sí el poder legislativo, ejecutivo y judicial
sobre una comunidad de más de mil millones de personas? En tercer lugar,
se está dando un impulso
problemático al tipo de religiosidad
popular tradicional que se quiere promover. Se producen estas terribles escenas
en la que un papa besa la sangre de su predecesor en su relicario de plata.
Pero, bueno
¿dónde estamos?
Esto es oscurantismo medieval.
Pregunta: Aprecio que se
indigna cuando habla del papa actual.
Küng: No, no se trata del
papa actual.
Pregunta: En su libro le critica con dureza. Habla, por ejemplo, de boato y
despilfarro, de estructuras autoritarias. ¿Se le podría reprochar: Küng habla
con cierto resentimiento?
Küng: No. Creo que sigo teniendo la capacidad de poder hablar muy bien
con el papa personalmente. Seguimos manteniendo correspondencia y él sabe que
mi preocupación es simplemente la Iglesia; pero que tengo una concepción
diametralmente opuesta a la suya en lo que al camino
a seguir se refiere. Me interesa resaltar
que no hemos llegado a esta situación por el papa Ratzinger, sino como evolución desde el siglo XI.
Aunque Joseph Ratzinger y su predecesor hayan hecho
todo lo posible para volver a un paradigma medieval
de la cristiandad.
Pregunta: Sr. Küng, ¿el sistema
romano no se asienta en el Nuevo Testamento y en la historia
de la Iglesia?
Küng: No. La misma palabra "jerarquía" no la encontrará en el
Nuevo Testamento. Sí que aparece seis veces la palabra "diaconía" con
la famosa frase: "el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos". En esa misma línea tenemos
también la escena
del lavatorio de pies.
Pero el papa quiere ser señor entre
los señores. Aparece
como un faraón
moderno. Si observamos las ceremonias en San Pedro,
una sola persona está en el centro, mientras los obispos se mantienen a distancia, como figurantes. Nadie
tiene nada que decir, sólo hay uno que habla, sólo
hay uno que lo decide todo. Esta no es una Iglesia de nuestro tiempo. Y no se
corresponde en absoluto con el Nuevo Testamento ni con su época, donde reinaba
la hermandad, donde las mujeres estaban presentes y donde había una comunidad
carismática, como se ve en las comunidades paulinas. Todo lo contrario de lo que se practica hoy en día. Hoy
reina una estructura medieval que, en principio, sólo se encuentra en los
países árabes. Nos recuerda al comunismo: se basa en el secretario de un partido
único que decide
todo. El resto ha sido elegido en función de su lealtad a la linea papal. Lo mismo pasa
con los obispos. Aunque, cada vez hay menos creyentes que aceptan este sistema autoritario. Ni en Arabia se acepta
ya a los autócratas. Yo sostengo que en
la Iglesia Católica los autócratas tampoco tienen ningún futuro.
Pregunta: Ha dicho
que la Iglesia Católica no está a la altura
de la época moderna. No obstante,
se podría objetar que esa es precisamente su ventaja. ¿En qué piensa usted que
debería transformarse? ¿En una
empresa moderna acorde
a los tiempo? En ese caso, no ofrecería ninguna alternativa.
Küng: No es que yo sea un partidario absoluto de la modernización. La Iglesia debería,
en primer lugar, volver a sus
orígenes. Se trata de ver si todavía podemos apelar a Jesús de Nazaret o no. En
mi libro describo una escena: es impensable que Jesús de Nazaret apareciera en
una ceremonia del papa, no tendría sitio. Es simplemente una manifestación de
poder pomposa e imperial, donde todos aplauden y los señores
de este mundo participan para ser vistos
y recoger votos. Esa imagen no
tiene nada que ver con la Iglesia que Jesús quería, es decir no tiene nada que ver con la comunidad de discípulos de Jesús. No se trata de modernizar a cualquier precio. En determinadas circunstancias,
precisamente habrá que ofrecer resistencia a la modernidad, justamente en los
aspectos en los que es inhumana. He escrito suficientes libros críticos con la
modernidad, por ejemplo: Anständige
Wirtchaften (Una economía honrada), que trata sobre la falta de moral de la
economía. Lo que no puede ser es que adoptemos como solución la edad media,
cuando lo que deberíamos es dar el paso de la modernidad a la transmodernidad.
Pregunta: Hans Küng apela a Jesús, el papa apela
a Jesús. ¿Qué puede hacer un laico ante estos dos intentos de legitimación?
Küng: Debería leer la Biblia, así se daría cuenta de donde está Jesús.
Cuando Ratzinger en calidad de teólogo, también como papa, escribe sobre Jesús
-aunque realmente no debería escribir libros sino dirigir la Iglesia- lo hace sobre
el Cristo dogmático que camina sobre
la tierra. No habla de que Jesús contradecía a las instituciones religiosas de su tiempo, de que al final fue asesinado por los que se consideraban ortodoxos. Todo lo contrario, habla
siempre del Cristo
de los dogmas, de la Iglesia y de la
administración.
Pregunta: Volvamos a los obispos. Ha mencionado que son todos muy fieles a
la línea papal, y que se trata, de hecho, de un grupo hermético y estanco.
¿Cómo se ha llegado a esto?
Küng: Es como si el papa pudiera nombrar él sólo a todos los obispos.
Sobre todo se comprometen con su línea. Sucede
literalmente como en el partido
comunista, donde nadie tiene
nada que decir salvo el jefe de Moscú. Por eso dicen todos los mismo. Si hablas individualmente con los obispos, te dicen:
"Tiene usted razón, por supuesto, pero..." Si tan solo hubiera un obispo en la República
Federal Alemana que, por fin, dijera cómo está la situación, que así no se puede seguir,
que se han de abordar reformas, se le echarían encima Roma y el Vaticano, que intervendrían a través del nuncio, etc. También tendría
al resto de los
obispos enfrente, en especial a la facción
de Meisner, que intenta ejercer
el terror psicológico en la Conferencia Episcopal
y, naturalmente, a toda la Curia romana.
Tendría en contra
a todo ese pequeño grupo de conservadores y sus agencias de prensa,
las que difunden continuamente noticias. Tendría que ser muy fuerte. Aunque
contaría, al menos, con el apoyo del pueblo.
Pregunta: En el centro de su critica
está el sistema
romano. Esta cuestión
ya la hemos abordado. En la conversación previa a la entrevista ha comentado que preferiría no hablar de los casos de
abuso sexual. No obstante, lo menciono porque hay un punto que deberíamos
aclarar: ¿estos casos de abuso sexual son, desde su punto de vista, parte de un
problema estructural? En su crítica al papado, habla usted precisamente de
problemas estructurales.
Küng: Por supuesto. Siempre ha habido una animadversión hacia la
sexualidad, no sólo en la Iglesia, también en la antigüedad. Pero tenemos el
problema del celibato del clero cuyo origen se
remonta a las normas impuestas por los papas
del siglo XI. No quiero
decir, en absoluto,
que el celibato desemboque necesariamente en la homosexualidad o en el abuso sexual.
En absoluto. Pero cuando
decenas de miles
de curas han de reprimir
su sexualidad y, por muy buenos párrocos que sean, no pueden tener
esposa ni familia, entonces tenemos un problema estructural. Estas condiciones hay que cambiarlas definitivamente. Aunque parece
que es un tema sobre el que no
se debe debatir. El obispo
de Rottenburg da una conferencia fabulosa sobre el Espíritu Santo, al
que hay que abrirse, y se manifiesta a favor del diálogo; pero, al día
siguiente, leo en la prensa
-para gran decepción de muchos dentro y fuera de la
diócesis- que el mismo obispo, que habla tan
maravillosamente, ha suspendido una jornada sobre sexualidad en su propia
academia. ¿Qué nos queda?
Pregunta: Esa jornada
estaba prevista para finales de junio y el tema era la moral sexual
actual.
Küng: Sí, y en lugar de asistir
y defender sus ideas en las que está tan bien formado,
escurre el bulto. Desautoriza
a la directora de la academia y a todos los que quieren asistir. De esa forma
deja claro que el diálogo del que habla no es más que una frase vacía.
Pregunta: ¿Cómo piensa
que está actuando
la Iglesia Católica
con relación a los casos de abuso sexual?
Küng: Se sigue sin adoptar una postura clara, por ejemplo, sobre si los
agresores deberán responder ante un tribunal civil o cómo se va a proceder, tal
y como se deduce de las últimas noticias que llegan de Roma y de Estados Unidos.
En Alemania, dicen que ya se han disculpado
y se da el caso
por cerrado. Al mismo tiempo,
ningún obispo quiere
hablar de que sean cuestiones estructurales, ni de que hay
que abordar de una vez por todas temas como el celibato de los hombres o la ordenación de mujeres. Pero,
¿por qué no? Lo que se esconde
detrás de ello,
desde mi perspectiva, es simple y llana cobardía, lo contrario de esa
franqueza apostólica que cabría esperar y de la que se habla en la Biblia, al
igual que los apóstoles hablaban con libertad. Los obispos actuales callan. Y,
si hay ocasión de ejercer su poder, lo ejercen. Es una vergüenza que se abuchee
al presidente de la Conferencia Episcopal Alemana en el Día de
la Iglesia. ¿Por qué? Porque
él de forma arbitraria ha tomado la palabra con el fin de criticar el Memorandum de
los teólogos. Cuando
el Memorandum de los teólogos -firmado
ya por 300- está redactado en términos exquisitos. Así no se puede seguir.
Pregunta: Hasta aquí,
el diagnóstico de la crisis.
En este contexto recurre usted
continuamente a la metáfora
de la enfermedad, pasemos ahora a las propuestas para la terapia.
Usted tiene una imagen concreta de la reforma de la Iglesia.
De nuestra conversación deduzco que la reforma que el Sr. Küng tiene en mente pasa por
eliminar totalmente la institución de la Iglesia.
Küng: No, qué bah, todo lo contrario. Me gustaría que reconstruyéramos
la institución de la Iglesia desde abajo, por supuesto, con base en el Nuevo
Testamento y en el humanitarismo.
Pregunta: Entonces, ¿hay que deshacerse totalmente de las estructuras
actuales, o no?
Küng: Hay que abolir, por supuesto, el absolutismo del papa. Aunque se
puede mantener y apoyar perfectamente una institución que dirija la pastoral,
presidida por un obispo en Roma, siempre que sea en la dirección del evangelio.
Podría tener incluso una función ecuménica.
Lo que critico es que una única persona quiera decidirlo
todo y, por ejemplo, que destituya a un obispo, como ha vuelto a hacer el papa
Ratzinger, por primera vez desde el concilio. Tenemos el caso del obispo
Morris de Australia. Se le destituyó porque dijo que no le quedaban
curas y pedía la abolición del celibato y que se admitiera a mujeres al sacerdocio. Cuando se cesa a una persona de su cargo de esta
forma, solo cabe concluir: esta no es la Iglesia de Jesucristo, esto es un
sistema que exige una total identificación y ni siquiera a sus obispos les
permite la menor divergencia.
Pregunta: No obstante, la institución del papado ¿le parecería aceptable si
el papa fuera más liberal, más abierto? ¿O diría que esta función del papado ya
no está en consonancia con los tiempos que corren?
Küng: No. Siempre
he estado a favor del equilibrio, del check and balance. Es bueno que haya
una comunidad, también
es bueno que haya algunas
autoridades. Un hombre
como Juan XXIII tuvo un efecto maravilloso en la
Iglesia. Hizo más en cinco años que Wojtyla con sus docenas de viajes.
Cambió toda la situación. Fue una gran oportunidad. No obstante, Sr. Caspary, he de
confesarle que hoy tengo más confianza en las parroquias y no le quiero privar
de una buena noticia que he recibido. Dos parroquias de Bruchsal, las
comunidades romanocatólicas de St. Peter y la comunidad parroquial de Paul Gerhardt, evangélica, escriben: "Damos por terminada la división
que durante casi 500 años ha vivido
la cristiandad en nuestra zona". Y añaden -espero que se publique pronto-: "Reconocemos que en todas las parroquias firmantes se vive igualmente como seguidores de Cristo y
como comunidades de Jesucristo. Reconocemos que en nuestras parroquias
Jesucristo nos invita a la mesa del Padre y sabemos que Él no excluye a nadie
que quiera seguirlo. Por la presente, manifestamos expresamente nuestra
recíproca hospitalidad". Espero que haya muchas parroquias en Alemania que
hagan lo mismo. Si los de arriba no quieren, a nivel parroquial podemos dar por
superada y finalizada la escisión.
Pregunta: ¿Cómo se imagina usted esa Iglesia construida desde abajo? ¿Cuáles
serían sus fundamentos institucionales? ¿No habría un riesgo de caos, de que la Iglesia se dividiera aún más
en múltiples direcciones?
Küng: Lo que acaba de oír de Bruchsal es precisamente lo contrario a una escisión. Acerca a las parroquias. Y en la época del
concilio disfrutamos de gran unidad
en la Iglesia. La división
actual viene de arriba porque se ha intentado invalidar el concilio,
porque algunos están convencidos de que hay que volver a introducir la misa en latín. Ante
estos hechos hay que protestar. Se puede ofrecer
resistencia como en el caso de las monaguillas. Los creyentes dijeron
simplemente: queremos que haya monaguillas y listo. Ahora, los de arriba
intentan establecer que, al menos en las misas en latín, no haya mujeres.
Necesitamos que haya una resistencia activa, de lo contrario la Iglesia se va a
pique. Estamos en una situación desesperada, hemos perdido prácticamente a toda
la generación joven. Esta es la diferencia con respecto a los países árabes donde cientos de miles
salen a la calle. ¿Hay hoy 100.000
que salgan a la calle
a pedir reformas en la Iglesia
Católica? Continuamente me encuentro con padres que me dicen:
"Sabe usted, me da tanta pena que, siendo católicos
convencidos, después de haber tenido siempre un buen ambiente familiar en casa,
no consigamos que nuestros hijos participen en la Iglesia".
Pregunta: Ha hablado de desobediencia civil. ¿Puede concretar? ¿Qué hacen los
curas en las parroquias?
Küng: Los párrocos, en su mayoría, practican una desobediencia discreta. Si un padre evangélico se acerca a recibir la comunión, no le preguntan
si es evangélico, tal y como se ha llegado
a hacer en las jornadas de jóvenes de Colonia. Tampoco
anuncian, tal y como se les vuelve
a exigir, que de conformidad con el papa,
solo determinadas personas
puedan participar en la eucaristía. Los párrocos, los buenos
párrocos, prescinden de esas normas
y se las arreglan bastante
bien. Aunque yo apoyaría
que hubiera más párrocos como los de Bruchsal que sacaran a la luz su resistencia, de forma que la gente se dé
cuenta de que avanzamos.
Pregunta: ¿Es capaz la
Iglesia Católica de iniciar ella misma la reforma desde dentro?
Küng: Bueno, conozco el sistema desde dentro y lucho por que se
produzcan las reformas. Sé que tengo millones
de personas de mi parte.
En este sentido es cuestión
de tiempo. Simplemente no podemos avanzar basándonos en un señor absoluto que prescribe lo que hay que hacer
en el dormitorio (palabra clave: la píldora...) y que establece todas las normas
desde su limitado
campo de visión. Creo que la política papal
ha demostrado ya ser un fiasco y no nos debería corromper más. La única pregunta que
también se hizo el partido de la Unión Soviética, el Partido Comunista, fue
ésta: ¿hay algún Gorbachov que nos pueda sacar de este tugurio?
Pregunta: ¿Quiere decir eso que estaría a favor a de algo así como una perestroika en
la Iglesia? Eso requiere una
personalidad muy carismática.
Küng: Reclamo una glasnot y una perestroika, especialmente para las finanzas de la Iglesia.
Me gustaría saber cómo se pagan las cosas realmente en Roma, quién parte
el bacalao.
Pregunta: Ese sería otro
tema. La perestroika sería para
usted...
Küng: ... la
independencia, sí.
Pregunta: Veremos si sus ideas
y su visión de la perestroika
caen en suelo fértil y qué pasa en
los próximos 20 años dentro de la Iglesia católica. Una vez leído su libro, me
inclinaría por un cierto escepticismo y pesimismo. No obstante, se encuentra
entre las cosas buenas, pienso.
Küng: Sólo puedo apelar y esperar que haya suficiente gente que se ponga en pie y, por fin, se
rebele.
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