¿Dónde están los mártires?
E. MIRET MAGDALENA
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Uno se pregunta,
¿dónde están esos mártires que la Iglesia beatificó ayer? Si miramos a
la historia nos perdemos en la oscuridad de los tiempos. Esos 498
mártires beatificados, cuando tanto se habla de memoria histórica, es
preciso clarificarlos. Hay que hablar con sentido de la historia, no
dejándose llevar por el sentimiento, sino por los hechos.
Los
católicos ultraconservadores y la mayor parte de la jerarquía
eclesiástica han manifestado una falsa alegría por la decisión de la
Santa Sede de celebrar ayer un multitudinario acto para honrar el
martirio de aquellos que fueron en gran parte muertos en España por las
fuerzas republicanas, dejándose llevar unos y otros por razones
políticas más que religiosas.
Hace años, hice un esfuerzo para alcanzar la realidad en mi libro de memorias, Luces y sombras de una larga vida,
ya que había vivido aquello de lo que actualmente se habla sin gran
fundamento. Insisto, yo aquello lo había vivido personalmente, y en
parte padecido, de muy distinta manera a como se cuentan ahora los
hechos sucedidos, siguiendo falsos recuerdos. Muchos de los que ahora
hablan no vivieron personalmente aquellos momentos y no tienen en
cuenta la verdadera realidad histórica. Ya que ésta ha sido falseada
por motivos políticos o religiosos de quienes los esgrimen, pero no
fueron testigos de ellos.
Más nos valdría callarnos sobre lo que no vivimos, guardar sobre ello un discreto silencio.
Acabo
de referirme a todo esto en una entrevista para la radio, procurando
ceñirme a lo que sé directamente, sin falsear lo ocurrido con hechos
que desconozco o que ocurrieron de otro modo.
Lo primero que se
debería recordar es un hecho decisivo: que el papa Pablo VI dio marcha
atrás a estos procesos de beatificación de quienes murieron por una u
otra causa en nuestra Guerra Civil.
Afirmo, pues, que los hechos
han sido frecuentemente modificados por quienes no los vivieron ni los
estudiaron objetivamente. En primer lugar, por quienes no vivieron
aquellos tristes sucesos. En segundo término, por los que no conocen de
cerca su historia. En tercero, por los que no saben lo que es ser
mártir. Y, por último, por desconocimiento de lo que la teología enseña
acerca de lo que es una beatificación y una canonización.
¿Sabemos
de todo esto? Son preguntas que toda persona seria, creyente o no
creyente, debe hacerse. Y después adoptar la postura que le parezca más
razonable.
Es el trabajo que pediría a todos los que hablan de uno u otro modo de memoria histórica. Y, si no lo hacen, deberían callarse.
Repasaba
todo lo que digo en este artículo para clarificar mi propia mente y no
dejarme arrastrar por la precipitación o la ignorancia.
En primer
lugar, unos y otros condenaron a muerte por sus ideas al otro bando
durante la Guerra Civil española. Y a veces por cosas que no tenían que
ver con las ideas. Yo tuve en Aragón un tío mío, hombre de derechas,
que fue asesinado por los franquistas por motivos interesados, que nada
tenían que ver ni con la religión ni con la política.
Por otro
lado, me interesé en mis memorias por recordar a unos sacerdotes
católicos que por cumplir con su deber de lealtad a las instituciones y
el Gobierno legalmente elegidos por los españoles de entonces fueron
vilmente asesinados, resultaron víctimas del modo más injusto.
Esto
le pasó también a muchos seglares católicos que quisieron una República
democrática, y por ella estuvieron en el lado republicano, respetando
siempre a quienes pensaban de otro modo, como pasó, por ejemplo, en
Cataluña. Fueron fusilados de mala manera por las fuerzas franquistas,
que no tenían el menor respeto alguno a sus ideas democráticas.
E
incluso hubo militares republicanos de alta graduación, como los
generales Miaja y Rojo, que eran convencidos católicos, así como los
generales Batet y Aranguren. Por no hablar de alguien que es tenido
popularmente por santo: el coronel Antonio Escobar, que luchó
convencidamente por defender a la República en Barcelona en nuestra
Guerra Civil y que era un ferviente católico.
Ésa y no otra es la verdadera memoria histórica.
Pero
ahora el Vaticano sólo se fija en la masa de los frailes y monjas
asesinados por los republicanos, y ello sin tener en cuenta su vida
personal, recogiendo los nombres de 498 religiosos muertos injustamente
y declarados mártires sin conocimiento detallado de sus vidas.
Olvidando de paso a los muchos seglares que murieron en circunstancias
semejantes por su fe y que son ejemplo para los católicos. Porque,
recordemos, la condición clerical no es lo verdaderamente importante
como ejemplo de vida cristiana.
Y es que, una vez más, la
jerarquía eclesiástica se olvida de su manifestación de fe vital en la
vida corriente y se fija en cambio en una piedad empalagosa que más
bien aparta de la verdadera fe, porque no atrae hacia un Evangelio
sencillo de la vida.
Es un error tanta beatificación clamorosa
como la de esos 498 beatos que poco o nada dicen al cristiano que sigue
la vida corriente con responsabilidad y sin alharacas. Esos flamantes
beatos no aportan nada de particular para lo importante: llevar una
vida responsable todos los días de la semana, que es lo que pide el
Evangelio.
Conclusión: dejémonos de masivas celebraciones como la
de ayer y pongamos de relieve la figura del seglar católico, que muchas
veces es el verdadero mártir de la vida.
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EL PAÍS. 29/10/2007
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