25 de diciembre
NATIVIDAD DEL SEÑOR CICLO "A" Primera lectura:
Isaías 52, 7-10 EVANGELIO
y la
palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios. 2
Ella al principio se dirigía a Dios. 3
Mediante ella existió todo,
sin ella no existió cosa alguna
de lo que existe. 4
Ella contenía vida
y la vida era la luz del hombre: 5 esa luz brilla en la
tiniebla
y la tiniebla no la ha apagado. 6
Apareció un hombre enviado de parte de
Dios,
su nombre era Juan;
éste vino para un
testimonio, 7
para
dar testimonio de la luz,
de modo que, por él, todos
llegasen a creer. 8
No era él la luz,
vino sólo para dar
testimonio de la luz. 9
Era ella la luz verdadera.
la que ilumina a todo hombre
llegando al mundo. 10
En el mundo estaba
y, aunque el mundo existió mediante ella,
el mundo no la reconoció. 11
Vino a su casa,
pero los suyos no la acogieron. 12
En cambio, a cuantos la han aceptado.
los ha hecho capaces de hacerse hijos de Dios:
a esos que mantienen la adhesión a su persona; 13
1os que no han nacido de mera sangre derramada ni por mero designio de una carne ni por mero designio de un varón, sino que han nacido de Dios. 14
Así que la Palabra se hizo hombre,
acampó entre nosotros
y hemos contemplado su gloria
-la gloria que un hijo único recibe de su padre-
plenitud de amor y lealtad. 15 Juan da testimonio de él
y sigue gritando:
- Este es de
quien yo dije:
"El que
llega detrás de mí
estaba ya
presente antes que yo,
porque existía
primero que yo". 16 La prueba es que de su plenitud
todos nosotros hemos recibido:
un amor que responde a su amor. 17
Porque la Ley se dio por medio de Moisés;
el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías. 18
A la divinidad nadie la ha visto nunca; un Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación. COMENTARIOS
¿ Quién es Dios? De las muchas imágenes de Dios que a lo largo de la
historia del hombre se han propuesto como auténticas, ¿cuál es la que
corresponde al ser de Dios? ¿Cómo es Dios realmente? ¿Amable, severo,
comprensivo, implacable, amo, justiciero, cercano, lejano, misericordioso,
cruel, amo, liberador...? A lo largo de la historia muchos han sido los que han
hablado de Dios; muchos los dioses de los que han hablado. Pero la pregunta
continúa exigiendo una respuesta clara, convincente, definitiva. ¿Dónde se
podrá encontrar esa respuesta? NADIE
LO HA VISTO... No. «A Dios nadie lo ha visto jamás». Ni Moisés, ni los profetas, ni
los sabios de Israel. Tampoco los filósofos, ni los sacerdotes de ninguna de
las religiones de la tierra. Por eso las imágenes de Dios que esos hombres
presentan son incompletas y, por tanto, parcialmente falsas. Entonces... ¿cómo
encontrar a Dios? ¿ Cómo reconocer al Dios verdadero? Por supuesto, Dios no juega con nosotros al escondite ni a las
adivinanzas. Dios se manifiesta siempre tal cual es; pero el hombre es tan
pequeño que nunca podrá comprenderlo del todo. Y cuando habla de Dios, siempre
habla del pedazo de Dios que él ha podido conocer. O y esto ya es peor del dios que a él le interesa. Y eso que
quien debía haber hecho presente a Dios en el mundo era el hombre mismo, creado
a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26-28; véase también Sal 8). Pero el ser
humano escogió otro papel (Gn 3,5-6). LA
LUZ Y LA TINIEBLA El hombre quiso ser como Dios, y entonces se construyó la imagen de
Dios que a él más le convenía. Y así, desde el principio han sido impuestas a
la humanidad imágenes de Dios que favorecían los intereses de quienes se habían
endiosado. ¿Que interesaba justificar el poder? Pues un Dios a imagen y
semejanza de los poderosos y, además, justificador de su poder. ¿Que había que
justificar la pena de muerte? Pues un Dios que aniquila a sus adversarios. ¿Que
hacía falta justificar la propiedad privada? Pues un Dios que hace ricos a unos
y pobres a otros, según le parece oportuno. ¿Que era necesario mantener
tranquilo al pueblo? Pues un Dios caprichoso que manda más males que bienes, y
ante el que hay que estar agradecido a veces, resignado casi siempre,
esperando que no se acuerde demasiado de nosotros. Esta es la tiniebla que
quiso, y no pudo, apagar la luz. Pero la luz brilló en medio de la tiniebla
para que los hombres pudieran, finalmente, ver claro: «... esa luz brilla en la
tiniebla y la tiniebla no la ha apagado». LA
EXPLICACIÓN «Al principio ya existía la Palabra, y la Palabra se dirigía a Dios, y
la Palabra era Dios. Ella, al principio, se dirigía a Dios... Así que la
Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos contemplado su
gloria la gloria que un hijo único
recibe de su padre, plenitud de amor y lealtad». La Palabra, el proyecto que Dios tenía para la humanidad desde el
principio; la Palabra, que siempre existió en constante diálogo con Dios, se
hizo carne, se hizo presente entre los hombres en un hombre: Jesús de Nazaret.
El, que hablaba de un Dios que no convenía a los poderosos de su tiempo (ni a
los de ningún tiempo), sufrió por eso el rechazo del sistema («... el mundo no
la reconoció») y el de los suyos («Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron»),
fue considerado hereje y peligroso para la seguridad nacional> marginado y
perseguido; pero en su amor, fiel hasta la muerte, brilló la gloria de Dios.
Así fue la explicación: «A la divinidad nadie la ha visto nunca; un Hijo único,
Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación». El, con su vida
y con su muerte, nos ha mostrado el verdadero ser de Dios: amor leal. Pero esta
explicación tiene una dificultad: no se entiende mientras no se practica «un
amor que responda a su amor». ¡ Qué sorpresa! La explicación de Dios es la
realización de un proyecto de hombre: amor leal. CAPACES
DE HACERSE HIJOS DE DIOS Sí. Realmente es una sorpresa: conocer a Dios haciéndose hombres.
Alcanzar la máxima dignidad de personas humanas llegando a ser hijos de Dios. Y
ambas cosas mediante una sola actividad: la práctica del amor fraterno. Este es
el único camino cristiano para conocer de verdad a Dios: conocer a Jesús de
Nazaret, reconocerlo como la luz que ilumina este mundo; realizar, como hizo él,
el proyecto de hombre que en él Dios nos propone: un hombre que se sabe hermano
de los hombres y que por ellos está dispuesto a dar la vida... con la fuerza
del amor de Dios. He aquí la respuesta cristiana a la pregunta sobre Dios:
desde el punto de vista cristiano, sólo Jesús nos lleva a Dios; con él, el
hombre nos lleva a Dios. A través de los hermanos se llega al Padre.
UNA
NUEVA HUMANIDAD De este modo,
la comunidad cristiana se constituye en el lugar en el que Dios se hace
presente en el mundo. Pero esta presencia no es algo jurídico (¿se atrevería
alguien a atar a Dios mediante un vínculo jurídico humano?); es consecuencia,
primero, del amor de Dios, y después, de la respuesta que a ese amor den los
hombres, constituidos en la familia de los hijos de Dios: «... a cuantos la han
aceptado, los ha hecho capaces de hacerse hijos de Dios». ¿Quién lo iba a
decir? Sí. Se conoce a Dios construyendo una nueva humanidad, se le siente
cerca viviendo según el estilo de esa humanidad nueva, se hace presente al
Padre mostrando a los hombres que pueden ser hermanos... «con un amor que
responda a su amor». II MUNDO
NUEVO El Nuevo Mundo, descubierto por Colón, se ha vuelto viejo. Tanto o más
viejo que el Viejo Mundo; se puede decir que ha envejecido prematuramente. Con
los medios de comunicación y el constante intercambio a todos los niveles, ese
Nuevo Mundo corrió de prisa los siglos que lo separaban del Viejo Continente;
incluso le ha sacado la delantera, si pensamos en los Estados Unidos de
América, uno de los dos platillos de la balanza que hacen imposible la
verdadera convivencia humana internacional. En el otro platillo está la URSS. III vv. 1-18.
Introducción (1-2). El término griego logos sintetiza dos conceptos del AT: el
de palabra/potencia creadora (Gn 1) y el de sabiduría creadora (Prov
8,22-24.27; Eclo 1,1.4-6.9; Sab 8,4; 9;1.9; Sal 104,24). El logos o Palabra
formula el proyecto de Dios (sabiduría), que existe antes de la creación y la
guía, y, en cuanto potencia, lo realiza. En v. 1, la Palabra representa el
proyecto formulado, cuyo contenido está expresado en lc: la Palabra era Dios
o, ateniéndonos al significado de la Palabra en este pasaje: un Dios era el
proyecto. Éste consistía, por tanto, en que el hombre tuviese la condición
divina, que fuese igual a Dios. El proyecto es la palabra divina absoluta y
relativiza todas las demás palabras, en particular, las de la antigua Ley: a
las diez palabras (decálogo) se opone la única palabra que las sustituye.
Paralelamente, todos los ideales humanos propuestos en la antigua alianza
quedan superados al conocerse en Jesús el verdadero proyecto de Dios sobre el
hombre. Este proyecto, concebido en la mente divina, es personificado por Jn,
quien lo presenta como el interlocutor de Dios. Expresa con esta especie de
soliloquio divino (el proyecto se dirigía/interpelaba a Dios) una urgencia: la
del amor de Dios por realizarlo. La antigua humanidad. El rechazo del proyecto de Dios (3-10). Existe
la actividad creadora del proyecto/palabra; que se traduce en comunicar la
vida que contiene. Vida (= plenitud de vida), se opone a la existencia que no
merece ese nombre; la plenitud de vida es la luz, la verdad del hombre (4).
Consecuencia: no existe una verdad anterior a la vida ni independiente de ella:
no hay más verdad que el esplendor de la vida misma; la aspiración a la vida
plena guía al hombre, y la experiencia de ella le va descubriendo la verdad.
Es decir, la verdad es la vida misma en cuanto se puede conocer, experimentar y
formular. Donde hay vida, hay verdad; donde no hay vida, no hay verdad. La luz/vida tiene un enemigo, la tiniebla, que pretende extinguir la
luz (5). Es una entidad activa y maléfica: a la luz/ vida se opone la tiniebla/muerte.
La tiniebla aparece después de la luz (no como en Gn 1); es decir, la
aspiración a la vida es componente del ser -del hombre, por ser la vida el
contenido del proyecto creador, del que el hombre es resultado. La tiniebla no
se opone a la vida en sí misma, sino a la luz/verdad, a la vida en cuanto puede
ser conocida. Es una antiverdad, una falsa ideología (8,44: la mentira) que, al
ser aceptada, ciega al hombre, impidiéndole conocer el proyecto creador,
expresión del amor de Dios por él, y sofocando su aspiración a la plenitud. A pesar del esfuerzo por extinguirla, la vida/luz sirve de orientación
y de meta a la humanidad. El hombre puede comprender qué significa una vida
plenamente humana y a ella ha aspirado siempre, aun cuando por culpa de otros
hombres tuviera que vivir sometido a una condición inhumana. Los dominados por
la tiniebla son muertos en vida. En medio de la antigua humanidad y de la dialéctica luz/tiniebla se
presenta Juan (6-8), mensajero enviado por Dios para dar testimonio a los
hombres acerca de la luz/vida, avivando la percepción de su existencia y el
deseo de alcanzarla; de rechazo, denuncia la tiniebla y su actividad. Su
bautismo simbolizará la ruptura con la tiniebla. La luz verdadera (9) se opone a las luces falsas o parciales, cuyo
prototipo había sido la Ley (Sal 119,105; Sab 18,4; Eclo 45,17 LXX). La luz no
sólo brilla (1,5), sino que ilumina, llega y pretende comunicarle a todo
hombre: a pesar de las tinieblas y de las falsas luces, -el hombre podía
experimentar el anhelo de vida; la plenitud contenida en el proyecto creador se
le presentaba siempre como ideal y meta. Su anhelo de vida y de plenitud era
criterio para distinguir entre luces verdaderas y falsas. Pero la humanidad no
reconoce el proyecto ni hace caso de la interpelación (10); aunque le era
connatural, lo rechazó y con ello rechazó la vida. Dominada por las ideologías
contrarias a la vida (la tiniebla/muerte), se negó a responder al ideal al que
estaba destinada por la creación misma. Tal era su situación hasta la llegada
histórica de la Palabra: la ideología/tiniebla represora de la vida le quitaba
hasta el deseo de la propia plenitud. Centro del prologo El proyecto creador realizado en la historia
(11-13). En paralelo con la llegada de Juan Bautista esta la de Jesús El es el
Hombre Dios (3) el proyecto realizado la palabra creadora la vida y la luz (8
12 9 5) Su presencia histórica se verifico en su propio pueblo (su casa), pero
aquel pueblo no lo acepto (11) Fracaso de la antigua alianza, que debía haber
preparado a Israel para este momento. Se ha interpuesto la tiniebla, es decir,
la ideología mantenida por la institución judía la absolutización de la Ley y
los principios nacionalistas (12,34 40) En su nombre se condenara a Jesús (19
7) Hay quienes lo aceptan (12), sobre todo fuera de su pueblo,
liberándose del :dominio de la tiniebla Ser hijo se demuestra con el modo de
obrar. La capacidad de ser hijos de Dios se confiere con el nacer de Dios
hacerse hijo indica el crecimiento fruto de una actividad semejante a- la de
Dios mismo Dios no anula al hombre sino que- colabora con él. La actividad del
cristiano no es la de Dios en el hombre, sino la de Dios con el hombre Aceptar
a Jesús consiste en darle la adhesión personal en su calidad de proyecto
realizado y en aceptar la vida que comunica en cuanto palabra creadora No pide
Jn la adhesión a una ideología ni a una verdad revelada sino a la persona de
Jesús, modelo y dador- de vida que Dios ofrece a la humanidad La capacidad de hacerse hijos de Dios supone un nuevo nacimiento Este,
que- se identifica con la recepción del Espíritu (3 5) procede de la muerte de
Jesús (sangre derramada) del propósito de su actividad histórica («carne»), de
su propósito personal («varón») pero no en cuanto meros hechos humanos sino en
cuanto en ellos se expresa y se hace eficaz la Palabra/Proyecto que es Dios
(1,1) (13) Esta calidad/nombre de Jesús
(12) es la que percibe el que le mantiene su adhesión. La nueva humanidad (14-17). La comunidad (nosotros) que ha aceptado a
Jesús habla de la llegada de éste en términos de experiencia, la propia de los
que lo han aceptado y, con ello, han nacido de Dios. El proyecto divino, la plenitud de vida, se ha realizado en un hombre
sujeto a la muerte (hombre/carne) (14). Por vez primera aparece la meta de la
creación: el Hombre-Dios. Su presencia se interpreta en clave de éxodo, es
decir, de liberación de toda esclavitud: acampar hace alusión a la antigua
Tienda del Encuentro, morada de Dios entre los israelitas durante su
peregrinación por el desierto (Ex 33,7-10). En el nuevo éxodo, el lugar donde
Dios habita es un hombre, Jesús. La gloria era el resplandor de la presencia
divina, que, durante el éxodo de Israel, aparecía en particular sobre el
santuario (Ex 40,34-38). Para la nueva humanidad en camino, la presencia activa
de Dios resplandece en el hombre Jesús. No hay distancia entre Dios y los
hombres; en Jesús, su presencia es inmediata para todos. El hijo único es el heredero universal del Padre y todo lo que éste
tiene le pertenece; el Padre le comunica su misma gloria, haciendo al Hijo
igual a él. Su gloria es su plenitud de amor y lealtad (cf. Éx 34,6): amor
gratuito y generoso que se traduce en don/entrega y que no se desmiente ni
falla nunca (lealtad). Como la luz es el resplandor de la vida, la gloria es el
resplandor del amor leal. Si la vida es un dinamismo, su actividad es el amor:
vivir es amar y amar es comunicar vida (14). La comunidad narra el testimonio de Juan (15), que ve confirmado por
su propia experiencia. Jesús llega después de Juan, pero se pone delante de
él. La comunidad narra el testimonio de Juan, que ve confirmado por su propia
experiencia. La Palabra/Sabiduría, ahora realizada en Jesús, estaba presente en
el mundo desde el principio de la humanidad (1,4: «la luz del hombre») y es la
misma que existía ya «al principio» (1,1). Juan resume aquí, en sentido
inverso, las tres etapas de la Palabra/proyecto: su existencia antes de la
creación (existía primero que yo), su presencia en la humanidad (estaba ya
presente antes que yo), su realización histórica en Jesús (el que llega detrás
de mí). Al nuevo éxodo y a la nueva alianza se invita a la humanidad entera.
No desembocan, por tanto, en la formación de un nuevo pueblo, sino en la de una
nueva humanidad. La comunidad tiene conciencia de pertenecer a ella. Lo específico cristiano (todos nosotros) es la experiencia y participación
del amor-vida que está en Jesús (16). El Hijo, heredero universal (14), hace a
los suyos partícipes de su misma herencia. La prueba palpable de la realidad y
de la acción de Jesús es el amor que existe en la comunidad; se muestra en una
actividad como la suya, que lleva a realizar el designio divino, es decir, a
trabajar por la plenitud humana. La nueva comunidad humana existe en virtud de la nueva y directa
relación del hombre con Dios (nueva alianza), inaugurada y hecha posible por
Jesús (17). La antigua relación, mediada por la Ley mosaica, ha caducado.
Gracias a la obra de Jesús pueden existir en los hombres el amor y la lealtad
propios de Dios mismo (14); con ello culmina la obra creadora de Dios y se
establece la nueva relación/alianza. La Ley era exterior, el amor es interior y
transforma al hombre, haciéndose constitutivo de su ser Jr 31,31-34; Ex
36,25-28). El código externo pierde su validez y su razón de existir. Colofón (18). Moisés y todos los intermediarios de la antigua alianza
habían tenido sólo un conocimiento mediato de Dios (Éx 33,20-23). Por eso la
Ley no consiguió reflejar la realidad de Dios. Todas las explicaciones de Dios
dadas antes de Jesús eran parciales o falsas; el AT era sólo anuncio,
preparación o figura del tiempo del Mesías. La teología del hombre-imagen de Dios queda superada; el proyecto
creador sólo llega a su término con el Hombre-Hijo, a quien el Padre comunica
su propia vida/amor. Unicamente Jesús, el Hijo único/amado, que tiene la
condición divina, puede expresar lo que Dios es: el Padre que está total e
incondicionalmente en favor del hombre, el que; por amor, le comunica su propia
vida. Jesús lo explica con su persona y actividad. El es el punto de partida,
el único dato de experiencia al alcance del hombre para conocer al verdadero
Dios. Toda idea de Dios que no corresponda a lo que es Jesús es un invento
humano sin valor. Jesús es, de modo inseparable, la verdad del hombre y la
verdad de Dios: manifiesta lo que es el hombre por ser la realización plena del
proyecto creador, el modelo de Hombre; manifiesta lo que es Dios haciendo
presente y visible el amor incondicional del Padre, al entregar su vida para
dar vida a los hombres.
IV Pero digamos
una palabra sobre cada lectura. La lectura de
Isaías es un canto de alabanza de la próxima liberación de Jerusalén. Dos
imágenes enmarcan la lectura, por una parte la de los mensajeros que sobre los montes
de Judá traen la noticia de la próxima liberación, y gritan: ¡Yahvé reina! La
segunda imagen es la de los centinelas que prorrumpen en júbilo porque ven el
retorno de Yahvé a Sión y exclaman alborozados como el Señor ha consolado a su
pueblo y ha rescatado a Jerusalén. Y es que en el contexto en que se escribe el
libro de Isaías, la mayoría del pueblo de Israel se encuentra exiliado en
Babilonia, son esclavos de los Asirios. Sin embargo, ven como muy positivo que
Darío asuma el poder, pues ponen sus esperanzas en que el será el «rescatador»,
que les permitirá retornar a su tierra. Esta realidad es inminente, por lo que
el escritor canta ya la alegría del retorno a la tierra. Para nosotros hoy,
esos pies del mensajero anuncian el nacimiento del Señor, y nosotros, como los
centinelas, proclamamos alegres la presencia del salvador que se hace vida en
medio de nosotros. El salmo
responsorial corresponde a un himno de alabanza dirigido a Yahvé porque ha
obrado maravillas y porque ha revelado la justicia a las naciones acordándose
de la lealtad de Dios a Israel. El salmista invita a toda la creación (mar,
ríos y montes) a aclamar a Yahvé que llega a juzgar el mundo con justicia y los
pueblos con equidad. Esa felicidad la compartimos nosotros con el salmista cuando
recibimos a Jesús que llega, que nace. Él es Dios mismo que se convierte en
Buena Noticia, anuncio de salvación para todos los pueblos, que asume nuestra
condición humana y por ello estamos alegres y cantamos llenos de júbilo y
esperanza. La carta a los
hebreos refuerza aún más la alegría de esta celebración de la Natividad del
Señor Jesús. Expresa que «muchas veces y de múltiples maneras habló Dios en el
pasado a nuestros padres por medio de los profetas, pero en estos últimos
tiempos nos habló por medio de su Hijo a quien instituyó heredero de todo.
Hermanos, estamos en los últimos tiempos pues la revelación a llegado a su
plenitud en Jesucristo. Él es imagen de Dios invisible, quien le ve a él ve al
Padre; pues al asumir la condición humana y al nacer en un establo, como un
hombre pobre; Dios se ha manifestado como solidario con todos los hombres de la
tierra y por medio de Jesús ha mostrado el camino de la salvación. La liturgia
de hoy, la de la misa del día, como la más solemne –porque otra es la de la
media noche–, proclama el prólogo del evangelio de Juan. Un texto bien solemne,
y muy especial. Haríamos mal en leerlo como cualquier otro de los relatos
evangélicos de la Navidad, en torno al nacimiento de Jesús, como los evangelios
de la infancia. El texto de Juan pudo ser escrito treinta años más tarde, el
último de entre los textos evangélicos hoy canónicos, en torno al año 100 d.C.
Entenderlo como un relato «descriptivo» que nos trasmite información sobre
«cómo sucedieron las cosas», información transmitida a Juan evangelista por
revelación directa. Hoy la ciencia bíblica enfoca este texto con otra luz,
conoce mejor su naturaleza y sabe que se trata de otra cosa. En todo caso,
es un texto clave, uno de los pocos textos de los que se puede decir que han
sido sencillamente decisivos para la configuración concreta del desarrollo del
cristianismo. Muchos opinan que, hablando de una manera cuasiliteraria, fue
Pablo el creador del cristianismo, más que los evangelios sinópticos por
ejemplo. Otra opinión también común es la de que quien fundó el cristianismo
fue Juan, al fundamentarlo con esta visión fantástica genial que catapultó la
reflexión sobre Jesús a su máxima dimensión. Más allá de
lo que de este texto hubiera de ser retenido o no, la dimensión de encarnación
que daría al cristianismo lo ha marcado, realmente. Encarnación, y su
complemento, la divinización, son como una columna vertebral del cristianismo,
y una de las marcas registradas de su espiritualidad y su compromiso histórico.
En la dimensión
concreta de la historicidad, ya sabemos: no tenemos ninguna noticia histórica
de la fecha del nacimiento de Jesús. El 25 de diciembre fue tomado de la fiesta
romana del nacimiento del Sol, pues a partir de ese día –hoy sabemos que no
exactamente– comienza a aumentar el tiempo de insolación (en el hemisferio
norte, obviamente); el Sol superaba su período anterior invernal, de muerte y
disminución. Si a Jesús se le llamaba «el Sol de Justicia», qué mejor fecha
para datar su nacimiento que el día del nacimiento del Sol astronómico, que en
el mundo romano era considerado divino. Puede ser
interesante tener la curiosidad de examinar la letra de algunos de los
«villancicos» tradicionales más comunes. Podrá observarse que en muchos casos
su letra, en verdad, es teológicamente pobre, y a veces, realmente
insostenible. «Pero funciona», es decir: en el sentimiento religioso, la
racionalidad tiene poco que decir. Lo religioso es pluridimensional; es también
afectivo, estético, fruitivo, contemplativo... y sí, también intelectual y
racional. Pero hoy,
Navidad, manda el Niño Jesús, y el niño que llevamos dentro cada uno de
nosotros. Démosle libertad completa. Para la
revisión de vida En todo caso, la Navidad es fiesta
de humanización, que celebra lo más humano de la vida: el amor, la ternura, la
familia, la solidaridad... ¿Qué debo hacer para que no se me escape la Navidad,
para vivirla a fondo? Para la
reunión de grupo Recordemos la
«infraestructura» de la fiesta de la Navidad: Coincide con el comienzo del
invierno astronómico, cuando los días comienzan a crecer... Era una fiesta
también romana, y fue la Iglesia quien «cristianizó» esa fiesta poniendo en
ella la celebración del nacimiento de Jesús. ¿Qué nos inspira todo esto? En el centro de la Navidad está el tema de la
encarnación: Dios se ha hecho ser humano. Si el grupo lo cree oportuno,
comentar el conocido tema de «La metáfora del Dios encarnado», título del libro
de John Hick. (En la RELaT –servicioskoinonia.org/relat– hay dos capítulos del
mismo; ver el libro en tiempoaxial.org) La navidad es
en algunos países el período en que más suicidios se producen, sobre todo por
parte de personas que viven solas, apartadas de la familia, o sin familia...
Todos podemos aventurar una interpretación y hacer alguna reflexión. Para la
oración de los fieles Por todos los
hombres y mujeres del mundo, especialmente por los más necesitados, para que
acojan con amor y alegría al Dios que a todos sale al encuentro, a cada uno por
sus propios caminos religiosos, roguemos al Señor Para que el
nacimiento de Jesús nos dé la confianza y el optimismo de saber que Dios no
abandona a la Humanidad, y que a toda ella la guía y conduce... Para que el
ambiente social navideño vaya acompañado en nuestras vidas por una vivencia
intensa del misterio de la navidad, con oración y contemplación llena de paz y
de agradecimiento... Por todos los
que están lejos de sus hogares, o no tienen familia, o están en soledad
obligada o voluntaria; para que experimenten gozosamente la comunión y el amor
por encima del cerco soledad que les rodea... Para que el
ambiente de la navidad propicie en nuestros hogares el necesario clima de amor
y ternura que durante la vida diaria nos es más difícil... Oración
comunitaria Dios, Padre nuestro, que en Jesús
nos has dado tu Palabra, hecha carne y sangre, fuerza y ternura, muerte y
resurrección; te pedimos nos des la fuerza necesaria para seguir sus pasos por
el camino que él nos trazó para llegar hasta ti, abrazando en nuestro caminar
hacia ti a todos los hermanos y hermanas. Por Jesucristo Nuestro Señor.
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