6 de enero
EPIFANÍA DEL SEÑOR CICLO "A" Interleccional: Salmo 71 Segunda lectura: Efesios 3,2-3a. 5-6 EVANGELIO 2 1Jesús nació en Belén de Judea
en tiempos del rey Herodes. En esto, unos magos de Oriente se presentaron en
Jerusalén 2preguntando: -¿Dónde está ese rey de los judíos que ha
nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje. 3Al enterarse el rey
Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera; 4convocó a todos
los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información sobre dónde
tenía que nacer el Mesías. 5Ellos le contestaron: -En Belén de Judea, así lo escribió el
profeta: no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá: pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel (Miq 5,1). -Averiguad exactamente qué hay de ese niño y,
cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a rendirle homenaje. 9Con este encargó del rey, se
pusieron en camino; de pronto, la estrella que habían visto salir comenzó a
guiarlos hasta pararse encima de donde estaba el niño. 10Ver la estrella les dio
muchísima alegría. 11Al entrar en la casa, vieron al
niño con María, su madre, y cayendo de rodillas le rindieron homenaje; luego
abrieron sus cofres y como regalos le ofrecieron oro, incienso y mirra. 12Avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
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COMENTARIOS ANOTACIONES EN TORNO AL BELÉN Un
Belén de ríos de platilla, con reyes magos, camellos y dromedarios, cargados de
tesoros; con pastores ingenuos y escenas costumbristas, nieve de algodón y
paisajes de serrín, verde musgo y árboles y hogueras y luces interminentes de
colores y villancicos y panderetas y su estrella clavada en el cielo,
custodiando el portal, con José, María y Jesús, el buey y la mula... Una
navidad para todos, sin aguijón ni provocación, sin mensaje; navidad dulce, de
turrón y mazapán, de anís y calor de hogar. Un día para unirse al año, un año
para seguir como antes. Pienso que este tipo de belenes ni inquietan, ni
molestan, ni invitan a la reflexión: presentan una navidad descafeinada. El
primer Belén no fue así. Fue un acontecimiento que gritaba - y grita- a los
cuatro vientos que no había derecho a que las cosas estuvieran como estaban
-estén como están-. Aquel Belén levantó la esperanza de los pobres, la
persecución de los poderosos, el olvido y desinterés de los cultos. Veamos
la ganga que se le ha añadido a aquel Belén originario... Todo
comenzó en Belén (= Bet-lehem: casa del pan o casa de 'Lahmu', divinidad
acádica), una aldea rodeada de estepas desérticas, a unos siete kilómetros de
Jerusalén, la capital. Miqueas (5,1) lo había profetizado: «Pero tú, Belén de
Efrata, eres la más pequeña entre las aldeas de Judá; de ti sacaré al que ha de
ser jefe de Israel... » El evangelista Mateo cita esta profecía con algunas
correcciones: «Y tú Belén, tierra de Judá», no «eres» ni mucho menos «la última
de las aldeas de Judá». Para él, la aldea se crece por haber nacido en ella
Jesús. No se fijó Dios en las murallas y palacios de Jerusalén, sino en una
aldea insignificante, cuna del rey David. Dios tiene debilidad por lo que no
cuenta: una aldea pequeña será el lugar elegido. Lo que allí sucedió fue como
un relámpago en la oscuridad de la noche de la historia... «El
niño se llamará Jesús» (Yehoshua: Yahvé salva), nombre bastante común
entre los judíos. Así se llamaba el autor del libro del Eclesiástico, y el
caudillo (Jesús Josué) que condujo al
pueblo de Israel hasta la tierra prometida. Jesús sería el Mesías, el
liberador de Israel que llevaría a los suyos al país de la vida sin semilla de
muerte. «Un
niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre» fue la señal dada a los
pastores por los ángeles. El nacimiento de Jesús no tuvo nada de
extraordinario: «Estando allí, le llegó a María el tiempo del parto, dio a luz
a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque
no encontraron sitio en la posada» (Lc 2,7). Como cualquier mujer, con dolor y
angustia, María dio a luz a su hijo. A la usanza de la época, el cuerpo tierno
de aquel niño fue vendado fuertemente con jirones de tela, pues los antiguos
creían que, de no hacerse así, el niño crecería deformado y sus huesos no se
solidificarían. Jesús nació fuera de la aldea: «No había lugar para él en la
posada.» De mayor, tampoco habría lugar para él en la ciudad. La gente dejaría
solo a su liberador a la hora de la verdad, colgándolo de un madero extramuros. Nada
dicen los evangelios del día y mes del año de su nacimiento, ni siquiera del
lugar exacto: lo del portal, la cueva o la gruta no aparece en ellos; por
supuesto que tampoco el buey y la mula -con función de calefacción natural de
otras épocas- pertenecen al relato evangélico. La imaginación de los evangelios
apócrifos o falsos adornó con detalles la sobriedad del texto evangélico.
Desde el siglo IV, los cristianos decidieron celebrar el nacimiento de Jesús
el día en que los romanos celebraban la fiesta del solsticio de invierno
(24-25 de diciembre), día en que el sol alcanza, en su movimiento aparente,
su distancia máxima de la tierra y comienza a acercarse a ella aumentando su
intensidad. El dios 'sol invicto' recibía en aquella fecha toda clase de cultos
y ofrendas. Los cristianos sustituyeron el 'astro sol' por el 'sol de
Justicia-Jesús', que se acerca a los hombres. Nació así nuestra fiesta de
Nochebuena y Navidad. «Hijo
de José y María.» De José sabemos que era descendiente, venido a menos, de la
familia de David. De la familia de María poco dicen los evangelios. De sus
padres, Joaquín y Ana, de su dedicación y vida desde los tres años en el
templo, los evangelios apócrifos dan sobradas y fantásticas noticias. Estos
mismos evangelios tuvieron la indelicadeza de presentar a José, el esposo de
María, como hombre de avanzada edad y barba venerable, para preservar así la
virginidad de su esposa, Madre-Virgen... José y María, en todo caso, debieron
de ser unos jóvenes esposos de catorce a dieciséis años de edad; unos jóvenes
más entre tantas jóvenes parejas, sin especial relieve. Dios «se fija en lo
débil del mundo para confundir a los fuertes... La
noticia del nacimiento se divulga. Aquella noche, el cielo se vistió de fiesta.
Un ángel -Dios sabe cómo sucedió en realidad- comunicó a los «pastores» la
buena noticia, y éstos corrieron al pesebre para comprobar lo anunciado. Después,
estando ya el niño Jesús en una casa, fue visitado por «los magos», que
llegaron hasta él gracias a una «estrella» que les hizo de guía. «Los
pastores... » eran representantes natos de las clases marginadas del país,
equiparados a recaudadores y publicanos, ladrones por obligación y profesión.
Por ser considerados como embusteros no podían hacer de testigos en los
juicios. No cobraban salario por su trabajo; recibían la manutención a cambio
y tenían obligación de reponer las pérdidas de ganados a sus amos. El modo
concreto de hacerlo era el robo. El nacimiento de Jesús se anuncia a ladrones,
en primer lugar, diríamos hoy, llevándonos las manos a la cabeza. Manías del
Altísimo, alabado sea su santo nombre... «Unos
magos de Oriente» se presentaron en Jerusalén preguntando: « ¿Dónde está el rey
de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a
rendirle homenaje» (Mt 2,1-2). Se creía por entonces que el nacimiento de todo
gran personaje en la tierra era acompañado por la aparición de una estrella en
el firmamento. A Jesús no le debía faltar la suya... Lo de «la estrella», sobre
la que se han lanzado todo tipo de hipótesis (¿Fue un cometa? ¿La conjunción
de los planetas Saturno, Júpiter y Marte, que, según Keppler, tuvo lugar el 747
de la fundación de Roma?), es un símbolo. En el libro de los Números (24,17) se
dice: «Avanza la estrella de Jacob y sube el cetro de Israel.» Esta estrella es
símbolo del Mesías, que conduce a los paganos a la luz de la fe, hecho
anunciado por el profeta Balaán, el de la famosa burra contestataria, en contra
de la voluntad del rey Balac. Balaán era mago. En la estrella que conduce a los
magos a Jesús ve el evangelista Mateo la marcha de los paganos hasta la fe.
Estos personajes, a más de extranjeros, ejercían una profesión penalizada por Los
dos primeros y únicos grupos de personajes que desfilaron ante Jesús, tras su
nacimiento, no contaban entre los poderosos de la tierra, pues eran marginados
del mismo pueblo de Israel (pastores) o extranjeros mal vistos por la religión
oficial (magos), aunque respetuosamente tratados por Herodes. Dios se fija en
los que no cuentan para anunciarles la buena noticia. De
los magos hemos sabido (¿inventado?) más con el tiempo. Pero nada de lo que
sigue aparece en los evangelios. Desde el siglo II se piensa que eran tres, a
juzgar por los tres regalos que le ofrecen al niño: oro (regalo real), incienso
(para el culto) y mirra (para ungir el cadáver el día de la muerte); se les
bautizó en el siglo VI con el nombre de reyes: Melchor, rey de Persia; Gaspar,
rey de Arabia, y Baltasar, rey de «Herodes
el Grande.» Los poderosos de la tierra están representados por Herodes, una
versión actualizada del faraón de Egipto, que quiso acabar con los primogénitos
de los israelitas cuando el pueblo era esclavo. Moisés antes, y ahora Jesús,
se libraron de la muerte. Dios andaba de por medio. Los poderosos no quieren
que el pueblo alcance la libertad y acaban con la vida de quienes pueden concienciarlo. Herodes,
el gran rey Herodes, era famoso por su crueldad: mandó matar a su yerno,
ahogado; mató a sus hijos Aristóbulo y Alejandro; estranguló a su mujer,
Mariamme. Cinco días antes de morir mandó que asesinaran a su hijo mayor,
Antípatro, y dio orden de hacer perecer, después de su muerte, a todos los
'notables' de Jericó para que hubiera lágrimas en sus funerales. Era consciente
de que el pueblo judío no lo estimaba demasiado como para llorarlo ese día. Lo
que el evangelio cuenta de él cuadra con sus ansias de poder y con su crueldad
sin límites. Que mandó matar a los niños menores de dos años consta por el
evangelio. Cuántos niños murieron (en todo caso, no más de quince, según los
diferentes cálculos de demografía y natalidad) no lo sabemos... Pero
Dios estaba con Jesús. La orden fue burlada y el niño se libró huyendo a
Egipto. Algo parecido sucedió con la orden del faraón de Egipto de matar, al
nacer, a todo israelita varón (Ex 1,15-22). «Sacerdotes
y letrados.» El ala eclesiástica de la época y la cultura del momento
cumplieron su papel. Dieron toda la información a Herodes para llegar a Jesús,
pero, acomodados e instalados en su saber y posición social, no sintieron el
más mínimo interés por acudir hasta él: tal vez no sentían necesidad de
libertador alguno. «Herodes... convocó a todos los sumos sacerdotes y letrados
del pueblo y les pidió información sobre dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos
le contestaron: en Belén de Judá, así lo escribió el profeta» (Mt 2,3-4). Después
de esto ya sabemos: «José y María se fueron con el niño a Egipto.» En Egipto
había comenzado la historia del pueblo de Israel. Jesús había venido para
reiniciar esta historia. De allí, como al principio, saldría para conducir al
nuevo pueblo a la tierra prometida. Pero
sólo los pobres siguieron la convocatoria. El poder político y religioso quiso
en todo momento acabar con Jesús; les resultaba incómodo y subversivo. Al final
de su vida, lo consiguieron colgándolo en un patíbulo. Veinte
siglos después seguimos celebrando su nacimiento los que creemos que aún vive y
siembra de ilusión y esperanza el corazón de los pobres y marginados de la
tierra. Para todos ellos, Feliz Navidad. Aquel Belén del evangelio, por lo demás, poco tiene que ver con nuestros folklóricos y pintorescos belenes...
II Epifanía significa
manifestación: Dios se ha manifestado a toda la humanidad en la persona de
Jesús. Este es el mensaje central del evangelio de hoy. Y se ha manifestado
para que lo que nos dice, para que lo que sabemos, no lo guardemos para
nosotros, sino que lo pongamos al servicio de los demás.
Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey
Herodes. En esto unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: -¿Dónde está el rey de los judios que ha nacido?
Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje. Si
queremos entender los pasajes del evangelio que se refieren a la infancia de
Jesús debemos dejar de considerarlos historia, en el sentido moderno de
la palabra. Los evangelistas no pretenden contar, con pelos y señales, unos
hechos que sucedieron en un lugar concreto y en una fecha precisa; lo que
quieren es comunicar de parte de Dios un mensaje en el que podremos encontrar
la felicidad y la salvación. Los evangelios son el testimonio que las primeras
comunidades cristianas nos dejaron acerca de su fe y de lo que, como
consecuencia de haber creído, cambió sus vidas. Ahora bien: como su fe no
consistía en aceptar una teoría, sino en ponerse del lado del Hombre, en quien
Dios quiso compartir la existencia humana, su testimonio arranca de los
principales hechos –históricos, sin duda- de la vida de Jesús. Pero los
evangelistas, según práctica frecuente en aquella cultura, no sienten ningún
reparo en inventarse algunos relatos si les sirven para explicar mejor el
mensaje que ha cambiado su propia vida y la de los demás miembros de la
comunidad, mensaje que quieren proponer a quienes estén interesados en ese
nuevo modo de creer y de vivir. El
de la adoración de los Magos -como la mayoría de los que se refieren a la
infancia de Jesús- es uno de estos relatos; en él Mateo adelanta una de las
enseñanzas centrales de la predicación de Jesús y que, con otro estilo, nos
ofrece Pablo en el párrafo de la carta a los Efesios que se lee hoy como
segunda lectura: «que los paganos, mediante el Mesías Jesús y gracias a la
buena noticia, entran en la misma herencia, forman un mismo cuerpo y tienen
parte en la misma promesa», es decir: que todo hombre, sea cual sea su origen,
el color de su piel, la lengua en la que se exprese o el lado de la frontera en
el que haya nacido, está llamado a incorporarse al proyecto de convertir este
mundo en un mundo de hermanos, porque Dios se ofrece para ser el Padre de
todos los que como tal lo acepten. Eso es lo que nos quiere explicar Mateo con
la historia de estos extranjeros -los magos vienen de Oriente- que se acercan a
rendir homenaje al recién nacido: que Dios no hace diferencias entre los
hombres ni por la raza, ni por la nación, ni por la cultura, ni por la
religión... TODOS ERAN INTELECTUALES, PERO... Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó, y con él
Jerusalén entera; convocaron a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo
y les pidió información sobre dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le
contestaron: -En Belén de Judea, así lo escribió el profeta. Los
magos no eran reyes, ni funcionarios de ningún gobierno; eran
científicos, lo que hoy llamaríamos intelectuales. Se dedicaban a
estudiar las estrellas, en donde los hombres siempre han intentado leer la
historia por adelantado. Mateo dice que en las estrellas descubrieron la
noticia del nacimiento de un rey, el rey de los judíos. Aunque el
evangelio no lo dice expresamente, debemos suponer que en aquel nacimiento
supieron ver la mano de Dios. Y se pusieron en camino -actuaron en
consecuencia; su ciencia, la verdad que habían descubierto, les sirvió para su
vida- y se fueron a rendir homenaje y a poner al servicio de aquel rey recién
nacido. Cuando llegaron a Jerusalén fueron a preguntar al
palacio real. Allí no había ninguna vida nueva -pronto se demostraría que
aquél era un reino de muerte-. Herodes, rey ilegítimo que reinaba gracias al
imperio de Roma, temiendo por su trono, convocó a los mayores expertos en las
cuestiones de Dios, a los letrados y a los sumos sacerdotes, para que le
aclararan qué estaba pasando. Por
supuesto que supieron darle respuesta; no eran ignorantes, conocían al dedillo
la palabra de Dios y todos los anuncios de los profetas y respondieron adecuadamente:
«En Belén de Judea, así lo escribió el profeta». Lo sabían todo, pero ¿para qué
les servía su ciencia? Para
ponerla al servicio de un poder tiránico y opresor al que ofrecen los datos que
le permitirán atacar con todos los medios la esperanza que acaba de hacerse
carne en medio de la humanidad, y como se irá viendo en el evangelio, también
les servirá para conseguir y mantener sus privilegios, para engañar y explotar
al pueblo al que trataban de ocultar la verdad que tan bien conocían y que tan poco
les interesaba que se conociera. Estas
son dos de las principales enseñanzas del evangelio de hoy: Dios no hace
distinciones entre los hombres; aunque prefiere a los pobres, todos están
invitados, en Jesús, a ser sus hijos. Hay que empezar, eso sí, por ser honrados
y por poner lo que sabemos al servicio no del poder o de nuestros privilegios,
sino de todos los que necesitan y buscan liberación.
-¿Dónde está ese rey de los judíos que ha
nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle homenaje. 3Al enterarse el rey
Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera; Lugar
donde nació Jesús (Belén de Judea) y datación aproximada, en tiempo del rey
Herodes el Grande (c. «Preguntando»:
lit. «diciendo». Así en el AT como en el NT se usa el verbo genérico « decir»
para indicar tanto una afirmación como una negación o una pregunta. En las
lenguas modernas se utiliza un verbo especifico, en este caso «preguntar», pues
lo que los magos proponen es una pregunta. «Hemos
visto salir su estrella»: lit. «hemos visto su estrella en la salida». La
palabra griega anatolê significa, sin artículo, el punto cardinal, el
oriente (por donde sale el sol); con artículo, la salida misma de un astro. Este
rey que ha nacido se contrapone al reinante, Herodes. Los judíos no se han
percatado del nacimiento del nuevo rey, pero sí los paganos; son éstos los que
anuncian su nacimiento al pueblo de Dios. Agitación de Herodes, siempre
sospechoso de posibles pretendientes al trono, y de la ciudad entera, al
unísono con el tirano que la domina. Ante la noticia, Jerusalén tiene la misma
reacción que el rey, no ve en el que ha nacido un posible liberador. De hecho,
el pueblo no hará esfuerzo alguno por encontrarlo. vv. 4-6 4convocó a todos los
sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información sobre dónde
tenía que nacer el Mesías. 5Ellos le contestaron: -En Belén de Judea, así lo escribió el profeta: no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá: pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo, Israel (Miq 5,1). Herodes
convoca a los miembros del Consejo, excepto a los «senadores», cuyo papel era meramente
político. El tema que se propone tratar es religioso. «Letrados», gr. grammateus,
derivado de gramma, letra, escrito, libro y, en plural, «letras»,
ciencia. Designa a los «hombres de letras» o «de ciencia», a los expertos en El
texto profético citado por Mt combina Miq 5,2 con 2 Sm 5,2; este último pasaje
es estrictamente mesiánico, pues trata de la unción de David como rey de Israel
(2 Sm 5,4). El niño es, por tanto, el Mesías de la casa de David. Resalta en
primer lugar la importancia de Belén, patria de David, lugar del nacimiento del
nuevo rey, frente a Jerusalén, donde reina Herodes. El caudillo que va a nacer
será pastor del pueblo de Dios, Israel. La función de «pastor» se aplicaba a
David (Sal 78,70s) o al nuevo David (Jr 23,5; 30,9; Ez 34,23s). El pueblo de
Dios, del que será pastor el rey nacido, incluye a los magos que han venido a
rendirle homenaje como a su propio rey: el pueblo del Mesías incluirá a los
paganos. «Rendir homenaje» es el significado del gr. proskuneô referido
a un rey o a Dios como soberano. Se expresaba en forma de inclinación o de
postración. vv. 7-8 7Entonces Herodes llamó
en secreto a los magos, para que le precisaran cuándo había aparecido la
estrella; 8luego los mandó a Belén encargándoles: -Averiguad exactamente qué hay de ese niño y,
cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a rendirle homenaje. Herodes
convoca a los magos en secreto, no quiere que sus planes sean conocidos. Mt lo
caracteriza por su hipocresía: pretende tener el propósito de prestar homenaje
al nuevo rey, cuando en realidad se propone matarlo. Los jefes del pueblo, en
cambio, no manifiestan reacción alguna. vv. 9-12 9Con este encargó del
rey, se pusieron en camino; de pronto, la estrella que habían visto salir
comenzó a guiarlos hasta pararse encima de donde estaba el niño. 10Ver la estrella les dio
muchísima alegría. 11Al entrar en la casa, vieron al
niño con María, su madre, y cayendo de rodillas le rindieron homenaje; luego
abrieron sus cofres y como regalos le ofrecieron oro, incienso y mirra. 12Avisados en sueños de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su
tierra por otro camino. La
«estrella» alude a Nm 24,17: «surgirá un astro de Jacob y se levantará un
hombre de Israel» (LXX). La estrella es figura de la persona misma del rey
nacido y los guía al lugar donde éste se encuentra. En Jerusalén, donde ni el
pueblo ni los dirigentes esperan al liberador, no es visible. Vuelve a
aparecer a los magos cuando se alejan de la capital. «En la casa» ven al niño
con su madre. Ausencia de José. En Israel, el rey y su madre constituían la
pareja real (cf. 1 Re 2,19; 15,2; 2 Re 10,13; 12,2; 23,31.36; 24,18). La escena
subraya la realeza del niño. El homenaje se manifiesta con una postración y
dones que expresan sumisión y alianza (mirra e incienso, Cant 3,6; incienso, Lv
2,1-16; Jr 6,20; 17,26; 48,5; Is 60,6; Eclo 39,14; 50,9; mirra, Eclo 24,15).
Dios vela por su Mesías, impidiendo que Herodes sepa dónde está el niño.
En la lectura
tomada de la carta a los Efesios también se habla de Epifanía, de manifestación
y revelación de cosas ocultas. No para desconcertarnos o sumirnos en el temor,
sino todo lo contrario: para llenarnos de alegría al conocer el plan misterioso
de Dios. «Que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y
partícipes de la Promesa en Jesucristo, por el Evangelio». Es el fin ideal de
todo particularismo y discriminación, de toda exclusión o segregación.
«Gentiles» somos todos los pueblos de la tierra que no estamos étnicamente
vinculados con el judaísmo. Ellos, los judíos, se consideraban el único pueblo
elegido. Ahora comparten su elección con la humanidad entera, «en Jesucristo»,
«por el Evangelio». Ahora ven, admirados, cómo los pueblos vienen a Jerusalén,
representados en los magos de Oriente, y se postran ante Jesús ofreciéndole sus
pobres dones materiales, para recibir, en cambio, el abrazo amoroso de Dios.
Dijimos que es el fin «ideal» de todo particularismo porque eso hay que
convertirlo en realidad, sabiendo que como Dios no hace acepción de personas,
tampoco nosotros podemos hacerlas. Que hemos de convertir en realidad aquello
de que «todo hombre, todo ser humano, es mi hermano». Que no existe razón
alguna para despreciar a nadie, ni por su raza, ni por su lengua, ni por su
religión, ni por su particular cultura, ni por su condición social, ni por
ninguna razón. San Pablo está en lo cierto al decir que se le reveló un
misterio «que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos», pues
hasta ahora seguimos pensando que hay muchas razones para considerarnos
distintos, superiores, «elegidos por Dios, depositarios únicos de la
salvación», mejores que los demás. El misterio de que habla San Pablo es precisamente
ese: que Dios nos considera a todos iguales, y nos ama en consecuencia, a todos
por igual, con particular predilección por los que nosotros nos empeñamos en
excluir. Es necesario
hacer un acercamiento histórico de cómo pudo haber sido el acontecimiento que
nos evoca el evangelio, o por qué quedó guardado en la memoria del naciente
cristianismo. Herodes el Grande reinó en Judea a partir del año 40 antes de
nuestra era. Su gobierno fue auspiciado por el Senado Romano. Herodes, de
origen extranjero, nació en Edom, uno de los enemigos tradicionales de Israel.
La lucha por mantenerse en el poder a costa de lo que fuera, fue una de sus
banderas. Hasta el punto que en su vejez se negó constantemente a abandonar el
trono, no teniendo escrúpulo alguno en asesinar a alguno de sus hijos por temor
a ser traicionado. Su ejército dejó una marca de violencia y de sangre
imposible de borrar de las memoria judía. Toda esta espiral de violencia se
acrecentó más al saberse de la existencia de un legítimo sucesor de David que
podría reclamar para sí el trono. El relato del capítulo 2 de Mateo, es como un
eco y una transposición de esta situación conflictiva. El gran rey, del que
todavía se guarda vivo recuerdo a finales del siglo I de nuestra era, se
convertía en el adversario del verdadero rey; él era el faraón perseguidor del
nuevo Moisés y por tanto el símbolo de los poderosos de este mundo. Respecto a
los «Magos» es importante precisar que para la Biblia, la astrología no tiene
buena fama: véase Dn 1,20; 2,2.10 o Hch 8,9 y 13,8. Es sobresaliente la forma
parca en la que Mateo los presenta: incluso su país de origen queda en la
oscuridad. Para un judío, el “Oriente” designa todo lo que está más allá del
Jordán. Los Magos,
alertados por el “surgir de un astro”, vienen a postrarse ante Jesús. La
Astrología se postra: en una época en que las creencias astrales estaban
extendidas, era necesario que el evangelista subrayase la supremacía del Señor
sobre los elementos del mundo. Otra finalidad de tipo polémico y muy importante
existe también en el relato: Herodes y Jerusalén no reconocen al Mesías y le
ponen una trampa; por el contrario, los Magos extranjeros, símbolo de las
naciones paganas son los primeros que vienen a adorar al Salvador. Éste es uno
de los temas más trabajados por esa comunidad evangélica de Mateo. Para ella
queda claro, que el Dios que se nos revela en la persona del Señor Jesucristo,
no le pertenece a ningún pueblo, a ninguna raza, a ninguna nación, y tampoco a
ninguna religión. Dios es para todos y, todos los pueblos están llamados a
congregarse en torno a él. La fiesta de
la Epifanía es una ocasión privilegiada para abordar ante el pueblo de Dios el
tema del diálogo de religiones, y la reformulación del cristianismo y de su
teología a la luz de planteamientos que tengan en cuenta esa pluralidad de
religiones. No sería muy evangelizador quedarse encerrados en ese
"mito" de los reyes magos, y pensar que fue en ese gesto legendario
«como Dios se reveló a los gentiles»... Incluso, la homilía podría muy bien prescindir
por una vez del acostumbrado comentario exegético de los textos, y ofrecer una
lección teológica expositiva general sobre el estado de la cuestión. Puntos
interesantes para un desarrollo de la misma podrían ser: -los tres
esquemas teológicos actuales de comprensión del problema: exclusivismo,
inclusivismo y pluralismo; -una pequeña
visión histórica del pensamiento exclusivista cristiano («extra ecclesiam nulla
salus», axioma del que Congar dijo: «un axioma falsamente claro»)... -el valor
salvífico de las religiones no cristianas; -el
pluralismo de religiones en la historia: ¿un pluralismo de hecho o de derecho?,
¿rechazado, tolerado o incluso querido por Dios?; -si la
pluralidad religiosa es querida por Dios, parece lógico que no debiera ser
combatida intentando reducirla a la unidad por medio de la misión proselitista;
¿qué nuevo sentido podría tener la «misión» misionera, si ya no debe ir a
«convertir a los infieles»?; -la llamada
«plenitud de la revelación cristiana», ¿es una plenitud cuantitativa o
cualitativa? (Dupuis); -el
"privilegio" de ser pueblo "elegido": ¿cuál es su sentido?,
¿ha habido realmente elegidos?; -¿hay una
religión que es la única verdadera?, ¿en qué sentido? -todas las
religiones son "verdaderas": ¿en qué sentido?; -el "proselitismo"
es pecado: ¿en qué sentido?; -sentido
actual (y sentidos caducados) de la Misión evangelizadora, etc.
Para la
revisión de vida Dios se da a conocer a todas las
gentes; no sólo al pueblo elegido, sino a todos los pueblos, representados en
los Magos de Oriente. ¿Tengo yo ese mismo sentimiento de universalidad de Dios,
o creo que sólo nosotros conocemos a Dios y estamos en la verdad? ¿O pensamos
tal vez que sólo nuestra religión es verdadera, que las demás son
"falsas"? Para la
reunión de grupo El símbolo de
la epifanía (magos de Oriente yendo a adorar a Jesús) es un símbolo, una
elaboración teológica del “evangelio de la infancia” de Mateo, realizada en
aquel contexto la génesis del Nuevo Testamento, que es un contexto de
confrontación de la comunidad cristiana con el mundo ambiente, contexto de
expansión esforzada, de evangelización misionera. Es fácil hacer de este
símbolo una interpretación en el marco del “inclusivismo”, como si “toda
salvación que haya fuera del cristianismo proviniera en definitiva únicamente
de Jesús”, o en el marco incluso del “exclusivismo”, como si “fuera de Jesús no
hubiera salvación”… Hoy, dos milenios más tarde, con una visión bastante más
amplia, y tras un Concilio Vaticano II que ha dicho las palabras más positivas
y optimistas sobre el valor salvífico de las demás religiones que nunca se
hayan pronunciado en la Iglesia Católica, caben otras interpretaciones más
abiertas. Dialoguemos sobre ello. La salvación
de Dios ofrecida en Jesús es universal, como lo es la salvación que Dios causa
y ofrece fuera (o antes) del cristianismo a través de las religiones de los
pueblos. Dios es el mismo a pesar de la multiplicidad de sus nombres o de la
diversidad de las religiones. Por eso los magos adoran a Jesús sin ser
cristianos, y por eso los cristianos podemos participar de las riquezas
religiosas de toda la humanidad. Todo lo que es de Dios nos pertenece a sus
hijos, a todos sus hijos. Por eso debe haber diálogo y paz entre las
religiones… ¿Es ésta una argumentación correcta? La Epifanía
de Jesús, su manifestación a toda la humanidad, significa que hay más «Pueblos
de Dios» que el Pueblo de Dios del cristianismo. ¿Seguimos identificando el
«pueblo de Dios» con la Iglesia católica, o con el cristianismo? ¿Es correcta
esa identificación? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Quiénes serían «Pueblo de Dios»?
El Concilio
Vaticano II nos ha recordado que la manifestación de Dios en Jesús no es la
única. Dios, como sabemos, se ha manifestado de muchas maneras también a otros
pueblos (Heb 1,1)... ¿Qué cambios de actitud y hasta de lenguaje implica este
"descubrimiento"? ¿Qué cambios también implica en los fundamentos de
la misión, de la evangelización a los pueblos no cristianos? Para la
oración de los fieles Para que
estemos siempre dispuestos a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza a
quien nos lo pida. Roguemos al Señor. Para que cada
religión esté dispuesta a escuchar a las demás y a acoger con apertura de
corazón lo que el Espíritu nos manifiesta en las religiones de todos los
pueblos. Roguemos… Para que
todos los catequistas sepan unir el testimonio de su propia vida a una buena
preparación para ejercer su ministerio. Roguemos… Para que
cuantos viven sumidos en la duda, el temor o la intranquilidad se encuentren
con Dios vivo y alcancen la luz y la paz que buscan y necesitan. Roguemos… Por cuantos
buscan un mundo más justo y en paz, para que encuentren la recompensa a sus
trabajos y desvelos. Roguemos… Para que
vivamos de tal modo la fraternidad con quienes nos rodean que seamos para todos
un verdadero testimonio de fe y de amor. Roguemos… Oración
comunitaria Dios, Padre nuestro: el relato
evangélico nos narra que en un día como éste Jesús fue reconocido por unos
magos venidos de Oriente en su búsqueda; haz que quienes te buscan, encuentren
y sigan las estrellas que Tú pones en su camino, y quienes ya te hemos
encontrado podamos contemplar un día, cara a cara, la gloria de tu rostro. Por
Jesucristo.
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