SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO "A" Primera lectura:
Isaías 49, 3-5.6 EVANGELIO -Mirad el Cordero de Dios, el que va a
quitar el pecado del mundo. 30Este es de quien yo dije:
"Detrás de mí llega un varón que estaba ya presente antes que yo, porque
existía primero que yo". 31Tampoco yo sabía quién era, pero si
yo he venido a bautizar con agua es para que se manifieste a Israel. 32Y Juan dio este testimonio: -He contemplado al Espíritu bajar como
paloma desde el cielo y quedarse sobre él. 33Tampoco yo sabía quién
era; fue el que me mandó a bautizar con agua quien me dijo: "Aquel sobre
quien veas que el Espíritu baja y se queda, ése es el que va a bautizar con
Espíritu Santo". 34Pues yo en persona lo he visto y dejo
testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
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COMENTARIOS
El mundo. Era realmente
difícil de entender que la tierra ¡irme que pisaban nuestros pies fuera un
enemigo de nuestra alma. Y cuando nos explicaban que lo malo no era el mundo
físico, sino «lo mundano», y resultaba que lo mundano era todo aquello que
resultaba divertido, todo aquello que hacía la vida más agradable..., ¿sería
verdad que Dios nos había puesto en este mundo sólo para sufrir y que todo lo
agradable era pecado? ¿Sería verdad que aquel Dios al que nos habían enseñado a
llamar Padre se irritaba por casi todo lo que alegraba la existencia de sus
hijos? ¿Sería verdad que para gustar el sabor de la felicidad no había más
remedio que pasar antes el mal trago de la muerte? EL MUNDO Cuando en el evangelio de Juan se habla del mundo en sentido negativo
no se está hablando ni del mundo físico ni de la humanidad en general; se está
hablando del mundo de los hombres tal y como lo tenemos organizado: un mundo en
el que unos pocos lo tienen todo y la mayoría no tiene casi nada; un mundo en
el que la diversión y la comodidad de unos pocos se hace sobre el hambre de
muchos; un mundo en el que la libertad, la igualdad, la justicia son sólo
palabras que encubren una realidad de esclavitud, de injusticia, de
opresión..., un mundo en el que es más fácil odiar que amar, codiciar que
compartir, herir que sanar, ordenar que dialogar; un mundo en el que, para la
mayoría, es más frecuente la tristeza que la felicidad. EL PECADO DEL MUNDO Y cuando se habla del pecado del mundo no se está hablando de los
pecados que se cometen en el mundo, de los errores en que cae cada persona
particular en su actuación o en su relación con los demás. No. Se está hablando
de ese modo de entender la organización social, de ese modo de concebir las
relaciones humanas que se ha impuesto a los pueblos a lo largo de la historia y
que considera el Crimen y la mentira como elementos útiles para el gobierno de
las naciones, para organizar la convivencia entre los hombres, para regular las
relaciones entre los pueblos. ALGUNOS EJEMPLOS En concreto: cada día que pasa los medios de comunicación ponen ante
nosotros la situación de millones de personas que sufren las consecuencias del
pecado del mundo: que los Estados Unidos de América del Norte se obstinen en
aplastar al pueblo de Nicaragua y no le permitan construir una sociedad más
fraterna, que los países más industrializados -España, por lo que parece, entre
ellos- no cesen de vender armas a naciones en guerra o a las más feroces
dictaduras, que la mayor parte de los científicos de los países más avanzados
estén ocupados en investigación militar en vez de estar dedicados a tratar de
mejorar las condiciones de vida de la humanidad, que en el siglo XX muera de
hambre casi un millón de personas por semana, que haya dirigentes del Tercer
Mundo que posean una fortuna personal superior a la deuda externa del país que
gobiernan, que siga existiendo la tortura, la violación de los derechos
humanos, la pena de muerte..., todo eso son manifestaciones del pecado del
mundo. NUESTRA RESPONSABILIDAD ¿ Que quiénes son los culpables de ese pecado? Lo somos todos,
pero y esto debe quedar muy claro- no
todos en la misma medida. Somos todos culpables en tanto que aceptamos y nos aprovechamos de la
situación presente, en la medida en que asumimos los valores de este mundo y
organizamos nuestra vida de acuerdo con ellos, en la medida en que nos cruzamos
cómodamente de brazos sin querer meternos en líos. Pero son más culpables aquellos que más beneficios obtienen gracias a
la situación presente; son más culpables aquellos que, siendo más conscientes
que la mayoría de que esta organización social es demoníaca, se quedan tan
tranquilos sin comprometerse en la transformación de este orden social; son más
culpables aquellos que echan a Dios la culpa de que las cosas estén como están
y predican la resignación ante la injusticia y, de este modo, liberan de culpa
a los verdaderos responsables y adormecen la conciencia de los que sufren las
consecuencias del pecado del mundo. EL CORDERO DE DIOS Juan Bautista
presenta a Jesús como «el cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Al
llamarlo así recuerda el primer cordero pascual (Ex 12,1-14), que marcó el
comienzo del primer éxodo, el proceso de liberación de aquel grupo de esclavos
que -ya libres- sería el pueblo de Israel. Este nuevo Cordero representa el
comienzo de un nuevo proceso de liberación para eliminar el pecado del mundo.
Las armas que utilizará en su lucha serán radicalmente nuevas, pues sólo usará
el Espíritu de Dios, la fuerza de la vida y del amor de Dios, con el que estará
dispuesto a empapar a todo el que quiera unirse a su proyecto: .... va a
bautizar con Espíritu Santo». Y con la fuerza de ese Espíritu, él será el
primero que recorra el camino que conduce a la eliminación del pecado del
mundo: la entrega personal en favor de los demás como medio de lucha contra el
crimen y la mentira; la entrega sin límite, hasta la muerte, como fuente de
vida y manifestación de un amor sin medida, alternativa al odio y a la muerte a
la que conduce el pecado del mundo. II Como paloma (32) alude a Gn 1,2:
"el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas". Termina de
realizarse el proyecto creador: la comunicación plena del Espíritu a Jesús
hace realidad al Hombre-Dios (1,1). Consagración mesiánica (10,36; cf. Is
11,1ss; 42,1; 61,1ss), origen divino de la persona y misión de Jesús (3,13;
6,42.50.51.58; cf. 1,18). La esfera del Espíritu se encuentra donde está Jesús
(cf. 4,24). El Espíritu se identifica con la gloria, la plenitud de amor y
lealtad (1,14); la misión de Jesús-Mesías consiste en comunicar a los hombres
el Espíritu (33) o la gloria (17,22). El pecado del mundo es la opción por una
ideología (tiniebla) que frustra el proyecto creador, es decir, que suprime o
reprime en los hombres la vida o la aspiración a ella, impidiendo la búsqueda
de la plenitud en uno mismo o en los demás. Al dar la experiencia del Espíritu/vida,
Jesús va a quitar el pecado del mundo, va a liberar al hombre de la sumisión a
las ideologías de esclavitud. Tampoco yo sabía quién era (31.33), como Samuel
no conocía a David (1 Sm 16,11); alusión mesianica. El testimonio solemne de Juan
(34) tendrá su paralelo en el del discípulo al pie de la cruz (19,35). III Pablo inicia
su carta confirmando la universalidad del Reino de Dios; expresando que el
mensaje de salvación es para todos los que en cualquier lugar -y tiempo-
invocan el nombre de Jesucristo. Este saludo es dirigido a los cristianos de
Corinto; sin embargo, por la manera solemne en que Pablo escribe (a la Iglesia
de Dios de Corinto), se puede afirmar que el apóstol se está refiriendo a la
única y universal Iglesia de Cristo, que se hace presente históricamente en los
creyentes de Corinto. Es decir, que aunque Pablo escriba de manera particular a
esta comunidad, su mensaje desborda los límites de espacio y tiempo,
adquiriendo en todo momento actualidad y relevancia, pues es una Palabra
dirigida a la humanidad entera. Hombres y mujeres hemos recibido la gracia de
ser hijos de Dios, por medio de Jesús; hemos sido consagrados por Dios para
realizar en nuestras vidas la “vocación santa”, que en nuestro lenguaje
correspondería a la “misión” de hacer presente, aquí y ahora, el reino de Dios:
hacer de este mundo un lugar más justo y solidario, menos violento y
destructor, más libre y fraterno. Quien asume como modo normal de vida este
horizonte liberador está invocando el nombre de Jesús. El evangelio
de Juan manifiesta la universalidad de la salvación de Dios por medio de la
vida y misión de Jesús de Nazaret, visto éste como cordero de Dios, que se
sacrifica, se entrega obedientemente a la voluntad del Padre para salvar de la
muerte (del pecado) a toda la Humanidad... Jesús es el enviado del Padre, el ungido
por el Espíritu de Dios, el servidor de Yahvé del profeta Isaías (49,3) que
tiene como especial misión establecer en el mundo la justicia del reino; es
quien verdaderamente trae la salvación de Dios a la humanidad. Juan el Bautista
ya había comprendido su propia misión y la misión de Jesús; por tal razón el
profeta del desierto dice que detrás de él viene uno que es más importante que
él, pues el que viene es el Mesías, una Palabra nueva de Dios para el mundo. El
Bautista reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, por eso da testimonio de él. Y
lo hace -y lo recoge así el evangelio de Juan-, con las imágenes de aquel
tiempo, unas imágenes que hae mucho tiempo se quedaron sin base y que hasta han
perdido su inteligibilidad. Hablar de Cordero de Dios, sacrificado, que expía
nuestros pecados, que quita el pecado del mundo con su sangre, que nos
«redime»... es hablar en unas categorías que sólo podemos conocer por estudio
histórico-bíblico, por cultura especializada religiosa, pero que no podemos
captar «por sentido común» por una evidencia que se respira en subconsciente
colectivo social, como han de ser captadas las buenas imágenes, las imágenes
que están vivas, no las que ya murieron aunque sigan siendo leídas o repetidas.
Una tarea pendiente de la comunidad creyente hoy es testimoniar ese encuentro
profundo con Jesús con unas metáforas nuevas, para que expresen y comuniquen
ese encuentro, que sólo de esa manera se concretizará en una vida fundada
entregada al amor, a la Justicia y a la comunión con Naturaleza.
Para la
revisión de vida “Ser pre-cursor de Jesús” hoy no
puede entenderse sino como precursor del Reino, de la Utopía de Jesús. Jesús no
necesita que alguien vaya delante anunciándole a él, porque él mismo nunca se
anunció a sí mismo. Él vino para hacernos mirar hacia el Reino, no hacia él (lo
cual han olvidado muchos y muchas, que se quedan mirándole a los ojos, o al
dedo con el que él nos indica el lugar donde debemos mirar: al Reino. Tal vez
por eso Juan Bautista, aunque nosotros lo llamemos “el precursor”, él era sobre
todo un profeta de la justicia... Seamos “precursores de Jesús”, o sea, de su
Causa. Para la
reunión de grupo Puede ser una
ocasión buena para recordar esa categoría bíblica, “pecado del mundo”. Cuando
fue bajada de esfera abstracta bíblica a la arena concreta de la realidad “del
mundo”, fue traducida entonces como “pecado estructural”, tuvo que afrontar
mucha oposición. Hoy pertenece pacíficamente –al menos en teoría- al acervo
común teológico (véase la Sollicitudo Rei Socialis 36-37…). Torres
Queiruga propone abandonar el concepto de «elección». Leer su propuesta (cf
supra) y comentarla. ¿Podemos pensar que los cristianos somos el pueblo elegido
(o los judíos, o los musulmanes, o los egipcios...). ¿Por qué? Dar razones
teológicas, bíblicas (si se encuentran), filosóficas (de razón o del sentido
común) o de otro tipo (antropológico-culturales, por ejemplo)... Para la
oración de los fieles Para que
todos los cristianos asumamos voluntariosamente la tarea de ser anticipadores
de la Causa de Jesús, sus precursores, como Juan Bautista, roguemos al Señor. Para que lo
hagamos con su mismo talante: con exquisito respeto a los derechos de cada
persona, sin avasallar, sin imponer, con la actitud invitatoria de quien
predica con un ejemplo que atrae y seduce… Para que “no
nos acomodemos a este mundo” quedando ciegos ante el “pecado del mundo”… Para que
estemos dispuestos a cargar con ese “pecado del mundo” encargándonos de empujar
a la sociedad hacia su superación… Para que no
confundamos nuestro deseo de ser testigos de Jesús con las actitudes de
arrogancia, de dominio, de quien se cree poseedor único de la verdad… Para que
pidamos perdón generosamente por los pecados que hemos cometido “los hijos de
la Iglesia” y la Iglesia como tal, que somos todos… Oración
comunitaria Dios Padre y Madre universal, que
eres la “luz que ilumina a todo hombre y a toda mujer que viene a este mundo”;
te pedimos hagas de nosotros “facilitadores” dispuestos a trasparentar esa luz
y a remover la oscuridad que se aloja en “el pecado del mundo”; que con Jesús,
también nosotros, como “precursores” suyos hoy, estemos dispuestos a cargar con
el pecado del mundo y a posibilitar su superación, según tu Proyecto. Nosotros
te lo pedimos con los ojos puestos en el ejemplo de Jesús, hijo tuyo y hermano
nuestro. Amén.
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