TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO "A" Primera lectura:
Isaías 8, 23b-9,3
EVANGELIO 15¡País de Zabulón y
país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del
Jordán, Galilea de los paganos! 16E1 pueblo que
habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y
sombra de muerte una luz les brilló (Is 8,2-9,1). 17Desde entonces empezó
Jesús a proclamar: - Enmendaos, que está cerca el
reinado de Dios. 18Caminando junto al
mar de Galilea, vio a dos hermanos: a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su
hermano, que estaban echando una red de mano en el mar, pues eran pescadores. 19Les
dijo: -Veníos conmigo y os haré
pescadores de hombres. 20lnmediatamente
dejaron las redes y lo siguieron. 21Pasando adelante
vio a otros dos hermanos: a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban
en la barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó.
22lnmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
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COMENTARIOS I No es difícil que una persona aislada consiga salir
de una situación de pobreza y encaramarse en los puestos más elevados de la
sociedad: eso favorece al sistema vigente, entre otras cosas porque así se
puede «probar» que el que tiene capacidad progresa y triunfa sin cuestionar la
validez del sistema. Más difícil resulta que todo un pueblo se libere y salga
de la miseria. Y es que, en los sistemas capitalistas capitalismo liberal o de
Estado, no importa cuál, es necesario que existan perdedores para que haya
triunfadores. YA LLEGA EL REINO DE DIOS Jesús recoge el mensaje de Juan Bautista y asume la tarea de continuar
su proclamación: «Enmendaos, que está cerca el reinado de Dios». Dios llega
para reinar sobre los hombres. El significado de este reinado de Dios se irá desvelando a lo largo de
la actividad de Jesús e irá sorprendiendo a quienes tenían una idea
preconcebida del mismo; ya desde el principio se ponen de manifiesto algunas de
sus características: el reinado de Dios no será un asunto individual ni
reducido a un único pueblo, sino que será comunitario y universal. Y sin
privilegios para nadie. NO AL EXCLUSIVISMO El pueblo de Israel había sufrido en repetidas ocasiones, a lo largo
de su historia, la opresión de los imperios extranjeros. Y repetidas veces
había conseguido liberarse de ellos. En el gozo de la liberación aquel pueblo
había sentido la acción del Señor de Israel. Pero esa experiencia de gozo
estaba siempre mezclada con un componente de rencor, de deseos de una venganza
cuya realización se la adjudicaban también a Dios {véanse, p. ej., Sal 3,8-9:
«Levántate, Señor; sálvame, Dios mío; tú abofeteaste a mis enemigos, rompiste
los dientes de los malvados. De ti, Señor, viene la salvación y la bendición
para tu pueblo»; Sal 137,8-9: «¡Capital de Babilonia, criminal! ¡Quién pudiera
pagarte los males que nos has hecho! ¡ Quién pudiera agarrar y estrellar tus
niños contra las piedras!»). En el momento en que Jesús empieza su predicación, Israel estaba
dominado por el Imperio romano. Había en toda Palestina, pero especialmente en
Galilea, la región en la que Jesús pasó la mayoría de sus años, movimientos de
resistencia a los invasores, y se extendía la esperanza en una nueva intervención
liberadora de Dios. Como era natural, según la mentalidad israelí, aquella
liberación beneficiaría exclusivamente a Israel, quedarían excluidos todos los
pueblos paganos y constituiría un severo castigo para los romanos... El escenario que elige Jesús para iniciar su anuncio -« ¡ País de
Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de
los paganos!»- indica que el reino que Jesús anuncia, el reino de Dios, no se
limita a las fronteras del reino de David, sino que constituye una invitación
para toda la humanidad, superando así una de las causas de la opresión de unos
pueblos sobre otros: si Dios es aceptado Como único Señor de todos los pueblos,
ninguno de ellos podrá pretender convertirse en señor de los demás. Esto no
quiere decir que Dios sea «neutral» ante la injusticia, ante la dominación de
unos pueblos sobre otros; no, él está de parte de los que sufren; pero la
propuesta que hace a través de Jesús va dirigida no a vengar, sino a superar
la injusticia y la opresión. LOS ACHAQUES DEL PUEBLO Por otra parte, según la predicación farisea, que tenía mucha
aceptación en los tiempos de Jesús, todo era cuestión de que cada uno,
individualmente, se comportase de acuerdo con la voluntad de Dios tal y como
ellos la entendían; eso haría, según ellos, acelerar la intervención y la
presencia de Dios en medio de su pueblo. La presentación que hace el evangelio
de Mateo de los primeros pasos de la actividad de Jesús contradice esta idea:
en un primer momento, él se dedica a sanar «todo achaque y enfermedad del
pueblo». Sin duda que su acción curativa y vivificadora afecta a los individuos
personalmente; pero sus padecimientos personales están causados por la falta
de salud de la colectividad, por el pecado del mundo del que hablábamos el
domingo pasado; por eso es al pueblo a quien se dirige primero la atención de
Jesús.
De diez o quince años hacia acá se ha podido apreciar en aquellos lugares
en los que se iba afianzando el sentimiento de solidaridad colectiva (p. ej.:
en Centroamérica, como también en otros lugares de Europa) un resurgir de las
sectas religiosas que predican el individualismo religioso: las relaciones del
hombre con Dios, su salvación personal -dicen- son una cuestión puramente
individual; el compromiso social, la solidaridad con los demás ciudadanos en
la solución de los problemas colectivos son algo ajeno a la religión; lo único
realmente importante para cada hombre es asegurar su salvación eterna... Pronto se supo
que muchas de estas sectas estaban financiadas por importantes grupos
económicos de los Estados Unidos de Norteamérica. ¿ A qué se podía deber este
interés religioso del capital norteamericano (del capital, que, a la postre,
no tiene patria)? La razón de este interés era ésta: los cristianos habían
tomado conciencia de que era una exigencia de su fe preocuparse por buscar cura
a todo achaque y enfermedad del pueblo. Y eso podía arruinar los negocios y
acabar con los privilegios de unos pocos. II v. 17. La proclamación de Jesús recoge la del
Bautista: pone la misma condición, la enmienda; hace la misma afirmación, la
cercanía del reinado de Dios. El que lo proclama en Galilea es «el más fuerte»
(3,11); por eso su presencia es ya promesa de liberación efectiva. A
diferencia de Juan, Jesús no asocia su proclamación a un bautismo en agua ni a
rito alguno, ni tampoco anuncia en ella un juicio contra los que no la acepten.
Este pregón inaugura la primera fase de la actividad de Jesús, destinada al
pueblo; la segunda, centrada en los discípulos, comienza con una frase semejante:
«Desde entonces empezó Jesús a manifestar a sus discípulos» (16,21). v. 18: Caminando junto al mar de
Galilea, vio a dos hermanos: a Simón, el llamado Pedro, y a Andrés, su hermano,
que estaban echando una red de mano en el mar, pues eran pescadores. La llamada de
estas dos parejas de hermanos será el paradigma de toda llamada en Mt. Jesús
camina junto al lago/mar de Galilea, en la frontera marítima con los pueblos
paganos. Esta localización ilumina la escena: los hombres que habrá que pescar
serán lo mismo judíos que paganos. Ve a dos hermanos, y Mt insiste en este
vínculo de hermandad. Se tiene aquí una alusión a Ez 47,13s, donde se anuncia
el futuro reparto de la tierra a partes iguales; la expresión original para
indicar la igualdad está muy próxima de la usada por Mt: «cada uno como su
hermano». La insistencia, pues, en el vínculo de hermandad (más acusado aún que
en Mc 1,16-21a) indica que la nueva tierra prometida, «el reinado de Dios»
anunciado por Jesús inmediatamente antes (4,17), será herencia o patrimonio
común de todos sus seguidores, sin privilegio alguno. Los hermanos son
designados por sus nombres, Simón y Andrés, pero el primero lleva ya una
adición: «al que llaman 'Piedra' (Pedro)». No se indica que haya sido Jesús
quien le ha dado tal sobrenombre (cf. 16,18). vv. 19-20: Les dijo: -Veníos conmigo y os haré
pescadores de hombres. 20lnmediatamente dejaron las
redes y lo siguieron. La invitación de Jesús a los dos hermanos se
expresa con la frase «Veníos detrás de mí» (cf. Mc 1,17.20); la expresión se
encuentra en boca de Eliseo en 2 Re 6,19; por otra parte, la fórmula «irse» o
«seguir tras él» aparece repetidamente en la escena de la llamada de Eliseo por
el profeta Elías (1 Re 19,19-21). Jesús se presenta, por tanto, como profeta y
su llamada promete la comunicación a sus seguidores del Espíritu profético.
Por otra parte, el oficio de los hermanos (pescadores) y la metáfora de Jesús
«pescadores de hombres» aluden a Ez 47,10, donde se utiliza también la
metáfora de los pescadores que recogerán una pesca abundante. El texto griego
de los LXX pone a este pasaje en relación con Galilea (Ez 47,8). La mención
anterior del mar/lago, la del oficio de pescadores y la metáfora usada por
Jesús esclarecen el significado de la frase: Jesús llama a una misión
profética, que pretenderá atraer a los hombres, tanto judíos como paganos (el
mar como frontera), y cuyo éxito está asegurado. La respuesta de los dos
hermanos es inmediata. Aparece por primera vez el verbo «seguir», que, referido
a discípulos, indicará la adhesión a la persona de Jesús y la colaboración en
su misión. A los que lo siguen, Jesús no pide «la enmienda» (4,17); la adhesión
a su persona y programa supera con mucho las exigencias de aquélla; comporta
una ruptura con la vida anterior, un cambio radical, para entregarse a procurar
el bien del hombre. vv. 21-22: Pasando adelante vio
a otros dos hermanos: a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la
barca poniendo a punto las redes, con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó. 22lnmediatamente
dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. La segunda escena se describe más escuetamente que la primera, pero
tiene el mismo significado. Estos dos hermanos están unidos no sólo por su
vínculo de hermandad, sino también por la presencia de un padre común. En el
evangelio, «el padre» representa la autoridad que transmite una tradición.
Jesús no ha tenido padre humano, no está condicionado por una tradición anterior;
sus discípulos abandonan al padre humano; en lo sucesivo, como Jesús mismo, no
deberán reconocer más que al Padre del cielo (23,9). III La primera
lectura parece haber sido escogido estrictamente por coincidir con la tercera
lectura en una alusión geográfica a la zona de Zabulón y Neftalí, zona
limítrofe de Israel en la que Jesús se vino a establecer. La segunda -como
hemos dicho que sucede casi siempre- va por sus caminos propios, siendo
puramente aleatorio que alguna vez encaje con el mensaje de las otras dos.
Diríamos que el evangelio de hoy -dada la altura a la que estamos en el año
litúrgico- se adecua bien a la altura que correspondería dentro de la vida de
Jesús siguiendo un criterio simplemente cronológico: el inicio de su actividad
pública, el comienzo del despliegue de lo que será el Jesús predicador del
Reino en su plenitud. Son bastantes
los detalles que merecen comentario en este evangelio. -Jesús
comienza su actividad tomando como referencia los signos de los tiempos. Al
menos el evangelista hace notar que no empezó Jesús sin más cuando quiso, sino
al ver que habían encarcelado a Juan. Jesús reacciona ante los hechos de la
historia que le rodea. No viene a cumplir una misión ya programada previamente
y que ha de llevarse a cabo con indiferencia «pase lo que pase». -Jesús «fue a
vivir» a Cafarnaúm. Algunos exegetas (Nolan por ejemplo) hacen notar que «se
estableció» allí, y que, probablemente, la que varias veces en los evangelios
se cita como «su casa» sería casa no de Pedro, sino de Jesús... No hay
seguridad, pero no es improbable. Una duda sobre esa imagen tan fácil que nos
hemos hecho del Jesús evangelizador itinerante. -El contenido
de lo que sería la «primera predicación» de Jesús, o, más bien, la tónica
dominante de la predicación de Jesús: la venida del Reinado de Dios, como buena
noticia que invita al cambio... Hoy ya esto lo saben los niños en la catequesis
parroquial, cuando hace cuarenta años lo ignoraban todos los cristianos
adultos, incluidos los predicadores: que el centro de la predicación de Jesús
fue el «Reinado de Dios», un concepto entre profético y escatológico... O sea:
que Jesús no fue un predicador doctrinal teórico, ni un maestro de sabiduría
religiosa, ni un asceta... sino un profeta dominado por la urgencia de una
pasión, la pasión por el Reinado de Dios que él creía inminente... -No era sólo
un anuncio, sino una con-moción: Jesús anunciaba para empujar al cambio, para
animar la esperanza en el cambio que Dios mismo estaba a punto de empujar...
Por eso, su anuncio era para la conversión: «cambien su vida y su corazón
porque el Reino de los Cielos se ha acercado», traduce la Biblia
Latinoamericana. -Aquí hay una
doble dirección: hay que cambiar (convertirse) «porque» viene el Reinado de
Dios, y, también, hay que cambiar «para que» venga, para hacer posible que
venga, porque cambiando, en nuestro cambiar, ya está viniendo ese Reinado...
Son las dos dimensiones: activa y pasiva, receptiva y provocativa, de
contemplación y de lucha... sin unilateralismos. -El carácter
concreto del tipo de praxis que Jesús adopta, que no es la de transformar la sociedad
él mismo directamente, con sus propias prácticas, no es la de afrontar
directamente la tarea, sino la de enrolar a otros, convencer a otros para
sumarse a la tarea, y para ello, dedicarse a desbloquear las mentes, a iluminar
los corazones, abrir la visión de los demás... para que puedan incorporarse a
la transformación de la sociedad. Si se nos permite decirlo así, Jesús, más que
una práctica, asume una práctica teórica y simbólica. Él no se hace médico ni
se dedica a curar a los enfermos, sino a dar la Buena Noticia, aunque salpica
su predicación constantemente con «signos» de curación: «predicaba y sanaba».
Teoría y práctica. Esta práctica era apoyo de aquella teoría, y la teoría no
era realmente tal, sino una práctica teórica: Jesús ejercía de abridor de
mentes, iluminador de corazones, generador de esperanza, transmisor de
energías... -En esa línea
se puede enmarcar mejor aún lo de convertir a sus más allegados en «pescadores
de personas» (no «de hombres»), lo que él mismo estaba siendo, lo que cualquier
discípulo debe también ser. El expansionismo evangelizador misionero
proselitista, el querer extender el cristianismo a todo el mundo haciendo tabla
rasa de las demás religiones, ya no tiene lugar en una visión a la altura de
los tiempos actuales. El ser realmente «evangelizador» apasionado por la Utopía
del Reino (utopía que no es enemiga de las demás religiones ni pretende imponer
ninguna cultura) sigue teniendo plenamente sentido. Muchos detalles, muchos temas, en un evangelio sencillo pero enjundioso.
Para la
revisión de vida Decía Jesús: Está cerca el Reino de
Dios… ¿Lo veo, lo siento, lo percibo, lo intuyo? ¿Miro las cosas desde esa
perspectiva única y mayor? ¿Qué Reino soy capaz de ver? ¿Vivo en situación de
Buena Noticia? ¿Vivo con optimismo, con la exultante convicción de que el Reino
sigue su marcha ascendente y convergente en la historia? Para la
reunión de grupo El pueblo que
vivía en tinieblas… ¿Cómo vive hoy el pueblo-pueblo, en la luz o en las
tinieblas? ¿En qué fundamentamos nuestra afirmación? Centinela, ¿qué hay de la
noche? Está cerca el
Reino de Dios… Eso sería una noticia muy buena para un pueblo que vive en
tinieblas… ¿Cómo podemos traducir la Buena Noticia de Jesús hoy para nuestro
pueblo? Está cerca el
Reino de Dios… El Reino de Dios es la Causa de Jesús, y es la Causa por la que
el partidario de Jesús (el cristiano) debe “vivir y luchar”. Dialogar
sobre el tema de la “práctica teórica”. Existe un cierto anti-intelectualismo
en el ambiente, como si todo lo que no sea práctica pura y dura, sería
despreciable, idealismo, huída de la realidad, abstracción sin raíces... Para la
oración de los fieles Por nuestra
comunidad cristiana, para que crezca la unidad entre todos sus miembros y
comunidades, roguemos al Señor Por las personas
que se sienten en tinieblas, sin sentido, sin luz… para que encuentren esa luz
en la vida y en las prácticas de los hombres y mujeres religiosos que les
rodean… Para que
redescubramos con ojos nuevos y corazón nuevo lo que significa hoy la buena
noticia del evangelio en este mundo cansado y posmoderno del fin de milenio… Para que
también nosotros, como Jesús, no despreciemos a nadie, y tengamos nuestro
“centro de gravedad” no en “el centro”, sino en la periferia, en la tendencia a
acompañar y atender a los marginados y excluidos… Para que
nuestra vida entera sea un mensaje positivo, no una descalificación de los
demás, sino un apoyo, un “sí”, una dosis de coraje y de esperanza para todos
los que de ello tienen necesidad… Oración
comunitaria Dios Padre universal: aviva
nuestra fe, nuestro amor, nuestra esperanza, y danos creatividad e intuición,
para que sepamos acoger hoy, con ojos nuevos y corazón abierto, tanto el
Evangelio de Jesús como todas las otras “buenas noticias” que nos deparas a lo
largo y ancho del mundo en todos los hombres y mujeres de cualquier religión,
desde cuyas vidas nos sigues hablando y estimulando. Nosotros te lo pedimos por
Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro. Amén.
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