SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO "A" Interleccional: Salmo 118 Segunda lectura: 1 Corintios 2, 6-10 EVANGELIO 17¡No penséis que he venido a echar abajo 19Por tanto, el que se exima de uno solo de esos mandamientos mínimos y
lo enseñe así a los hombres, será llamado mínimo en el reino de Dios; en
cambio, el que los cumpla y enseñe, ése será llamado grande en el reino de
Dios: 20porque os digo que, si vuestra fidelidad no se sitúa muy por
encima de la de los letrados y fariseos, no entráis en el reino de Dios. 20porque os digo que, si vuestra fidelidad no se sitúa muy por encima de
la de los letrados y fariseos, no entráis en el reino de Dios. 21Os han enseñado que se mandó a los antiguos: «No matarás (Ex 20,13), y
si uno mata será condenado por el tribunal». 22Pues yo os digo: Todo
el que esté peleado con su hermano será condenado por el tribunal; el que lo insulte
será condenado por el Consejo; el que lo llame renegado será condenado al
fuego del quemadero. 23En consecuencia, si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te acuerdas
allí de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja tu ofrenda allí,
ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano; vuelve entonces y
presenta tu ofrenda. 25Busca un arreglo con el que te pone pleito, cuanto antes, mientras
vais todavía de camino; no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia,
y te metan en la cárcel. 26Te aseguro que no saldrás de allí hasta
que no pagues el último céntimo. 29Y si tu ojo derecho te pone en peligro, sácatelo y tíralo; más te
conviene perder un miembro que ser echado entero en el fuego. 30Y si
tu mano derecha te pone en peligro, córtatela y tírala; más te conviene perder
un miembro que ir a parar entero al fuego. 31Se mandó también: «El que repudia a su mujer, que le dé acta de
divorcio» (Dt 24,1). 32Pues yo os digo: todo el que repudia a su
mujer, fuera del caso de unión ilegal, la empuja al adulterio, y el que se case
con la repudiada comete adulterio.
|
|
COMENTARIOS I «Echar abajo»: el verbo gr. kataluó significa
«echar abajo, demoler, derribar» un edificio, no abolir una ley; en Mt se usa
siempre del templo (24,2; 26,61; 27,40). « Las frases «será llamado mínimo/grande en el
reino de Dios» no indican jerarquía en el reino; son expresiones judías que
designan la exclusión del reino o la pertenencia a él. La exigencia de Jesús
es, por tanto, total; no se puede pertenecer al reino si no se practican todas
y cada una de las bienaventuranzas que tocan al discípulo. Se refiere
principalmente a la primera y a la última, que invitan a la opción y a la
fidelidad a ella; de éstas nacen la disposición y la actividad en favor de los
otros (5,6-9). Estos «mínimos» o
excluidos del reino de Dios reaparecen bajo diversas imágenes en otros pasajes
del evangelio: son los falsos profetas (7,15), los árboles dañados que dan
fruto dañado (7,17s), los que invocan a Jesús y actúan en su nombre, pero
cometen la iniquidad (7,21-23; cf. 13,41), la cizaña en el campo (13,38), los
peces que se excluyen (13,48s), el invitado sin traje de fiesta (22,12s). La
imagen del árbol (7,17s) los pone en relación con el dicho de Juan Bautista
(3,10): son los que no han hecho una verdadera enmienda, los que no han roto
con la injusticia del pasado (3,8). Da
Jesús la razón de lo que acaba de decir: la fidelidad de los suyos ha de
situarse muy por encima de la de los letrados y fariseos. La fidelidad se
entiende de modo intensivo y extensivo, en calidad y totalidad. Es insuficiente
el legalismo, que se contenta con guardar preceptos; pero el discípulo no puede
ser negligente en la práctica de su compromiso. La puerta para «entrar en el
reino de Dios» es precisamente la primera bienaventuranza. A ella se refiere,
por tanto, esta fidelidad. v.v.
21-22: Os han enseña do que se mandó a los antiguos: «No matarás (Ex 20,13),
y si uno mata será condenado por el tribunal». 22Pues yo os digo:
Todo el que esté peleado con su hermano será condenado por el tribunal; el que
lo insulte será condenado por el Consejo; el que lo llame renegado será
condenado al fuego del quemadero. . Comienza una sección (5,21-48) en que Jesús
ataca la concepción de La primera antítesis trata del mandamiento
«No matarás» (Ex 20,13), «no cometer homicidio», y de la pena que se le
asignaba, la condena pronunciada por un tribunal de 23 miembros. Jesús plantea la exigencia desde otro punto
de vista. No basta abstenerse de la acción externa; la actitud interna, estar
airado con el hermano, merece ya el juicio. Para el reino se requiere la disposición
benévola y favorable a los demás (5,8: «limpios de corazón»). La mala actitud
interior se manifiesta en el insulto; en el reino de Dios, el desprecio
manifestado es reato que requiere un tribunal más elevado que el mismo
homicidio, el Consejo supremo. Cuando el insulto llega a excluir al otro del
propio trato («renegado», cf. Dt 32,6, donde se aplica al pueblo de
hijos degenerados), merece la pena definitiva. «El quemadero», la gehenna, tomó su nombre
del valle Gehinnon, y era el gran quemadero de basuras de Jerusalén; había
pasado a ser símbolo del castigo definitivo, concebido como la destrucción por
el fuego. v.v.
23-24: En consecuencia, si yendo a presentar tu ofrenda al altar, te
acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja tu
ofrenda allí, ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano;
vuelve entonces y presenta tu ofrenda. Jesús pasa ahora a exponer el lado positivo
de la actitud de los que trabajan por la paz. Hay que recomponer la unidad rota
por alguna ofensa, y eso tiene prioridad sobre todo acto de culto (cf. 12,7).
Inútil acercarse a Dios si existe división. v.
25: Busca un arreglo con el que te pone pleito, cuanto antes, mientras vais
todavía de camino; no sea que te entregue al juez, y el juez al guardia, y te
metan en la cárcel. 26Te aseguro que no saldrás de allí hasta que no
pagues el último cuarto. Advierte
Jesús sobre las consecuencias para el que está en falta de no reconocer ni
procurar la reconciliación. Cuando no se ataja la discordia, su efecto recaerá
sobre el que no ha querido dar el paso para lograr la paz. Con el sexto mandamiento, v.v.
31-32: Se mandó también: «El que repudia a su mujer, que le dé acta de
divorcio» (Dt 24,1). 32Pues yo os digo: todo el que repudia a su
mujer, fuera del caso de unión ilegal, la empuja al adulterio, y el que se case
con la repudiada comete adulterio. El repudio es una injusticia contra la mujer.
No basta el documento legal para justificar la acción. La mujer sigue ligada
al marido que abusivamente la despidió. «Fuera del caso de unión ilegal»: el
griego porneia puede significar la inmoralidad en general, la
prostitución, la frecuentación de prostitutas (1 Cor 6,18) y la unión entre
parientes prohibida por
La primera
lectura, del libro del Eclesiástico, desarrolla el tema de la libertad que
posee el ser humano para elegir lo bueno o lo malo, la vida o la muerte. Somos
libres, y «condenados a ser libres» de alguna manera. No podemos abdicar de
nuestra responsabilidad. Ante nosotros tenemos las grandes opciones, las
grandes Causas, esperando que nos decidamos. «Muerte y vida» están ante nosotros,
al alcance de nuestra mano, por la vía de una opción ineludible. Si en nuestra
vida dominan el mal y la muerte, y con ellos el sinsentido y la desesperación,
hemos sido advertidos: podemos hacer de nuestra vida una cosa u otra, gracias
al poder de la libertad que se nos ha dado, la capacidad de elegir la muerte o
la vida, y con ello, la capacidad de convertirnos en vida o en muerte. La
capacidad de hacernos a nosotros mismos. Es uno de los misterios más grandes de
nuestra existencia, el misterio de la libertad. En el
fragmento de la carta a los Corintios que hoy leemos, Pablo habla, de pasada,
de «una sabiduría que no es de este mundo», que procede de otro mundo, que está
en otro mundo, el mundo de Dios, que es un mundo «superior», situado
literalmente encima del nuestro. Es el mundo superior que los filósofos y
sabios del mundo cultural helenista han «imaginado» (no deja de ser una
«imagen») para explicar la realidad, y que ha resultado ser una imagen genial,
que parece expresar una explicación natural y obvia del mundo, que será acogida
por casi todas las culturas subsiguientes (hasta la época moderna). Y es un
conocimiento escondido, inalcanzable, que nada tiene que ver con los saberes de
este mundo, y que pertenece sólo a Dios y a quienes Él quiera revelarlo... Es
la visión «gnóstica», de la «gnosis» o «conocimiento», un conocimiento divino
que pasa a fungir como símbolo del principal bien salvífico: participar de ese
conocimiento que salva es el objetivo de la vida humana, porque ese
conocimiento es el que salva a la persona al hacerle tomar las decisiones
adecuadas en su vida, las decisiones que le hacen caminar el camino de Dios. Es
la misma tradición de «la Sabiduría», ya presente en el Primer Testamento, por
influjo también helenista. Pablo se mueve en ese mismo ámbito de pensamiento y
en esa misma cosmovisión griega de los dos mundos, o dos pisos, uno arriba (el
de Dios y los suyos, o el de las Ideas, según Platón) y otro abajo (el de los
humanos, o el de la materia corruptible según Platón). Hoy continuamos
leyendo el evangelio de Mateo, en secuencia consecutiva con los fragmentos
proclamados en los domingos anteriores. Es el sermón de la Montaña, que comenzó
con las Bienaventuranzas, y que continúa con la exposición de las exigencias de
la Ley de Moisés (Torá), explicadas por Mateo, que está escribiendo para una
comunidad de judíos que se han hecho cristianos, obviamente sin dejar de ser
judíos, como ocurrió por lo demás con todos los cristianos. Tenemos pues que
caer en la cuenta de que esta re-presentación de la Ley en el evangelio de
Mateo está escrita para esa comunidad concreta, que difiere no poco de las
nuestras. Obviamente, tiene también un valor universal, pero debe saberse la
peculiaridad de esta comunidad, para no hacernos «judaizar» innecesariamente a
todos los demás. Pero, además
de esa peculiaridad del evangelio de Mateo, todo el evangelio tiene otra
peculiaridad significativa en este campo de lo moral, de la Ley, y es semejante
a la que hacíamos notar respecto a la lectura anterior, la de Pablo sobre el
conocimiento salvífico o gnosis. La moral vendría a ser también una especie de
conocimiento gnóstico: es una voluntad, divina, superior, venida de fuera,
desde arriba, desde «el segundo piso», que tenemos que tratar de escuchar en
esa dirección. Es una moral «heteró-noma», una norma ajena, venida de fuera, y
de arriba, a la que nos tenemos que someter. Someterse a esa ley es el sentido
de la vida humana. San Ignacio
de Loyola, como hombre todavía del medievo en su cosmovisión, lo refleja
ejemplarmente en su explicación global del sentido de la vida humana, en su
meditación central, la del Principio y fundamento (con su castellano medieval):
«el hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor
y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra
son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para
que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto
le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le
impiden. Por lo qual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas
criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y
no le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud
que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta,
y por consiguiente en todo lo demás; solamente deseando y eligiendo lo que más
nos conduce para el fin que somos criados» (Ejercicios espirituales, 23). No inventó
nada nuevo ahí san Ignacio. Expresaba -antológicamente, eso sí- la visión
medieval y premoderna de una cosmovisión salvífica estructurada en dos pisos,
uno superior (no sólo porque está encima, sino porque es absolutamente superior
en su naturaleza), y otro inferior (temporal, pasajero, corruptible,
peligroso...). Del piso de arriba viene todo: el Ser, el Amor, la Verdad, la
Belleza... y la moral. Una moral pues absolutamente heterónoma, indiscutible,
abrumadoramente inapelable, y en ese sentido fácilmente perceptible como
constringente y ciegamente obligatoria, ajena a toda explicación justificativa,
y en ese sentido opresiva. Con el
advenimiento de la modernidad, en todos los campos, el mundo de arriba -el
segundo piso que genialmente configuraron los helenistas, con Platón a la
cabeza- desaparece, como que se evapora. No hace falta que sea negado, sino que
la ciencia, con sus avances, cada día lo desplaza hacia atrás, replegándose en
favor del descubrimiento de que todo funciona «etsi Deus non daretur», como si
Dios no existiese. El cristiano moderno -el que no sigue viviendo con su cabeza
en el mundo premoderno medieval- no puede aceptar aquella visión escindida en
dos mundos, por muy espiritual que se presente, sino que pasa a vivir en un
mundo nuevo, un mundo único, en la única realidad, sin dos pisos superpuestos. Esta
transformación ya es una realidad en la cultura moderna -por más que muchos
cristianos y no pocas religiones sigan viviendo escindidamente entre la vida
real de la calle y la vida espiritual dualista de sus representaciones religiosas-.
Por eso, muchos cristianos se sienten retrotraídos al mundo de sus abuelos
cuando escuchan este tipo de discursos morales «heterónomos», como si
continuaran existiendo unos preceptos caídos de lo alto, revelados, y por eso
mismo indiscutibles, incuestionables, a los que sólo cabría someterse
acríticamente como súbditos del Rey del cielo (de un segundo piso).
Para la
revisión de vida ¿Cuáles fueron los motivos de
moralidad que me transmitieron cuando me educaron? ¿Temor al castigo eterno?
¿Deseo del cielo? ¿Obediencia ciega a mandatos dictados por Dios soberano? Dice la Iª Carta de Juan: en la plenitud
del amor ya no cabe el temor... ¿Cuáles deben ser los nuevos motivos
fundamentales de mi buen obrar moral? Para la
reunión de grupo ¿Qué es la moral? ¿Y la ética? ¿Cuál es su
fundamento? ¿Qué es la
autonomía y/o la heteronomía de la moral? ¿Qué se quiere decir con ello? Si la moral
no viene de fuera, ni de arriba... qué quiere decir que no es heterónoma? ¿Qué moral es
la opuesto a una heterónoma? Elaborar las
diferencias entre una moral heterónoma y una autónoma. ¿Y dónde
queda Dios-theos en la moral autónoma? Algunos
llaman «teónoma» a la moral autónoma. Y lo explican diciendo que el «teo» al
que se refieren no es el clásico «dios ahí fuera, ahí arriba», sino la
«Divinidad de la Realidad, desde abajo, desde dentro»... Para la
oración de los fieles Por nuestra
sociedad mundial, en trance de pasar de una moral externa justificada por la
revelación y por el temor hacia una moral interna y gratuita, sin amenazas ni
avales externos, para que realice suavemente esta transformación... Para que
también los cristianos nos dejemos influenciar por todo lo bueno que
encontramos en la vida de tantos hombres y mujeres, de tantos pueblos y
religiones, como algo con lo que Dios nos interpela y nos ayuda a crecer en
santidad y en comunión… Para que la
sociedad humana vaya convergiendo en sus convicciones sobre la dignidad humana,
sobre ética básica imprescindible, y en toda sociedad se afiancen sus valores
básicos... Para que
todos los humanos nos sintamos libres, gratuita y gozosamente atados al Bien, a
la Verdad, al Amor y la Justicia, como pilares esenciales de nuestra propia
naturaleza... Para que de
la ley natural pasemos a la ley espiritual, de la ley de la naturaleza pasemos
a la de la historia, de la ley del pasado pasemos a la ley anticipada del
futuro... Oración
comunitaria Dios nuestro, que en nuestra
tradición judeocristiana nos diste antiguamente una ley revelada, escrita en
tablas de piedra y refrendada con la amenaza del castigo tras la muerte.
Ayúdanos a pasar a descubrir un nuevo sentido moral, no basado en el temor del
castigo ni en la promesa de los premios, sino en el valor mismo de la Verdad y
del Bien. Nosotros te lo pedimos inspirados en Jesús, tu Palabra para nosotros.
Oh Misterio del Ser y de la Vida, que desde los inicios del cosmos has acompañado e impulsado internamente su evolución maravillosa, y que ahora, en el ser humano despliegas su poder co-creativo para reinventar una adecuación nueva de la vida con el corazón del cosmos, por la gratuidad de la Conciencia, la seducción de la Belleza, el Enamoramiento de la Vida... Ayúdanos a estar atentos a esta transformación, y a acomodarnos a ella, dejando caer los miedos y los intereses en la moralización de nuestra vida.
|