25 de julio
SANTIAGO, APÓSTOL CICLO "A" Primera
lectura: Hechos de los apóstoles 4,33; 5,12. 27-33; 12,2
Salmo responsorial: Salmo 66 Segunda lectura: 2 Corintios 4,7-15
EVANGELIO 20Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos para
rendirle homenaje y pedirle algo. 21El le preguntó: -¿Qué
deseas? Contestó
ella: -Dispón
que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y el otro
a tu izquierda. 22Pero Jesús replicó: -No
sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar el trago que voy a pasar yo? Le
contestaron: -Sí
lo somos. 23É1 les dijo: -Mi
trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi
mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado. 24Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos
hermanos. 25Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis
que los jefes de las naciones las dominan y que los grandes les imponen su
autoridad. 26No será así entre vosotros; al contrario, el que quiera
hacerse grande sea servidor vuestro 27y el que quiera ser primero
sea siervo vuestro. 28Igual que el Hombre no ha venido para que le
sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.
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COMENTARIOS I Aunque
es la madre quien se acerca a Jesús, la petición es de los Zebedeos mismos (22:
«no sabéis lo que pedís»). Esto muestra que el deseo de preeminencia expresado
en la petición les viene por herencia, es propio de la tradición del judaísmo. «Cuando
tú reines / seas rey»: sentido activo de basileia, «ser rey», «ejercer
la realeza» (cf. 3,2). A pesar de las repetidas predicciones de Jesús, los
discípulos no pierden la esperanza de verlo como monarca davídico en Jerusalén.
La primera predicción ocasionó la oposición de Pedro (16,21ss) y el
correspondiente aviso de Jesús (16,24-28). Después de la segunda vuelve a
retoñar la ambición (18,1) y Jesús les da otra lección (18,2-10). A la tercera
predicción sigue la petición descarada de preeminencia (20,21). Los dos
discípulos siguen interpretando la subida de Jesús a Jerusalén como un acontecimiento
triunfal y quieren ser asociados al ejercicio del poder, ocupando los primeros
puestos en el reino. Se ve el distinto sentido que tiene la subida a Jerusalén
para Jesús y para los discípulos: para él es subir a la gloria (cf. 26,64) a
través de su muerte por los hombres (26,28); para ellos, subir hacia la gloria
humana. vv.
22-23: Pero Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar
el trago que voy a pasar yo? Le contestaron: -Sí lo somos. 23É1 les
dijo: -Mi trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no
está en mi mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga
preparado. La
respuesta de Jesús a los dos hermanos hace ver que éstos no habían comprendido
el sentido de su realeza ni, por tanto, de su mesianismo. La manera de estar
asociados a ella es participar de su pasión y muerte. «Pasar el trago», lit. «beber la copa», locución
semítica figurativa (cf. Is 51,17; Lam 4,21) que, como la castellana, denota
una prueba dolorosa. Conceptualmente, bastaría traducir «pasar la prueba», pero
la frase idiomática «pasar un trago» es más fiel, por inspirarse en la misma
metáfora de «beber». La
copa o trago volverá a aparecer en Getsemaní, donde Jesús experimentará gran
dificultad en aceptar la prueba (26,39). Esta copa será la que ofrezca a los
suyos en la cena (26,27). El será rey en la cruz, a través de su pasión y
muerte, y ellos deben asociarse a su suerte; se manifiesta el sentido extensivo
de la expresión «el Hombre»/«el Hijo del hombre» (17,22; 20,18). Los
dos discípulos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder, como los
antiguos israelitas daban la vida por conquistar la tierra prometida. Jesús, en
cambio, va a hablarles de dar la vida como servicio (20,28), y esto ellos no lo
aceptarán (cf. 26,40s.43). Jesús
les asegura que pasarán por su misma prueba, según el compromiso que todo
discípulo hace al seguirlo (16,24). Sin embargo, ocupar los primeros puestos
no depende de él, sino del Padre. No es que éste tenga a algunos predestinados
para ello, la razón es otra. Seguir a Jesús significa para el discípulo avanzar
en la condición de hijo de Dios; siguiendo a Jesús va recibiendo el Espíritu
que lo va convirtiendo en hijo. Solamente el Padre puede apreciar el punto en
que se encuentra cada uno en esta relación bilateral con él; por eso los
puestos están preparados para aquellos que él sólo conoce. v.
24: Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos
hermanos. Fuerte
reacción de los otros diez. La mención de dos (v. 21) y diez (v. 24) recuerda
el cisma de Israel (1 Re 12). El deseo de poder causa división en el Israel
mesiánico, como la había cansado en el antiguo Israel. vv.
25-28: Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones
las dominan y que los grandes les imponen su autoridad. 26No será
así entre vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor
vuestro 27y el que quiera ser primero sea siervo vuestro. 28Igual
que el Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su
vida en rescate por todos. Instrucción
de Jesús. La alusión a los jefes de las naciones puede aludir a la petición
hecha por Israel de «un rey que nos gobierne, como se hace en todas las
naciones» (1 Sm 8,5). Tal es la concepción mesiánica de los discípulos. Por eso
Jesús los previene contra ella. El dominio y la opresión que ejercen los jefes
y grandes del mundo están desterradas de la comunidad mesiánica. La grandeza o
la primacía no son consecuencia del dominio, sino del servicio (cf. 18,4).
Jesús va a demostrar su realeza dando su vida para liberar a los hombres; aquel
cuyo servicio se parece más al de Jesús es el que está más cerca de ese rey y
ocupa el primer puesto en su comunidad. El mismo se pone por modelo. La
realización de «el Hombre» no se verifica porque someta a otros y sea servido
por ellos, sino porque él mismo sirve dando su vida en ese servicio. Vuelve a
aparecer la segunda condición del seguimiento: «cargar con la cruz» (16,24).
El fruto de este servicio y muerte es liberador para la humanidad. II
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