SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
CICLO "A" Salmo responsorial: Salmo 147 Segunda lectura: 1 Corintios 10, 16-17
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judíos aquellos discutían acaloradamente unos con otros diciendo: -¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne? 53Les dijo Jesús:
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COMENTARIOS ¿PAN O CARNE? Los
judíos aquellos discutían acaloradamente unos con otros, diciendo: -¿Cómo puede
éste darnos a comer su carne?
Jesús, usando los símbolos del antiguo éxodo, cambia el del maná/pan por el del
cordero/carne. Es el final del evangelio del domingo pasado y el comienzo del
de hoy: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo..., el pan que yo voy a dar es mi
carne, para que el mundo viva.» Los judíos que lo escuchaban, aun sin aceptar sus palabras, creían estar entendiéndolo. En efecto: el Antiguo Testamento, y otros libros de la literatura judía, dan el nombre de «pan» a la sabiduría (Prov 9,5; Eclo 15,3) y a la ley; ligada, como el maná, a la experiencia del éxodo. Los que escuchan a Jesús lo consideran maestro, pues así lo llamaron cuando lo volvieron a encontrar después del reparto de los panes y los peces Un 6,25). Por eso podemos deducir que mientras lo oían llamarse a sí mismo «pan del cielo», quizá pensaban en un profeta que propone una nueva doctrina; los que eran partidarios del régimen religioso judío no aceptaban que el origen de Jesús o el de su doctrina estuviera en Dios, pero creían saber de lo que hablaba. Ahora bien, cuando empieza a hablar de carne y de sangre se pierden y, desconcertados, empiezan a discutir entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
UN NUEVO CORDERO PASCUAL Pues
si os lo aseguro: si no coméis la carne del Hombre y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
definitiva y yo in resucitaré en el último día.
El primer cordero pascual lo comieron los israelitas la noche antes de salir de
la tierra de la esclavitud; su sangre les salvó la vida y su carne fue el
alimento que les dio fuerza para dar los primeros pasos por el camino de la
libertad (Ex 12,1-14). Como ya había hecho con el pan, ahora contrapone Jesús
su propia carne y sangre a aquel cordero para reafirmar la preeminencia de su
proyecto de liberación sobre el del primer éxodo: la carne y la sangre de aquel
cordero proporcionaron una vida y una libertad pasajeras que sólo duraron hasta
que llegó la muerte física; Jesús se presenta como el nuevo cordero que va a
dar como alimento su propia carne y su propia sangre para que los hombres
puedan gozar de una vida totalmente lograda. No se trata simplemente de la
promesa de una vida futura para el otro mundo, se trata de dar vida, ya y
ahora, a los hombres de este mundo que coman y beban el cuerpo y la sangre del
cordero de la nueva liberación. Las palabras que el evangelista pone en boca de
Jesús están en presente («quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
definitiva»): se refiere a una vida que ya se puede disfrutar aquí, antes de la
muerte y antes de la resurrección prometida, ésa sí, para el futuro. Una vida
que, por otro lado, sólo se puede alcanzar mediante este alimento que, con gran
sorpresa para ellos, Jesús les está ofreciendo. CELEBRAR Quien
come mi carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él; como a mí me envió el
Padre, que vive, y así yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá
por mi.
La comunidad para la que escribe Juan sabe que estas palabras se refieren a la
eucaristía. No se trata de un rito de antropofagia; tampoco de una ceremonia
mágica en la que basta con pronunciar unas palabras prodigiosas para que todo
funcione mecánicamente; al celebrar la eucaristía los miembros de esta
comunidad sentían que la vida de Jesús se fundía realmente con la vida de cada
uno de ellos, experimentaban a Jesús como don en una entrega constantemente
renovada; sentían que el Espíritu de Jesús los inundaba y percibían esa nueva
calidad de vida que sólo es posible sentir en un ambiente de amor en el que
todos comparten la misma vida porque se sienten hermanos, hijos de un mismo
Padre: «Nosotros sabemos que ya hemos pasado de la muerte a la vida porque
amamos a los hermanos» (1 Jn 3,14).
En un contexto también eucarístico, Jesús explicará en qué consiste seguir o
permanecer con él: «Manteneos en ese amor mío. Si cumplís mis mandamientos, os
mantendréis en mi amor, como yo vengo cumpliendo los mandamientos de mi Padre y
me mantengo en su amor... Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros
igual que yo os he amado» Un 15,9-11). Seguir con él es mantenerse en su amor,
mantenerse en su amor significa cumplir sus mandamientos y sus mandamientos
consisten en poner en práctica, en cualquier ocasión, el mandamiento del amor
fraterno.
Celebrar la eucaristía supone haber llegado al final de nuestro camino de
liberación personal en medio, por supuesto, de una comunidad de hermanos. Pero,
al mismo tiempo, compromete a luchar por la vida y la libertad de quienes
todavía no han podido acceder a ellas.
La de Jesús es carne de nuestra carne y, si al darla comunicó vida al mundo,
también la nuestra podrá servir para el mismo fin. Aquella carne, es cierto,
estaba llena del Espíritu de Dios; pero también la nuestra puede llenarse de
ese Espíritu y convertirse, con su fuerza, en pan que, compartiendo también el
pan de cada día, se reparte para la vida del mundo. Eso es celebrar la
eucaristía.
II 52-55
Los judíos aquellos discutían acaloradamente unos con otros diciendo:
«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» Les dijo Jesús: «Pues sí, os lo
aseguro: Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
definitiva y yo lo resucitaré el último día, porque mi carne es verdadera
comida y mi sangre verdadera bebida.
Las palabras anteriores de Jesús no provocan ahora sólo una crítica, sino una
discordia entre sus adversarios. La mención de "su carne" los ha
desorientado y les ha quitado la seguridad. Mientras Jesús se mantuvo en la
metáfora del pan, creían comprender; podían aún interpretar que se presentaba
como un maestro de sabiduría enviado por Dios. Pero Jesús ha precisado que ese
pan es su misma realidad humana (su carne), no una doctrina. Ya no
entienden qué puede significar "comer su carne".
Jesús hace una nueva declaración, que explica la anterior: comer y beber
significan asimilarse a él, aceptar y hacer propio el amor expresado en su
vida (su carne) y en su muerte (su sangre). En el éxodo de
Egipto, la carne del cordero fue alimento para la salida de la esclavitud, y su
sangre liberó a los israelitas de la muerte por mano del exterminador (Éx
12,1-14). En el nuevo éxodo, la carne de Jesús es alimento permanente, y su
sangre no libera momentáneamente de la muerte, sino, como su carne, da vida
definitiva, que la supera.
La doble fórmula "comer la carne" y "beber la sangre"
distingue entre la realidad histórica de Jesús (carne = hombre mortal) y su
entrega hasta el fin (sangre = don de su vida). Se subraya así el doble aspecto
de la adhesión: significa en primer lugar la identificación del discípulo con
Jesús, el Hombre pleno, y la aspiración a alcanzar la plenitud mediante una
actividad como la suya en favor de los hombres. En segundo lugar, y como
expresión de la identificación interior, no cesar en esa labor, no retroceder
ni siquiera ante la prueba extrema.
La frase de Jesús: no tenéis vida en vosotros, es decisiva; no hay
realización del hombresi no es por la asimilación a Jesús, obra del Espíritu
que de él se recibe y que lleva a una entrega y a una calidad humana como la
suya.
Es evidente la alusión a la eucaristía, que queda así puesta bajo el signo del
Hijo del hombre. El pan y el vino eucarísticos son así símbolo de Jesús en
cuanto es el modelo de Hombre, de su ser y actividad y de su entrega hasta el fin.
El compromiso cristiano renovado en la eucaristía consiste, por tanto, en la
mayor asimilación a este modelo.
Se expone al mismo tiempo el doble aspecto de la eucaristía: es el nuevo maná,
el alimento, vehículo del Espíritu, que da fuerza y vida, y la nueva norma de
vida, no por un código externo (
El éxito está asegurado: el que se asimila al modelo de Hombre tiene vida
definitiva, pues posee el Espíritu de Dios. Inmediatamente expone Jesús con
otras palabras el don de la vida definitiva: él va a resucitarlo "el
último día", el de su muerte, cuando comunicará su Espíritu (cf. 6,39).
Cuando afirma Jesús que "su carne es verdadera comida" y "su
sangre verdadera bebida" quiere decir que la asimilación a su estilo de
vida y a su entrega, el desarrollo y plenitud expresados por la denominación
"el Hijo del hombre", son realmente posibles. Cada uno puede hacer
suyo este ideal, seguro de que no es irrealizable.
56-58 Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él; como a mí
me envió el Padre que vive y, así, yo vivo por el Padre, también aquel que me
come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo, no como el que comieron
vuestros padres y murieron; quien come pan de éste vivirá para siempre».
Asimilar la carne y la sangre de Jesús, es decir, hacer propio el ideal de
Hombre que él propone, con una actividad y entrega como la suya, implica una
compenetración con él que hace compartir su misma vida. En Jesús, el Padre
adquiere rostro humano y presencia en el tiempo, mientras Jesús, en comunión
con el Padre, adquiere rostro divino. El que se adhiere a Jesús reproduce en sí
mismo ese proceso, entrando en la unidad del Padre y del Hijo. Es el núcleo del
mensaje de Juan (17,20-26).
La vida que Jesús posee procede del Padre (cf. 1,32: el Espíritu que bajaba
como paloma desde el cielo y se quedó sobre él) y él vive en total
dedicación al designio de Dios de dar vida al mundo (4,34; 6,39-40.51). Jesús
comunica esa vida a los suyos: la actitud de éstos ha de ser dedicarse a
cumplir el mismo designio.
Se cierra el tema del maná, comenzado en la perícopa anterior (6,31) y recogido
en la primera parte de ésta (6,41.49.51). El maná no consiguió completar el
antiguo éxodo; el éxodo de Jesús, en cambio, llega a su fin: quien come pan
de éste vivirá para siempre. Ese pan ha bajado del cielo. Jesús
se refiere ahora a sí mismo como dador del Espíritu (cf. 6,33.34), disponible
para los hombres.
Se refiere Jesús en esta perícopa a la nueva comunidad humana, que, a
diferencia de la que se constituyó en el Sinaí, que murió en el desierto,
llegará a la tierra prometida, a la vida definitiva. Sin embargo, cada vez que
hace alusión al seguimiento (comer / beber), Jesús se refiere al individuo, no
a la comunidad como tal. Para él, su comunidad no es "gente" ni
"multitud" (6,5), sino "hombres adultos" (6,10), donde cada
uno hace su opción personal y libre y tiene su propia responsabilidad en el
seguimiento y en la asimilación a él.
59 Esto lo dijo enseñando en una sinagoga, en Cafarnaún.
Termina la perícopa indicando la ocasión y el lugar.
III
¿Qué significa para nosotros
¿Qué significa para nosotros Pablo orienta
a una comunidad de los peligros de división. Aprovecha el contexto comunitario
de la Eucaristía para hacer algunas aplicaciones prácticas a este respecto. La
palabra clave es: el Cáliz, el Pan... ¿no nos "une" a todos, en la
sangre, en el cuerpo de Cristo?. El tema es: La unión de todos en el cuerpo y
la sangre de Cristo. De este modo revela el grave compromiso de unidad (común -
unión) entre todos. Beber el Cáliz, comer el Pan...expresan el hondo sentido de
una fe comprometida por la unidad, la fraternidad, el amor, la solidaridad, la
entrega, a los hermanos en Cristo. Si esto no está claro, nuestras Eucaristías
están vacías de sentido, o son un mero rito religioso intimista, muy lejos de
lo que lo que Pablo quiso inculcar a su comunidad. Acto seguido el Apóstol de
los gentiles remacha el tema con la comparación "el Pan es uno... nosotros
somos muchos"... para concluir que al comulgar "formamos un solo
cuerpo". La unidad en la universalidad, es un tema de gran actualidad.
Pero también "el cuerpo" expresa la dimensión sacramental de la
Iglesia que en la diversidad de razas y culturas visibiliza al Cristo total. hacemos este
Gesto, compartida la mesa y el
destino, como hermanos. Las vidas en
Tu muerte y en Tu vida. iremos
aprendiendo a ser la unida Ciudad de
Dios, Ciudad de los humanos. Comiéndote
sabremos ser comida, El pan que
ellos no tienen nos convoca a ser Contigo
el pan de cada día. marchamos
hacia el Reino haciendo Historia, fraterna y
subversiva Eucaristía. Para la
revisión de vida ¿Digo yo también, por dentro, al
participar en la eucaristía, desde mi más honda opción: "tomad y comed,
éste es mi cuerpo...", poniéndome en disposición de dejarme comer por el
servicio a mis hermanos? ¿Es mi vida realmente un
"compartir"? ¿Estoy sentado, participo en alguno
de los "grupos de cincuenta" para reflexionar qué hacer frente al
hambre del pueblo? Para la reunión
de grupo La doctrina y
la teología clásica (de los últimos siglos sólo, al fin y al cabo) sobre la
Eucaristía ha estado centrada en el concepto de «transubstanciación». Compartir
en el grupo sobre lo que este concepto filosófico, escolástico, aristotélico en
el fondo, comporta. ¿Es necesario
aceptar la filosofía escolástica para estar en la verdad de la Iglesia sobre la
Eucaristía? Explicitar las relaciones entre la fe en la eucaristía y las
opiniones filosóficas involucradas en los conceptos con que se expresan las
formulaciones oficiales de la fe. Para la
oración de los fieles Por los 200
millones de niños menores de cinco años que están desnutridos; por los 11
millones de niños que mueren al año por desnutrición... Por nuestras
"eu-caristías", para que sean realmente una acción de gracias, una
fiesta, una auténtica celebración... Para que la
liturgia de nuestra Iglesia se despoje de todo hermetismo hierático, acoja los
símbolos de los pueblos, se inculture, asuma nuestras vidas, con sus problemas,
sus esperanzas y todas sus riquezas culturales y espirituales... Por todos los
niños y niñas que en este día, en muchas iglesias locales, celebran su
"primera comunión", su primera participación formal en la eucaristía:
para que esa "primera" comunión no sea la última, ni sea demasiado
distanciada su participación en la comunidad... Oración
comunitaria Señor Jesús, que partiste y repartiste tu pan, tu vino, tu cuerpo y tu sangre, durante toda tu vida, y en la víspera de tu muerte lo hiciste también simbólicamente; te pedimos que cada vez que nosotros lo hagamos también "en memoria tuya" renovemos nuestra decisión de seguir partiendo y repartiendo, como tú, en la vida diaria, nuestro pan y nuestro vino, nuestro cuerpo y nuestra sangre, todo lo que somos y poseemos. Te lo pedimos a ti, que nos diste ejemplo para que nosotros hagamos lo mismo.
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