DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "A" Primera lectura: Isaías 55, 10-11
Salmo responsorial: Salmo 64 Segunda lectura: Romanos 8, 18-23
EVANGELIO 2Se congregaron alrededor de él
grandes multitudes; él entonces se subió a una barca y se quedó sentado allí;
toda la multitud se quedó en la playa. 3Les habló de muchas cosas en
parábolas: -Salió el sembrador a sembrar. 4Al
sembrar, unos granos cayeron junto al camino; vinieron los pájaros y se los
comieron. 5Otros cayeron en terreno rocoso, donde apenas tenían tierra;
como la tierra no era profunda, brotaron en seguida; 6pero en
cuanto salió el sol se abrasaron y, por falta de raíz, se secaron. 7Otros
cayeron entre zarzas; las zarzas crecieron y los ahogaron. 8Otros
cayeron en tierra buena y fueron dando fruto: unos, ciento; otros, sesenta;
otros treinta. 9¡Quien tenga oídos, que escuche! 10Se le acercaron los discípulos y
le preguntaron: -¿Por qué razón les habías en parábolas? 11El les contestó: -A vosotros se os han dado a conocer los
secretos del reinado de Dios; a ellos, en cambio, no se les han dado; 12y
al que produce se le dará hasta que le sobre, mientras al que no produce se le
quitará hasta lo que ha recibido. 13Por esa razón les hablo en
parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. 14Se
cumple en ellos la profecía de Isaías: Por mucho que oigáis no entenderéis, por mucho que veáis no
percibiréis: 15Porque está embotada la mente de
este pueblo; son duros de oído, han cerrado
los ojos para no ver con los ojos ni oír con los oídos
ni entender con la mente ni convertirse para que yo los cure (Is
6,9-10). 16¡Dichosos, en cambio, vuestros
ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen! 17Pues os aseguro que
muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron, y
oír lo que oís vosotros, y no lo oyeron. 18Escuchad ahora vosotros la
parábola del sembrador: 19Siempre que uno escucha el mensaje del
Reino y no lo entiende, viene el Malo y se lleva lo sembrado en su corazón: eso
es «lo sembrado junto al camino». 20«El que recibió la semilla en
terreno rocoso» es ese que escucha el mensaje y lo acepta en seguida con
alegría; 21pero no tiene
raíces, es inconstante, y en cuanto surge una dificultad o persecución por el
mensaje, falla. 22«El que recibió la semilla entre zarzas» es ese
que escucha el mensaje, pero el agobio de esta vida y la seducción de la
riqueza lo ahogan y se queda estéril. 23«El que recibió la semilla
en tierra buena» es ese que escucha el mensaje y lo entiende; ése sí da fruto y
produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta.
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COMENTARIOS La parábola es como un juego
entre el narrador y el oyente, entre el autor y el lector. En cuanto tal es
abierta y puede ser comprendida por todos. Pero no es un juego inocente. Se
produce necesariamente en un contexto vital, y esto le confiere un carácter
crítico y subversivo. Hay una especie de juego sordo entre el narrador y el
oyente en el que cada uno se sitúa en su propia vida y circunstancias,
sintiéndose constantemente aludido. El que oye la parábola se siente
interpelado, no puede permanecer indiferente, se adhiere a ella o la rechaza,
pues la parábola toca las fibras más íntimas de su ser. -"el Reino de los cielos se
parece a un sembrador"- quien la oye tiene que hacer realidad la ficción y
vivir de acuerdo con lo narrado. Como el sembrador, el Reino de
Dios no se instaurará en el mundo sino a través de numerosos e impresionantes
fracasos. Esto es lo que ni los fariseos ni las turbas- ni siquiera nosotros,
cristianos del siglo veinte- podemos comprender. Nos gustaría el éxito, el
triunfo arrollador y casi categórico del Evangelio en medio de nuestro mundo.
Nos duele y nos desmoraliza demasiado la resistencia y la oposición. Nos
cansamos, nos desilusionamos.
La palabra de Dios, y en
concreto el mensaje de Jesús, no echa raíces en cualquier sitio. Como una
semilla cualquiera, necesita que la tierra en la que cae esté preparada para
recibirla. Si no es así. la semilla se perderá y la tierra quedará infecunda. Al terminar Jesús de exponer la
parábola del sembrador, sus discípulos le preguntan por qué razón utiliza este
medio para dirigirse a la gente. Las parábolas no exponen el mensaje
directamente, sino mediante comparaciones, y es necesario interpretarlas; los
mismos discípulos se ven en la necesidad de pedir a Jesús que les explique
algunas parábolas. ¿ Por qué, pues, las parábolas? El mensaje de Jesús es, en el
sentido más serio del término, revolucionario: va dirigido a sustituir un modo
de vida por otro nuevo; es la propuesta que Dios hace a los hombres: atreveos a
vivir como hijos míos, atreveos a vivir como hermanos. Es un mensaje de
alegría y de liberación, una invitación a la más profunda reconciliación del
hombre consigo mismo, con sus semejantes y con Dios, que se ofrece a ser Padre
por encima de razas y de tradiciones religiosas (Jesús se pone a predicar en el
mar, zona de frontera con los paganos). Pero para que este nuevo modo de
vivir sea posible, los hombres deben liberarse primero de todos aquellos
sistemas sociales, políticos o religiosos que no les permiten percibir cuando
ven ni oír cuando escuchan. Porque el mensaje que Jesús proclama no se puede
aceptar si no hay unas condiciones mínimas de libertad y de autonomía personal. Los oyentes de Jesús están
dominados por la ideología que defiende un nacionalismo exclusivista que siguen
defendiendo la mayoría de los grupos que tienen influencia en la mentalidad
del pueblo; algunos de estos oyentes quizá estarían dispuestos a aceptar un
Dios Padre... de Israel; pero jamás aceptarían considerarse hermanos de los
paganos. Esta es la razón por la que
Jesús habla en parábolas: al presentar por primera vez el mensaje, o algún
aspecto del mismo, no quiere espantarlos; quiere despertar el interés de sus
oyentes para que, intentando interpretar el sentido de las parábolas, empiecen
a pensar por sí mismos, primer paso para romper las cadenas de la ideología que
los esclaviza; entonces podrán convertirse, comprender y aceptar el
mensaje de Jesús «Por esta razón les hablo en parábolas, porque miran sin ver y
escuchan sin oír ni entender». LAS DIVERSAS
CLASES DE TIERRA Las distintas clases de tierra
no representan a diversas categorías de hombres; la tierra del hombre es
siempre buena; el problema es cómo la prepara cada cual para recibir la semilla. Tiene su tierra como «el camino»
quien sigue ambicionando el poder, quien sigue pensando que los hombres sólo
son iguales en teoría, quien no ha rechazado todavía la idea de que es posible
convertir este mundo en un mundo de hermanos desde una estructura de poder. «El
Malo», el mismo que en el desierto intentó desviar a Jesús del camino que el
Padre le había trazado para la realización de su misión (Mt 4,1-11), se
encargará de hacer que desaparezca todo trazo de la semilla que se intentó
sembrar en aquel hombre. «El terreno rocoso». Cuando a
una persona se le ofrece la posibilidad de cambiar, se suscita en ella una
lucha entre el esfuerzo que tiene que realizar para que se produzca el cambio
y la comodidad que supone el quedarse en donde se está. El mensaje de Jesús, ya
lo hemos dicho, es un proyecto de cambio radical; ante él hay quien tiene una
primera reacción de alegría, de interés por las nuevas perspectivas que se le
abren; pero, al final, asusta demasiado el cambio, vence la comodidad, falla
la constancia, y la planta, apenas nacida, se pierde. «Las zarzas» son la injusticia
de la riqueza, practicada o padecida. «El agobio de esta vida» es la
preocupación de quien, víctima de un injusto reparto de los bienes de la
tierra, no tiene la supervivencia asegurada y no sabe que la manera más cierta
de asegurarla no es la obsesión por la comida, la bebida y el vestido, sino el
trabajo para que reine la justicia de Dios (Mt 6,25-33); «la
seducción de la riqueza» es la idolatría de quien ha hecho su dios al dinero
(Mt 6,24). Y «la tierra buena»... es la libertad del
hombre que escucha y puede elegir; y su generosidad, que lo lleva a aceptar y
a hacer propio el proyecto que Jesús presenta en las bienaventuranzas, y su
esfuerzo y su trabajo para que se realicen las condiciones que hagan posible
para todos los hombres la realización de la promesa de Jesús: «Seréis
dichosos» (Mt 5,1-12).
«La casa» de la que sale Jesús
representa el círculo de sus discípulos de la escena anterior (cf. 13,36). Su
salida está en relación con la del sembrador (3b). Sale a la orilla del mar,
que es la frontera entre Israel y los pueblos paganos, el lugar donde había
llamado a los primeros discípulos (4,18). La subida a la barca para enseñar
(«se quedó sentado», cf. 5,1) es paralela a la de Mc 4,1. La enseñanza comienza
directamente con las parábolas (en Mc 4,12 hay dos comienzos de enseñanza). La
parábola del sembrador o de los cuatro terrenos presenta mínimas diferencias de
redacción con la de Mc 4,3-9. En cuanto a la traducción de
este pasaje, hay que tener en cuenta que el verbo «tener» («al que tiene se le
dará») es la forma estática y resultativa de varios verbos dinámicos:
«obtener», «ganar», «negociar», «comprar», «coger», «recibir». En este caso,
por su relación con la parábola anterior, el dicho se refiere a la fecundidad
expresada en v. 8, la del grano que cae en tierra buena o, equivalentemente, a
la correspondencia a la invitación hecha en las bienaventuranzas. Los que no
han dado el paso ni hecho la opción, alienados por la ideología que profesan,
no producen y perderán el mensaje recibido. Aunque Jesús dice que los
discípulos ven y oyen, no afirma que perciban y entiendan. De ahí que también a
ellos a veces hable en parábolas. La condición para que Jesús pueda hablar
claro es la adhesión a él y a su programa. Cuando les explica las parábolas,
por propia iniciativa (13,18-23.49-50) o a petición de los discípulos
(13,3643), es señal de que no las han entendido, pero, al mismo tiempo, de que
son capaces de aceptar el mensaje que contienen. Otras veces, en cambio, no se
las explica: esto indica que aún existe en ellos algún obstáculo -algún aspecto
de la ideología del judaísmo que los incapacita para aceptar la enseñanza contenida
en ellas. La parábola y su explicación
exponen, por tanto, las posibles actitudes con que un hombre puede presentarse
ante el mensaje. Son un aviso de Jesús. No da él por descontado el éxito; éste
depende del hombre mismo. El reinado de Dios no va a implantarse sin la
colaboración humana; no va a ser impuesto desde arriba ni de modo repentino;
necesita ser acogido por el hombre y producir en él el fruto correspondiente.
El mensaje no es aceptable sin más para todos: hace faltar estar libre, en
primer lugar, de la estima y ambición del poder (19). En segundo lugar,
necesita que el hombre lo haga suyo, de modo que sea inseparable de él pase lo
que pase (20s). En tercer lugar, el hombre tiene que desprenderse de todo
agobio por la subsistencia y del deseo de comodidad (22). Jesús indica, por
tanto, las diversas causas del fracaso del mensaje, que pueden coexistir en el
mismo individuo.
Esta
comparación nos ayuda a comprender que la palabra que Dios nos comunica no gira
en el vacío, sino que se dirige a los ‘terrenos cultivados’, o sea , a todas
las personas que con devoción y cariño preparan su mente y sus afectos para que
sea eficaz la palabra que ellos reciben de Dios por medio de los profetas. De
este modo la comparación resalta dos elementos muy importantes: la palabra se
dirige a los ‘terrenos cultivados’ donde la semilla ya reposa y la palabra
retorna a su fuente de origen. El evangelio
de Mateo complementa esta imagen tan poderosa y sugestiva con la ‘parábola del
sembrador’. En esta parábola los elementos decisivos son la excelente calidad
de la semilla y la disposición del terreno. El sembrador lanza una semilla de
excelente calidad y lo hace con la generosidad y esperanza de quien ama su
campo de cultivo. No ahorra esfuerzo ni semillas; las coloca incluso en lugares
en donde no cabría esperar ningún resultado ya que su interés no es conservar
sino esperar que esa semilla haga fructificar todos los sectores de su parcela.
El otro elemento decisivo, el terreno, responde de diferente manera según la
‘calidad’ de la tierra. La buena disposición de cada pedazo de la parcela
constituye el factor desicivo para el éxito de la empresa. La semilla es buena,
pero no siempre el terreno que responde de manera desigual. La
interpretación de la parábola que aparece en la sección siguiente del
evangelio, nos da una claves poderosas de comprensión. La disposición del
terreno se refiere a la actitud de las personas. Algunas se dejan cultivar y
ofrecen una tierra apta donde la semilla echa raíces profundas. Otras, en
cambio, ofrecen terrenos donde la semilla se pierde por exceso de dureza, por
descuido, superficialidad o negligencia. Tanto el grupo representado por los
buenos terrenos, como el grupo representado por los terrenos no receptivos,
hacen parte de la misma parcela. Los dos están en la misma geografía, en la
misma historia y en el mismo momento. No hay excusa válida para justificar la
falta de acogida y de respuesta. Esta parábola
se refiere a una realidad de la comunidad cristiana sobre la que ya se había
hecho una profunda recepción. En la comunidad, representada por la parcela, se
encuentran terrenos, es decir personas, con diferentes actitudes y proyectos.
No se puede saber de antemano que respuesta va a dar cada quien. Lo único que
se sabe es que el sembrador reparte con generosidad su fértil semilla. Sin
embargo, en el desarrollo del proceso de cultivo se sabe quien es apto y quien
no. Pero no basados en criterios arbitrarios, sino en el fruto que cada quien
muestra. La expresión ‘dar frutos’ tiene un valor muy preciso en la Biblia y se
refiere siempre a la respuesta positiva del ser humano al proyecto de Dios.
Pero no a cualquier proyecto presentado en nombre de Dios, sino a la propuesta
de los profetas que Jesús de Nazaret ha llamado ‘reinado de Dios’. Es decir,
una experiencia humana donde sea posible al amor solidario, la libertad para
hacer el bien y la justicia responsable. La parábola
del sembrador nos pone en contacto con la profecía consoladora de Isaías. La
palabra de Dios actúa en la historia humana en las personas que cultivan el
terreno sorprendente del amor solidario, de la escucha atenta del hermano y del
servicio generoso y desinteresado a los excluidos. La palabra de Dios se hace
fecunda en las comunidades y personas que asumen una actitud responsable ante
la historia y no permiten que la ‘buena nueva del evangelio’ se convierta en
consigna barata ni en cliché de espiritualizaciones alienadoras y superfluas,
sino que procuran siempre que la palabra del profeta sea eficaz en la historia.
Pablo, en la Carta a los Romanos, nos propone esta misma reflexión: la creación, el terreno fértil que Dios ha dado al ser humano en la historia (Gn 2, 4-25), aguarda con impaciencia la realización de la obra de Cristo en toda la humanidad. La propuesta de Jesús nos abre a la esperanza de un futuro en el que la Humanidad se reconoce en la justicia y en el amor solidario y no en la muerte y la guerra.
Para la
revisión de vida Dios ha sembrado su palabra en mi
vida. ¿Cómo la he acogido yo? ¿Se ha secado o ha fructificado? ¿Cuánto, cómo? Para la
reunión de grupo Somos una
generación que entiende la Biblia de forma muy diferente a como la han mirado y
leído las anteriores generaciones de cristianos. Hagamos un elenco de cuáles
podrían ser estas diferencias. Comentarlas después una a una. “La Biblia no
es «la» palabra de Dios” sino que “la Biblia es palabra de Dios”: comentar la
distinción. (Hay muchas otras «palabras de Dios»; la Biblia puede ser -a lo
más, y sólo para nosotros- la «palabra de Dios por antonomasia». La palabra de
Dios es viva y eficaz... Sugerir cuáles pueden ser «amores equivocados» hacia
la palabra de Dios: una lista de posibles fundamentalismos bíblicos... Dice san
Pablo que "la creación entera gime con dolores de parto...". Se trata
de un mensaje distinto de aquél del génesis, que pone a toda la naturaleza a
los pies del ser humano, para que sea dominada y explotada enteramente a su
servicio. Se ha acusado a la Biblia y a la tradición cristiana de tener una
visión excesivamente antropocéntrica de la naturaleza... Una nueva actitud
sería la de comprender que el ser humano no puede explotar la naturaleza
pensando en el propio interés, sino que tiene también la responsabilidad de
“cuidar” la tierra, ser no el dueño de la naturaleza sino el hermano mayor de
todos los seres, que asume su responsabilidad de cuidar a los hermanos menores.
Aparte de la
aplicación fácil de la parábola del sembrador, subsiste el problema de esas
alusiones que Jesús parece desvelar: no se explica, para que algunos no
entiendan... Comentar en el grupo qué puede significar eso... Para la
oración de los fieles Por toda la
Iglesia, para que su palabra sea veraz y eficaz como lo es la Palabra del
Padre. Oremos. Por todos
aquellos que desprestigian sus palabras con sus hechos, para que recapaciten y
hagan que su vida sea coherente con lo que anuncian y prometen. Oremos. Por todos los
que tienen la misión de predicar el Evangelio, para que anuncien una fe viva,
liberadora, salvífica y transformadora de personas y sociedades. Oremos. Por todas las
personas que trabajan para dar a luz un mundo nuevo y mejor, para que continúen
en la lucha sin desfallecer. Oremos. Por todos los
que sufren por cualquier causa, para que la Palabra de Dios siembre en ellos la
paz y la esperanza. Oremos. Por todos
nosotros, para que tengamos cada día más abiertos el oído y el corazón a la
palabra de Dios. Oremos. Oración
comunitaria Señor, que la luz de tu Palabra sea
siempre guía en nuestra vida; y que tu amor germine en nosotros, para que
podamos dar frutos de vida entre nuestros hermanos, de modo que todos
alcancemos la libertad, el gozo y la paz. Nosotros te lo pedimos por Jesús,
hijo tuyo y hermano nuestro. Amén.
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