TRIGESIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "A" Primera
lectura: Malaquías 1, 14b – 2, 2b. 8-10 EVANGELIO -En la cátedra de Moisés han tomado asiento
los letrados y los fariseos. 3Por tanto, todo lo que os digan,
hacedlo y cumplidlo..., pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen, pero no
hacen. 4Lían fardos pesados y los cargan
en las espaldas de los hombres, mientras ellos no quieren empujarlos ni con un
dedo. 5Todo lo hacen para llamar la
atención de la gente: se ponen distintivos ostentosos y borlas grandes en el
manto: 6les encantan los primeros puestos en los banquetes y los
asientos de honor en las sinagogas, 7que les hagan reverencias por la calle y que la gente los
llame «Rabbí». 8Vosotros, en cambio, no os
dejéis llamar «Rabbí», pues vuestro maestro es uno solo y vosotros todos sois
hermanos; 9y no os llamaréis «padre» unos a otros en la tierra, pues
vuestro Padre es uno solo, el del cielo; 10tampoco dejaréis que os llamen «directores», porque
vuestro director es uno solo, el Mesías. 11El más grande de vosotros
será servidor vuestro. 12A quien se encumbra, lo abajárán, y a quien
se abaja, lo encumbrarán.
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COMENTARIOS I Jesús echa en cara a los
ricos su injusticia; a los sumos sacerdotes, la manipulación de los
sentimientos religiosos de la gente y de la religión misma, que han convertido
en su negocio; a los poderosos, su prepotencia... Pero las denuncias más
apasionadas las dirige a los fariseos. La razón no es porque fueran mucho
peores que los otros, sino porque, con su apariencia de buenos, los fariseos
engañaban y corrompían a la gente. LIBERACIÓN INTEGRAL Jesús pone en marcha un proceso de liberación
que debe conducir a los hombres a ser, individual y colectivamente, verdaderamente
libres. El apóstol Pablo compara este proceso con el del crecimiento humano y
dice que la fe en Jesús, al hacernos hijos adultos de Dios, nos hace
totalmente libres (Gál 3, 23-4,7). Esto supone, según el mismo Pablo, que los
que han aceptado el mensaje evangélico y se han abierto al Espíritu deben ser
capaces de discernir por sí mismos «lo que es voluntad de Dios, lo
bueno, lo conveniente, lo acabado» (Rm 12,1-2). Jesús quiere que los hombres sean libres no
sólo de. las cadenas externas con las que otros hombres les pueden arrebatar
la libertad de movimiento, sino también de cualquier tipo de dominio interior;
Jesús quiere que los hombres sean dueños de su vida, de su inteligencia, de su
voluntad, de su propia conciencia; Jesús ofrece una liberación radicalmente
integral que es imposible lograr si no se descubre el verdadero rostro de
letrados y fariseos.
No, no son tan santos. En primer lugar, están
usurpando un lugar que no les corresponde: «En la cátedra de Moisés han tomado
asiento los letrados y los fariseos». Moisés, por encargo del Señor, se había
puesto a la cabeza de un movimiento de liberación, había guiado al pueblo
desde la esclavitud a la libertad; y ellos hablan en nombre de él y en nombre
del Señor para someter al pueblo y mantenerlo reducido a una permanente
servidumbre. Pero, además, también en ellos se cumple
aquel refrán que dice que «una cosa es predicar y otra dar trigo». A los demás
les exigen muchas cosas; ellos, sin embargo, no las cumplen: «Por tanto, todo lo que os digan, hacedlo y
cumplidlo..., pero no imitéis sus obras, porque ellos dicen, pero no hacen». La
frase de Jesús es irónica. No está aprobando sin más toda la doctrina farisea;
ya la ha criticado otras veces, y en este mismo discurso volverá a
desautorizarla (Mt 15,6-9; 16,5-12; 23, 16-20); lo que Jesús intenta es mostrar
que ni ellos mismos se creen lo que dicen, porque si se lo creyeran, lo
pondrían en práctica. Por
otro lado, «lían fardos pesados y los cargan en las espaldas de los hombres,
mientras ellos no quieren empujarlos ni con un dedo». Esta es, en primer lugar,
una cualidad de los fariseos exigen mucho pero no ayudan nada; pero, sobre
todo, esta es una característica de su manera de entender las relaciones del
hombre con Dios a partir de Finalmente, la intención de letrados y
fariseos no es agradar a Dios, sino alimentar su orgullo: «Todo lo hacen para
llamar la atención de la gente: se ponen distintivos y borlas grandes en el
manto; les encantan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de
honor en las sinagogas, que les hagan reverencias por la calle y que la gente
los llame 'Rabbi'». No creen en Dios, sólo creen en sí mismos; no tienen ningún
interés en acercar la gente a Dios: sólo quieren que la gente los trate a ellos
como a dioses.
El objetivo último que Jesús persigue con
esta polémica se ve ahora totalmente claro: lo que él pretende es que estos
defectos no se reproduzcan en su comunidad. Es posible que cuando Mateo escribe
su evangelio, en el grupo al que él se dirige (el evangelio se dirige a todos,
también a nosotros; pero en un primer momento cada evangelista tiene presente
las circunstancias de la comunidad en la que está integrado y para la que
escribe en primer término) algunos pretendieran erigirse en los letrados y
fariseos de la comunidad; si es así, lo que es muy probable, el tono
apasionado que tiene este discurso refleja la importancia que da el
evangelista a esta cuestión; él sabe que silos fariseos se hacen con el control
de la iglesia, harán con el mensaje de Jesús lo que hicieron con la religión de
Moisés: lo dejarán reducido a un conjunto de leyes y de normas que impedirán la
relación de amor de los hombres con Dios y arruinarán la posibilidad de
libertad y felicidad para los hombres mismos. Lo primero que dice Jesús al dirigirse a sus
discípulos es que entre ellos no se pueden establecer dignidades y castas que
los separen: «Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “Rabbí”, pues vuestro
maestro es uno solo y vosotros todos sois hermanos; y no os llamaréis 'padre'
unos a otros en la tierra, pues vuestro Padre es uno solo, el del cielo;
tampoco dejaréis que os llamen 'directores', porque vuestro director es uno
sólo, el Mesías». En la comunidad cristiana hay un solo maestro («rabbí»,
que significa «señor mío», «monseñor», era el título que se daba a los maestros
más importantes), un solo padre (este título lo usaban también los
maestros y los miembros del Gran Consejo; igualmente se daba a los mayores, de
quienes se habían recibido las tradiciones y creencias que los identificaban
como pueblo; véase Hch 7,2; 22,1) y un solo director (guía espiritual):
el padre, el del cielo; el único maestro y director, el Mesías; los demás,
hermanos. Eso no quiere decir que la comunidad de Jesús
sea una masa informe. Por supuesto que no. Desde el principio, en las
comunidades cristianas hubo «especialización» (véase, p. ej., 1 Cor 12,28-29;
Ef 4,11), hubo incluso quienes desempeñaron funciones directivas; y
deberá seguir siendo así. Cada uno, con lo mejor de los dones que la naturaleza
le haya dado, potenciados con la fuerza del Espíritu, deberá contribuir al
crecimiento de la comunidad. Pero eso no debe dar lugar a diferencia de
castas, de dignidades, de categorías; tal diversidad no debe significar
«poder», dominio de unos sobre otros (y menos de unos sobre las conciencias de
los demás), porque «el más grande entre vosotros será servidor vuestro». Y esto
no puede reducirse a una pura frase de un ritual de entronización. El evangelio de hoy termina con una frase
mediante la que Jesús indica de qué parte está Dios: «A quien se encumbra, lo
abajarán, y a quien se abaja, lo encumbrarán». Recordemos,
para terminar, que el evangelio, este párrafo de hoy incluido, sigue vigente
para los que nos llamamos cristianos.
13,9.16; Dt 6,8; 11,18 («meteos estas
palabras mías en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo,
ponedlas de señal en vuestra frente»). Se colgaban en la frente y en la muñeca
los días de trabajo para la oración de la mañana y se pronunciaba una bendición
a Dios. Los fariseos devotos las llevaban puestas todo el día, y más grandes de
lo ordinario, para ostentar su fidelidad a No existe equivalente exacto en nuestra
cultura, lo más aproximado serían los distintivos ostentosos de la propia
piedad o consagración a Dios. La traducción más cercana al original será: «se
cuelgan amuletos anchos/insignias/distintivos ostentosos»; el objetivo de
aquella exhibición ha de ser explicado. Aunque el texto no lo indica, estas palabras
de Jesús están dirigidas a sus discípulos. Jesús insiste en la igualdad entre
los suyos. Nadie de su comunidad tiene derecho a rango O privilegio;
nadie depende de otro para la doctrina: el único maestro es Jesús mismo: todos
los cristianos son «hermanos», iguales. De hecho es Jesús solo quien puede
revelar al hombre el ser del Padre (11,27). Esta es la verdadera enseñanza, que
consiste en la experiencia que procura el Espíritu. Esto indica que en su
comunidad lo único que tiene vigencia es lo que procede de él, que nadie puede
arrogarse el derecho a constituir doctrina que no tenga su fundamento en la que
él expone y su base en la experiencia que él comunica, y que en esta tarea
todos son iguales. v.
9. «Y no os llaméis padre»: título de los maestros y de los miembros del Gran
Consejo (Hch 7,2; 22,1). El título «padre» se usaba para los rabinos y
los miembros del Gran Consejo. «Padre» significaba transmisor de la tradición y
modelo de vida. Jesús prohibe a los suyos reconocer ninguna paternidad terrena,
es decir, someterse a lo que transmiten otros ni tomarlos por modelo. Lo mismo
que él no tiene padre humano, tampoco los suyos han de reconocerlo en el
sentido dicho. El discípulo no tiene más modelo que el Padre del cielo (cf.
5,48) y a él sólo debe invocar como «Padre» (6,9). Se adivina en las palabras
de Jesús la relación que crea el Espíritu: él es la vida que procede del
verdadero Padre, y el agente de la semejanza del hombre con el Padre. v.
12. Contra el deseo de preeminencia, enuncia Jesús el principio que ha de
orientar a su comunidad. El sujeto no indicado de los verbos «lo abajarán, lo
encumbrarán» es Dios mismo. El principio enuncia, por tanto, un juicio de Dios
sobre las actitudes humanas. La estima que pretenden los rabinos ante los
hombres, es desestima a los ojos de Dios.
Por su parte,
los habitantes de la provincia de Judá, Galilea y Samaría se vieron sacudidos
por una ola de agresivos repatriados que, disponiendo de cuantiosos capitales,
pretendían apoderarse de la tierra tratando a la gente del país como
extranjeros. Esta situación echó por tierra la esperanza de muchos profetas que
esperaban que Israel hubiera cambiado su proceder después del exilio. Lo peor
de todo era que esta manera abusiva y violenta de proceder era liderada por un
grupo de levitas que se consideraban los propietarios de la auténtica religión
de Israel. El profeta
Malaquías es muy directo en sus denuncias. Utiliza el mismo lenguaje ampuloso y
rimbombante de las celebraciones litúrgicas para denunciar las arbitrariedades
de la casta sacerdotal que se aprovecha de la ignorancia de la gente humilde de
la provincia para cometer toda clase de atropellos. Lo peor de todo es que los
que se presentan como baluartes de La enseñanza
de Jesús se orienta en esta misma dirección y pone en jaque las pretensiones de
tantas personas que preocupándose por la ortodoxia descuidan los principios
elementales de la justicia. La catequesis
se ha preocupado durante largo tiempo por transmitir la doctrina correcta. Por
esto, se hace énfasis en aprender los diez mandamientos, los sacramentos, los
siete dones del Espíritu Santo y sus catorce frutos y otras muchas tradiciones.
Este interés catequético es legitimo e incuestionable. Sin embargo, es
necesario preguntar: ¿la catequesis que se preocupa tanto por la «doctrina
correcta», la llamada «ortodoxia», se preocupa igualmente por la práctica
correcta, la llamada «ortopraxis»? El evangelio
de Mateo es directo y tajante. Nos pide aceptar la ortodoxia pero siempre y
cuando esté basada y fundamentada en la ortopraxis, es decir, en la práctica de
la justicia. Pues, anunciar las doctrinas correctas, que todo el mundo acepta,
es muy fácil. Lo difícil es practicarlas. Por eso, urge más revisar nuestras
prácticas catequéticas que los sistemas doctrinales. Durante mucho
tiempo nuestra catequesis se limitó, en gran parte, a memorizar preceptos,
doctrinas y fórmulas. El evangelio nos pide que, sin olvidar todo esto, nos
preocupemos de realizar lo que ellas proponen. Lo fundamental de toda la
doctrina cristiana, contenida en el evangelio, es la práctica comunitaria de la
caridad expresada en una exigencia irrevocable de justicia. La comunidad
cristiana existe para enunciar buenas noticias a la humanidad. Se convierte
ella misma en buena noticia cuando transforma las realidades de muerte en
caminos hacia la vida en abundancia y no cuando se anuncia a sí misma. Por esta
razón, la catequesis no puede convertirse en una transmisión individual de
contenidos religiosos, sino en una práctica pedagógica comunitaria. La
comunidad sólo puede enseñar y aprender con el ejemplo y la participación de
todos sus integrantes, sin distinción de sexo, edad u oficio ministerial. Pues,
mientras se trate de practicar y enseñar la justicia nadie está eximido de ser
catequista y nadie está excluido de ser catecúmeno.
Para la
revisión de vida ¿Merecería yo que se dijera de mí lo
que Jesús dice de aquellos conciudadanos suyos: «Hagan ustedes lo que ellos
dicen, pero no lo que hacen»?… Creer lo que se dice. Predicar lo
que se cree. Vivir lo que se es. Para la
reunión de grupo «No se dejen
llamar maestros, ni padres ni jefes... el primero de ustedes, sea el servidor
de todos»... Dejando aparte la aplicación literal de estas recomendaciones de
Jesús, ¿qué presencia del afán de poder y de la incoherencia entre lo
proclamado y lo vivido vemos en nuestra vida como Iglesia institucional, y en
las estructuras eclesiásticas concretamente? Ejemplos y consideraciones. «Trabajábamos
de noche y de día para no ser una carga para ninguno de ustedes». Es el tema de
la economía en la evangelización, y en Siguiendo con
el mismo tema: la economía del clero. ¿Deberían vivir los sacerdotes y los
evangelizadores en general de su propio trabajo? En aquellos países donde
todavía Para la
oración de los fieles Para que Para que
todas las personas y naciones de la tierra puedan servir a Dios en la paz, en
la justicia y en la prosperidad. Oremos. Para que
todas las personas que sufren en su cuerpo o en su espíritu encuentren
esperanza en el amor de Dios Padre y consuelo en la solidaridad de los
hermanos. Oremos. Para que
conozcamos cada día más y mejor Para que
todos los gobernantes sean conscientes de su condición de servidores del pueblo
y cesen los autoritarismos, las dictaduras y las oligarquías. Oremos. Para que
nuestros seres queridos difuntos gocen ya del descanso eterno, coronados de
gloria en el Reino de Dios. Oremos. Oración
comunitaria Dios, Padre nuestro, haz que nuestro corazón esté cada día más abierto a tu Palabra, para que nuestra vida sea cada vez más conforme a lo que Tú nos dices, y así caminemos siguiendo tus pasos y vayamos construyendo, con tu ayuda, tu Reino entre nosotros, hasta el día en que Tú nos lo regales en toda su plenitud. Por Jesucristo.
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