TRIGESIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "A" Primera
lectura: Proverbios 31, 10-13. 19-20. 20-31
16E1 que recibió cinco talentos
fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco; 17e1 que
recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos; 18en cambio, el que
recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. 19A1 cabo de mucho tiempo volvió
el señor de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos. 20Se
acercó al que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco,
diciendo: -Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he
ganado otros cinco.. 21Su señor le respondió: -¡Muy bien, empleado bueno y fiel! Has sido
fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho; pasa a la fiesta de tu señor. 22Se acercó luego el que había
recibido dos talentos, y dijo: -Señor, dos talentos me dejaste; mira, he
ganado otros dos. 23Su señor le respondió: -¡Muy bien, empleado bueno y fiel! Has sido
fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho; pasa a la fiesta de tu señor. 24Finalmente se acercó al que
había recibido un talento y dijo: -Señor, supe que eres hombre duro, que siegas
donde no siembras y recoges donde no esparces; 25me asusté y fui a
esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo. 26El señor le replicó: -¡Empleado malvado y holgazán! ¿Sabías qué
siego donde no siembro y recojo donde no esparzo?. 27Pues entonces
debías haber puesto mi dinero en el banco, para que al volver yo pudiera
recobrar lo mío con los intereses. 28Quitadle el talento de plata y
dádselo al que tiene diez; 29porque al que produce se le dará hasta
que le sobre, mientras al que no produce se le quitará hasta lo que había
recibido. 30Y a ese empleado inútil, echadlo fuera, a las tinieblas:
allá será el llanto y el rechinar de dientes. COMENTARIOS I Pandora fue la primera mujer. Cuenta la
mitología griega que Zeus, tras haber sido engañado por Prometeo, decidió vengarse
de la raza humana. Para ello trazó un maquiavélico plan: "Encargó a su
hijo Hefesto que modelara con barro una bella figura de mujer. Atenea la
vistió, las tres Gracias la engalanaron de joyas, las Horas la cubrieron de
flores, Afrodita le dio su belleza. Por último, Hermes le confirió la maldad y
la falta de inteligencia. Realizada la obra, Zeus animó la figura y la envió
como regalo a Prometeo". Negativa imagen de la mujer transmitida por la
mitología griega.
La parábola de este domingo parece ir en la misma dirección que las empresas capitalistas: hay que producir; y el que no produzca se queda en el paro. O aún peor. ¿Será posible que en el evangelio se haya colado una cosa así?
En el evangelio de hoy se lee la
parábola «de los talentos», o «de los millones». Se trata de aquel «hombre que,
al irse de viaje, llamó a sus empleados y les dejó encargados de sus bienes: a
uno le dejó cinco millones, a otro dos, a otro uno, según sus capacidades;
luego se marchó». A su vuelta les pidió cuentas. Y a los que habían hecho
producir su dinero, les dijo: «Muy bien, empleado fiel y cumplidor. Has sido
fiel en lo poco, te pondré al frente de mucho; pasa a la fiesta de tu señor».
Pero a uno que conservó, sí, la cantidad que había recibido, pero
improductiva...: « Empleado negligente y cobarde! ¿ Sabías que siego donde no
siembro y recojo donde no esparzo? Pues entonces debías haber puesto mi dinero
en el banco, para que al volver yo pudiera recobrar lo mío con los intereses.
Quitadle el millón y dádselo al que tiene diez». La parábola del evangelio
termina con esta frase: .... porque al que produce se le dará hasta que le
sobre, mientras que al que no produce se le quitará hasta lo que había
recibido». (En la mayoría de las traducciones, incluida la oficial, se lee:
«porque al que tiene se le dará hasta que le sobre, mientras que al que no
tiene se le quitará hasta lo que había recibido». Pero está claro, por lo que
se cuenta en el conjunto del relato, que el que tiene es el que ha producido) y
el que no tiene es el que no ha producido. El último, el que sólo recibió un
millón, tenía ese millón, pero improductivo.) Eso de aumentar la productividad
es una consigna vigente en todas las empresas capitalistas: lo importante es
producir mucho y muy rápido, aunque al final se produzca más de lo que se vende
y... sea necesario reconvertir la empresa convirtiendo en parados un buen
puñado de trabajadores. Pero para el capital la ganancia habrá sido abundante,
rápida y con pocos riesgos. Leída con esta mentalidad
resulta difícil encuadrar esta parábola en el conjunto del evangelio: ¿Cómo
compaginar esta parábola con otros pasajes del mismo evangelio de Mateo («Dichosos
los que eligen ser pobres...», «No podéis servir a Dios y al dinero», etc.: Mt
5,3; 6,24)? PRODUCIR...
¿QUÉ? Dos cuestiones es necesario resolver:
en qué consisten, qué son esos millones y qué es lo que hay que producir. Y no nos debe resultar demasiado
difícil. Porque si Dios es incompatible con la riqueza, es imposible que sea
dinero lo que entrega a los suyos. Por tanto, esos millones -esos talentos-
que aquel señor entrega a sus empleados tienen que representar un valor más
cercano al ideal evangélico: los millones deben de estar en relación con aquel
tesoro escondido del que habla otra parábola (Mt 13,44), han de ser riquezas no
de las que se amontonan en la tierra, sino de
las que se amontonan en el cielo. Los millones, en general, son las cualidades
de cada persona y, más en concreto, la capacidad de cada cual de contribuir a
la realización del proyecto que Dios tiene para la humanidad. Concretando aún
más: el capital que hemos recibido de Dios es la fe, el haber encontrado a
Jesús y conocido su mensaje, el saber que Dios es Padre y quiere que todos seamos
hermanos, habernos enterado de que este mundo no tiene por qué ser un valle de
lágrimas, sino que Dios quiere que convirtamos la existencia humana en una
fiesta y que alcancemos la felicidad de todos por medio del amor. El capital
es Dios mismo, que se nos ha mostrado en Jesús como amor basta la exageración y
que se nos da en su Espíritu como fuerza para amar de esta manera; y es un
capital más o menos grande en la medida en que nosotros tengamos capacidad para
recibirlo y aceptarlo. Ese es el capital. Y el producto
que se espera es doble: hacer eficaz el amor que Dios nos manifiesta
contribuyendo, junto con todos los que han asumido ese mismo compromiso, a que
el proyecto de Dios se realice, colaborar para que la comunidad cristiana,
El cuánto es relativo: cada uno
debe producir según su capacidad. Y todos los que lo hagan así recibirán el
mismo premio: «Muy bien, empleado fiel y cumplidor. Has sido fiel en lo poco,
te pondré al frente de mucho; pasa a la fiesta de tu señor». Y la segunda es que no estamos
participando en una competición, a ver quién produce más. No se trata de
producir más que los demás, sino de producir el máximo que cada uno pueda. Por
tanto, al evaluar nuestro compromiso cristiano no nos desanimemos si vemos que
nuestro esfuerzo no consigue los resultados que a nosotros nos gustaría; pero
tampoco nos descuidemos pensando que otros hacen menos. Dios no nos va a
comparar con lo que han producido los demás (Dios no es un patrón capitalista);
nos preguntará si hemos dado todo el fruto que correspondía a nuestras
capacidades.
Lo
intolerable es la pusilanimidad y el miedo al riesgo, que nace en la parábola
de un falso concepto del Señor (25). Es la idea expresada en 13,12, donde se
refería a la fecundidad de la tierra buena y a la esterilidad de la mala.
Sin embargo,
el contexto de la hora histórica que vivimos es tal que este mensaje, en sí
mismo bueno y hasta ingenuo, se puede hacer funcional respecto a la ideología
actualmente dominante, el neoliberalismo. Éste, en efecto, predica, como
grandes valores suyos, la eficacia, la competitividad, la creación de riqueza, el
aumento de la productividad, el crecimiento económico, los altos rendimientos
de interés bancario, la inversión en valores, etc. Son nombres modernos bien
adecuados para lo que se presenta en la parábola, aunque si se los utiliza en
la homilía, no pocos oyentes pensarán que el orador sagrado se salió de su
competencia... Por una casualidad del destino, esta parábola se hizo bien
actual, y los teólogos neoconservadores (también hay «neocons» en teología) la
valoran altamente. Algunas de sus frases, sin necesidad siquiera de
interpretaciones rebuscadas, avalan directamente principios neoliberales.
Pensemos, por ejemplo en el enigmático versículo de Mt 25, 29: «Al que produce
se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce, se le quitará hasta
lo que tiene». No será fácil hacer una predicación aplicada que no haga el
juego a un sistema que, para muchos cristianos de hoy, está en los antípodas de
los principios cristianos. La eficacia,
la productividad, la eficiencia... no son malas en principio. Diríamos que no
son valores en sí mismas, sino "cuantificaciones" que pueden ser
aplicadas a otros valores. Se puede ser eficiente en muchas cosas muy distintas
(unas buenas y otras malas) y con unas intenciones muy diversas (malas y buenas
también). La eficacia en sí misma, abstraída de su aplicación y de su
intención... no existe, o no nos interesa. El juicio que hagamos sobre la
eficacia dependerá pues de la materia a la que apliquemos esa eficiencia así
como del objetivo al que se oriente. Cabe entonces
imaginar una "eficiencia" (agrupando en este símbolo varios otros
valores semejantes) cristiana. El mismo evangelio la presenta en otros lugares,
en su célebre inclinación hacia la praxis: No todo el que dice 'Señor, Señor',
sino el que hace..., la parábola de los dos hermanos, Bienaventurados más bien
los que escuchan la palabra y la ponen en práctica... y más paradigmáticamente,
el mismo texto que continúa al de hoy, que meditaremos el domingo próximo, Mt
25,31ss, donde el criterio del juicio escatológico será precisamente lo que
hayamos "hecho" efectivamente a los pobres... La eficiencia
aceptada y hasta encomiada por el evangelio es la eficiencia
"por-el-Reino", la que está puesta al servicio de la causa de la
solidaridad y del amor. No es la eficiencia del que logra aumentar la
rentabilidad (reduciendo trabajadores por la adopción de tecnologías nuevas), o
la del que logra conquistar mercados (reduciendo la capacidad de
auto-subsistencia de los países pequeños), o la del que logra ingresos
fantásticos por inversiones especulativas del capital "golondrina"...
La eficiencia
por la eficiencia no es un valor cristiano, ni siquiera humano. Quizá sea
cierto que el capitalismo, sobre todo en su expresión salvaje actual, sea
"el sistema económico que más riqueza crea"; pero no es menos cierto
que lo hace aumentando simultáneamente el abismo entre pobres y ricos, la
concentración de la riqueza a costa de la expulsión del mercado de masas
crecientes de excluidos. El criterio supremo, para nosotros, no es una eficiencia
económica que produce riqueza y distorsiona la sociedad y la hace más
desequilibrada e injusta. No sólo de pan vive el ser humano. Cristianamente no
podemos aceptar un sistema que en favor del (o en culto al) crecimiento de la
riqueza sacrifica (idolátricamente) la justicia, la fraternidad y la
participación de masas humanas. Poner la eficiencia por encima de todo esto, es
una idolatría, la idolatría del culto del dinero, verdadero dios neoliberal.
Sobre la "idolatría del mercado" y el carácter sacrificial de la
ideología neoliberal, ya se ha escrito mucho. No, no es
pues que nosotros no queramos ser eficientes, competentes (más que
competitivos), o que no seamos partidarios de la "calidad total", ni
mucho menos... Somos partidarios de la mayor eficacia en el servicio al Reino,
así como de la competencia y la calidad total en el servicio al Evangelio. (In
ordinariis non ordinarius, decía un viejo adagio de la ascética clásica,
queriendo llevar la calidad total a los detalles más pequeños de la vida ordinaria
u oculta). Y no es que
no haya que reconocer que con frecuencia los más "religiosos" hayan
estado ajenos a las implicaciones económicas de la vida real, predicando
fácilmente una generosa distribución donde no se consigue una producción
suficiente, esperándolo todo de la limosna o los piadosos mecenas. También en
el campo de la economía teórica -sobre todo en esta hora- se necesita el
compromiso de los cristianos. Si Jesús se lamentó de que los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz, ello significa que la «astucia» (otro tipo de eficacia) no es mala; lo malo sería ponerla al servicio de las tinieblas y no de la luz.
Para la
revisión de vida En distintas ocasiones nos llama el
Evangelio a que estemos atentos, alertas. No se trata de una invitación a
prepararnos a bien morir, sino de un llamado a «bien vivir»... ¿Vivo «alerta»,
viviendo siempre bien? ¿Soy de los que viven obsesionados por la muerte, o más
bien de los que viven ocupados en transformar esta vida? Para la
reunión de grupo La llamada
del Señor a estar alertas, ¿la entiendo como una llamada a vivir con miedo a la
muerte, o como una llamada a vivir en libertad, lleno de esperanza, trabajando
por la construcción de ese Reino que sé que Él nos dará un día en toda su
plenitud? ¿Me da miedo soñar en la utopía del Reino, o estoy convencido que el
Reino será aún mayor y mejor que mis mejores y mayores sueños? Eficiencia,
responsabilidad, trabajo, calidad, «calidad total»... ¿son virtudes
«neoliberales», «conservadoras», o «de derecha»...? Acaso no están incluidas en
aquel «sean perfectos como mi Padre celestial es perfecto»? El mercado
premia al más competitivo, o sea, al que, en igualdad de otras condiciones,
paga menos al factor trabajo y vende por tanto más barato. Si el mercado es
absolutamente libre, la sociedad acabaría en una explotación inmisericorde de
los trabajadores, o por prescindir de ellos. ¿Es humana una sociedad de mercado
libre? ¿Es viable humanamente el neoliberalismo a ultranza? A pesar de
las apariencias, que «la mujer debe tener una participación plena en la Iglesia,
igual a la del varón» es ya una conciencia que ha ganado la mayoría de las
Iglesias cristianas. Las estadísticas así lo confirman. Teológicamente se diría
que hoy esa percepción forma parte del sensus fidelium. Lo demás son,
simplemente, retrasos institucionales de la acogida de lo que Dios nos pide por
los «signos de los tiempos». ¿Qué pasos concretos debemos dar en nuestra
comunidad? Para la
oración de los fieles Para que la
Iglesia sea siempre el siervo fiel y cumplidor del mandato del amor a todas las
personas. Roguemos al Señor. Para que
sepamos valorar y agradecer los servicios que otros nos prestan a nosotros.
Roguemos... Para que las
personas que viven encerradas en sí mismas descubran la alegría y la grandeza
del compartir. Roguemos... Para que
sepamos vivir con temor de Dios, es decir: contando con Él y con su Reino en
nuestra vida. Roguemos... Para que no
vivamos anclados en conservadurismos estériles y nos lancemos a nuevas formas
de vivir nuestra fe, más actuales y evangélicas. Roguemos... Para que el
prójimo, y especialmente el más necesitado, tenga siempre un lugar preferente
en nuestros planes y en nuestra vida. Roguemos... Oración
comunitaria Señor, haznos artesanos del Reino
que Tú quieres que construyamos entre todos, con nuestro trabajo y con los
talentos que tu nos has dado, y que así estemos siempre alegres en tu servicio,
porque en servirte a Ti y a los hermanos consiste el gozo pleno y verdadero.
Por Jesucristo.
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