6 de enero
EPIFANÍA DEL SEÑOR CICLO "B" Salmo responsorial: Salmo 71 Segunda lectura: Efesios 3,2-3a. 5-6 EVANGELIO -¿Dónde está ese rey de los
judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle
homenaje. 3Al enterarse el
rey Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera; 4convocó a
todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información sobre
dónde tenía que nacer el Mesías. 5Ellos le contestaron: -En Belén de Judea, así lo
escribió el profeta: no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá: pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo,
Israel (Miq 5,1). -Averiguad exactamente qué hay
de ese niño y, cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a rendirle
homenaje. 9Con este encargó del
rey, se pusieron en camino; de pronto, la estrella que habían visto salir
comenzó a guiarlos hasta pararse encima de donde estaba el niño. 10Ver la estrella les
dio muchísima alegría. 11Al entrar en la
casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas le rindieron
homenaje; luego abrieron sus cofres y como regalos le ofrecieron oro, incienso
y mirra. 12Avisados en sueños
de que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. COMENTARIOS I Un Belén de
ríos de platilla, con reyes magos, camellos y dromedarios, cargados de tesoros;
con pastores ingenuos y escenas costumbristas, nieve de algodón y paisajes de
serrín, verde musgo y árboles y hogueras y luces interminentes de colores y
villancicos y panderetas y su estrella clavada en el cielo, custodiando el portal,
con José, María y Jesús, el buey y la mula... Una navidad para todos, sin
aguijón ni provocación, sin mensaje; navidad dulce, de turrón y mazapán, de
anís y calor de hogar. Un día para unirse al año, un año para seguir como
antes. Pienso que este tipo de belenes ni inquietan, ni molestan, ni invitan a
la reflexión: presentan una navidad descafeinada. El primer
Belén no fue así. Fue un acontecimiento que gritaba - y grita- a los cuatro
vientos que no había derecho a que las cosas estuvieran como estaban -estén
como están-. Aquel Belén levantó la esperanza de los pobres, la persecución de
los poderosos, el olvido y desinterés de los cultos. Veamos la
ganga que se le ha añadido a aquel Belén originario... Todo comenzó
en Belén (= Bet-lehem: casa del pan o
casa de 'Lahmu', divinidad acádica), una aldea rodeada de estepas desérticas, a
unos siete kilómetros de Jerusalén, la capital. Miqueas (5,1) lo había
profetizado: «Pero tú, Belén de Efrata, eres la más pequeña entre las aldeas de
Judá; de ti sacaré al que ha de ser jefe de Israel... » El evangelista Mateo
cita esta profecía con algunas correcciones: «Y tú Belén, tierra de Judá», no
«eres» ni mucho menos «la última de las aldeas de Judá». Para él, la aldea se
crece por haber nacido en ella Jesús. No se fijó Dios en las murallas y
palacios de Jerusalén, sino en una aldea insignificante, cuna del rey David.
Dios tiene debilidad por lo que no cuenta: una aldea pequeña será el lugar
elegido. Lo que allí sucedió fue como un relámpago en la oscuridad de la noche
de la historia... «El niño se
llamará Jesús» (Yehoshua: Yahvé
salva), nombre bastante común entre los judíos. Así se llamaba el autor del
libro del Eclesiástico, y el caudillo (Jesús
Josué) que condujo al pueblo de Israel hasta la tierra prometida. Jesús
sería el Mesías, el liberador de Israel que llevaría a los suyos al país de la
vida sin semilla de muerte. «Un niño
envuelto en pañales y recostado en un pesebre» fue la señal dada a los pastores
por los ángeles. El nacimiento de Jesús no tuvo nada de extraordinario:
«Estando allí, le llegó a María el tiempo del parto, dio a luz a su hijo primogénito,
lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio
en la posada» (Lc 2,7). Como cualquier mujer, con dolor y angustia, María dio
a luz a su hijo. A la usanza de la época, el cuerpo tierno de aquel niño fue
vendado fuertemente con jirones de tela, pues los antiguos creían que, de no
hacerse así, el niño crecería deformado y sus huesos no se solidificarían.
Jesús nació fuera de la aldea: «No había lugar para él en la posada.» De mayor,
tampoco habría lugar para él en la ciudad. La gente dejaría solo a su liberador
a la hora de la verdad, colgándolo de un madero extramuros. Nada dicen
los evangelios del día y mes del año de su nacimiento, ni siquiera del lugar
exacto: lo del portal, la cueva o la gruta no aparece en ellos; por supuesto
que tampoco el buey y la mula -con función de calefacción natural de otras
épocas- pertenecen al relato evangélico. La imaginación de los evangelios
apócrifos o falsos adornó con detalles la sobriedad del texto evangélico.
Desde el siglo IV, los cristianos decidieron celebrar el nacimiento de Jesús
el día en que los romanos celebraban la fiesta del solsticio de invierno
(24-25 de diciembre), día en que el
sol alcanza, en su movimiento aparente, su distancia máxima de la tierra y
comienza a acercarse a ella aumentando su intensidad. El dios 'sol invicto'
recibía en aquella fecha toda clase de cultos y ofrendas. Los cristianos
sustituyeron el 'astro sol' por el 'sol de Justicia-Jesús', que se acerca a los
hombres. Nació así nuestra fiesta de Nochebuena y Navidad. «Hijo de José
y María.» De José sabemos que era descendiente, venido a menos, de la familia
de David. De la familia de María poco dicen los evangelios. De sus padres, Joaquín
y Ana, de su dedicación y vida desde los tres años en el templo, los evangelios
apócrifos dan sobradas y fantásticas noticias. Estos mismos evangelios
tuvieron la indelicadeza de presentar a José, el esposo de María, como hombre
de avanzada edad y barba venerable, para preservar así la virginidad de su
esposa, Madre-Virgen... José y María, en todo caso, debieron de ser unos
jóvenes esposos de catorce a dieciséis años de edad; unos jóvenes más entre
tantas jóvenes parejas, sin especial relieve. Dios «se fija en lo débil del
mundo para confundir a los fuertes... La noticia
del nacimiento se divulga. Aquella noche, el cielo se vistió de fiesta. Un
ángel -Dios sabe cómo sucedió en realidad- comunicó a los «pastores» la buena
noticia, y éstos corrieron al pesebre para comprobar lo anunciado. Después,
estando ya el niño Jesús en una casa, fue visitado por «los magos», que
llegaron hasta él gracias a una «estrella» que les hizo de guía. «Los
pastores... » eran representantes natos de las clases marginadas del país,
equiparados a recaudadores y publicanos, ladrones por obligación y profesión.
Por ser considerados como embusteros no podían hacer de testigos en los
juicios. No cobraban salario por su trabajo; recibían la manutención a cambio
y tenían obligación de reponer las pérdidas de ganados a sus amos. El modo
concreto de hacerlo era el robo. El nacimiento de Jesús se anuncia a ladrones,
en primer lugar, diríamos hoy, llevándonos las manos a la cabeza. Manías del
Altísimo, alabado sea su santo nombre... «Unos magos
de Oriente» se presentaron en Jerusalén preguntando: « ¿Dónde está el rey de
los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a
rendirle homenaje» (Mt 2,1-2). Se creía por entonces que el nacimiento de todo
gran personaje en la tierra era acompañado por la aparición de una estrella en
el firmamento. A Jesús no le debía faltar la suya... Lo de «la estrella», sobre
la que se han lanzado todo tipo de hipótesis (¿Fue un cometa? ¿La conjunción
de los planetas Saturno, Júpiter y Marte, que, según Keppler, tuvo lugar el 747
de la fundación de Roma?), es un símbolo. En el libro de los Números (24,17) se
dice: «Avanza la estrella de Jacob y sube el cetro de Israel.» Esta estrella es
símbolo del Mesías, que conduce a los paganos a la luz de la fe, hecho
anunciado por el profeta Balaán, el de la famosa burra contestataria, en contra
de la voluntad del rey Balac. Balaán era mago. En la estrella que conduce a los
magos a Jesús ve el evangelista Mateo la marcha de los paganos hasta la fe.
Estos personajes, a más de extranjeros, ejercían una profesión penalizada por
la Biblia: la magia. Eran originarios, tal vez, de la tribu de los Medos, que
llegó a convertirse en casta sacerdotal entre los persas. Practicaban la
adivinación, la medicina y la astrología, prácticas que, en la Biblia, no
gozan de buena reputación (1 Sm 28,3; Dt 18,9-13; Dn 1,20; 2,2-10). Los dos
primeros y únicos grupos de personajes que desfilaron ante Jesús, tras su
nacimiento, no contaban entre los poderosos de la tierra, pues eran marginados
del mismo pueblo de Israel (pastores) o extranjeros mal vistos por la religión
oficial (magos), aunque respetuosamente tratados por Herodes. Dios se fija en
los que no cuentan para anunciarles la buena noticia. De los magos hemos sabido (¿inventado?) más con el
tiempo. Pero nada de lo que sigue aparece en los evangelios. Desde el siglo II
se piensa que eran tres, a juzgar por los tres regalos que le ofrecen al niño:
oro (regalo real), incienso (para el culto) y mirra (para ungir el cadáver el
día de la muerte); se les bautizó en el siglo VI con el nombre de reyes:
Melchor, rey de Persia; Gaspar, rey de Arabia, y Baltasar, rey de la India.
Estos tres reyes se habían reunido por orden de Dios en Persia para acudir
hasta Belén, guiados por la estrella (datos que ofrece el evangelio armenio de
la Infancia, del s. VI). San Beda (s. VIII) los considera representantes de
Europa, Asia y Africa, los tres continentes conocidos en aquel tiempo; de ahí
los distintos colores de su piel. En el siglo XII se trasladaron sus supuestos
huesos desde Milán a la catedral de Colonia, donde hoy son venerados. Para más
datos, el evangelio no dice que fueran reyes ni tampoco fueron recibidos con el
ceremonial real por Herodes. Fue Cesáreo de Arlés quien comenzó a
denominarlos así, basado en el salmo 71,10 e Isaías 49, 7ss. Venían de Oriente:
para un israelita, Oriente puede ser todo lo que hay al otro lado del Jordán. «Herodes el
Grande.» Los poderosos de la tierra están representados por Herodes, una
versión actualizada del faraón de Egipto, que quiso acabar con los primogénitos
de los israelitas cuando el pueblo era esclavo. Moisés antes, y ahora Jesús,
se libraron de la muerte. Dios andaba de por medio. Los poderosos no quieren
que el pueblo alcance la libertad y acaban con la vida de quienes pueden
concienciarlo. Herodes, el
gran rey Herodes, era famoso por su crueldad: mandó matar a su yerno, ahogado;
mató a sus hijos Aristóbulo y Alejandro; estranguló a su mujer, Mariamme.
Cinco días antes de morir mandó que asesinaran a su hijo mayor, Antípatro, y
dio orden de hacer perecer, después de su muerte, a todos los 'notables' de
Jericó para que hubiera lágrimas en sus funerales. Era consciente de que el
pueblo judío no lo estimaba demasiado como para llorarlo ese día. Lo que el
evangelio cuenta de él cuadra con sus ansias de poder y con su crueldad sin
límites. Que mandó matar a los niños menores de dos años consta por el
evangelio. Cuántos niños murieron (en todo caso, no más de quince, según los
diferentes cálculos de demografía y natalidad) no lo sabemos... Pero Dios
estaba con Jesús. La orden fue burlada y el niño se libró huyendo a Egipto.
Algo parecido sucedió con la orden del faraón de Egipto de matar, al nacer, a
todo israelita varón (Ex 1,15-22). «Sacerdotes y
letrados.» El ala eclesiástica de la época y la cultura del momento cumplieron
su papel. Dieron toda la información a Herodes para llegar a Jesús, pero,
acomodados e instalados en su saber y posición social, no sintieron el más
mínimo interés por acudir hasta él: tal vez no sentían necesidad de libertador
alguno. «Herodes... convocó a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo
y les pidió información sobre dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le
contestaron: en Belén de Judá, así lo escribió el profeta» (Mt 2,3-4). Después de
esto ya sabemos: «José y María se fueron con el niño a Egipto.» En Egipto había
comenzado la historia del pueblo de Israel. Jesús había venido para reiniciar
esta historia. De allí, como al principio, saldría para conducir al nuevo
pueblo a la tierra prometida. Pero sólo los
pobres siguieron la convocatoria. El poder político y religioso quiso en todo
momento acabar con Jesús; les resultaba incómodo y subversivo. Al final de su
vida, lo consiguieron colgándolo en un patíbulo. Veinte siglos
después seguimos celebrando su nacimiento los que creemos que aún vive y
siembra de ilusión y esperanza el corazón de los pobres y marginados de la
tierra. Para todos ellos, Feliz Navidad. Aquel Belén del evangelio, por lo demás,
poco tiene que ver con nuestros folklóricos y pintorescos belenes... II Epifanía significa manifestación: Dios se ha
manifestado a toda la humanidad en la persona de Jesús. Este es el mensaje
central del evangelio de hoy. Y se ha manifestado para que lo que nos dice,
para que lo que sabemos, no lo guardemos para nosotros, sino que lo pongamos al
servicio de los demás.
Jesús nació en Belén de
Judea en tiempos del rey Herodes. En esto unos magos de Oriente se presentaron
en Jerusalén preguntando: -¿Dónde está el rey de los
judios que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle
homenaje. Si queremos
entender los pasajes del evangelio que se refieren a la infancia de Jesús
debemos dejar de considerarlos historia,
en el sentido moderno de la palabra. Los evangelistas no pretenden contar, con
pelos y señales, unos hechos que sucedieron en un lugar concreto y en una fecha
precisa; lo que quieren es comunicar de parte de Dios un mensaje en el que
podremos encontrar la felicidad y la salvación. Los evangelios son el
testimonio que las primeras comunidades cristianas nos dejaron acerca de su fe
y de lo que, como consecuencia de haber creído, cambió sus vidas. Ahora bien:
como su fe no consistía en aceptar una teoría, sino en ponerse del lado del
Hombre, en quien Dios quiso compartir la existencia humana, su testimonio
arranca de los principales hechos –históricos, sin duda- de la vida de Jesús.
Pero los evangelistas, según práctica frecuente en aquella cultura, no sienten
ningún reparo en inventarse algunos relatos si les sirven para explicar mejor
el mensaje que ha cambiado su propia vida y la de los demás miembros de la
comunidad, mensaje que quieren proponer a quienes estén interesados en ese
nuevo modo de creer y de vivir. El de la
adoración de los Magos -como la mayoría de los que se refieren a la infancia de
Jesús- es uno de estos relatos; en él Mateo adelanta una de las enseñanzas
centrales de la predicación de Jesús y que, con otro estilo, nos ofrece Pablo
en el párrafo de la carta a los Efesios que se lee hoy como segunda lectura:
«que los paganos, mediante el Mesías Jesús y gracias a la buena noticia, entran
en la misma herencia, forman un mismo cuerpo y tienen parte en la misma promesa»,
es decir: que todo hombre, sea cual sea su origen, el color de su piel, la
lengua en la que se exprese o el lado de la frontera en el que haya nacido,
está llamado a incorporarse al proyecto de convertir este mundo en un mundo de
hermanos, porque Dios se ofrece para ser el Padre de todos los que como tal lo
acepten. Eso es lo que nos quiere explicar Mateo con la historia de estos
extranjeros -los magos vienen de Oriente- que se acercan a rendir homenaje al
recién nacido: que Dios no hace diferencias entre los hombres ni por la raza,
ni por la nación, ni por la cultura, ni por la religión... TODOS ERAN INTELECTUALES,
PERO... Al enterarse el rey Herodes
se sobresaltó, y con él Jerusalén entera; convocaron a todos los sumos
sacerdotes y letrados del pueblo y les pidió información sobre dónde tenía que
nacer el Mesías. Ellos le contestaron: -En Belén de Judea, así lo
escribió el profeta. Cuando llegaron a
Jerusalén fueron a preguntar al palacio real. Allí no había ninguna vida nueva
-pronto se demostraría que aquél era un reino de muerte-. Herodes, rey
ilegítimo que reinaba gracias al imperio de Roma, temiendo por su trono,
convocó a los mayores expertos en las cuestiones de Dios, a los letrados y a
los sumos sacerdotes, para que le aclararan qué estaba pasando. Por supuesto
que supieron darle respuesta; no eran ignorantes, conocían al dedillo la
palabra de Dios y todos los anuncios de los profetas y respondieron
adecuadamente: «En Belén de Judea, así lo escribió el profeta». Lo sabían todo,
pero ¿para qué les servía su ciencia? Para ponerla
al servicio de un poder tiránico y opresor al que ofrecen los datos que le
permitirán atacar con todos los medios la esperanza que acaba de hacerse carne
en medio de la humanidad, y como se irá viendo en el evangelio, también les
servirá para conseguir y mantener sus privilegios, para engañar y explotar al
pueblo al que trataban de ocultar la verdad que tan bien conocían y que tan
poco les interesaba que se conociera. Estas son dos
de las principales enseñanzas del evangelio de hoy: Dios no hace distinciones
entre los hombres; aunque prefiere a los pobres, todos están invitados, en
Jesús, a ser sus hijos. Hay que empezar, eso sí, por ser honrados y por poner
lo que sabemos al servicio no del poder o de nuestros privilegios, sino de
todos los que necesitan y buscan liberación. III -¿Dónde está ese rey de los
judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a rendirle
homenaje. 3Al enterarse el
rey Herodes se sobresaltó, y con él Jerusalén entera; Lugar donde
nació Jesús (Belén de Judea) y datación aproximada, en tiempo del rey Herodes
el Grande (c. 734 a. C.), conocido por su habilidad política, su crueldad y su
despotismo; muy abierto a la cultura griega, construyó varias ciudades de tipo
helenístico, entre ellas Sebaste y Cesarea, y además reconstruyó el templo de
Jerusalén (acabado el 63/64 d. C.). Fue nombrado por Roma rey de Judea el año
40 a. C. y conquistó Jerusalén el año 37. No era judío de raza, sino de padre
idumeo y, por tanto, no podía ser considerado rey legítimo de Israel. «Magos»,
es decir, astrólogos orientales, que mezclaban su ciencia astronómica con la
predicción del destino, anunciado, según ellos, en los astros. Llegan a
Jerusalén, pero no preguntan por un personaje religioso, sino por «el rey de
los judíos», para rendirle homenaje: rey universal. «Preguntando»:
lit. «diciendo». Así en el AT como en el NT se usa el verbo genérico « decir»
para indicar tanto una afirmación como una negación o una pregunta. En las
lenguas modernas se utiliza un verbo especifico, en este caso «preguntar», pues
lo que los magos proponen es una pregunta. «Hemos visto
salir su estrella»: lit. «hemos visto su estrella en la salida». La palabra
griega anatolê significa, sin
artículo, el punto cardinal, el oriente (por donde sale el sol); con artículo,
la salida misma de un astro. Este rey que
ha nacido se contrapone al reinante, Herodes. Los judíos no se han percatado
del nacimiento del nuevo rey, pero sí los paganos; son éstos los que anuncian
su nacimiento al pueblo de Dios. Agitación de Herodes, siempre sospechoso de
posibles pretendientes al trono, y de la ciudad entera, al unísono con el
tirano que la domina. Ante la noticia, Jerusalén tiene la misma reacción que el
rey, no ve en el que ha nacido un posible liberador. De hecho, el pueblo no
hará esfuerzo alguno por encontrarlo. vv. 4-6 4convocó a
todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, y les pidió información sobre
dónde tenía que nacer el Mesías. 5Ellos le
contestaron: -En Belén de Judea, así lo
escribió el profeta: no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá: pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo,
Israel (Miq 5,1). Herodes
convoca a los miembros del Consejo, excepto a los «senadores», cuyo papel era
meramente político. El tema que se propone tratar es religioso. «Letrados», gr.
grammateus, derivado de gramma, letra, escrito, libro y, en
plural, «letras», ciencia. Designa a los «hombres de letras» o «de ciencia», a
los expertos en la Ley, teólogos y, sobre todo, juristas. Constituían una alta
clase social de reciente aparición, que intentaba arrebatar la hegemonía a la
aristocracia sacerdotal. Después de varios años de estudio recibían una
ordenación. Sus decisiones en materia de legislación religiosa o ritual eran
decisivas. Herodes identifica al «rey de los judíos» por el que preguntan los
magos con el Mesías esperado, el salvador prometido. Los entendidos contestan a
su pregunta dándole la referencia exacta: en Belén de Judea. El texto
profético citado por Mt combina Miq 5,2 con 2 Sm 5,2; este último pasaje es
estrictamente mesiánico, pues trata de la unción de David como rey de Israel (2
Sm 5,4). El niño es, por tanto, el Mesías de la casa de David. Resalta en
primer lugar la importancia de Belén, patria de David, lugar del nacimiento del
nuevo rey, frente a Jerusalén, donde reina Herodes. El caudillo que va a nacer
será pastor del pueblo de Dios, Israel. La función de «pastor» se aplicaba a
David (Sal 78,70s) o al nuevo David (Jr 23,5; 30,9; Ez 34,23s). El pueblo de
Dios, del que será pastor el rey nacido, incluye a los magos que han venido a
rendirle homenaje como a su propio rey: el pueblo del Mesías incluirá a los
paganos. «Rendir homenaje» es el significado del gr. proskuneô referido a un rey o a Dios como soberano. Se expresaba en
forma de inclinación o de postración. vv. 7-8 7Entonces
Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran cuándo había aparecido
la estrella; 8luego los mandó a Belén encargándoles: -Averiguad exactamente qué hay
de ese niño y, cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a rendirle
homenaje. Herodes
convoca a los magos en secreto, no quiere que sus planes sean conocidos. Mt lo
caracteriza por su hipocresía: pretende tener el propósito de prestar homenaje
al nuevo rey, cuando en realidad se propone matarlo. Los jefes del pueblo, en
cambio, no manifiestan reacción alguna. vv. 9-12 9Con este
encargó del rey, se pusieron en camino; de pronto, la estrella que habían visto
salir comenzó a guiarlos hasta pararse encima de donde estaba el niño. 10Ver la estrella les
dio muchísima alegría. 11Al entrar en la
casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas le rindieron
homenaje; luego abrieron sus cofres y como regalos le ofrecieron oro, incienso
y mirra. 12Avisados en sueños de que no
volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. La «estrella»
alude a Nm 24,17: «surgirá un astro de Jacob y se levantará un hombre de
Israel» (LXX). La estrella es figura de la persona misma del rey nacido y los
guía al lugar donde éste se encuentra. En Jerusalén, donde ni el pueblo ni los
dirigentes esperan al liberador, no es visible. Vuelve a aparecer a los magos
cuando se alejan de la capital. «En la casa» ven al niño con su madre. Ausencia
de José. En Israel, el rey y su madre constituían la pareja real (cf. 1 Re
2,19; 15,2; 2 Re 10,13; 12,2; 23,31.36; 24,18). La escena subraya la realeza
del niño. El homenaje se manifiesta con una postración y dones que expresan
sumisión y alianza (mirra e incienso, Cant 3,6; incienso, Lv 2,1-16; Jr 6,20;
17,26; 48,5; Is 60,6; Eclo 39,14; 50,9; mirra, Eclo 24,15). Dios vela por su
Mesías, impidiendo que Herodes sepa dónde está el niño. IV Esta visión
profética posee una comprensión muy reducida de la acción salvífica de Dios, ya
que es asumida como una promesa que se cumplirá en beneficio única y
exclusivamente del pueblo de Israel y no de toda la tierra. Pablo, a través de
la carta a los Efesios, ampliará esa comprensión, afirmando que la salvación
venida por Dios, a través de Jesús, es para “todos”, judíos y paganos. El plan
de Dios, según Pablo, consiste en formar un solo pueblo, una sola comunidad
creyente, un solo cuerpo, una sola Iglesia, un organismo vivo capaz de
comunicar a toda la creación la vida y la salvación otorgada por Dios. La carta
a los Efesios expresa que el misterio recibido por Pablo consiste en que la
Buena Nueva de Cristo se hace efectiva también en los paganos, ellos son
coherederos y miembros de ese mismo Cuerpo; esto significa que Dios se ha
querido revelar a toda la humanidad, actúa en todos, salva a todos, reconcilia
a todos sin excepción. El evangelio
que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía», confirma este carácter
universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por medio de este relato
simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica como Mesías, como rey
de Israel, heredero del trono de David; para ello el evangelista insiste en
nombrar con exactitud el lugar donde nació Jesús y en confirmar, a través del
Antiguo Testamento, que con su presencia en la historia se da cumplimiento a las
palabras de los profetas. Por otro lado, el rechazo de este nacimiento por
parte de las autoridades políticas (Herodes) y religiosas (sumos sacerdotes y
escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los magos, venidos de Oriente,
anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del
evangelio a los paganos y su vinculación a la comunidad cristiana. La Epifanía
del Señor es la celebración precisa para confesar nuestra fe en un Dios que se
manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que
actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las
necesidades y pluralidades del mundo actual. En un tiempo como el que vivimos, marcado
radicalmente por el pluralismo religioso, y marcado también, crecientemente,
por la teología del pluralismo religioso, el sentido de lo «misionero» y de la
«universalidad cristiana» han cambiado profundamente. Hasta ahora, en
demasiados casos, lo misionero era sinónimo de proselitismo, de «convertir al
cristianismo» a los «gentiles», y la «universalidad cristiana» era entendida
desde la centralidad del cristianismo: éramos la religión central, la (única)
querida por Dios, y por tanto, la religión-destino de la humanidad. Todos los
pueblos (universalidad) estaban destinados a abandonar su religión ancestral y
a hacerse cristianos... Tarde o temprano el mundo llegaría a su destino: a ser
«un sólo rebaño, con un solo pastor»... Hoy todo esto
ha cambiado, aunque muchos cristianos (incluidos muchos de sus pastores)
todavía siguen en la visión tradicional. Buen día hoy, pues, para presentar
estos desafíos y para profundizarlos. No desaprovechemos la oportunidad para
actualizar también personalmente nuestra visión en estos temas. En la RELaT
(servicioskoinonia.org/relat) hay muchos materiales para estudiar el tema, así
como para debatirlo en grupos de estudio o de catequesis. En el Nuevo
Testamento, además de Juan 7,42, encontramos referencias a Belén en las
narraciones de Mateo 2 y Lucas 2 acerca del nacimiento del Salvador en la
ciudad de David. La tradición de que el Mesías debía nacer en Belén tiene su
base en el texto de Miqueas 5,2, donde se señala que de Belén Efrata debía
salir quien gobernaría Israel y sería pastor del pueblo. Hoy ya sabemos que
Jesús nació probablemente en Nazaret, y que la afirmación de que nació en Belén
es una afirmación con intenció teológica. El término “magos” procede del griego “magoi”, que significa matemático, astrónomo y astrólogo. Estas dos últimas disciplinas eran una misma en la antigüedad, por lo que con ambas se podía estudiar el destino y designio de las personas. Es decir, los «reyes magos» no fueron ni reyes ni magos en el sentido actual de estas palabras; habrían sido astrólogos o estudiosos del cielo. Fue el teólogo y abogado cartaginés Tertuliano (160-220 d.C.) quien aseguró que los magos serían reyes y que procederían de Oriente. En la visita de los magos a Jesús, los Padres de la Iglesia vieron simbolizadas la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la pasión (mirra) de Cristo.
Para la
revisión de vida Dios se da a conocer a todas las
gentes; no sólo al «pueblo elegido», sino a todos los pueblos, representados en
los Magos de Oriente. ¿Tengo yo ese mismo sentimiento de universalidad de Dios,
o creo que sólo nosotros conocemos a Dios y estamos en la verdad? ¿O pienso tal
vez que sólo nuestra religión es verdadera, que las demás son
"falsas", o “simplemente humanas”, o como mínimo “inferiores” a la
nuestra? Para la
reunión de grupo La epifanía
(magos de Oriente yendo a adorar a Jesús) es un símbolo, una elaboración
teológica del “evangelio de la infancia” de Mateo, realizada en aquel contexto
la génesis del Nuevo Testamento, que es un contexto de confrontación de la
comunidad cristiana con el mundo ambiente, contexto de expansión esforzada, de
evangelización misionera. Es fácil hacer de este símbolo una interpretación en
el marco del “inclusivismo”, como si “toda salvación que haya fuera del
cristianismo proviniera en definitiva únicamente de Jesús”, o en el marco
incluso del “exclusivismo”, como si “fuera de Jesús no hubiera salvación”… Hoy,
dos milenios más tarde, con una visión bastante más amplia, y tras un Concilio
Vaticano II que ha dicho las palabras más positivas y optimistas sobre el valor
salvífico de las demás religiones que nunca se hayan pronunciado en la Iglesia
Católica, caben otras interpretaciones más abiertas. Dialoguemos sobre ello. La salvación
de Dios ofrecida en Jesús es universal, como lo es la salvación que Dios causa
y ofrece fuera (o antes) del cristianismo a través de las religiones de los
pueblos. Dios es el mismo a pesar de la multiplicidad de sus nombres o de la
diversidad de las religiones. Por eso los magos adoran a Jesús sin ser
cristianos, y por eso los cristianos podemos participar de las riquezas
religiosas de toda la humanidad. Todo lo que es de Dios nos pertenece a sus
hijos, a todos sus hijos. Por eso debe haber diálogo y paz entre las
religiones… ¿Es ésta una argumentación correcta? La Epifanía de
Jesús, su manifestación a toda la humanidad, significa que hay más «Pueblos de
Dios» que el Pueblo de Dios del cristianismo. ¿Seguimos identificando el
«pueblo de Dios» con la Iglesia católica, o con el cristianismo? ¿Es correcta
esa identificación? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Quiénes serían «Pueblo de Dios»?
¿Sería un pueblo o muchos pueblos? De alguna
manera, el Concilio Vaticano II nos ha sugerido que la manifestación de Dios en
Jesús no es la única. Dios, como sabemos, se ha manifestado de muchas maneras
también a otros pueblos (Heb 1,1)... ¿Qué cambios de actitud y hasta de
lenguaje implica este "descubrimiento"? ¿Qué cambios también implica
en los fundamentos de la misión, de la evangelización a los pueblos no
cristianos? Para la
oración de los fieles Para que
estemos siempre dispuestos a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza a
quien nos lo pida. Roguemos al Señor. Para que cada
religión esté dispuesta a escuchar a las demás y a acoger con apertura de
corazón lo que el Espíritu nos manifiesta en las religiones de todos los
pueblos. Roguemos… Para que
todos los catequistas sepan unir el testimonio de su propia vida a una buena
preparación para ejercer su ministerio. Roguemos… Para que
cuantos viven sumidos en la duda, el temor o la intranquilidad se encuentren
con Dios vivo y alcancen la luz y la paz que buscan y necesitan. Roguemos… Por cuantos
buscan un mundo más justo y en paz, para que encuentren la recompensa a sus
trabajos y desvelos. Roguemos… Para que
vivamos de tal modo la fraternidad con quienes nos rodean que seamos para todos
un verdadero testimonio de fe y de amor. Roguemos… Oración
comunitaria Dios, Padre nuestro: el relato
evangélico nos narra que en un día como éste Jesús fue reconocido por unos
magos venidos de Oriente en su búsqueda; haz que quienes te buscan, encuentren
y sigan las estrellas que Tú pones en su camino, y quienes ya te hemos
encontrado podamos contemplar un día, cara a cara, la gloria de tu rostro. Por
Jesucristo.
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