BAUTISMO DEL SEÑOR
CICLO "B" Salmo responsorial: Salmo 28 Segunda lectura: Hechos 10,34-38 EVANGELIO -Llega detrás de mí
el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para agacharme y desatarle la
correa de las sandalias. 8Yo os he bautizado en agua, él os
bautizará con Espíritu Santo. 9Sucedió
que en aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en
el Jordán. 10Inmediatamente,
mientras salía del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar como paloma
hasta él. 11Hubo una voz del cielo: -Tú eres mi Hijo, el amado, en
ti he puesto mi favor. COMENTARIOS Juan no se considera protagonista, anuncia la llegada
de otro superior a él, que el lector identifica con Jesús. Será superior a él
en fuerza, pues poseerá la plenitud del Espíritu; también en su misión, que
consistirá en fundar un nuevo pueblo, una sociedad nueva (nueva alianza), pues
el papel de Esposo, propio de Dios en el AT (Os 2,4ss; Is 54,62; Jr 2; Ez 10),
corresponde ahora a Jesús (cf. 2,19s); así lo supone la frase no soy quién
para... desatarle la correa de las sandalias, que alude a la ley judía del
levirato: quitar la sandalia significaba apropiarse del derecho de esposo (cf.
Rut 3,5-11). La actividad del Mesías consiste en infundir el Espíritu (cf. Is
44,3-5; Ez 36,26-28), que potencia y consagra al hombre (Santo/
santificador): el hombre nuevo será el fundamento y el artífice de la nueva
sociedad, etapa terrena del reino de Dios. v. 9 Sucedió
que en aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en
el Jordán. En aquellos días es una fórmula usada por los
profetas para anunciar la nueva alianza Jr 31,31.33) o la efusión del Espíritu
(Jl 3,2), señalando la época del cumplimiento de las promesas. Mc presenta a
Jesús, el protagonista del evangelio: llega de Nazaret, un pueblo
perdido de la región más nacionalista de Galilea. Con su bautismo manifiesta Jesús su apoyo al
movimiento suscitado por Juan y a su exhortación al cambio de vida, mostrando
su compromiso por la eliminación de la injusticia. Su bautismo, sin embargo,
no significa, como el de la multitud, una muerte al pasado (no hay confesión de
pecados), sino un compromiso de entrega por el bien de la humanidad, que
incluye la disposición a dar la vida por procurarlo (cf. 10,38s). v. 10 Inmediatamente,
mientras salía del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar como paloma
hasta él. El compromiso de Jesús, expresión de su amor sin
medida a la humanidad, provoca inmediatamente una respuesta celeste, que el
evangelista describe con rasgos figurados. Ante todo, se rompe la frontera
entre el mundo divino y el humano y, en la persona de Jesús, se establece la
plena y permanente comunicación entre Dios y el hombre (rasgarse el cielo). Dios comunica a Jesús la plenitud de su vida/fuerza, el
Espíritu, que constituye la unción mesiánica (cf. Is 11,9s; 42,1-4; 61,
ls). La paloma remite a la primera creación (Gn 1,2: «el Espíritu del
Señor se cernía sobre las aguas»): el Espíritu termina la creación llevando a
Jesús a la plenitud humana al conferirle la condición divina: el Mesías ungido
es el Hombre-Dios. La experiencia interna de Jesús se formula de dos
maneras: en términos de visión (vio al Espíritu...) y en términos de
audición (11: una voz del cielo). 11 Hubo una
voz del cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado, en ti he puesto mi favor. La voz del cielo explicita los efectos de la bajada
del Espíritu: declara a Jesús «el Hijo de Dios», es decir, el rey Mesías (cf.
Sal 2,7), «el amado», como el nuevo Isaac, cuya entrega acepta el Padre (cf. Gn
22,2), y el que es objeto del favor divino (en ti he puesto mi favor), como
se dijo en otro tiempo del Servidor de Dios (Is 42,1), con misión universal (Is
49,1-13), que daba su vida para realizarla (Is 50,4-9; 51,1-8; 52,13-53,12). La escena describe así la investidura mesiánica de Jesús,
pero es la de un Mesías muy diferente del «hijo sucesor de David» esperado por
el pueblo judío (10,47s; 11,9s; 12,35-37). Ha llegado el que es más fuerte que
Juan (1,7).
II El bautismo
de Juan es un llamado a todo el pueblo de Dios para que cambie su manera de
pensar y se comprometa en un nuevo estilo de vida. La misión y el llamado de
Juan Bautista se ubican en el desierto, símbolo de la peregrinación de Israel.
Allí el pueblo de Dios tiene de manera permanente la posibilidad de
reencontrarse con Dios y recuperar el ardor de la primera llamada que los
condujo de la esclavitud a la tierra prometida.
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