CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "B" Primera lectura: Deuteronomio
18, 15-20
EVANGELIO 21bEl
sábado entró en la sinagoga e inmediatamente se puso a enseñar. 22Estaban
impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, no
como los letrados. 23Estaba
en aquella sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo e inmediatamente
empezó a gritar: 24-¿Qué
tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién
eres tú, el Consagrado por Dios. 25-Jesús
le conminó: -¿Cállate
la boca y sal de él! 26El
espíritu inmundo, retorciéndolo y dando un alarido, salió de él. 27Se
quedaron todos ellos tan desconcertados que se preguntaba unos a otros: -¿Qué
significa esto? ¡Un nuevo modo de enseñar, con autoridad: incluso da órdenes a
los espíritus inmundos y le obedecen! 28Su
fama se extendió inmediatamente por todas partes, llegando a todo el territorio
circundante de Galilea. COMENTARIOS I Una de las cosas que causan más extrañeza al leer las páginas
vangélicas es la frecuente intervención de los demonios en el mundo Je los
hombres. En tiempos de Jesús reinaba un temor inmenso a los demonios. Eran
considerados los causantes de enfermedades de toda índole, en especial de las
enfermedades mentales, cuya manifestación externa delataba el hecho de que el
paciente no era dueño de si mismo; en él, se pensaba, mandaba un demonio.
Enfermos, fisicamente sanos, pero psíquicamente divididos o destrozados, eran
'denominados vulgarmente "endemoniados". El miedo a los demonios se acrecentaba aún más, ya que semejantes
dolencias, al no existir todavía manicomios, tenían mayor publicidad que hoy.
La posesión demoníaca, sin embargo, no era considerada, como otras enfermedades,
castigo de Dios o consecuencia de un pecado del paciente. Los demonios, según
se creía, tenían que habitar en el cuerpo de alguien, persona o animal, pues de
no ser así no podían existir, al no tener cuerpo propio (Mt 12,43). Los lectores de los Evangelios, veinte siglos después, tenemos que ser
críticos respecto a esta mentalidad propia de la cultura oriental antigua. La
ciencia, en especial la sicología, sabe explicar ya estas enfermedades mentales
así como sus causas, sin necesidad de recurrir siempre a los demonios. De la curación de un endemoniado habla el evangelista Marcos, recién
comenzada la vida pública de Jesús: "Entraron en Cafarnaún, y el sábado
siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Estaban asombrados de su
enseñanza porque enseñaba con autoridad, no como los letrados. Resultó que en
aquella sinagoga estaba un hombre poseído por un espíritu inmundo y se puso a
gritar: ¿Qué tienes que ver con nosotros Jesús Nazareno? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quien eres: el Consagrado de Dios. Jesús le intimó: ¡Cállate la
boca y sal de este hombre! El espíritu inmundo lo retorció y, dando un alarido,
salió...". Este fue el primer milagro que hizo Jesús. Sucedió en la sinagoga,
lugar de oración, lugar sagrado de lectura y comentario de la Biblia. A ella
acudían el santo día del sábado los judíos fieles, los puros. No tan puros
-según el Evangelio- cuando con ellos, en la sinagoga, habitaba un demonio o
espíritu impuro. A veces los locos dicen la verdad: Jesús era el Consagrado de Dios.
Por eso entró en la sinagoga, eje y corazón de un complicadísimo sistema
religioso, capaz de volver loco a cualquiera; y en la sinagoga curó a un
endemoniado, devolviéndole su sano juicio. Al ver lo sucedido, la gente, llena
de estupor, exclamó: "¿Qué significa esto? Un nuevo modo de enseñar, con
autoridad, y además, da ordenes a los espíritus inmundos y le obedecen".
La única enseñanza verdadera, el único magisterio auténtico es aquel que libera
a las personas acabando con las divisiones que le destrozan por dentro. Y quién sabe, digo yo, si aquel pobre endemoniado,
aquel loco, no era producto de un sistema religioso que, a base de dictar
mandamientos y mandamientos, habría creado en el paciente un complejo de
culpabilidad, hasta el punto de desquiciarlo... A veces las estructuras
religiosas son para volverse locos...
Todavía hay algunos sueltos. Pero sin autoridad,
como los letra dos (los expertos en la Ley religiosa), aunque siguen teniendo
efectos paralizantes sobre quienes son dominados por ellos. Pero hay también
una posibilidad de liberación: Jesús de Nazaret. Entraron en
Cafarnaún, y el sábado siguiente entró Jesús en la sinagoga y se puso a
enseñar. En Palestina no había más que un templo: el de Jerusalén. Pero cada
ciudad y cada pueblo tenía su sinagoga, que
era el lugar donde los israelitas piadosos se reunían para recitar salmos y
escuchar la lectura de la Ley y los Profetas. Era un lugar donde cada sábado se
podía encontrar un grupo numeroso de personas. Estando en Cafarnaún, ciudad
cercana a Nazaret, situada a la orilla del lago de Galilea, el primer sábado en
que tiene ocasión, Jesús se acerca a la sinagoga y se dirige a los que allí
estaban reunidos. Marcos no nos dice quién le invita a hacerlo; sólo que Jesús se pone a
enseñar de inmediato. Tampoco nos dice de qué habla, únicamente nos explica
algunas reacciones que provoca su enseñanza. Y son precisamente esas reacciones
las que nos proporcionan la clave de lectura de este episodio.
Estaban
impresionados por su enseñanza, pues les estaba enseñando como quien tiene
autoridad y no como letrados. El asunto era grave. No se trataba de los distintos puntos de vista de
dos maestros de la Ley; la cuestión era que Jesús, que no era ni maestro de la
Ley siquiera, estaba poniendo en peligro todo el sistema religioso establecido,
pues su enseñanza estaba dejando en evidencia a los representantes oficiales
de ese sistema.
Estaba en
aquella sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo e inmediatamente se
puso a gritar: -¿Qué tienes
tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién
eres tú: el consagrado por Dios. Lo que resulta extraño es que aquel espíritu inmundo estuviera allí,
en la sinagoga en la iglesia, diríamos nos-otros-, y más extraño todavía que
mientras los letrados -a los que no se nombra, pero que debían estar presentes
en la sinagoga- permanecen callados, el espíritu inmundo, en solidaridad con
ellos, siente la enseñanza de Jesús como una amenaza y sale en defensa del
sistema religioso y de sus representantes.
Jesús le
intimó: -;Cállate la
boca y sal de él! Y
retorciéndolo y dando un grito muy fuente, el espíritu inmundo salió del
hombre. Los de las montañas de Galilea -la comarca donde estaba Nazaret-
tenían fama de revolucionarios. Al recordar de qué pueblo era Jesús y añadir
que era el consagrado por Dios aquel
espíritu intentaba distraer la atención de la gente para que nadie tomara
conciencia del contenido de su enseñanza que tan peligrosa estaba resultando
para aquella religión; se proponía, además, provocar una revuelta popular
procurando que Jesús fuera confundido con un cabecilla revolucionario: esa
revuelta se producía, los romanos se encargarían de eliminar a Jesús y devolver
la tranquilidad a los responsables de la sinagoga. Pero Jesús no se queda
quieto y libera al hombre del dominio de aquel espíritu. Aquel hombre que estaba poseído por el espíritu inmundo representa en
el relato a todo el pueblo (por eso directamente no se nombra a nadie más), a
cualquier colectividad o a cualquier persona dominada por ideologías, que o
bien son causa del sometimiento y de la pérdida de la libertad del ser humano,
o bien propugnan la violencia y que se justifican con razones de carácter
religioso. Sólo liberándose del dominio de tales ideologías podrá el hombre
aceptar plenamente el mensaje de Jesús; sólo así podrá el hombre conquistar su
libertad; sólo así podrá el hombre colaborar en la liberación de toda la
humanidad. Por eso coloca Marcos este episodio al principio de su evangelio. Cuidado, por tanto, con los
demonios, que todavía pueden andar sueltos.
Al emprender el camino a Cafarnaún, centro
neurálgico de Galilea, queda constituido el grupo de seguidores de Jesús que
procede del judaísmo. Comienza
Jesús su actividad tomando contacto con los israelitas integrados en la
institución religiosa (sinagoga), que aceptan la doctrina oficial,
nacionalista y particularista, transmitida por los letrados (obstáculo para la
universalidad del reinado de Dios). v. 22 Estaban
impresionados de su enseñanza, pues les enseñaba como quien tiene autoridad, no
como los letrados. En la enseñanza de Jesús perciben
los oyentes la fuerza del Espíritu; la reacción es favorable, pues reconocen en
él la autoridad de un profeta, que, como consecuencia, provoca el desprestigio
de la enseñanza habitual de los letrados. Jesús los libera de su dependencia
de los maestros oficiales. v. 23 Estaba
en la sinagoga de ellos un hombre poseído por un espíritu inmundo e
inmediatamente empezó a gritar: Entre los fieles de la sinagoga
hay, sin embargo, quien se identifica de manera tan fanática con la enseñanza
de los letrados, que no tolera que la autoridad doctrinal de éstos se ponga en
entredicho. Para señalar el fanatismo usa Mc la expresión estar poseído por un
espíritu inmundo (en oposición a «Espíritu Santo»); esta fuerza que
despersonaliza al hombre e impide todo espíritu crítico es, en concreto, una
ideología contraria al plan de Dios, aquí la propuesta por la institución
religiosa, que fomenta la idea de la superioridad de Israel y el consiguiente
desprecio de los demás pueblos; el poseído es un hombre enteramente alienado
por la adhesión fanática a esa ideología y sale en defensa de los letrados /
institución (24). vv.
24-26 «¿Qué tienes tú contra nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quién eres tú, el Consagrado por Dios». Jesús le conminó:
«¡Cállate la boca y sal de él!» El espíritu inmundo, retorciéndolo y dando un
alarido, salió de él. El individuo no puede negar la
autoridad divina de Jesús (profeta), pero no admite que ésta pueda oponerse a
la autoridad, para él también divina, de la institución religiosa y de su
doctrina. Reprocha a Jesús que no se ponga de parte de la institución y no
abrace sus ideales (¿Qué tienes tú contra nosotros?... ¿has venido a
destruirnos?). Al llamarlo Nazareno le indica que, según su origen, debería
profesar las ideas nacionalistas (cf. 1,9); tienta a Jesús (primera vez que se
realiza la tentación del poder, cf. 1,13) para que ponga su autoridad al
servicio del sistema, aceptando el papel de Mesías nacionalista (el Consagrado
por Dios). Jesús lo corta en seco y, a pesar de su resistencia, lo libera de su
fanatismo, es decir, logra convencerlo de lo erróneo de su postura. vv.
27-28 Se quedaron todos ellos tan desconcertados que se preguntaban unos a
otros: «¿Qué significa esto? ¡ Un nuevo modo de enseñar, con autoridad: incluso
da órdenes a los espíritus inmundos y le obedecen!» Su fama se extendió
inmediatamente por todas partes, llegando a todo el territorio circundante de
Galilea. Admiración y desconcierto de los presentes: Jesús no acepta el papel de mesías nacionalista, pero no ha explicitado otro programa. La fama de Jesús prepara su actividad posterior.
El documento
tuvo varias ediciones en las que fue sucesivamente ampliado. Insiste en la
necesidad de vivir unas relaciones interhumanas justas. La ley no es, en este
documento, un fárrago de decretos aislados. Cada precepto está en función de
defender la vida y la dignidad de cada persona en la comunidad. La ley expresa
la vida íntima de la comunidad, la necesidad de que cada persona tenga lo
mínimo para sobrevivir y nadie viva en una situación oprobiosa y miserable. De
este modo, la ley deja de ser una ominosa obligación y pasa a ser un «don» que
otorga Dios a todo el pueblo. Este don o alianza se fundamenta en el derecho de
cada familia a poseer lo mínimo necesario, esto es, un pedazo de tierra donde
pueda cultivar y donde pueda vivir sin ser una carga para los demás: “Como Yavé
ha hecho don de este país su pueblo, nadie puede apropiarse de la tierra” (Dt 15,
4). Para este
autor la alianza, la ley o «don» debe ser interiorizada. La convivencia en el
país que Dios ha dado al Pueblo peregrino exige un cambio de mentalidad que se
traduce en una organización social donde el derecho divino prevalece sobre
todas las instituciones. Lo central de este derecho es la justicia interhumana,
entendida como fundamento de la convivencia social. “El rey debe ser hermano y
recortar ventajas e intereses personales. Este abrirse generosamente a los
otros es lo que demuestra la pertenencia a Yavé y lo que permite la pertenencia
a este pueblo”. En esta misma
línea se ubica la promesa acerca del profeta venidero. Ese profeta se compara
con Moisés. No viene a recordar al pueblo una u otra cosa. Viene para indicar
cuál es el rumbo que el pueblo debe seguir. El profeta se preocupará por
mantener vivo el Espíritu de la Ley, tema en el que insiste el Deuteronomio, de
modo que no se convierta en una mera formalidad, sino que exprese las
necesidades vitales de la comunidad y de cada ser humano. El
Deuteronomio da inicio a una tendencia que Jesús llevará adelante. Para Jesús,
y en general para todos los profetas, lo fundamental de la ley es preservar la
dignidad, la intimidad y el valor de cada ser humano, el derecho a vivir en una
comunidad donde sea valorado por lo que es y no por lo que tiene. De este modo,
la legislación deja de ser un precepto que rige alguna cosa en particular, y se
convierte en expresión de las necesidades vitales del ser humano. A esto llama
la Biblia “llevar la Ley en el corazón”. La comunidad,
preocupada por opiniones adversas al matrimonio, le pregunta al apóstol Pablo:
¿sería preferible no casarse? Para Pablo lo importante es que cada persona de
la comunidad cristiana se sienta a gusto y motivada para servir. Por eso su
mensaje no orienta a los que están casados, sino que se preocupa por los judíos
y por los esclavos. Los judíos para que no renieguen de su cultura y
tradiciones, pero para que tampoco se la impongan a los demás. A los esclavos
los anima a no desanimarse por su condición y a buscar una oportunidad para
liberarse. De este modo, ninguno se puede sentir ni inferior ni superior a los
otros. Todos son iguales porque al interior de la comunidad se respeta la
diferencia. Este es el principio de igualdad. En todos los
casos, situaciones, estados civiles, posiciones sociales... Pablo insiste en la
urgencia de buscarse un camino para vivir la libertad que nos dejó Cristo y,
siendo libres, preparar la irrupción del Reino. El Señor vuelve cuando la
comunidad, libre ya de trabas sociales, culturales o ideológicas, da testimonio
de un modo de vivir alternativo y liberador. Jesús estaba
interesado en la situación particular de cada ser humano: en sus sufrimientos,
en las ideas que lo atormentaban, en aquellas cosas que le impedían ser libre y
espontáneo. Este interés no obedecía a un interés político encubierto, sino a
una genuina valoración de cada persona que encontraba en el camino. Muchos
movimientos y grupos muestran interés por los individuos mientras estos sirven
a sus intereses proselitistas, mientras son sus adeptos, luego, si disienten,
los ignoran o los marginan. Jesús se manifestó abiertamente contra este modo de
actuar y lo declaró abiertamente: el sábado, o sea la ley, las costumbres, todo
lo prescrito, está al servicio de cada ser humano y no al contrario. Precisamente,
su lucha contra los demonios fue una lucha contra las ideologías instaladas en
las sinagogas, que buscaban un mesías glorioso, un militar implacable, un
reformador religioso. Jesús nunca se identificó con estos propósitos. Por esta
razón, conmina a los “espíritus inmundos” o ideologías opresoras a guardar
silencio y a no tratar de seducirlo con falsas aclamaciones y reconocimientos. El pueblo
sencillo reconocía esta lucha contra el formalismo de la ley la ideología que
la sustentaba. La propuesta de Jesús los liberaba de la pesada carga moral,
económica y cultural que suponía cumplir los más de seis mil preceptos que
estaban vigentes para regular todos los aspectos de la vida personal y
comunitaria. Mucha gente se preguntaba: ¿no será este hombre el nuevo
legislador? ¿No será el hombre prometido como reemplazo del profeta Moisés? ¿No
será la propuesta de Jesús, el Reinado de Dios, la “nueva Ley?” ¿Por qué sus
acciones liberadoras y su lucha contra el mal es tan eficaz? Hoy debemos
preguntarnos: ¿hemos seguido la propuesta de Jesús de que cada ser humano tenga
un valor inalienale? ¿Creemos que nuestra tarea, como anunciadores de la buena
nueva, es ayudar a todos los seres humanos a liberarse de las trabas que nos
les permiten crecer con libertad y espontaneidad? ¿Tiene carácter normativo la
Buena Nueva de Jesús, o la tomamos a la ligera como las noticias de cada día? Para la
revisión de vida La palabra de Jesús fue siempre una
palabra autorizada, llena de verdad y de vida; por eso expulsaba demonios y
liberaba a los oprimidos por el mal. ¿Somos verdaderos discípulos de nuestro
Maestro? ¿Es nuestra palabra, como la suya, una palabra autorizada y eficaz,
que engendra libertad, justicia, paz, esperanza, amor y vida a los hermanos más
necesitados? Para la
reunión de grupo Una constante
tentación de la gente religiosa es la de pretender forzar y manipular la
divinidad. ¿Busco en mi vida a un Dios doméstico y domesticado, hecho a mi
imagen y semejanza, de acuerdo con mis conveniencias personales, ideológicas y
sociales, o le acepto tal cual El es y se me da a conocer? Todos y cada
uno de los miembros de la comunidad tenemos que realizar la misión que el Señor
nos encomienda; casados o solteros, lo importante es responder a su llamada y
no utilizar esa condición para establecer categorías entre nosotros. ¿Cómo
colaboro yo, con los dones que el Señor me ha dado, a la construcción de una
Comunidad rica por su variedad, y a la implantación del Reino entre nosotros? Jesús actuaba
de tal manera que nadie quedaba indiferente ante él; unos lo admiraban, otros
no podían soportar su libertad y su cercanía a Dios Padre. Mi actuación, la de
mi comunidad, ¿interpela a la gente que nos ve y nos rodea, impresiona,
cuestiona, hace reflexionar, alegra, libera, trae paz, justicia y esperanza, o
deja indiferentes a los demás? Para la
oración de los fieles Para que la Iglesia tenga siempre una palabra
creíble, basada en su compromiso real y eficaz con los pobres. Roguemos al
Señor. Para que los
pobres, los enfermos, los ancianos, los emigrantes y todos los que sufren
escuchen la Buena Noticia de su liberación en palabras y en hechos. Roguemos… Para que
tanto los que viven el celibato como los que ha construido una familia sepan
vivir en fidelidad a lo que Dios ha pedido a cada uno. Roguemos… Para que los
gobernantes sepan trabajar eficazmente por el bien común, preocupándose de
manera especial por los pobres. Roguemos… Para que
nuestros hermanos difuntos vivan ya la plenitud de vida junto a Dios. Roguemos… Para que
todos nosotros sepamos hacer de nuestra fe, nuestra vida y demos testimonio
autorizado ante todos de Jesucristo Muerto y Resucitado. Roguemos… Oración
comunitaria Dios, Padre nuestro, Tu que nos amas
hasta el extremo, enséñanos a amar a los demás con todas nuestras fuerzas, y
que nuestro amor no se quede en buenas palabras sino que se traduzca en obras
de justicia, de amor y de servicio a favor de todas las personas. Por
Jesucristo.
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