QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "B" Primera
lectura: Job 7, 1-4. 6-7 EVANGELIO 32Caída la tarde, cuando se puso
el sol, le fueron llevando a todos los que se encontraban mal y a los
endemoniados. 33La ciudad entera estaba congregada a la puerta. 34Curó
a muchos que se encontraban mal con diversas enfermedades y expulsó muchos
demonios; y a los demonios no les permitía decir que sabían quién era. 35Por la mañana, se levantó muy de
madrugada y salió; se marchó a despoblado y allí se puso a orar. 36Echó
tras él Simón, y los que estaban con él; lo encontraron 37y le
dijeron: -¡Todo el mundo te busca! 38Él les respondió: -Vámonos a otra parte, a las poblaciones
cercanas, a predicar también allí, pues para eso he salido. 39Fue predicando por
las sinagogas de ellos, por toda Galilea, y expulsando demonios.
COMENTARIOS La condición humana tiende a ser sedentaria.
Al hombre le gusta caminar para llegar y quedarse, asentarse, acomodarse,
aclimatarse, establecerse y pararse. Y casi todo en la vida
consiste en luchar por conseguir esa meta anhelada para después disfrutar de
ella -si yo tuviera, si yo pudiera, si yo fuera-. Es difícil encontrar seres humanos como aquél que, al
morir, dejó como testamento sólo una frase: "He pasado toda la vida
buscando"; personas siempre insatisfechas por naturaleza, con vocación
exploradora de por vida; constantes buscadores de nuevas metas sin echar anclas
en ninguna situación, por muy ventajosa que sea. No hay muchos con esta gozosa
vitalidad, con esta feliz insatisfacción. Y por eso, tal vez, hay tantos que
deambulan por la vida como muertos, tanta gente situada sin más aspiraciones
que la contemplación de las metas logradas, tantos narcisos de sus propios
éxitos que dejan inconcluso su proyecto humano, tantas medianías... Jesús de Nazaret hubiera sido uno de estos,
de haberle hecho caso a Pedro y a sus compañeros. Había terminado su jornada
laboral en Cafarnaún en olor de multitudes; la gente se habla quedado extasiada
al verlo curar a un endemoniado en la sinagoga; con Santiago y Juan había
entrado en la casa de Simón y Andrés, y curado a la suegra de Simón que estaba
en cama con fiebre -la fiebre era, según la mentalidad de la época,
consecuencia de la habitación de un demonio en una persona (Mc 1,21-31). Al atardecer, comienzo de un nuevo día para
los judíos, la población entera se agolpó a la puerta de la ciudad, lugar de la
vida pública ciudadana, convertida provisionalmente en sinagoga abierta para
todos (agolparse -en griego "episynagomai"- suena a sinagoga); la
sesión de aquella tarde fue pública, solemne, general: "allá le llevaron
enfermos y endemoniados y Jesús los curaba..." (Mc 1,32ss). Pero aquel triunfo inquietaba a Jesús:
"El bien no hace ruido ni el ruido hace bien", se diría a si mismo.
Por eso, tal vez no durmió mucho aquella noche, "se levantó muy de
madrugada, se marchó a un descampado y estuvo orando allí". Y en aquella oración debió tomar una firme
decisión: no mirar atrás para quedarse en el triunfo fácil y multitudinario, no
volver a Cafarnaún para establecerse y dormirse en los laureles, seguir
caminando hasta dar la vida... Dos veces más aparece Jesús orando en el
Evangelio de Marcos, con los mismos resultados y por motivos semejantes: una,
no queriendo ser aclamado por el pueblo tras dar de comer a cuatro mil,
despidió a la gente y a los discípulos y se fue solo al monte a orar; la otra,
en el Huerto de Getsemaní, donde necesitaba sacar fuerzas de flaqueza para
seguir adelante hasta la cruz, sin pactar con el poder establecido, sin
claudicar de la misión a él encomendada... Jesús miraba siempre adelante. Por eso,
cuando Simón y sus compañeros lo encontraron aquella mañana y le dijeron:
"Todo el mundo te busca", Jesús le respondió: Vámonos a otra parte, a
las aldeas cercanas, que voy a predicar también allí; para eso he venido". Jesús sabía bien que quien vuelve atrás,
quien se para, se establece o se asienta, no llega a la meta, una meta que, en
la vida está siempre más allá...
Durante mucho tiempo hemos
considerado los relatos de milagros como prueba de la verdad de los
evangelios, muestra del poder de Dios o manifestación de su misericordia. Hoy,
sin embargo, la cuestión se plantea desde otro punto de vista: los hechos que
se cuentan en esos relatos, ¿agotan su sentido en sí mismos o tienen algún
valor para nosotros.
Al salir de la sinagoga
fueron derechos a casa de Simón y Andrés en compañía de Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba en
casa con fiebre e inmediatamente le hablaron de ella. Jesús se acercó, la cogió de
la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Esta calentura la padecían Simón y
otros discípulos de Jesús, y resultaba incompatible con el mensaje que él iba a
ofrecer a la humanidad porque impide uno de los valores esenciales del reino de
Dios: el servicio. La primera parte del evangelio de este
domingo es, por tanto, una advertencia a la comunidad a la que Marcos destina
su evangelio: ¡cuidado con las calenturas!, ¡cuidado con el fanatismo.
Si este mal se adueña de cualquiera de los miembros de la comunidad, le
impedirá, por una parte, servir, y por otra, compartir la vida de la comunidad
(sólo cuando la suegra de Simón es curada por Jesús puede incorporarse al grupo
y prestarle servicio). Leído así este relato, sin que importe
demasiado si el hecho sucedió o no tal y como lo cuenta el evangelio (nadie,
por otra parte, va a negar que Jesús desbordaba vida y la iba comunicando por
donde pasaba), adquiere una importancia fundamental: no se trata sólo de una
curación que sucedió una vez; se trata de algo mucho más importante: ese relato
podrá servir para librar de la grave enfermedad de la intolerancia y el
fanatismo a todo el que pudiera padecerla en cualquier lugar y en cualquier
momento de la historia. Las comunidades cristianas, se advierte con este texto,
tendrán que tener mucho cuidado para que ninguno de sus miembros, y menos aún
la comunidad entera, convierta la fe en fanatismo, la invitación a compartir un
modo de vida en imposición más o menos violenta de una ideología y el anuncio
del evangelio en pura propaganda. Dejarse vencer por esta enfermedad sería
quedar incapacitado para el servicio que cada miembro debe prestar a la
comunidad y ésta al hombre y al mundo. La función de este relato es, por tanto,
ser como una medicina que previene a la comunidad y a sus miembros para
que no contraigan tal calentura.
El fanatismo no era el único problema de
Simón. Tenía otras enfermedades. Algunas, que se manifestarán repetidamente
a lo largo del evangelio, aparecen ya en este relato: el exclusivismo e,
indirectamente, el triunfalismo. Cuenta el evangelio que, después de librar de
su fiebre a la suegra de Simón, Jesús curó a muchas otras personas de diversas
enfermedades y de los espíritus inmundos. De los demonios hablamos en el
comentario anterior. Las otras enfermedades representan cualquier situación
que pueda sufrir un hombre y que suponga falta de vida: la enfermedad misma,
pero también el hambre, la miseria, la injusticia, la incapacidad para el amor
o la imposibilidad para alcanzar la felicidad... Jesús cura a aquellos enfermos
y les devuelve la plenitud de la vida, aunque todavía no han comprendido ni
aceptado plenamente su mensaje. Por eso Jesús procura evitar cualquier tipo
de entusiasmo que pudiera provocar una reacción equivocada y se marcha por la
mañana temprano. Va a orar, como siempre que presiente que su grupo quiere
escoger el camino fácil del triunfo. Al darse cuenta de que Jesús no está,
Simón, sin que nadie se lo pida, se pone al frente del grupo que estaba con
Jesús y salen tras él: «Todo el mundo te busca», le dijeron. Querían que Jesús
se quedara allí para ellos solos. Y a los discípulos no les parecía mal. Este es el peligro de los milagros: por un
lado, pueden ser aprovechados para obtener un aplauso fácil que no compromete
a nada y que sólo sirve para satisfacer vanidades y así conseguir muchos
partidarios fanatizados; por otro, intentar monopolizar a quien los realiza.
(¿No es éste el caso de tantas imágenes milagrosas traídas y llevadas de
un lado para otro y, en ocasiones, perfectamente comercializadas?) Pero
silos relatos de milagros se leen y se entienden como un signo de que Dios
quiere que trabajemos para restablecer la vida, allí donde pueda estar
disminuida, entonces tendrán un sentido también para nosotros: nos moverán a
seguir el ejemplo de Jesús y ofrecer esa vida a todos los que puedan
tener necesidad de ella: «Vámonos a otra parte, a las poblaciones cercanas, a
predicar también allí, pues para eso he salido. » Sin caer en la tentación del
triunfalismo, sin negar a nadie la posibilidad de compartir la vida de Dios.
Jesús no aprovecha el entusiasmo popular. Después de
su contacto liberador con el ambiente oficial (sinagoga) quiere penetrar, con
la misma intención liberadora, en los ambientes privados (casa) con los que
está vinculado Simón, donde se profesa el reformismo violento. vv. 30-31 La suegra de Simón yacía en cama
con fiebre. En seguida le hablaron de ella. Él se acercó, la cogió de la mano y
la levantó; se le quitó la fiebre y se puso a servirles. Estos círculos están representados por la
suegra, cuya fiebre (en griego, de la raíz «fuego») alude al celo
violento de Elías, el profeta de fuego (Eclo 48,1-3.9; 1 Re 19,10.14). La
escena muestra el intento de Jesús, sin duda dialéctico, de que abandonen su
ideología: el espíritu de violencia es incompatible con el seguimiento. Seguir
a Jesús no significa dominar, sino servir. El servicio equivale al seguimiento,
y esa fiebre lo impide. El día de sábado no es obstáculo para la actividad de
Jesús: para él, el bien del hombre está por encima de toda ley. v. 32 Caída
la tarde, cuando se puso el sol, le fueron llevando a todos los que se
encontraban mal y a los endemoniados. El contacto de Jesús con los círculos
disidentes donde domina la ideología reformista (la casa de Simón y Andrés),
da a la gente de Cafarnaún una falsa idea de las intenciones de Jesús: si no
ha querido poner su fuerza profética al servicio de la institución, como le
proponía el fanático de la sinagoga, es que pretende reformarla. Por eso creen
que nada va a cambiar más que el liderazgo, y siguen respetando el descanso del
sábado (cuando se puso el sol, momento en que comenzaba para los judíos
un nuevo día). Se han liberado de los antiguos maestros, pero no de su doctrina. Son unos anónimos colaboradores de Jesús los
que llevan hasta él a los que necesitan ayuda. Los que se encontraban mal es
un modo de designar al pueblo que sufría, ante la indiferencia de los
dirigentes (cf. Ez 34,4); endemoniados son los poseídos (fanáticos de la
ideología del judaísmo), públicamente conocidos por su violencia. v. 33 La
ciudad entera estaba congregada a la puerta. La población de Cafarnaún, que no se interesa
por los que sufren, se empeña en hacer de Jesús un líder reformista (congregada
a la puerta; el verbo «congregarse» deriva de la misma raíz que «sinagoga»),
pero él no cede a la presión y no se pone en contacto con ella. v. 34 Curó
a muchos que se encontraban mal con diversas enfermedades y expulsó muchos
demonios; y a los demonios no les permitía decir que sabían quién era. Mientras tanto, va aliviando la situación de
los oprimidos y enfermos; impide al mismo tiempo que los fanáticos violentos
(los endemoniados) enardezcan a la gente con la idea de su liderazgo y los
rebate hasta hacerles abandonar su idea. 35 De
mañana, muy oscuro, se levantó y salió, se marchó a despoblado y allí se puso a
orar. Ante esta incomprensión generalizada Jesús
abandona la ciudad, reafirmando su ruptura con los valores de la sociedad judía
(se marchó a despoblado). Pide a Dios que no fracase la obra emprendida (se
puso a orar), pues la mentalidad reformista de sus seguidores se ha
contagiado a la población de Cafarnaún. vv. 36-37 Echó tras él Simón, y los que
estaban con el, lo encontraron y le dijeron: «¡Todo el mundo te busca!» Simón se pone a la cabeza y arrastra a los
otros; buscan afanosos que Jesús ceda a la expectación de la gente de la
ciudad. El grupo de seguidores pretende imponer una reforma, pero sin romper
la continuidad con el pasado; no entiende que el reinado de Dios inaugura una
nueva época (1,15: «Se ha terminado el plazo»). v. 38 El
les respondió: « Vámonos a otra parte, a las poblaciones cercanas, a predicar
también allí, pues para eso he salido». Jesús rechaza la propuesta y los invita a
acompañarlo en la misión por Galilea. Ante el hecho de la marginación de base
religiosa dentro de Israel, Jesús toma postura contra el código de lo puro y lo
impuro contenido en v. 39 Fue
predicando por las sinagogas de ellos, por toda Galilea, y expulsando los
demonios. La actividad de Jesús en Galilea es parecida a la que ha tenido en la
sinagoga de Cafarnaún: en toda la región, normalmente los sábados, anuncia la
cercanía del reinado de Dios al pueblo que, por estar integrado en la
institución (sinagogas), no sospechaba la existencia de una alternativa.
Sigue la conexión entre proclamación y expulsión de demonios (fanatismos
violentos que impiden la convivencia humana).
El libro de
Job, como sabemos, es una joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que
está tomado nuestro «Primer Testamento»). Es una reflexión sapiencial sobre ese
problema irresoluble, o mejor, sobre ese misterio eterno que es «el mal». El
misterio del mal, su presencia injustificada en el mundo, ante la cual
necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia
del mal. A Dios, en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina
filosófica que trata de mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de
«justificar» a Dios –como expresa la etimología misma de la palabra-. Lo importante
del libro de Job no son sus «datos históricos» (que no existen, pues no es un
libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre
el dolor humano (que estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la
sabiduría que encierra en sus reflexiones. En efecto, la
ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica en la obra
de Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia su obra
está hoy enteramente sobrepasada. En cambio, no avanzamos cada día en sabiduría
–que no está en el mismo plano de la ciencia-, y hoy la humanidad sigue
viviendo de la sabiduría de personajes como Confucio, Buda, Sócrates, Jesús...
En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría fundamental adquirida
hace ya tres mil años... Esa constatación nos permite escuchar y leer el libro
de Job. La práctica
de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis liberación del ser
humano... es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien,
es evitar el mal, y luchar contra él: dar la vida en la tarea de procurar la
paz, la salud, el bienestar, la felicidad... a todos aquellos que la han
perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no
quedarse de brazos cruzados o ensimismado en los propios asuntos, cuando
vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy
padecemos. «Anunciar hoy el Reino» no es cuestión de sólo palabras; exige simultáneamente construirlo. La «evangelización», la nuestra, ha de ser como la de Jesús. Su «anunciar» la buena noticia no es cuestión de simplemente transmitir información... sino de hacer, de construir, de luchar contra el mal, de sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios.
Para la
revisión de vida ¿Cómo me afectan los momentos bajos
de la vida, los momentos de cansancio, de depresión, cuando el tiempo se hace
largo y uno echa en falta el entusiasmo del vivir? ¿En qué momentos de mi vida la
imagen lejana que tenía de Dios se ha tornado más cercana y presente en la
vida? ¿Cómo he alimentado en mí la
verdadera libertad de los hijos de Dios? ¿Me acerco a las personas valorando
su condición o juzgo y rechazo a quienes son diferentes a mí? Para la
reunión de grupo ¿Qué está
viviendo Job que le hace decir las palabras que escuchamos de su boca? Ante el dolor
y lo problemas, ¿somos capaces de acompañar y respetar a los otros o
simplemente respondemos con frases aprendidas frías e indiferentes? ¿Cómo se
observa en nuestro entorno la manipulación que se hace del mensaje de Jesús en
beneficio de personas o grupos? ¿Cómo podemos
desarrollar en nuestro grupo la libertad de anunciar el Evangelio, sin
manipulaciones ni intereses egoístas? ¿En qué
gestos concretos nos hacemos cercanos a los hermanos que sufren o están
marginados de la sociedad? Para la
oración de los fieles Por quienes
sufren el hambre, la guerra y el abandono para que encuentren en los cristianos
personas capaces de acompañar y comprometerse en el mejoramiento de su vida. Por las
Iglesias de Jesús para que defiendan cada día la libertad ante cualquier forma
de poder o manipulación para que puedan ser autenticas servidoras de la vida. Para que en
las Iglesias se supere toda forma de exclusión, dominio, o alejamiento de la
vida y las necesidades de las personas. Para que la
evangelización, la catequesis, el servicio pastoral, el apostolado... sea
siempre, en la Iglesia de Jesús, algo que brota del entusiasmo y se hace por
vocación generosa, y no por oficios pastorales remunerados apetecibles
económicamente. Oración
comunitaria Padre creador, que escuchas y
atiendes los clamores de la humanidad, y que en Jesús nos mostraste el proyecto
de Bondad y libertad para tus hijos e hijas. Haz de nosotros creyentes audaces,
que libres de todo afán de dominio o ganancia, sepamos ser servidores de todos,
especialmente de tus hijos solos y abandonados. Que seamos constructores de un
mundo sin exclusiones en el que todos y todas quepamos con igual dignidad e
iguales oportunidades, para que la humanidad y la creación que sufre pueda
también un día levantarse, y realizarse plenamente en paz y bienestar. Tú que
vives y amas por los siglos de los siglos.
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