15 de agosto
ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA CICLO "B" Salmo responsorial: Salmo 44 Segunda lectura: 1 Corintios 15,20-27a EVANGELIO Lucas 1, 39-56 39Por aquellos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la
sierra, a un pueblo de Judá; 40entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel. 41A1 oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto
en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. 42y dijo a voz en
grito: -¡Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! 43y ¿quién
soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44Mira, en cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45¡Y
dichosa tú por haber creído que llegará a cumplirse lo que te han dicho de
parte del Señor! 46Entonces dijo María: -Proclama
mi alma la grandeza del Señor 47y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, 48porque se ha fijado en la humillación de su sierva. Pues mira, desde
ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, 49porque el Potente ha hecho grandes cosas en mi favor:
Santo es su nombre 50y su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación. 515u brazo ha intervenido con fuerza, ha
desbaratado los planes de los arrogantes: 52derriba del trono a los poderosos y
encumbra a los humildes; 53a los hambrientos los colma de bienes y
a los ricos los despide de vacío. 54Ha auxiliado a Israel, su servidor, acordándose,
como lo había prometido a nuestros padres, 55de la misericordia en favor de Abrahán y su descendencia, por
siempre. 56María se quedó con ella cuatro meses y se volvió a su casa. COMENTARIOS
EL SERVICIO SOLÍCITO DEJA UNA ESTELA DE ALEGRÍA «Por
estos mismos días María se puso en camino y fue a toda prisa a la sierra, en
dirección a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel»
(1,39-40). El nexo temporal que une esta nueva escena con la anterior es de los
más estrecho, imbricándolas íntimamente. María se olvida de sí misma y acude
con presteza en ayuda de su pariente, tomando el camino más breve, el que
atravesaba los montes de Samaría. Lucas subraya su prontitud para el servicio:
el Israel fiel que vive fuera del influjo de la capital (Nazaret de Galilea) va
en ayuda del judaísmo oficial (Isabel; «Judá», nombre de la tribu en cuyo
territorio estaba Jerusalén). Al igual que el ángel «entró» en su casa y la
«saludó» con el saludo divino, María «entró en casa de Zacarías y saludó a
Isabel». De mujer a mujer, de mujer embarazada a mujer embarazada, de la que va
a ser Madre de Dios a la que será madre del Precursor. «Al
oír Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel
se llenó de Espíritu Santo» (1,41). El saludo de María comunica el Espíritu a
Isabel y al niño. La presencia del Espíritu Santo en Isabel se traduce en un grito
poderoso y profético: « ¡ Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre! Y ¿quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en
cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
¡Dichosa la que ha creído que llegará a cumplirse lo que le han dicho de parte
del Señor!» (1,42-45). Isabel
habla como profetisa: se siente pequeña e indigna ante la visita de la que
lleva en su seno el Señor del universo. Sobran las palabras y explicaciones
cuando uno ha entrado en la sintonía del Espíritu. La que lleva en su seno al
que va a ser el más grande de los nacidos de mujer declara bendita entre todas
las mujeres a la que va a ser Madre del Hombre nuevo, nacido de Dios. La
expresión «Mira» concentra, como siempre, la atención en el suceso principal:
el saludo de María ha servido de vehículo para que Isabel se llenase de
Espíritu Santo y saltase de alegría el niño que llevaba en su seno. La sintonía
que se ha establecido entre las dos mujeres ha puesto en comunicación al
Precursor con el Mesías. La alegría del niño, fruto del Espíritu, señala el
momento en que éste se ha llenado de Espíritu Santo, como había profetizado el
ángel. A diferencia de Zacarías, María ha creído en el mensaje del Señor y ha
pasado a encabezar la amplia lista de los que serán objeto de bienaventuranza. En
el cántico de María resuena el clamor de los humillados y oprimidos de todos
los tiempos, de los sometidos y desheredados de la tierra, pero al mismo
tiempo se hace eco del cambio profundo que va a producirse en el seno de la
sociedad opresora y arrogante: Dios ha intervenido ya personalmente en la
historia del hombre y ha apostado a favor de los pobres. En boca de María pone
Lucas los grandes temas de la teología liberadora que Dios ha llevado a cabo en
Israel y que se propone extender a toda la humanidad oprimida. En la primera
estrofa del cántico María proclama el cambio personal que ha experimentado en
su persona: «Proclama
mi alma la grandeza del Señor y
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque
se ha fijado en la humillación de su sierva. Pues
mira, desde ahora me llamarán dichosa todas
las generaciones, porque
el Potente ha hecho grandes cosas a mi favor -Santo
es su nombre- y
su misericordia llega a sus fieles de generación en generación» (1,46-50). Por
boca de María pronuncia su cántico el Israel fiel a Dios y a su alianza, el
resto de Israel que ha creído en las promesas. Alaba a Dios por su
cumplimiento, que ve inminente por el hecho de la concepción del Mesías y
experimenta ya realizado en su persona. «Dios mi Salvador» (cf. Sal 24,1; 25,5;
Miq 7,7, etc.) es el título clave del cántico, cuyo tema dominante va ser
la salvación que Dios realiza en Israel. Dios ha puesto su mirada en la
opresión que se abate sobre su pueblo y lo ha liberado en la persona de su
representante, su «sierva» (cf. Dt 26,7; Sal 136,23; Neh 9,9). Los
grandes hitos de la liberación de Israel están compendiados en las «grandes
cosas» que Dios ha hecho en favor de María: esta expresión se decía en
particular de la salida de Egipto (Dt 10,21, primer éxodo). En el compromiso
activo de Dios a favor de su pueblo, éste reconoce que su nombre es Santo; en
el compromiso de los cristianos a favor de los pobres y marginados, éstos
reconocerán que el nombre de Dios es Santo y dejarán de blasfemar contra un
sistema religioso que, a sus ojos, se ha prestado con demasiada frecuencia a
lo largo de la historia a defender los intereses de los poderosos o por lo
menos se ha inhibido de sostener la causa de los pobres con el pretexto de que
alcanzarán la salvación del alma en la otra vida. En
la segunda estrofa se contempla proféticamente el futuro de la humanidad
desheredada -tema de las bienaventuranza- como realización efectuada e
infalible de una decisión divina ya tomada de antemano: «Su
brazo ha intervenido con fuerza, ha
desbaratado los planes de los arrogantes: derriba
del trono a los poderosos y
encumbra a los humillados; a
los hambrientos los colma de bienes y
a los ricos los despide de vacío» (1,51-53). Dios
no ha dado el brazo a torcer frente al orden injusto que, con la arrogancia que
le es proverbial, ha pretendido con sus planes mezquinos e interesados borrar
del mapa el plan del Dios Creador. Dios «ha intervenido» ya (aoristo profético)
para defender los intereses de los pobres desbaratando los planes de los ricos
y poderosos. La acción liberadora va a consistir en una subversión del orden
social: exaltación de los humillados y caída de los opresores; sacia a los
hambrientos y se desentiende de los ricos. El cántico de María es el de los
débiles, de los marginados y desheredados, de las madres que lloran a sus hijos
desaparecidos, de los sin voz, de los niños de la «intifada», de los muchachos
que sirven de carnaza en las trincheras, en una palabra: de la escoria de la
sociedad de consumo, que dilapida los bienes de la creación dejando una estela
de hambre que abraza dos terceras partes de la humanidad. acordándose
-como lo había prometido a nuestros padres- de la misericordia en favor de
Abrahán y su descendencia, por siempre» (1,54-55). Dios
no ha olvidado su misericordia/amor (Sal 98,3), como podía haber sospechado
Israel ante los numerosos desastres que han jalonado su historia. La fidelidad
de Dios hecha a los «padres», los patriarcas de Israel, queda confinada de
momento, en el horizonte concreto de María, el Israel fiel, a su pueblo. Sólo
en la estrofa central hay atisbos de una futura ampliación de la promesa a toda
la humanidad. II La segunda
lectura nos presenta la afirmación central sobre la resurrección de Cristo y de
los muertos: Cristo no es un cadáver que revive, sino que es le Resucitado (el
vencedor de la muerte) que causa la resurrección de los muertos. Cristo ha
derrotado la muerte (la vencedora de la vida) en su propio terreno, la ha
destituido (le ha arrebatado todo su poder sobre la vida ), a fin de liberar a
todos los que estaban bajo su poder. Cristo resucitado garantiza la
resurrección de todos los muertos. Conviene notar el paralelismo alternado: por
un ser humano, la muerte; por otro ser humano, la resurrección de los muertos;
en Adán, todos murieron; en Cristo, todos vivirán. En definitiva, Pablo afirma
que el don de la vida se da en la resurrección de Cristo. María, al frente de
los que son de Cristo (15,23), goza de la vida de la gloria del Reino y ya
celebra la destitución del único y último enemigo: la muerte. La escena
evangélica de hoy se centra en el encuentro de las dos madres y de sus
respectivos niños, en la continuidad del designio de Dios (AT y NT), une
teológicamente los relatos paralelos de la infancia de Juan (el último profeta
del AT) y de Jesús. Y es el Espíritu quien marca esta continuidad. Toda la
escena rebosa de teología, y para que no se pierda ni un ápice, Lucas la
concluye con el mutis de María (1,56). En este encuentro, Lucas pone en boca de
María este himno judeocristiano (1,47-55), que se inspira en el cántico de Ana
(1Sam 2,1-10) y en toda la tradición bíblica (sobre todo de los salmos). Himno
que expresa la fe y la esperanza de los pobres y humildes del pueblo de Dios.
Son los «hijos de Sión», «los pobres del Señor», quienes, en María y con ella,
alaban a Dios por las grandes obras que ha hecho en ellos/en ella (1,46-49),
por lo que hace en su favor (1,50-53) y, finalmente, por su amor misericordioso
a favor de Israel, en conexión con las promesas realizadas y selladas con la
bendición de Abraham y a su descendencia (1,54-55). María es también hija de
Abraham. Así, en María, en este encuentro entre el AT y el NT, se une la espera
con la realización y, al mismo tiempo, se manifiesta la predilección histórica
del Señor de Abraham y de María por los pobres de todos los tiempos. Hoy
celebramos la «asunción» gloriosa de María. No se trata de ninguna elevación
vertical, de ninguna traslación física, de ningún viaje sideral. No lo fue la
«ascensión» de Jesús; mucho menos lo es en el caso de María. Esa asunción
gloriosa es una manera de hablar, que quiere decir algo, muy importante, pero
no precisamente un traslado físico, un sentido literal inmediato de las
palabras. Podemos –y deberíamos- ser creyentes de hoy, maduros, conscientes del
valor simbólico y metafórico de muchas de las expresiones clásicas de nuestra
fe. Valor «simbólico», «metafórico», no significa, en absoluto, falta de valor,
carencia de sentido, ausencia de contenido. Muy al contrario. Significa que la
verdad expresada es una verdad profunda, no susceptible de ser expresada con
palabras fáciles, descriptivas, meramente referenciales de lo físico o material Nuestra fe
expresa que en María Dios ha dignificado a todos los seres humanos, en especial
a las mujeres, convirtiéndolos en plenos participantes de su obra salvífica. El
ser humano había echado a perder los planes de Dios con opresiones, violencias
y desigualdades. Dios, en Jesús, llama el mundo al nuevo orden, donde todos los
seres humanos son igualmente dignos y de este modo se inaugura una nueva era de
plenitud. La fiesta de
la «asunta», como la llama el pueblo cristiano en muchos lugares de América
Latina, nos invita a vivir en el presente el futuro de Dios. María vivió su
existencia como una manifestación de la obra salvadora de Dios. No hubo momento
de su humilde existencia en el que el amor misericordioso del padre no se
hiciera solidaridad, misericordia y compasión con todas las personas que, como
ella, vivían situaciones de pobreza y exclusión. María encarnó todos aquellos
valores que nos permiten comprender como el futuro de Dios se manifiesta en las
limitaciones de nuestro presente. María nos invita a vivir gozosamente la vida
como un encuentro permanente con el Dios de la vida y la historia que realiza
su obra redentora en las miserias de nuestro mundo y en las limitaciones de
nuestra existencia. ¿Comprendemos
el profundo significado de la asunción de la virgen maría? ¿Estamos dispuestos,
como María, a modelar nuestra existencia de acuerdo con la propuesta del
evangelio?
Para la
revisión de vida A ejemplo de María, motivado por su
Asunción, ¿respondo de inmediato a las necesidades de los demás?. Sabiendo que mi trabajo contribuye
al plan de salvación de Dios, ¿cumplo con diligencia mis obligaciones
religiosas, laborales, familiares y civiles?. ¿Qué espacio tienen en mi vida los
pobres y marginados?. Para la
reunión de grupo Siempre es bueno volver a tocar el
tema de la «subida al cielo». Recomendamos estudiar o volver a estudiar el
luminoso texto de Leonardo BOFF sobre la ascensión de Jesús (http://www.servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm).
Todo lo que allí se dice respecto a la «cosmovisión», al sentido de la
«traslación» o no «al cielo», y el sentido que todo esto puede tener, sigue
siendo oportuno en la fiesta que hoy celebramos. La lección teológica –en ese
sentido concreto de la cosmovisión que está en juego- es la misma. Establecer
además las diferencias teológicas entre «ascensión» y «asunción». Comparar los dos cánticos de
liberación (de Ana y de María). Señalar semejanzas y diferencias. Podríamos
elaborar un cántico de liberación aplicado a nuestra situación. Para la
oración de los fieles Para que la Iglesia se mire en
María y trabaje por los pobres, el fin del hambre en el mundo y alumbre la
esperanza por su testimonio a favor de la vida. Para que quienes ocupan puestos de
gobierno, legislan y juzgan en los tribunales, se guíen por un escrupuloso
respeto a los derechos humanos. Para que las
mujeres que sufren por su condición de mujeres sean artífices de su propia
promoción. Oración
comunitaria Padre bueno, cuya misericordia
alcanza a todos los seres humanos, generación tras generación; acrecienta
nuestra fe, a ejemplo de la de María, para que seamos capaces de construir con
ilusión un mundo más humano, según tu proyecto.
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