VIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "B" Primera lectura:
Proverbios 9, 1-6 EVANGELIO 52Los judíos aquellos
discutían acaloradamente unos con otros diciendo: -¿Cómo puede éste darnos a comer
su carne? 53Les dijo Jesús: -Pues sí, os lo aseguro: Si no coméis la
carne del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54Quien
come mi carne y bebe mi ,sangre tiene vida definitiva y yo lo resucitaré el
último día, 55porque mi carne
es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. 56Quien come mi
carne y bebe mi sangre sigue conmigo y yo con él; 57 como a mi me
envió el Padre que vive y, así, yo vivo por el Padre, también aquel que me come
vivirá por mi. 58Este es el pan bajado del cielo, no como el que
comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de éste vivirá para
siempre. COMENTARIOS
Los judíos que lo escuchaban, aun sin aceptar sus palabras, creían
estar entendiéndolo. En efecto: el Antiguo Testamento, y otros libros de la
literatura judía, dan el nombre de «pan» a la sabiduría (Prov 9,5; Eclo 15,3) y
a la ley; ligada, como el maná, a la experiencia del éxodo. Los que escuchan a
Jesús lo consideran maestro, pues así lo llamaron cuando lo volvieron a encontrar
después del reparto de los panes y los peces Un 6,25). Por eso podemos deducir que mientras lo oían llamarse a sí mismo
«pan del cielo», quizá pensaban en un profeta que propone una nueva doctrina;
los que eran partidarios del régimen religioso judío no aceptaban que el
origen de Jesús o el de su doctrina estuviera en Dios, pero creían saber de lo
que hablaba. Ahora bien, cuando empieza a hablar de carne y de sangre se
pierden y, desconcertados, empiezan a discutir entre ellos: «¿Cómo puede éste darnos
a comer su carne?» UN
NUEVO CORDERO PASCUAL Pues si os lo aseguro: si no
coméis la carne del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida definitiva y yo in resucitaré
en el último día.
Quien come mi carne y bebe mi
sangre sigue conmigo y yo con él; como a mí me envió el Padre, que vive, y así
yo vivo por el Padre, también aquel que me come vivirá por mi. La comunidad para la que escribe Juan sabe que estas palabras se
refieren a la eucaristía. No se trata de un rito de antropofagia; tampoco de
una ceremonia mágica en la que basta con pronunciar unas palabras prodigiosas
para que todo funcione mecánicamente; al celebrar la eucaristía los miembros
de esta comunidad sentían que la vida de Jesús se fundía realmente con la vida
de cada uno de ellos, experimentaban a Jesús como don en una entrega
constantemente renovada; sentían que el Espíritu de Jesús los inundaba y
percibían esa nueva calidad de vida que sólo es posible sentir en un ambiente
de amor en el que todos comparten la misma vida porque se sienten hermanos,
hijos de un mismo Padre: «Nosotros sabemos que ya hemos pasado de la muerte a
la vida porque amamos a los hermanos» (1 Jn 3,14). En un contexto también eucarístico, Jesús explicará en qué consiste
seguir o permanecer con él: «Manteneos en ese amor mío. Si cumplís mis
mandamientos, os mantendréis en mi amor, como yo vengo cumpliendo los
mandamientos de mi Padre y me mantengo en su amor... Este es el mandamiento
mío: que os améis unos a otros igual que yo os he amado» Un 15,9-11). Seguir con él es mantenerse en su amor,
mantenerse en su amor significa cumplir sus mandamientos y sus mandamientos
consisten en poner en práctica, en cualquier ocasión, el mandamiento del amor
fraterno. Celebrar la eucaristía supone haber llegado al
final de nuestro camino de liberación personal en medio, por supuesto, de una
comunidad de hermanos. Pero, al mismo tiempo, compromete a luchar por la vida y
la libertad de quienes todavía no han podido acceder a ellas. La de Jesús es carne de nuestra carne y, si al darla comunicó vida al
mundo, también la nuestra podrá servir para el mismo fin. Aquella carne, es
cierto, estaba llena del Espíritu de Dios; pero también la nuestra puede
llenarse de ese Espíritu y convertirse, con su fuerza, en pan que,
compartiendo también el pan de cada día, se reparte para la vida del mundo. Eso
es celebrar la eucaristía. II Las palabras anteriores de Jesús no provocan ahora sólo una
crítica, sino una discordia entre sus adversarios. La mención de “su carne” los
ha desorientado y les ha quitado la seguridad. Mientras Jesús se mantuvo en la
metáfora del pan, creían comprender; podían aún interpretar que se presentaba
como un maestro de sabiduría enviado por Dios. Pero Jesús ha precisado que ese
pan es su misma realidad humana (su
carne), no una doctrina. Ya no entienden qué puede significar “comer su
carne”. Jesús hace una nueva declaración, que explica la anterior: comer y beber significan asimilarse a él, aceptar y hacer propio el amor
expresado en su vida (su carne) y en
su muerte (su sangre). En el éxodo de
Egipto, la carne del cordero fue alimento para la salida de la esclavitud, y su
sangre liberó a los israelitas de la muerte por mano del exterminador (Éx 12,1-14).
En el nuevo éxodo, la carne de Jesús es alimento permanente, y su sangre no
libera momentáneamente de la muerte, sino, como su carne, da vida definitiva,
que la supera. La doble fórmula "comer la carne" y "beber la
sangre" distingue entre la realidad histórica de Jesús (carne = hombre
mortal) y su entrega hasta el fin (sangre = don de su vida). Se subraya así el
doble aspecto de la adhesión: significa en primer lugar la identificación del
discípulo con Jesús, el Hombre pleno, y la aspiración a alcanzar la plenitud
mediante una actividad como la suya en favor de los hombres. En segundo lugar,
y como expresión de la identificación interior, no cesar en esa labor, no
retroceder ni siquiera ante la prueba extrema. La frase de Jesús: no tenéis
vida en vosotros, es decisiva; no hay realización del hombresi no es por la
asimilación a Jesús, obra del Espíritu que de él se recibe y que lleva a una entrega y a una calidad humana
como la suya. Es evidente la alusión a la eucaristía, que queda así puesta bajo
el signo del Hijo del hombre. El pan y
el vino eucarísticos son así símbolo de Jesús en cuanto es el modelo de Hombre,
de su ser y actividad y de su entrega hasta el fin. El compromiso cristiano
renovado en la eucaristía consiste, por tanto, en la mayor asimilación a este
modelo. Se expone al mismo tiempo el doble aspecto de la eucaristía: es el
nuevo maná, el alimento, vehículo del Espíritu, que da fuerza y vida, y la nueva norma de vida, no por un código
externo (la Ley), sino por la identificación con Jesús, que lleva a una entrega
como la suya (cf. 1,16: un amor que
responde a su amor). Jesús no es un modelo exterior que imitar, sino una
realidad interiorizada. Esta comunión íntima cambia interiormente al discípulo.
El éxito está asegurado: el que se asimila al modelo de Hombre
tiene vida definitiva, pues posee el Espíritu de Dios. Inmediatamente expone
Jesús con otras palabras el don de la vida definitiva: él va a resucitarlo
"el último día", el de su muerte, cuando comunicará su Espíritu (cf.
6,39). Cuando afirma Jesús que "su carne es verdadera comida" y
"su sangre verdadera bebida" quiere decir que la asimilación a su
estilo de vida y a su entrega, el desarrollo y plenitud expresados por la
denominación "el Hijo del hombre", son realmente posibles. Cada uno
puede hacer suyo este ideal, seguro de que no es irrealizable. 56-58
Quien come mi carne y bebe mi sangre está
en mí y yo en él; como a mí me envió el Padre que vive y, así, yo vivo por el
Padre, también aquel que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del
cielo, no como el que comieron vuestros padres y murieron; quien come pan de
éste vivirá para siempre». Asimilar la carne y la sangre de Jesús, es decir, hacer propio el
ideal de Hombre que él propone, con una actividad y entrega como la suya,
implica una compenetración con él que hace compartir su misma vida. En Jesús,
el Padre adquiere rostro humano y presencia en el tiempo, mientras Jesús, en
comunión con el Padre, adquiere rostro divino. El que se adhiere a Jesús
reproduce en sí mismo ese proceso, entrando en la unidad del Padre y del Hijo.
Es el núcleo del mensaje de Juan (17,20-26). La vida que Jesús posee procede del Padre (cf. 1,32: el Espíritu que bajaba como paloma desde el
cielo y se quedó sobre él) y él vive en total dedicación al designio de
Dios de dar vida al mundo (4,34; 6,39-40.51). Jesús comunica esa vida a los
suyos: la actitud de éstos ha de ser dedicarse a cumplir el mismo designio. Se cierra el tema del maná, comenzado en la perícopa anterior
(6,31) y recogido en la primera parte de ésta (6,41.49.51). El maná no
consiguió completar el antiguo éxodo; el éxodo de Jesús, en cambio, llega a su
fin: quien come pan de éste vivirá para
siempre. Ese pan ha bajado del cielo.
Jesús se refiere ahora a sí mismo como dador del Espíritu (cf. 6,33.34),
disponible para los hombres. Se refiere Jesús en esta perícopa a la nueva comunidad humana,
que, a diferencia de la que se constituyó en el Sinaí, que murió en el
desierto, llegará a la tierra prometida, a la vida definitiva. Sin embargo,
cada vez que hace alusión al seguimiento (comer / beber), Jesús se refiere al
individuo, no a la comunidad como tal. Para él, su comunidad no es
"gente" ni "multitud" (6,5), sino "hombres
adultos" (6,10), donde cada uno hace su opción personal y libre y tiene su
propia responsabilidad en el seguimiento y en la asimilación a él. 59 Esto
lo dijo enseñando en una sinagoga, en Cafarnaún. Termina la perícopa indicando la ocasión y el lugar. III En la segunda
lectura de hoy encontraremos una frase muy parecida a esta que acabamos de
comentar en el libro de los Proverbios, cuando la carta a los Efesios nos
invita a no ser insensatos, sino sensatos. Este texto distingue tres
exhortaciones. La primera se concreta en una doble llamada a aguzar la
inteligencia para orientar la propia vida como corresponde al momento especial
que se está viviendo y que, por el hecho mismo de poder vivirlo es de suyo el
mejor. Lo que debe preocupar al cristiano es en realidad saber en cada momento,
y en medio de la maldad dominante, qué es lo que Dios quiere realmente de él.
La segunda exhortación es concreta: no emborracharse. Refleja las llamadas de
los sabios a tener cuidado con el vino, pero también puede ser que se piense en
los cultos paganos a Dionisios, donde el vino era el medio para unirse más
estrechamente a la divinidad. Por último, la exhortación es a la alabanza, que
el creyente debe dirigir siempre a Dios Padre en nombre del Hijo y a impulsos
del Espíritu, y con sentimientos de gratitud por todos sus dones. Juan
desarrolla el tema de la «incomprensión» para adentrarnos de forma didáctica en
el conflicto entre los practicantes de la religión judía y los cristianos. La
eucaristía desató sospechas entre israelitas, romanos y griegos. No podían
entender como una comunidad de creyentes podían celebrar con gozo y entusiasmo
la muerte de su Señor y Maestro. Sin embargo, lo que en realidad no entendían
era el misterio pascual. Jesús había resucitado, superando el cerco de una
muerte violenta e injusta, y ahora vivía en medio de sus seguidores. Él se
había convertido en principio de vida para aquellos que yacían inermes bajo la
opresión de una religión agobiada por un sinnúmero de preceptos o por una
religión que adoraba al déspota de turno. La presencia de Jesús liberaba a sus
seguidores del caos informe de religiones mistéricas que abundaban en el mundo
antiguo y de las rígidas disposiciones de una religión étnica. Jesús era el pan vivo, bajado del cielo, para alimentar a una muchedumbre que añoraba una vida de paz y plenitud. Para ellos la verdad no residía en un sistema abstracto de proposiciones o en la adecuación lógica de la ideología a la realidad. Para ellos la verdad era una praxis de vida que transformaba al ser humano y lo habilitaba para vivir en comunión con sus congéneres y con el universo.
Para la
revisión de vida ¿Vivo la Eucaristía como un momento
privilegiado de oración (por eclesial, por comunitaria, por sacramental...)? ¿Digo yo, también, como Jesús, cada
vez que «celebro» la Eucaristía: «tomen y coman, que éste es mi cuerpo»? Para la
reunión de grupo Tomando como ayuda el Cuaderno
Bíblico nº 37 sobre la eucaristía (La eucaristía en la Biblia, 2ª edición,
Editorial Verbo Divino, Estella, Navarra, 1983) revisa los relatos
eucarísticos. Analiza detenidamente las liturgias
de Jerusalén y de Antioquía. Completa tu reflexión investigando
la Eucaristía en San Pablo (1Cor 10). Para la
oración de los fieles Por la Santa Iglesia de Dios:
porque encuentre en Cristo el modelo de su presencia y de su acción en el
mundo. Por los fieles difuntos: para que
al haberse alimentado de la Eucaristía, sean resucitados en el último día,
cuando Jesús regrese en su gloria. Por los aquí presentes: para que
nuestra participación en el eucaristía nos ayude a comprometer nuestra vida al
servicio de los hermanos. Oración
comunitaria Padre todopoderoso, que en Jesús nos
has dado una luz maravillosa para ayudarnos a realizar tu voluntad, nuestra
plena humanización; ayúdanos a integrarla, como es necesario, en el compromiso
diario por la justicia, la verdad y la paz.
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