VIGESIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "B" Primera
lectura: Josué, 24, 1-2 a. 15-17. 18b EVANGELIO 61 Consciente Jesús de
que lo criticaban sus discípulos, les dijo: -¿Esto os escandaliza?, 62¿y
si vierais subir al Hombre donde estaba al principio? 63Es el
Espíritu quien da vida, la carne no es de ningún provecho; las exigencias que
os he estado exponiendo son espíritu y son vida. 64Pero hay entre
vosotros quienes no creen. (Es que Jesús sabía ya desde él
principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.) 65y añadió: -Por eso os he venido diciendo
que nadie puede llegar hasta mi si el Padre no se lo concede. 66Desde entonces,
muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. 67Preguntó entonces
Jesús a los Doce: -¿Es que también vosotros
queréis marcharos? 68Le contestó Simón Pedro: -Señor, ¿con quién nos vamos a ir? Tus exigencias comunican vida definitiva, 69y nosotros creemos firmemente y sabemos muy bien que tú eres el consagrado por Dios.
COMENTARIOS I No nos engañemos. Aunque sigamos diciendo que creemos en Dios; aunque
vayamos a misa todos los domingos; aunque llevemos una cruz colgada al cuello;
aunque ayunemos incluso más de lo que está legislado; aunque demos muchas
limosnas... Mientras no nos unamos a Jesús en la tarea de transformar este
mundo, llenándolo de vida mediante la práctica del amor, estaremos renunciando
a nuestra fe.
Muchos discípulos suyos dijeron
al oírlo: -Este modo de hablar es insoportable. ¿Quién puede hacerle caso? A Jesús, después del reparto de los panes y los peces, quisieron
hacerlo rey Jn 6,15). Pero él no quiso; habría sido seguir como siempre, sin
cambiar prácticamente nada. A los discípulos también les había entusiasmado la
idea y se habían marchado del lado de Jesús dominados por la tiniebla, por la
ambición de poder (Jn 6,16-21). Jesús fue a buscarlos, y han estado presentes y
han podido escuchar todo el discurso de Jesús acerca del pan de vida y las
respuestas que ha dado a las objeciones de los partidarios del régimen judío. Y ahora tampoco ellos se muestran dispuestos a probar un nuevo camino.
A pesar de que estaba claro que los anteriores intentos habían conducido todos
al fracaso, a pesar de que a lo largo de la historia de su pueblo muchos reyes
y muchos dirigentes habían frustrado el proyecto del Señor diciendo que lo
hacían en nombre de Dios. Pero ellos parece que quieren intentarlo otra vez:
Jesús de rey y ellos de ministros; seguro que ahora las cosas iban a ir
definitivamente bien. Pero eso de cambiar las cosas desde abajo, poco a poco,
sirviéndose sólo del amor... ¡y hasta dar la vida! «Este modo de hablar es
insoportable.» CARNE
Y ESPÍRITU Consciente Jesús de que lo
criticaban sus discípulos, les dijo: -¿Esto os escandaliza? ¿Y si vierais subir
al hombre adonde estaba al principio? Es el Espíritu quien da vida, la carne no
es de ningún provecho; las exigencias que os he estado exponiendo son espíritu
y son vida. Pero hay entre vosotros quienes no creen. Podría parecer que ahora Jesús contradice lo expresado antes, cuando
insistía en que la salvación de Dios llega sólo a través del hombre de carne y
hueso. Pero no hay tal contradicción. Jesús presenta a sus discípulos dos maneras de entender al hombre:
como carne sola o como carne llena de Espíritu. Ya habíamos hablado del significado
de la palabra «carne», que se refiere al hombre en cuanto ser mortal, débil. A
los hombres nos han convencido de que la fuerza consiste en poseer el poder y
la debilidad en carecer de él; Jesús, sin embargo, piensa que la verdadera
debilidad de los hombres, la que irremediablemente los lleva a la muerte, no es
la falta de poder, sino la falta de amor; por eso «la carne -sin Espíritu- no
es de ningún provecho». Eso va a quedar demostrado cuando los poderosos
intenten arrebatarle la vida: no podrán, y los discípulos comprobarán cómo sube
vivo de la muerte que él acepta para mantener hasta el final su compromiso de
amor con la humanidad-, «adonde estaba al principio». De todo lo que les dice podrán convencerse por experiencia propia si,
abriéndose a la acción del Espíritu, se hacen fuertes para poner en práctica
las exigencias de Jesús: si viven de acuerdo con las enseñanzas que se deducen
del reparto de los panes y los peces, si se incorporan al proceso de liberación
que da inicio con Jesús, si se entregan a la lucha para convertir este mundo en
un mundo de hermanos, y si todo eso lo hacen por amor, sentirán dentro de si la
fuerza de la vida que comunica el Espíritu y ya no serán sólo carne débil, sino
carne vivificada por la fuerza del Amor. EN
ESTO NO HAY REBAJAS Desde entonces muchos de sus
discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él. Preguntó entonces Jesús a
los Doce: -¿Es que también vosotros queréis marcharos? Le contestó Simón Pedro:
-Señor, ¿con quién nos vamos a ir? Tus exigencias comunican vida definitiva, y nosotros
creemos firmemente y sabemos muy bien que tú eres el consagrado por Dios. La convicción de que todo se tiene que resolver desde arriba, de que
sólo con el poder se pueden cambiar las cosas, quizá la ambición de algún
puesto o, simplemente, la falta de confianza en la fuerza del amor, son causas
que provocan que muchos, desde este momento, dejen de seguir a Jesús, quien,
aunque le duela ver que muchos abandonan, no rebaja en nada sus exigencias; al
contrario, pide a los Doce que se definan: ¿de qué lado están ellos? ¿Se van o
se quedan? En la respuesta de Pedro resuena la experiencia de la comunidad para
la que Juan escribe: las exigencias de Jesús, la práctica del amor fraterno ('n
15,9-11; véase comentario anterior), han cambiado la existencia de cada uno de
sus miembros y sienten que la presencia del Espíritu ha dado carácter
definitivo a sus vidas. La pregunta sigue formulada y las exigencias de Jesús siguen siendo
las mismas para todos los que quieren ser sus seguidores. Esa es la fe que él
pide, ésa es la fe que nosotros decimos profesar. Pero no basta con estar apuntados al grupo de Jesús (a las
palabras de Pedro confesando su fe, respondió Jesús: «¿No os elegí yo a
vosotros, los Doce? Y, sin embargo, uno de vosotros es un enemigo»). Sólo la
vida revela la vida; sólo una carne que se da por amor muestra que está llena
de Espíritu; sólo una fe adulta, por supuesto, pero firme y sin condiciones,
sin pedir rebajas, es una verdadera fe cristiana. Una fe que no se reduce a una
piedad individual que, a lo sumo, proporciona un inmenso consuelo espiritual,
sino una fe que se traduce en un compromiso de amor, en la entrega de sí mismo
para que el mundo, los hombres de este mundo y de esta historia vivan y vivan
felices.
Jesús se da perfecta cuenta de lo que sucede y afronta la
situación. Esos discípulos lo esperan todo de un triunfo terreno y no aceptan
la muerte de Jesús, que, para ellos, significaría la derrota. Consideran
demasiado duro tener que asimilarse a él. Jesús quiere hacerles comprender que una muerte como la suya no
significa un final, que no es un fracaso ni signo de debilidad, sino la máxima
expresión del amor, única fuerza y agente de vida. Por eso, la bajada a la
muerte incluye la vuelta a la vida (subir
adonde estaba antes). Jesús contrapone su idea mesiánica a la de los discípulos que no
aceptan sus exigencias. Los términos carne
y espíritu reflejan dos concepciones del hombre y, en consecuencia, de
Jesús y de su misión. La carne sola,
sin fuerza ni amor, el hombre no acabado (3,6), es débil, y sus empresas no
llegan a término ni tienen permanencia. El Espíritu
es la fuerza del amor del Padre (4,24). Él es vida y la comunica. Todos los que se asimilan vitalmente al Hijo del hombre reciben el
Espíritu. Son éstos los únicos capaces de crear un mundo nuevo. La nueva
sociedad o comunidad mesiánica no se hace sin colaboración del hombre. 64-66
Pero hay entre vosotros quienes no
creen». (Es que Jesús sabía ya desde el principio quiénes eran los que no creían
y quién era el que lo iba a entregar.) Y añadió: «Por eso os he
venido diciendo que nadie puede llegar hasta mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con
él. Jesús no se hace ilusiones acerca de su grupo; no por el hecho de
estar con él aceptan todos su línea. Hay resistencias y seguimiento puramente
exterior. Al llegar esta crisis, va a revelarse quiénes son los verdaderos
seguidores. Jesús sabía incluso que uno de ellos lo iba a entregar. Veía ya en
Judas un hombre que, por profesar los valores del "mundo", no
asimilaba su mensaje. Sabía esto desde el
principio, es decir, contaba ya con la traición, porque contaba con la
libertad de los individuos. Su elección no la elimina ni pretende evitar los
riesgos. Es un ofrecimiento que no descarta a nadie y cuya aceptación depende
de cada uno. El Padre concede el
encuentro con Jesús a los que han aprendido de él (6,45) y se han dejado
impulsar por él hacia Jesús (6,44). Y el encuentro con Jesús se identifica con
la recepción del Espíritu. Los
discípulos disidentes habían limitado su visión al horizonte de la
"carne", es decir, al hombre sin Espíritu; no pueden aceptar la
propuesta de Jesús, que consideran
excesiva para las fuerzas humanas. A pesar de la explicación, la mayor parte abandona a Jesús
definitivamente. La propuesta de renunciar a la ambición personal y estar
dispuesto, en cambio, a un servicio sin reservas, provoca en ellos absoluto
rechazo. 67-69
Preguntó entonces Jesús a los Doce: «¿Es
que también vosotros queréis marcharos?» Le contestó Simón Pedro: «Señor, ¿con
quién nos vamos a ir? Tus exigencias comunican vida definitiva, y nosotros
creemos firmemente y sabemos muy bien que tú eres el Consagrado por Dios». En esta situación difícil, Jesús se dirige a lo Doce. Este número
aparece aquí por primera vez referido a los discípulos. Jesús les pregunta cuál
es su opción; no acepta componendas. El tenor de la pregunta muestra que está
dispuesto a quedarse sin discípulos antes que renunciar a su línea. Para él no
existe salvación para la humanidad fuera de la entrega por amor, tal cual se
expresa en su persona como realización del amor del Padre. Todo otro proyecto,
por brillante que parezca, deja al hombre en la mediocridad y, por lo mismo,
termina en el fracaso. La grave pregunta de Jesús suscita una reacción en el grupo de los
Doce. En representación de todos (plural: ¿con
quién nos vamos a ir?), responde Simón Pedro. Los Doce comprenden que fuera
de Jesús no hay esperanza. No hay otro que pueda tomar su puesto. Las exigencias de Jesús no son una doctrina que pueda separarse de
su persona, pues en ellas expresa él su propia actitud. Él es el proyecto de
Dios realizado y, al proponer sus exigencias, se está explicando a sí mismo. Ellas
remiten a la plenitud que él posee, de la que los suyos pueden participar
asimilándose a él. Simón Pedro sigue hablando
como portavoz del grupo. Reconoce a Jesús como el Consagrado por Dios. Esta consagración se identifica con la plenitud del Espíritu (1,32),
con el que el Padre selló a Jesús (6,27). Reconoce, pues, a Jesús como Mesías,
Ungido por el Espíritu. III Las tribus
proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se
aglutinan, gracias a la fe en este Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel.
Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre quien los compacta para una
alianza tribal. El corazón de
esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres. Pero supone
también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses cananeos y egipcios,
imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de
impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora. Cambiar esos dioses por
el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de
la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran
asamblea de Josué en Siquem. Las tribus de
Israel hacen un pacto de amor con este Dios de los pobres. Unos desposorios,
como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una Iglesia dócil al Mesías» «para
hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido». Las palabras
de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía
inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan
liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de
Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con frecuencia queremos convertir
la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos. Pero, la palabra
de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida
diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es
inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a
Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y
generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentarnos
con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el
Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia. Ahora, muy
pocos se atreven a criticar a Jesús de Nazaret, pero esto no significa que
estén de acuerdo con él. Muchas personas hace tiempo que se «echaron para
atrás» y cogieron su propio camino, solamente que se contentan con llevar en su
memoria el recuerdo de un bautismo sociológico y el aval de las ceremonias
religiosas. Pero, para aquellos que anhelamos escuchar la voz del Maestro, no
existe otra respuesta que la de Pedro ante el desafío de Jesús: «¿Señor, a
quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna». ¡Qué útil
sería examinar nuestras eucaristías...! ¿Generan un «movimiento de Jesús» en
dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él llamaba Reino? ¿Van cambiando
nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras
presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya
boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también
dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis
hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).
Para la
revisión de vida La nuestra es una fe encarnada, que
nos hace descubrir a Dios no en un cielo que no sabemos bien dónde está, sino
en la tierra, en la historia, en la vida de las personas; de la misma forma se
ha encarnado en los ritos cultuales, aun con el peligro de que identifiquemos
la fe con esos ritos. Yo, ¿encuentro realmente a Dios en la vida diaria, o mi
fe me sólo me deja pensar «en otra vida»? ¿Vivo según el Espíritu que da vida,
o según la letra que cumple, pero no da vida? Para la
reunión de grupo El evangelio de este domingo,
tomado a la letra, entendido como si fuese el relato directo de un testigo que
cuenta lo que vio, tiene bastantes detalles o elementos que hoy sabemos que no
son históricamente ciertos. Hagamos entre todos el ejercicio de enumerarlos. Esos elementos pertenecen a un
lenguaje «teológico», metafórico por tanto, no literal ni directamente
histórico. Comentar esto como especialmente peculiar del evangelio de Juan, a
diferencia de lo que ocurre en los evangelios «sinópticos» (Mt, Mc yy Lc). Si se escucha este evangelio y se
toma en sentido literal que Jesús tiene conciencia plena de su Divinidad, que
Jesús sabía desde el principio todo lo que pasaba y quién lo iba a entregar, es
decir, que no es realmente un hombre normal… resulta una imagen de Jesús que no
es la que la cristología actual presenta. ¿Qué problemas de comprensión de
Jesús se pueden presentar a quien entienda literalmente este evangelio? ¿Cómo
entenderá la gente sencilla sin especial formación teológica este evangelio? El texto de la segunda lectura es
uno de los textos de Pablo que en la actualidad son sumamente problemáticos
desde el aspecto del feminismo y de una relación social justa de género. Pedro
asume ingenuamente toda la visión patriarcalista de género propia de la cultura
de su época (y de tantas épocas), en la que la mujer es mirada como inferior, y
por eso debe ser cuidada, atendida y protegida por el varón, que es su cabeza,
al que debe respetar… Plantear primero y tratar de resolver después, las
preguntas que plantea el hecho de que la misma «Palabra de Dios» vehicule una
visión patriarcalista del género femenino. Para la
oración de los fieles Por toda la Iglesia, para que
mantenga con fidelidad el mensaje recibido de Jesús y lo transmita con
valentía. Oremos. Por todos los cristianos, para que
sepamos descubrir a Dios encarnado en la historia, en la vida, en las
diferentes situaciones humanas. Oremos. Por todos nosotros, para que
nuestra reflexión sobre el evangelio vaya acompañada del deseo de cambiar
nuestra vida. Oremos. Por todos los seguidores de Jesús,
para que opten por seguirlo sinceramente con su vida, siendo conscientes de los
compromisos que eso implica. Oremos. Por esta comunidad nuestra, para
que encontremos en el evangelio una palabra de vida y la pongamos en práctica
en las situaciones de cada día. Oremos. Oración
comunitaria Oh Dios, Padre y Madre de toda la
Humanidad, que en Jesús de Nazaret nos has dado una Palabra luminosa que nos
trae vida para el mundo; haz que toda la Humanidad pueda acoger la palabra que
en Jesús has pronunciado para nosotros, y esté atenta también a acoger y
asimilar todas las muchas palabras que en otros tiempos y en otros lugares y de
muchas maneras has pronunciado para alentar la vida en el Mundo. Nosotros en
concreto te lo pedimos inspirados en el Espíritu de Jesús de Nazaret, hijo
tuyo, hermano nuestro.
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