VIGESIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "B" Primera
lectura: Sabiduría 2, 17-20 EVANGELIO -Al Hijo del hombre lo van a entregar en
manos de ciertos hombres, y lo matarán; pero, después que lo maten, a los tres
días resucitará. 32Pero ellos no entendían aquel
dicho y les daba miedo preguntarle. 33ªY llegaron a
Cafarnaún. 33bCuando llegó a la
casa, les preguntó: -¿De qué hablabais por el camino? 34Ellos guardaron silencio, pues
en el camino habían discutido entre ellos quién era el más grande 35Jesús
se sentó; llamó a los Doce y les dijo: -Si uno quiere ser primero, ha de ser último
de todos y servidor de todos. 36y cogiendo a un criadito, lo
puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: 37-El que acoge a un chiquillo de
éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí; y el que me acoge a mi, no es a
mí a quien acoge, sino al que me ha enviado.
Para
muchos, la vida sólo tiene un sentido, sólo hay una razón para vivir: conseguir el
éxito, triunfar en la vida. Pero el éxito, el triunfo...., ¿en qué consiste?
Según la ideología que la sociedad nos hace asimilar desde pequeños, triunfar
en la vida consiste en llegar lo más alto posible, aunque para ello sea
necesario pisotear la vida de los demás. EL ANUNCIO DE Los
discípulos, a pesar del reproche que se ganó Pedro delante de los demás,
no consiguen entender («pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo
preguntarle») que no es la vida la que termina en la muerte, sino la muerte la
que acaba en vida. Y no porque la muerte sea algo querido por Dios, sino
porque la muerte de Jesús estaba tan preñada de amor que no tenía más remedio
que dar a luz la vida. Pero
los discípulos, hasta hace muy poco tiempo piadosos israelitas, no eran capaces
de mirar por encima de sus narices ni de entender nada que no se les hubiera
transmitido por tradición. Jesús, una y otra vez, los pone ante el hecho de
la vida; pero, por lo que dice Marcos, resulta, una y otra vez, inútil: su
ideología puede más que los hechos. Y así, aunque el acento de las palabras de
Jesús está en el anuncio de la vida que triunfa, los discípulos siguen
quedándose en el miedo al fracaso de la muerte. O quizá es que confundían el
éxito con la vida.
-¿De
qué hablabais por el camino? Ellos
guardaron silencio, pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el
más grande. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: -Si
uno quiere ser primero ha de ser el último de todos y servidor de todos. Tal
y como se entiende en nuestro mundo, tener éxito, triunfar en la vida es
algo que sólo pueden conseguirlo unos pocos, sólo uno puede ser «el más
grande». Los demás están condenados a la mediocridad, a pasar
inadvertidos... o simplemente a servir de público que aplaude a los
triunfadores. La vida se confunde con una constante competición en la que,
además, no puede participar más que una minoría; los más quedan excluidos de
ella. Por un lado, los pocos que pueden aspirar al triunfo se convierten en
adversarios. Mientras tanto, el deseo nunca eliminado de triunfar, de ser «el
más grande» de alguna manera y la frustración por no haberlo conseguido son,
quizá, los dos sentimientos más extendidos entre el género humano. De esta
manera, los hombres corriendo tras el éxito ni viven ni dejan vivir a sus
semejantes. La
tarea de Jesús es dar a los hombres la posibilidad de vivir como hermanos; uno
de los objetivos principales del plan de Dios es que todos los hombres puedan
ser felices, que todos tengan la posibilidad de dar sentido a su vida, de
llenar de vida su existencia. Pero para que eso sea posible, el objetivo de la
vida del hombre tiene que ser otro que el de ser «el más grande». TRIUNFAR EN Y
cogiendo a un criadito, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y le dijo: -El
que acoge a un chiquillo de éstos como si fuera a mí mismo, me acoge a mí, y el
que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado. A
la expresión «triunfar en la vida» podríamos darle un significado muy distinto:
triunfar en el arte de vivir, triunfar en la tarea de hacer agradable la vida
de todos, ayudar a que todos triunfen de esta manera en la vida. El
chiquillo, el criadito del evangelio, representa al seguidor de Jesús
que ha comprendido este aspecto del mensaje y ha decidido dedicar su vida a
servir. Naturalmente que no se trata de un servicio impuesto a la fuerza o por
la fuerza de las circunstancias; al contrario, es un servicio que nace del
amor, del amor al ser humano, del amor a la vida del hombre; es un servicio que
se convierte en signo de fidelidad al mensaje del hombre. El que vive así, ése
es «el más grande» entre los amigos de Jesús: es el que ha descubierto que no
es más grande el más alto, ni el más sabio, ni el más fuerte..., ni el más
grande, sino el que ha comprendido que el amor es lo único que llena de sentido
una vida y, mediante el servicio, practica el amor. Y
esto, válido para cada uno de los cristianos, también vale para el conjunto de
los seguidores de Jesús: éste es el criterio que debe regir en la vida de II La
respuesta de Jesús implica que también ellos están poseídos por un espíritu del
mismo género (esta ralea, reformismo violento). Aludiendo a la petición
del padre (24), que obtuvo la liberación del hijo, les insinúa que ellos no
quedarán liberados de su espíritu mudo y sordo hasta que reconozcan que lo
tienen y le pidan a Jesús que los libere de su infidelidad (19; cf. 10,47.48). vv.
30-31: Se marcharon de allí y
fueron atravesando Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba enseñando
a sus discípulos. Les decía: «Al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de
ciertos hombres, y lo mataran; pero, aunque lo maten, a los tres días
resucitará». Viaje
hasta Cafarnaún. Mientras caminan a través de Galilea, el interés de Jesús
está centrado en los discípulos. Ante la incomprensión que éstos siguen
mostrando, Jesús reitera la enseñanza sobre el destino del Hijo del hombre
(8,31), término que lo designa a él y, tras él, a sus seguidores. La enseñanza
se hace más genérica que en 8,31: el anuncio de la entrega, muerte y
resurrección del Hijo del hombre carece de todo detalle que las vincule a un
pueblo o agente determinado; esa hostilidad a muerte puede darse en cualquier
cultura. Se
establece por primera vez la oposición entre «el Hijo del hombre», el Hombre en
su plenitud, y «hombres» que no la conocen ni aspiran a ella. Se insiste en el
hecho de la muerte (lo matarán..., aunque lo maten), pero para vaciarla
de su contenido, haciendo resaltar la resurrección, la continuidad de la vida. Jesús
quiere calmar la angustia de sus discípulos ante la perspectiva de una muerte
sin combate ni gloria, inculcándoles que ésta no es una amenaza ni un fracaso,
porque no es el final. vv.
32-33a: Pero ellos no entendían aquel dicho y les daba miedo preguntarle. Y
llegaron a Cafarnaún. La
incomprensión de los discípulos es total, son refractarios a esa enseñanza.
Tienen miedo de preguntar a Jesús, porque vislumbran que la explicación no
correspondería a su expectativa de triunfo. No ven sentido en una vida después
de la muerte. Llegan a Cafarnaún. v.
33b Cuando llegó a la casa, les
preguntó: « ¿ De qué hablabais por el camino?» La
casa /
hogar (gr. oikía) en Cafarnaún es figura de la comunidad de Jesús, que
integra a los dos grupos de seguidores, como apareció en 2,15 (discípulos y
«pecadores»), cuando fue mencionada por primera vez. Jesús hace a los
discípulos una pregunta que va a resultarles embarazosa. v.
34: Ellos guardaron silencio,
pues en el camino habían discutido entre ellos quién era el mas grande. El
silencio de ellos revela su obcecación (3,4: de los fariseos; cf. 7,25:
«espíritu mudo y sordo») y lo improcedente del tema que han discutido: quién
tenía rango superior o mayor categoría en el grupo. Domina en ellos la ambición
de preeminencia, a la que incita el sistema jerárquico judío, radicalmente
opuesta a la enseñanza anterior de Jesús (9,31). v.
35: Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Si uno quiere ser
primero, ha de ser último de todos y servidor de todos». Jesús
se sentó, porque esta casa / comunidad es su morada estable; si, estando
en la misma casa, tiene que llamar a los Doce (los mismos discípulos en
cuanto constituyen el Israel mesiánico) es porque están distanciados de él,
aunque no físicamente; su lejanía está causada por su resistencia a aceptar el
destino del Hijo del hombre (9,31-32); Jesús va a recordarles lo que significa
«estar con él», primera finalidad de su constitución como grupo (3,14). En
primer lugar, los corrige: tienen que renunciar a toda pretensión de rango. Usa
para ello la oposición ser primero-ser último de todos y servidor de todos.
Quien se hace último de todos y servidor de todos tiene la misma
actitud de Jesús y se coloca a la cabeza de los demás (primero), es
decir, sigue a Jesús más de cerca. «Hacerse último y servidor» equivale a
«renegar de sí mismo» renunciando a toda ambición egoísta, primera condición
del seguimiento (8,34). Este dicho da pie a la escena siguiente. v.
36 Y cogiendo a un criadito, lo puso
en medio de ellos, lo abrazó y les dijo... El
criadito (lit. «el chiquillo» o pequeño servidor, cf. Mt 18,2s) es al
mismo tiempo el último de todos (por su edad) y el servidor de todos (por su
oficio); cogiendo: Jesús no necesita llamarlo, porque está a su lado,
«está con él», tiene su misma actitud: su presencia en la casa/comunidad, sin
pertenecer al grupo de los Doce, indica que «el chiquillo» representa al otro
grupo de seguidores, los que no proceden del judaísmo (3,32.34; 4,10; 5,24b;
7,14; 8,34; 9,25). Jesús lo pone en medio, como modelo para los
discípulos; lo abrazó, gesto de amor e identificación, que corresponde
a la relación anunciada por Jesús para con todo el que realiza el designio de
Dios (3,35: «ése es hermano mío y hermana y madre»). III La carta de
Santiago nos da una explicación tan sencilla como eficaz de la causa de los
conflictos en la comunidad cristiana: la ambición. En efecto, nadie roba, ni
asesina ni arruina la vida ajena si no está movido por algún tipo de ambición.
El deseo de ser más fuerte que los demás, de tener más capacidad económica, de
asegurarse esta vida y la otra, no son sino manifestaciones de la ambición. El
problema, es que las personas que piensan así, comienzan a ver al resto del
mundo como un obstáculo a eliminar o como un puente sobre el cual pasar. Pero,
el problema de tales conductas, animadas y patrocinadas por la sociedad, radica
en que se constituyen en ideales de vida, incluso de personas que se proclaman
como cristianos. La carta de Santiago nos invita a poner todas esas ideas a
contraluz y a pasarlas por el inequívoco tamiz del evangelio. La codicia de
dinero, prestigio y poder nos puede conducir por un camino sin regreso y nos
puede alejar del cristianismo de manera irreversible, aunque nos sigamos
considerando cristianos y vayamos a misa todos los días. En el
evangelio de Marcos, el «camino» representa el itinerario de formación de un
buen discípulo. Jesús no quiere un grupo de fanáticos que le entonen vivas a su
nombre, sino un grupo de personas responsables que sean capaces de asumir un
proyecto. Por esta razón, sus esfuerzos se concentran en la enseñanza de sus
seguidores. Pero, la instrucción parte de los desaciertos y de las respuestas
erráticas que ellos van dando a lo largo del trayecto hacia Jerusalén. Jesús debe
superar el miedo cultural que invade a sus discípulos y que les impide
dirigirse a su «Maestro» con toda confianza. Para esto utiliza una estrategia
pedagógica muy ingeniosa. Retoma la discusión de los discípulos que estaban
concentrados no en su enseñanza, sino en la repartición de los cargos burocráticos
de un hipotético gobierno y reconduce la discusión mediante un ejemplo tomado
de la vida diaria. El «niño» era una de las criaturas mas insignificantes de la
cultura antigua. Por su estatura y edad no estaba en condiciones de participar
en la guerra, ni en la política ni en la vida religiosa. Jesús coloca a uno de
esos pequeños en medio de ellos y muestra cómo el presente y el futuro de la
comunidad está en colocar en el centro no las propias ambiciones, sino las
personas más postergadas y simples. Sólo así se revierte el sistema social de
valores. Y sólo así, la comunidad es una alternativa ante el «mundo», que ya
sabe poner en el centro a las personas adineradas. La novedad de Jesús consiste
en hacer grande lo pequeño, lo doméstico e insignificante. Eso que Jesús revelaba -con una paradoja- era muy serio: Jesús identificaba su propia suerte y la de Dios con la suerte de los niños, los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, los últimos, los despreciados, los no tenidos en cuenta. Porque en realidad todo él se identificaba con ellos: se había puesto de su lado, había asumido su causa como propia. Por eso decía que todo servicio hecho a ellos se le hacía a él mismo y, en definitiva, al Padre. Nuevamente ponía la jerarquía de valores de la sociedad al revés o, mejor, al derecho. Una sociedad que mira sólo por los de arriba –o en la que las decisiones la toman los que están arriba o miran por los intereses de los de arriba- no garantiza ni el Reino ni la Vida; ésta sólo puede sobrevivir en un mundo que desde abajo mire por los de abajo, los que no tienen derechos.
Para la
revisión de vida El afán de superación, el deseo de
ser el primero, el anhelo de triunfo y éxito en la vida… parecen, en principio,
aspiraciones legítimas del ser humano; el problema, normalmente, está en los
medios que utilizamos para alcanzar esas metas. Jesús nunca dijo que no debamos
aspirar a ser los primeros, antes al contrario: nos invita a serlo, pero nos
señala el único camino humano y humanizador para lograrlo: el amor y el
servicio a la Causa del Reino, que es también la Causa de los pobres. ¿Estoy
atrapado en esa pseudomística de la competitividad, del arribismo a cualquier
precio, de la búsqueda del éxito y del dinero a cualquier precio? Para la
reunión de grupo Léase la primera lectura en todo
lo que es el capítulo 2 del libro de la Sabiduría, del que la lectura de hoy es
sólo un mínimo extracto. Al "justo" lo persiguen sus coetáneos, no
por capricho ni por odio irracional, sino porque les resulta incómodo y con su
vida justa, simplemente con vivir como justo, echa en cara la maldad de sus
enemigos. Al emparejar esta lectura con el evangelio del anuncio de la Pasión
la liturgia está interpretando que en Jesús se cumple el caso del justo del
libro de la sabiduría: Jesús fue asesinado porque molestaba a los poderosos,
porque declaraba a Dios de parte de los pobres y evidenciaba la injusticia de
los poderosos. Jon Sobrino habla de los mártires "jesuánicos" de
estas últimas décadas en América Latina, muy distintos de los mártires de
muchos otros siglos, y muy semejantes al mártir Jesús, y al justo del libro de
la Sabiduría. Esa presencia martirial del justo, que molesta a los injustos, es
tal vez (o debería ser) permanente. ¿Se da hoy en nuestra Iglesia? ¿Molesta
nuestra Iglesia institucional a algún poderoso injusto? ¿Y nuestra comunidad local?
Si no se da esa incomodidad, ¿a qué se debe?, ¿no hay en el mundo poderosos
injustos?, ¿o no hay profecía en nuestras comunidades o en nuestra Iglesia? Para la
oración de los fieles Por toda la Iglesia, para que
comprenda y acepte al Cristo del Evangelio y lo anuncie sin miedos. Oremos. Por todos los creyentes, para que
se eliminen de nosotros todas las formas de dominio y poder sobre las personas.
Oremos. Por todos los que queremos vivir
como discípulos de Jesús, para que sepamos aceptarlo como el que no vino a ser
servido sino a servir, y sepamos imitarlo. Oremos. Por cuantos nos sentamos a la mesa
del Señor, para que hagamos de la Eucaristía signo de nuestra disponibilidad
para servir y dar la vida por los pobres y los pequeños. Oremos. Por esta comunidad nuestra, para
que brille por su afán de ser la última en honores y poderes, y así poder ser
la primera en servir a los demás. Oremos. Oración
comunitaria Dios, Padre nuestro, que enviaste a
tu Hijo Jesús para mostrar al mundo "que no todo está permitido" y
para mostrarnos el sentido de la vida humana en un mundo estructurado sobre la
injusticia y el poder; enséñanos a seguir el camino de tu Hijo Jesús, el justo
perseguido, para que tu Iglesia cumpla la misión que le diste. Por el mismo
J.N.S.
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