VIGESIMOSEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "B" Primera lectura:
Números 11, 25-29 EVANGELIO -Maestro, hemos visto a uno que
echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no nos
seguía. 39Pero Jesús le
replicó: -No se lo impidáis, pues nadie
que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede al momento renegar de mí. 40O
sea, que quien no está contra nosotros está a favor nuestro. 41Además, quien os dé
a beber un vaso de agua por razón de que sois del Mesías, no quedará sin
recompensa, os lo aseguro. 42Pero al que
escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le
encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. 43Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale
entrar manco en la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego
inextinguible. 45y si tu pie te pone en peligro, córtatelo; más te
vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al quemadero. 47y
si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el reino
de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero. COMENTARIOS Ante la liberación del hombre es imposible que
alguien pueda permanecer neutral: o se está a favor o se está en contra, y el
que está a favor de la liberación del hombre..., aunque no sea de «los
nuestros», está con Jesús y con sus seguidores.
A pesar de que la
tolerancia se considera un valor propio de las sociedades democráticas, no
parece que su contrario, la intolerancia, sea un mal definitivamente
extinguido; al contrario, de tanto en tanto vuelve a brotar esta mala hierba
que envenena la convivencia; y en este del siglo, por lo que parece, pasa por
una peligrosa fase de crecimiento. «Quien no es de los míos, es mi enemigo»,
parece ser la consigna por la que se guían muchos. Característica de los grupos
más intolerantes ha sido siempre la utilización y manipulación de los
sentimientos religiosos del pueblo; por ello, no es de extrañar que hayan usado
muchas veces, sacándola de su contexto, la frase del evangelio «quien no está
conmigo, está contra mi; quien no recoge conmigo, desparrama» (Mt 12,3; Lc
11,23). Pero, naturalmente, olvidando por completo esta otra frase del
evangelio de hoy: «... quien no está contra nosotros, está a favor nuestro.» Sin embargo, y aunque puedan parecer contradictorias, el significado
fundamental de las dos frases es semejante: en
relación con la liberación del hombre no es posible mantenerse neutral: o
se está a favor o se está en contra, y si se está a favor, se está en el mismo
lado que Jesús y los suyos. En el evangelio de Mateo, Jesús responde a los ataques de los
fariseos, que lo acusan de realizar su misión liberadora utilizando fuerzas
contrarias a Dios. Pero en realidad lo que a ellos les molesta es que el pueblo
sea libre y que descubra las grandes mentiras con las que ellos, los fariseos,
lo han tenido engañado y dominado; ésa es la causa de su oposición a la
actividad liberadora de Jesús. En este contexto, Jesús pronuncia esta frase:
«Quien no está conmigo, está contra mi.» Lo que significa: el que no está a favor
de la liberación del hombre está en contra de Jesús, porque está contra el bien
del ser humano. Mateo quiere dejar claro que el que no esté a favor de la justicia, de
la libertad, de la dignidad, de la felicidad, en suma, de los hombres, no puede
pretender estar con Jesús y, por tanto, con Dios. Nadie puede considerarse
cristiano si no se compromete en favor de la liberación de los hombres y de los
pueblos. «...
QUIEN NO ESTÁ CONTRA NOSOTROS...« La frase del evangelio de Mateo elimina la posibilidad de que alguien
intente justificar, en nombre de la fe de Jesús, o en nombre del Padre Dios, la
falta de compromiso en favor de la liberación de los hombres. Con ella queda
eliminada la posibilidad de una aparente neutralidad que, en realidad, lo que
manifiesta es que se convive cómodamente con el sistema opresor establecido. Marcos, por su lado, tiene presente otro peligro: el de los que
quieren aparecer como los únicos liberadores, el de los que quieren monopolizar
la tarea de la liberación («echar demonios»), el de los que identifican el amor
al pueblo con su manera de amar al pueblo: «Maestro, hemos visto a uno que
echaba demonios en tu nombre y hemos intentado impedírselo, porque no nos
seguía.» Si Mateo tenía presentes a los enemigos de la liberación, Marcos
intenta evitar el deseo de protagonismo en las comunidades a las que se
dirige; si Mateo quería evitar la falta de compromiso, Marcos insiste desde
otro punto de vista en la necesidad de superar el exclusivismo nacionalista,
religioso o de cualquier otro tipo. Todos los que están trabajando por la
liberación de la humanidad, aunque no lo sepan, trabajan por la instauración
del reino de Dios en la tierra; todos los que luchan por un mundo más justo,
están empujando al mundo para que llegue a ser un mundo de hermanos. Y, por
tanto, nadie debe pretender que su modo de hacer las cosas es el único válido,
que su amor al pueblo es el único amor sincero, que su compromiso es el único
coherente. EL
ESCÁNDALO DE LOS PEQUEÑOS Pero, al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más
le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojaran al
mar. Las dos frases, en definitiva, se dirigen a aquellos que o porque no
les interesa, o porque quieren apuntarse todos los méritos, estorban o impiden
el trabajo y el compromiso de alguien por la liberación de los hombres. Este es
el escándalo de los pequeños. Los pequeños, en este evangelio, no son los niños; son los que han
decidido ser pequeños, esto es, los
que han renunciado a dominar a los demás y han sustituido en su vida el deseo
de poder por el espíritu de servicio. El escándalo
es hacer tropezar a alguien que lucha por la instauración del reino de Dios en
este mundo; el escándalo de los pequeños es aburrir, desanimar, cansar al que está
comprometido con la lucha por la liberación, hasta conseguir que abandone. O
simplemente intentarlo. II Cuando son enviados (el que
acoge, cf. 6,11), estos seguidores llevan consigo la presencia de Jesús y
del Padre. En el centro del tríptico se encuentra la
intervención de Juan, uno de los Doce o nuevo Israel. Estos pretenden que el
otro grupo de seguidores se acomode a las categorías del judaísmo que ellos
siguen manteniendo. v. 38: Juan le dijo: «Maestro,
hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y hemos intentado
impedírselo, porque no nos seguía». Juan, el autoritario (3,17: «el Trueno»), habla en nombre del grupo,
que comparte su actitud (hemos
intentado). Los Doce no toleran que ejerzan la misión quienes no aceptan
las categorías del judaísmo (no nos
seguía). Juan excluye todo seguimiento de Jesús que no incluya la identificación
con la ideología de los Doce. Como «el chiquillo», también el individuo anónimo representa a los
seguidores no israelitas, pero ahora en la actividad, que, fundada sobre el
verdadero seguimiento, es liberadora como la de Jesús (cf. 3,22s) y elimina
los fanatismos (demonios) que impiden
la convivencia humana; los discípulos, en cambio, por su falta de seguimiento,
han fracasado (9,18.28). vv. 39-40: Pero Jesús le
replicó: «No se lo impidáis, pues nadie que actúa con fuerza como si fuera yo mismo puede al momento renegar de
mí. O sea, que quien no está contra nosotros está a favor nuestro». Jesús reprueba el intento de impedir esa actividad. Quien libera afirmando
su conexión con él tiene una adhesión estable a su persona y es un aliado. De
hecho, posee una autoridad como la que Jesús mismo se proponía comunicar a los
Doce para expulsar a los demonios (3,14-15). v. 41: «Además, quien os dé a beber un vaso de agua por razón de que sois del
Mesías, no quedan sin recompensa, os lo aseguro». Si los Doce, en la misión, reflejan la figura de Jesús Mesías,
llevarán también ellos la presencia de Jesús y del Padre, que será la recompensa del que los acoge (cf. 9,37). Estas dos perícopas son complementarias: La del «chiquillo» (9,
33b-37) muestra lo que significa «estar con Jesús» (3,14), es decir, identificarse
con él, renunciando a la ambición de preeminencia y adoptando su actitud de
servicio; el grupo de seguidores no israelitas lo cumple, pero los Doce no. La
segunda pericopa, la del que expulsa demonios (9,38-41), ejemplifica la misión
liberadora (3,14-15) que realiza el grupo no israelita, mientras los Doce
fracasan en ella: al seguir apegados a las categorías del judaísmo, no «están
con Jesús» y no tienen alternativa que proponer. El intento del grupo de los Doce de impedir la misión de los que no se
atienen a sus categorías refleja, sin duda, conflictos pertenecientes a la
época de Marcos. Se hace patente la polémica de este evangelista contra los
círculos cristianos judaizantes. v. 42 «Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, mas
le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojasen al
mar». Aviso de Jesús: peor que morir es hacer daño a los pequeños (opuesto a «más grande», 9,34), a los que no tienen ambición
de honor o preeminencia y adoptan una actitud de servicio (9,35), condición
del verdadero seguimiento. Se trata, como antes, de los seguidores no
israelitas (uno de estos pequeños 9,37: «uno de estos chiquillos»). El
escándalo existe cuando hay en la comunidad quienes pretenden ser más grandes,
ser servidos en lugar de servir (10,45), poniéndose por encima de otros como
superiores a ellos. Esta ambición pondría en peligro la adhesión de «los
pequeños» a Jesús. Sigue la polémica de Mc contra los que pretenden deformar el mensaje
de Jesús introduciendo modos de actuar frecuentes en el judaísmo. vv. 43-47 «Si tu mano te pone en peligro, córtatela; más te vale entrar manco en
la vida que no ir con las dos manos al quemadero, al fuego inextinguible. Y
si tu pie te pone en peligro, córtatelo;
más te vale entrar cojo en la vida que no con los dos pies ser arrojado al
quemadero. Y si tu ojo te pone en peligro, sácatelo; mas te vale entrar tuerto
en el Reino de Dios que no ser arrojado con los dos ojos al quemadero, donde su
gusano no muere y el fuego no se apaga». Hay que hacer opciones, por dolorosas que sean, pues son opciones
entre el éxito y el fracaso de la existencia: toda actividad (simbolizada por la mano), conducta (el pie) o aspiración (el ojo),
que busca prestigio y superioridad, está viciada y hay que suprimirla, pues
pone en peligro la fidelidad al
mensaje y bloquea el desarrollo personal. Las imágenes que usa Jesús son fuertes: hay que extirpar todo lo que
en uno mismo se oponga al mensaje y cause daño a los que quieren ser fieles a
él. Sólo esta decisión lleva a la vida, la opción contraria lleva a la muerte.
«La vida» (43.45) está en paralelo con «el reino de Dios» (47); se trata, por
tanto, de asegurar la plenitud de vida tanto en el mundo presente como en el
futuro. La expresión «el gusano que no muere y el fuego que no se apaga» está tomada de un
texto profético (Is 66,24) que se refiere a cadáveres que se queman, no a vivos
que sufren; la yuxtaposición de gusanos y fuego, que serían incompatibles,
relativiza las imágenes. No se describe con ellas un tormento eterno, sino una
destrucción total. III En medio de
las tradiciones del pueblo israelita por el desierto, el libro de los Números
nos presenta el relato del «reparto» del espíritu de Moisés, entre setenta
miembros del pueblo. La intención es que Moisés no tenga que llevar la carga
solo. Con esta decisión de Yavé, la responsabilidad queda repartida: cada uno
de quienes han recibido parte del espíritu que estaba en Moisés debería ser
profeta en el pueblo. Ahora bien, tendríamos que atenernos al contexto para
intuir qué características implicaba la tarea de estos personajes. El capítulo
11 del libro de los Números nos da cuenta de las etapas de la marcha por el
desierto; la narración se centra en una dificultad que tiene el pueblo: llevan
varios meses comiendo maná y ya se encuentran hastiados: «tenemos el alma seca»
(v. 6), «no vemos más que maná» (v. 6b), y con esto viene la tentación de
añorar el tiempo de abundancia de comida en Egipto. Por aquí podemos intuir la
grave dificultad en que se halla Moisés, ¿cómo hacer para que el pueblo no siga
pensando en Egipto? El desierto es el gran desafío. Detrás está Egipto, con su
abundancia, pero también con su esclavitud. Hacia delante está la promesa de
una tierra, una libertad, una vida digna, pero que hay que conquistar a precio
de privaciones, sacrificios, esfuerzos. El relato
causa admiración porque Yavé monta en cólera... Es un recurso literario para
introducir la preocupación de Moisés, que se expresa en una bella oración de
intercesión por el pueblo. La solución que plantea Yavé es la adecuada: reunir
setenta representantes del pueblo para repartir entre ellos el espíritu que
estaba en Moisés; de esa manera la dirección, orientación y concientización del
pueblo sería obligación de muchos y no sólo de Moisés. El espíritu
que se dona a todas estas personas viene a ser, entonces, profético; es decir,
está en función de profetizar. Hay que asumir que esta actividad profética está
orientada a ayudar al pueblo a tomar más y más conciencia del plan de Dios con
ellos, a entender lo que hay realmente detrás: Egipto y su abundancia de comida
pero con su esclavitud que es lo contrario al plan divino, y lo que está por
delante: un desierto inevitable, desafiante, mortal, pero al fin y al cabo, un
medio que es necesario asumir para poder llegar a la tierra de la libertad,
tierra de promisión. A cualquier persona del pueblo que, entendiendo las cosas
así, «catequizara» a sus hermanos en este sentido había que verlo como profeta
«autorizado» no porque hubiera estado necesariamente en la tienda del
encuentro, sino por estar en comunión con el ideal de Yavé. Ese parece
ser el caso de Eldad y Medad. Ellos no estuvieron en el momento del reparto del
espíritu y sin embargo estaban profetizando. Viene la reacción de Josué, el
mismo que más tarde se encargará de guiar a su pueblo en los trabajos de
conquista y ocupación de la tierra prometida. Josué no entiende todavía que
todo el que influya de manera positiva en la conciencia del ser hermano, debe
ser considerado profeta, y por eso aconseja a Moisés que lo prohíba (v. 28).
Por su parte, Moisés ha captado muy bien que en el trabajo de liberación del
pueblo, todos y todas tienen una gran tarea, y responde a Josué con palabras
aparentemente duras, pero que en definitiva buscan también abrir la conciencia
de su ayudante: «ojalá todo el pueblo fuera profeta» (v. 29); ojalá cada uno
asumiera con verdadero empeño la tarea de concientizarse y concientizar a su
semejante, a su prójimo, ¿no es eso justamente lo que Dios quiere y espera? A
Josué pues, no le preocupaba mucho la necesidad de que cada miembro del pueblo
tuviera una conciencia bien formada para continuar hacia adelante por el
desierto; le preocupaba más defender lo «oficial», lo «autorizado» por Dios en
la tienda del encuentro, es decir lo «instituido», la defensa de «los derechos
de Dios». En la misma
línea, nos presenta el evangelio de Marcos para este domingo, una situación
semejante con los discípulos de Jesús. Apenas transmitida por Jesús la lección
sobre quién es el mayor (Mc 9,33-37), se produce un incidente que tiene que ver
con la exclusividad de los miembros del grupo seguidor de Jesús. Juan le cuenta
a Jesús que le han impedido a un hombre expulsar demonios en su nombre porque
no se trataba de uno de los miembros del grupo (v. 38). No hay una pregunta,
cómo hacer en casos semejantes, qué posición asumir, etc. La respuesta de Jesús
es sabia, «nadie que obre un milagro en mi nombre puede después hablar mal de
mí» (v. 39), y «el que no está contra nosotros, está con nosotros». En la tarea
de construcción del reino nadie tiene la exclusiva. Tal vez los discípulos no
tenían claro o no recordaban que su pertenencia al grupo de Jesús fue un don de
pura gratuidad; ninguno de ellos presentó ante Jesús un concurso de méritos
para ser elegido; fue Jesús quien se presentó ante ellos, se les atravesó a
cada uno por su camino y los llamó, aun a sabiendas de que no eran ni los
mejores ni lo más representativo de su sociedad. En ese sentido también otros y
otras pueden seguir siendo llamados. En cada hombre y en cada mujer Dios ha
sembrado las semillas del bien; cómo y cuándo esas semillas comienzan a
germinar y dar frutos, eso es decisión de cada uno. A veces nos parecemos a
Juan y al resto de discípulos, nos ponemos celosos de quienes sin pertenecer a
la institución hacen obras mejores que las nuestras. Y sale inevitablemente la
frase: «pero ése o ésa es de tal o cual religión, o de tal o cual grupo...».
Anteponemos a la vocación universal de hacer el bien y a la práctica del amor,
unos intereses mezquinos y unos criterios de autoridad y de exclusividad
absolutamente rechazados por Jesús (cf. Mc 9,39) El diálogo de
Jesús con sus discípulos refleja la situación de la comunidad para la cual
Marcos escribe su evangelio. Una comunidad quizás muy consciente de lo que eran
las exclusiones, pero al mismo tiempo en peligro de ser exclusivista, con una
excusa quizás aparentemente sana: «ser o no ser de los nuestros», «ser o no ser
del camino», «estar o no estar en el proceso...», y en fin otras talanqueras
que pretendidamente intentan justificarse con la excusa de defender la «pureza»
de la fe o del «credo» o del «orden» o, en definitiva, de «defender los
derechos» de Dios. Pues bien,
cuando se cae en el extremo de «defender» a Dios, o los «derechos» de Dios, lo
que se logra en definitiva es minimizar a Dios, ponerlo en ridículo ante el
mundo, y la consecuencia más inmediata, la que previó Jesús y quizás la que ya
se veía en la primera comunidad, era la del escándalo a los más pequeños. A
Jesús le preocupan los «pequeños», no sólo los menores de edad, sino los que
apenas empiezan a intuir la dinámica del reino con la subsiguiente imagen de
Dios que él propone. Con todo, a
través de los siglos, los peligros de la comunidad primitiva se convierten en
hechos reales: cuántos creyentes promotores del bien, de la justicia y de la
paz excluidos o en entredicho sólo porque «no eran de los nuestros», cuántos
Josués y Juanes empeñados todavía en «defender» una pretendida exclusividad
que, por supuesto, nadie posee, con lo cual lo único que logran es escandalizar
cada vez más a muchos, haciéndoles creer que Dios es tan pequeño, que puede
reducirse a los estrechos límites de un grupo o de una institución, aunque sus
adeptos se cuenten por millares. Si logramos
tomar conciencia de que Dios es más grande que un grupo o una institución y que
en ningún momento nuestra vocación es la de defender unos supuestos derechos de
Dios, sino simplemente servir, ponernos en función de construir el Reino con y
desde las múltiples posibilidades que ello implica dada la insondable riqueza
del mismo espíritu, entonces jamás se nos ocurrirá pensar si éste o aquél es o
no es «de los nuestros», sino mejor... ¡como cooperar más y mejor con aquél o
aquélla que tan bien están luchando por construir aquí el Reino! Para la
revisión de vida Reviso mis actitudes respecto al
trabajo de los demás (personas y grupos) y me confronto con la reacción de
Josué (primera lectura) y con la de Santiago y Juan (evangelio). Enumero las
semejanzas y diferencias y me trazo un propósito práctico de vida. Para la
reunión de grupo Una idea que surge a partir de las
lecturas de este domingo es la validez que tienen para la construcción del
reino muchos aportes: ideas, obras, trabajos, de hombres y mujeres que no
necesariamente son cristianos, pero que están comprometidos en la lucha por la
justicia y la paz. Tratemos de indagar un poco sobre esas personas o instituciones
y compartamos qué dicen, qué hacen, y al mismo tiempo tratemos de establecer
cuáles son las críticas y de que forma son rechazados por nuestra religión
oficial. Sentemos posiciones. Para la
oración de los fieles Oremos por los responsables de la
dirección y guía de nuestras iglesias para que su responsabilidad como
animadores se traduzca en la acogida amorosa y fraterna de todos aquellos que
buscan hacer el bien a los demás... roguemos. Por los dirigentes de nuestra
sociedad, para que sus tareas estén cada día más en la línea del evangelio, más
empeñados en la construcción de la justicia y la paz... roguemos. Por todos aquellos que desde su
realidad como creyentes están trabajando por el bien, la justicia y la paz para
que sus esfuerzos se vean cada día más enriquecidos por el espíritu profético
que Dios dona a todas y todos... roguemos. Por nosotros y nosotras para que
sepamos ver en todos los que hacen el bien aquella presencia de Jesús
Resucitado que en todas y todos actúa... roguemos. Oración
comunitaria Dios Padre que en
todos y en todo te manifiestas; abre nuestros corazones y nuestras mentes para
comprender mejor lo que desde siempre nos estás comunicando, incluso a través
de aquellos que te conocen por otros caminos y con otros lenguajes que los
nuestros; arranca de nosotros toda tentación de exclusivismo y mantennos
dispuestos a ayudar y a dejarnos ayudar en la construcción colectiva de tu
Reino. Nosotros te lo pedimos inspirados en Jesús, transparencia tuya. Amén.
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