NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
CICLO B" Primera lectura:
Daniel 7, 13-14 EVANGELIO -¿Tú eres el rey de los judíos? 34Contestó Jesús: -¿Dices tú eso como cosa tuya o te lo han
dicho otros de mí? 35Replicó Pilato: -¿Acaso soy yo judío? Tu propia nación y los
sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? 36Contestó Jesús: -La realeza mía no pertenece al orden este.
Si mi realeza perteneciera al orden este, mis propios guardias habrían
luchado para impedir que me entregaran a las autoridades judías. Ahora que mi
realeza no es de aquí. 37Le preguntó entonces Pilato: -Luego ¿tú eres rey? Contestó Jesús: -Tú lo estás diciendo, yo soy rey. Yo para
esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio en favor de
la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz. COMENTARIOS "Mi
reino no es de este mundo", respondió Jesús a Pilato cuando éste le
preguntaba si era el Rey de los Judíos. Y añadió: Si mi reino fuera de este mundo,
mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi
reino no es de aquí". Traducido y entendido al pie de
la letra, el texto griego del Evangelio se ha prestado a falsas
interpretaciones. Si el reino de Jesús no es de este mundo, poco tiene que
hacer el cristiano aquí abajo. Sólo le toca inmiscuirse cuanto menos en los
asuntos del mundo para mancharse lo menos posible. La tarea cristiana será
separarse del mundo, apartarse de la política y de la vida, dedicarse a la
contemplación, huir de este ajetreo cotidiano para esperar un más allá
esperanzador donde se implante el reino de Jesús. Ideal de vida éste que
refleja el verso de Fr. Luis de León al salir de la cárcel: "...Dichoso el
humilde estado/ del sabio que se retira/ de aqueste mundo malvado..." Para quienes
entienden así las palabras de Jesús, el ideal de vida cristiana sería la
reclusión en un convento de clausura para rezar y esperar. Pero Jesús no fue ni
monje, ni invitó a los suyos a serlo. Lo del monacato vino después... Esta
interpretación del texto evangélico entra en conflicto abierto con gran parte
del Evangelio donde se compara el Reino de Dios con realidades que no sólo no
están en este mundo, sino que están metidas de lleno en él con la finalidad de
cambiarlo y transformarlo. El reino de Dios -que dicen no ser de este mundo- se
parece a un puñado de levadura que se pierde en la masa, a un grano de trigo
que se pudre en la tierra, a un dracma perdido en el suelo, a una red barredera
sumergida en el mar, a una perla preciosa escondida en el campo. Difícilmente
podríamos entender cómo Jesús -si su reino no es de este mundo- invita a sus
discípulos a ser "luz del mundo" y "sal de la tierra". Luz
que ilumina -y que si se mira deslumbra y ciega-; sal de la tierra que desaparece
en el guiso y que, si no se disuelve, molesta al paladar. La mala
interpretación de esta frase puede deberse a un desconocimiento de la riqueza
de significados y matices que la palabra "mundo" tiene en el
Evangelio de Juan. Con ella se indica el mundo físico, la tierra, la humanidad,
los hombres o un grupo de hombres que habitan en el mundo, pero principalmente
la humanidad en cuanto sistema abiertamente opuesto al plan que Dios quiere
llevar adelante, gracias a Jesús. Los que
pertenecen al mundo, en este último sentido, utilizan el poder y la fuerza para
dominar e implantar su voluntad. Aman la violencia como método, buscan la
dominación por sistema. Pero ni el reino de Dios, ni el modo de ser rey de
Jesús gira en torno a estos presupuestos. Por eso Jesús responde a Pilato:
"Si mi reino fuera de este mundo" (o sea, si mi realeza perteneciese
a este orden de cosas) "mis propios guardias hubieran luchado para impedir
que me entregaran a las autoridades judías. Pero mi reino no es de este
mundo" ( o sea, no es como los de este mundo). Ni el poder ni la fuerza
son atributos de este Jesús en quien Pilato se empeña en ver a un rey más de la
cadena de reyes de Israel, una especie de contrincante político. Quien sea
cristiano, por tanto, en lugar de huir, deberá sumergirse en el mundo, en sus
instituciones políticas, sociales o religiosas; deberá perderse como sal o
levadura para -desde dentro y desde abajo -acabar con este viejo sistema de
violencia, de fuerza y de odio e implantar -por el amor- otro modo de ser y de
vivir, donde la fuerza y la violencia sean palabras excluidas del diccionario. II
Jesucristo, Rey del Universo. Un título
muchas veces mal entendido, muchas veces manipulado. Por unos, porque, de una
u otra manera, quieren hacer de Jesús un rey como los reyes de este mundo; por
otros, porque quieren hacerlo rey sin ninguna relación con este mundo. Por unos
y otros, porque quieren ponerlo al servicio de los grandes intereses de este
mundo. EL REY DE LOS JUDÍOS Entró de nuevo Pilato en la residencia,
llamó a Jesús y le dijo: -¿Tú eres el rey de los judíos? Con la
acusación de que Jesús intentaba proclamarse rey de los judíos se presentaron los dirigentes religiosos judíos
ante Pilato. El hecho de que fueran precisamente ellos los que llevaran a Jesús
ante el tribunal romano indica hasta qué punto se había corrompido la jerarquía
religiosa judía. Ellos eran, al menos en teoría, los representantes del Señor,
el Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto y les dio la
posibilidad de ser un pueblo soberano, y son precisamente ellos quienes ponen
en manos del representante del Imperio romano, que, en aquel momento, negaba a
Israel la libertad que el Señor les había dado, a quien viene a continuar y
llevar a su culminación la obra liberadora del Señor. No obstante,
la idea que ellos tenían de la realeza del Mesías era la misma que los
discípulos habían manifestado en otras ocasiones, la misma que sin duda tenía
Pilato: todos pensaban que el rey de los
judíos debería rebelarse contra la dominación extranjera poniéndose al
frente de un ejército, y una vez expulsados los invasores y con la fuerza
obtenida gracias a la victoria militar, destituir de sus puestos a los
dirigentes corruptos y hacer justicia. Eso era lo que los discípulos habían
esperado y lo que los jerarcas judíos y Pilato temían que Jesús hiciera. A esa
manera de ser rey se refiere Pilato cuando pregunta a Jesús: «¿Tú eres el rey
de los judíos?» MI REINO NO ES DE
ESTE MUNDO -La realeza mía no pertenece al orden este.
Si mi realeza perteneciera al orden este, mis propios guardias habrían luchado
para impedir que me entregaran a las autoridades judías. Ahora que mi realeza
no es de aquí. La respuesta
de Jesús rompe los esquemas de sus acusadores. Él no niega que es rey, pero
dice que su manera de ser rey no es la de los reyes de este mundo: «La realeza
mía no pertenece al orden este. » Y explica las diferencias. Primero diciendo
en qué no consiste su realeza: «Si mi realeza perteneciera al orden este, mis
propios guardias habrían luchado para impedir que me entregaran a las
autoridades judías.» Jesús no va a reinar como los reyes de la tierra: mediante
la fuerza violenta de las armas, mediante la coacción y la amenaza del castigo.
La propuesta que él hace a la humanidad es de un carácter muy distinto: «Yo
para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio en
favor de la verdad.» Su proyecto, que es el proyecto de Dios, se basa en la
verdad que, en el evangelio de Juan, coincide con la vida: es verdad aquello
que favorece, transmite y defiende para el hombre la vida en plenitud; es
verdad el amor que se expresa mediante la entrega de la propia vida para que la
vida de los hombres pueda ser realmente vida.
Es una manera de reinar que se realiza sólo sobre aquellos que libremente
lo aceptan, sólo sobre aquellos que quieren escuchar
la voz de este particularísimo rey. HE VENIDO Pero el que
no pertenezca al orden este no quiere decir que la realeza de Jesús sea puramente
espiritual, ajena a la historia y a los problemas concretos de los hombres. Esa
ha sido la segunda gran equivocación acerca de la realeza de Jesús. Muy al
contrario, Jesús viene a este mundo,
desarrolla su tarea en esta historia y su proyecto empieza necesariamente en
esta vida, en este mundo. Y, como hemos visto en los últimos comentarios, su
misión es dar a los hombres los instrumentos necesarios para que se organicen
de tal manera que esta tierra no sea, como a muchos les interesa que los pobres
crean que tiene que ser, un valle de lágrimas. Jesús es rey
del universo, de este universo, y eso quiere decir que tiene un proyecto para
esta tierra y para esta historia, que no es ajeno a los sufrimientos y a los
problemas de los pobres, oprimidos, marginados, explotados. Pero su realeza no
pertenece al orden este; lo que supone que ni podemos organizar la comunidad de
Jesús al estilo de los reinos de la tierra ni podemos utilizar el mensaje de
Jesús como un programa más para organizar los reinos de este mundo (por eso
ningún partido debe usar honestamente el nombre de cristiano). Colaborar
para que Jesús reine en la tierra significa dar testimonio de la verdad:
mostrar con la entrega de la propia vida que Dios es amor y quiere que,
mediante la práctica del amor, los hombres, todos los hombres, vivan. Y vivan
libres y felices. ¿Y el
compromiso político de los cristianos? También hay que estar en ese ambiente y
dar testimonio de la verdad, de la justicia, de la igualdad entre todos los
hombres, llamados a vivir como hermanos. Pero sin confundir nuestras opciones
políticas, las soluciones concretas que proponemos para los problemas políticos
concretos, con el evangelio, y sin permitir que nadie reine en ningún reino de
este mundo, por pequeño que este reino sea, atribuyendo su poder a la gracia de
Dios: en cualquiera de estos casos estaríamos haciendo de Jesús un rey como los
reyes de este mundo. III v. 35: Replicó Pilato: -¿Acaso soy yo judío? Tu
propia nación y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Pilato no
quiere reconocer la presión de los judíos y niega que la cuestión le afecte
personalmente. Rechaza toda responsabilidad; son otros los acusadores, los
jefes religiosos y, detrás, el pueblo que no ha sabido optar por Jesús y en
contra de sus autoridades opresoras (12,34). Los títulos de Jesús no interesan
a Pilato, pero sí su actividad (¿Qué has hecho?), que puede suponer una
amenaza para el poder que representa. v. 36: Contestó Jesús: -La realeza mía no pertenece
al orden este. Si mi realeza perteneciera al orden este, mis propios guardias
habrían luchado para impedir que me entregaran a las autoridades judías.
Ahora que mi realeza no es de aquí. Jesús no
responde directamente a la segunda pregunta de Pilato, sino a la primera: »¿Tú
eres el rey de los judíos?». Afirma claramente su calidad de Rey, pero niega
todo parecido con los reyes que Pilato conoce. Al descartar la realeza que se
apoya en la fuerza queda patente que no pretende ocupar el trono y que no es un
rival del emperador. Él practica el servicio a los hombres y rechaza el poder.
Los reyes del mundo imponen su dominio. Para Jesús, la violencia pertenece a la esfera de la injusticia. Él se ha
entregado voluntariamente y ha cortado en seco la violencia de Pedro (18,11).
Ha probado no ser rey como los otros. v. 37: Le preguntó entonces Pilato: -Luego ¿tú eres
rey? Contestó Jesús: -Tú lo estás diciendo, yo
soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar
testimonio en favor de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi
voz. Extrañeza de Pilato y nueva afirmación de Jesús. Explica su función como rey: no dominar, sino dar testimonio de la verdad; con estas palabras condensa el significado de su vida y actividad. Jesús comunica vida (Espíritu) y la experiencia de esa vida es la verdad sobre Dios / el Padre, que se manifiesta como amor sin límite, y sobre el hombre, llamado a ser hijo de Dios. Su muerte en cruz, máxima expresión de amor, resumirá y hará culminar todo su testimonio. Los que están en favor de la vida / verdad, de la plenitud humana, responden a su llamada.
IV Celebramos la
solemnidad de Jesucristo «Rey del Universo». A ese fin hemos leído el pasaje de
Daniel en donde uno como hijo de hombre recibe de parte del anciano el poder y
la soberanía universal. En contraste con esta imagen de Daniel que fue asumida
por el cristianismo como una prefiguración del reinado universal de Cristo, nos
presenta el evangelio de Juan el momento del juicio político de Jesús ante Pilato.
«Oficialmente» Jesús no se ha proclamado Rey, sin embargo éste es el argumento
por el cual sus adversarios quieren que sea condenado. De hecho sus adversarios
ya lo han condenado a muerte, sólo que ellos no podían ejecutar la pena capital
(Jn 18,31), que era derecho exclusivo de Roma (ius gladii). Por eso la
insistencia a Pilato para que él confirme la sentencia que ellos ya habían
dictado. Pilato ya
está informado de la situación y por eso pregunta directamente a Jesús: «¿Eres
tú el rey de los judíos?». Jesús responde con otra pregunta, indaga al
interrogador cuál es el origen de esa acusación, que de todo modos en este
punto se convierte en aclamación. Pilato no está interesado en establecer
ningún tipo de vínculo con Jesús y sin embargo según la forma como el
evangelista Juan conduce el hilo del relato, la realeza de Jesús viene
proclamada no por los de su nación, sino por los paganos. Indirectamente
Jesús responde de modo afirmativo a la primera pregunta de Pilato, pero hace
una aclaración que por supuesto ni Pilato ni sus acusadores pueden entender:
«mi reinado», o también «mi realeza no es de este mundo», pero debe entenderse
«no es al modo o a la manera de este mundo». Y la aclaración continúa: «si mi
realeza fuera al estilo de esta realidad hubiera sido defendido por mi ejercito
y no hubiera caído en manos de los judíos». Pero Pilato
quiere una respuesta más clara, un sí o un no, y de nuevo interroga:
«¿entonces, tú eres rey?». De nuevo san Juan pone en labios de un pagano la
expresión que confirma la realeza de Jesús. Pilato lo ha dicho y así es pero
enseguida corrige Jesús la característica de esa realeza: «a eso he venido, no
a dominar ni a infundir terror, sino a servir a la verdad». Así pues, el
evangelista deja claro en que consiste la dimensión mesiánica y real de Jesús,
no se trata de un rey al estilo de los reinados temporales, sino al estilo que
ya se había entrevisto en el Primer Testamento desde la entrega, desde el
servicio al proyecto del Padre, que es ante todo la justicia esa es la verdad
para Juan, el proyecto del Padre encarnado en Jesús. Desafortunadamente
con el correr del tiempo se tergiversó el contenido de este interrogatorio,
especialmente la respuesta de Jesús sobre el origen de su realeza. Algunas
corrientes cristológicas, que subsisten hoy, defienden una dimensión
«espiritual» del reinado de Jesús. Según eso, «mi reinado no es de este mundo»
desconecta a Jesús y su evangelio de todo compromiso con el orden temporal, y
con esta realidad concreta que vivimos, y lo transfiere a un mundo «espiritual»
o simplemente a aquel «mundo de las ideas» de Platón. Esa falsa
interpretación tiene varios reparos. Por una parte, cuando Juan habla de
«mundo», casi siempre lo hace para referirse a esta realidad habitada por seres
humanos y en donde se verifican las tendencias más contradictorias, de las
cuales, las que le interesan al evangelistas son aquellas que están en
oposición al querer y a la voluntad de Dios. En una palabra «mundo» para Juan
es una forma sintética de referirse a todo lo que contradice el proyecto
divino, y que puede equipararse con lo que él mismo intenta describir también
con la expresión «tinieblas» en contraposición a la «luz». En tal sentido, se
puede entender «mi reino no es de este mundo», «no es de esos reinos o reinados
que se oponen al querer de Dios» y en ese sentido, Jesús ha realizado toda su
acción, no ha contradicho en nada la voluntad de su Padre. Si proyectamos el
reinado de Jesús a una categoría extramundana, es dejar de reconocer su
compromiso y su incidencia en los asuntos del diario vivir durante todo su
ministerio público, desde Galilea hasta Jerusalén, si hubiera sido de carácter
«espiritual», no se hubiera visto enfrentado a las autoridades Judías, es más,
desde una cueva en el desierto hubiera podido decir lo que tenía que decir y
punto. Otra
consecuencia que deriva de una falsa interpretación de esa expresión tiene que
ver con el cristiano en cuanto tal. Para quienes creen que Jesús y su obra «no
son de este mundo», lo más práctico es no inmiscuirse en asuntos temporales, lo
mejor es no «meterse en problemas...». Desafortunadamente esta corriente cuenta
con demasiados adeptos tanto en el campo católico como en el no católico.
Mientras cuatro evangelistas, equivale a decir cuatro de las comunidades primitivas
(entre muchas que seguro habían) nos legan un testimonio de abierto compromiso
de Jesús con la causa de su Padre expresada en los pobres, un par de versículos
que reflejan apenas una mínima parte del pensamiento joaneo sobre Jesús, vienen
a convertirse en el argumento «definitivo» para sustraer a Jesús de su concreto
compromiso político y social con su generación y de su intención de que sus
seguidores hicieran lo mismo. No es necesario ni conveniente subrayar tanto la «realeza» de Jesús si ello implica tergiversar su auténtico y efectivo proyecto de vida; hace mucho daño, sobre todo a los más oprimidos, presentar esa imagen monárquica y principesca de un Jesús que, en verdad, dedicó toda su vida y sus energías a desenmascarar y a luchar contra ese tipo de estructuras.
Para la
revisión de vida ¿Qué posición tengo yo respecto a
las ideologías y tendencias que pretenden manejar la figura de Jesús como si se
tratara de un jefe monárquico? ¿En mi predicación o en mi trabajo apostólico
refuerzo esa ideología o la ataco? ¿Con base en cuáles pasajes de la Escritura
sustento mi posición? Para la
reunión de grupo Procúrense el artículo "¿Es Jesús buena noticia?", de Jon
Sobrino, <http://servicioskoinonia.org/relat/070.htm>Leerlo por partes
(en las sesiones que vean conveniente) e ir confrontando lo que nos propone el
autor con la realidad que vivimos a nivel eclesial y en nuestro grupo local.
Socializar este estudio con otros grupos del lugar, sin imponer, sino más bien
ir proponiendo nuevas perspectivas. A pesar de lo
que contestó a Pilatos, Jesús no quería ser Rey, y de hecho huyó cuando le
quisieron nombrar rey. Proclamando a Cristo como Rey muchas veces lo que se
quería proclamar era la supremacía de una religión, o la reclamación de
privilegios por parte de la autoridad civil. Todavía peor, la aclamación de
Cristo Rey por parte de las derechas y de los poderes económicos en las
sociedades injustas venía a servir de legitimación de la injusticia.
Profundizar en el grupo en estos aspectos negativos que, de hecho, ha tenido en
la historia esta proclamada realeza de «Cristo Rey». Jesús habló y
se desvivió por el Reino (de Dios), a cuyo advenimiento se entregó
incondicionalmente. Convertirlo en Rey a él, fue de hecho para muchos una forma
de olvidar precisamente la Causa de Jesús. El predicador del Reino fue
convertido él mismo en Rey y se olvidó el Reino de Dios que él había anunciado.
Comentar esta paradoja. ¿Es legítima
una reinterpretación de este título y de esta fiesta? ¿Se puede pensar que un
título mucho más adecuadamente expresado que el de «Rey» sería el de «luchador
por la Causa del Reino»? Pros y contras. Para la
oración de los fieles Por los
animadores y dirigentes de las iglesias en el mundo, para que no caigan en la
tentación de ejercer sus encargos al estilo de los gobiernos de este mundo,
oremos. Por la
sociedad civil, para que toda acción política esté de algún modo impregnada de
evangelio, oremos. Por todos los
pueblos y grupos que padecen alguna opresión y tiranía, para que sepan
levantarse con dignidad y con motivaciones evangélicas contra todo los que los
oprime, oremos. Por cada uno
de nosotros para que cada día proyectemos con mayor claridad la imagen de un
Jesús liberado y liberador de todo poder de dominio, oremos. Para que en
cada celebración seamos capaces de actualizar el mando del amor y del servicio,
oremos. Oración
comunitaria Dios nuestro y de todos los pueblos,
Tú que, de un modo u otro, esperas a la Humanidad revestido de todos los
nombres, tras todas las religiones, en todas las experiencias religiosas...
Haznos comprender que Jesús nunca quiso encomendarnos una evangelización que
sometiera a los pueblos ni que arrancara culturas ni religiones, sino un
diálogo que promoviera el Amor y la Justicia, la Verdad generosa y la Vida para
todos y todas. Nosotros te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, hermano mayor,
Transparencia tuya. Amén. Dios Padre que en Jesús te has
hecho uno de nosotros y has querido ponerte al servicio de la humanidad oprimida,
haz que comprendamos que esa es nuestra verdadera vocación y que no tardemos
más en ponernos también nosotros al servicio de quienes ocupan el centro de tu
corazón: los empobrecidos de este mundo. Te lo pedimos en el nombre de Jesús,
Amén.
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