SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "C" Primera lectura:
Isaías 62, 1-5 EVANGELIO 3Faltó el vino, y la madre de
Jesús se dirigió a él: -No tienen vino. 4Jesús le contestó: -¿Qué nos importa a mí y a ti, mujer?
Todavía no ha llegado mi hora. 5Su madre dijo a los sirvientes: -Cualquier cosa que os diga, hacedla. 6Estaban allí colocadas seis
tinajas de piedra destinadas a la purificación de los Judíos; cabían unos cien
litros en cada una. 7Jesús les dijo: -Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. 8Entonces les mandó: -Sacad ahora y llevadle al maestresala. Ellos se la llevaron. 9Al probar
el maestresala el agua convertida en vino, sin saber de dónde venía (los
sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), llamó al novio 10y
le dijo: -Todo el mundo sirve primero el vino de
calidad, y cuando la gente está bebida, el peor; tú, el vino de calidad lo has
tenido guardado hasta ahora. 11Esto hizo Jesús en Caná de
Galilea, como principio de las señales, manifestó su gloria, y sus discípulos
le dieron su adhesión. COMENTARIOS I ¿Quién no ha
oído hablar de la boda de Caná? Pero ¿quién ha leído con detención este relato
para ver lo que dice exactamente? Da la impresión de que los comentaristas de
este evangelio y la imaginación popular -que quiere ver cosas prodigiosas por
todos sitios- se han quedado en la superficie. Casi todo lo que ahí se narra es
extraño. Extraña, en
principio, que unos novios no calculen el vino necesario para su fiesta de boda
-una fiesta sin vino abundante no es tal-, pero extraña más todavía que el
maestresala, encargado del banquete, no se diera cuenta de esta falta y
tuviera que ser precisamente una invitada, María, la que constatara la triste
situación. Llama la atención que Jesús, siempre atento a las necesidades del
prójimo, responda a su madre con unas palabras que pueden sonar a descortesía o
falta de interés por resolver el problema: «¿Qué nos importa a mí y a ti,
mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Jesús llama a su madre 'mujer' a secas. Sorprende,
por lo demás, que en el lugar donde se celebraba la boda hubiera seis tinajas
de piedra, de unos cien litros cada una, destinadas a los ritos de
purificación de los judíos. Seiscientos litros de agua parecen demasiados para
un lavado ritual. Por último, reclama la atención del lector el hecho de que
Jesús mande sacar agua de las tinajas para que los sirvientes la llevaran al
maestresala, y que éste, al probarla, vea que se trata de vino de calidad. Sin
pararse a investigar más, el maestresala reprocha al novio el haber reservado
el vino de calidad para última hora. No sabía de qué iba la cosa... Al terminar
este relato, dice el evangelista: «Esto hizo Jesús como principio de las
señales en Caná de Galilea.» Lo que aquí
se narra no es tanto un aparatoso milagro cuanto «el principio de las señales»,
el comienzo de algo nuevo y distinto que Jesús inauguraba y que el evangelista
expresa gráficamente como si se tratase de un hecho sucedido. Agua, vino y boda son signo de
otras realidades conocidas por los judíos: «Agua. » La religión de Israel
giraba en torno al agua. El hombre, para relacionarse con Dios -un Dios lejano
y distante- necesitaba purificarse de sus pecados. La garantía de limpieza y
purificación se obtenía mediante un lavado con agua del miembro del cuerpo con
que el hombre había caído en falta delante de Dios. Asediado por un complejo
constante de culpabilidad ante Dios, el hombre, en aquel sistema religioso, se
alejaba de Dios cada día más. Para colmo, una religión basada en el agua tenía
unas tinajas vacías... «Vino.» Para
el final de los tiempos había anunciado Isaías que Dios daría «un festín de
manjares suculentos y vinos de solera» (Is 25,6). El vino, inventado por Noé (que significa 'consolador' por lo que
su invento aporta de consuelo y alivio a la humanidad para olvidar sus penas,
Gn 5,29), era un símbolo del amor
entre los esposos: «Son mejores que el vino tus amores», dice el Cantar de los
Cantares, un libro de enamorados que habla del idilio de Dios con su pueblo, y
añade: «Tu boca es vino generoso» (7,10); «te daré a beber vivo aromado» (8,2). «La boda»
representa la alianza entre Dios y el pueblo. La antigua alianza estaba basada
en unas tablas de piedra, las tablas de la ley -de piedra son también las
tinajas-. La nueva alianza -la boda de Dios con el pueblo que lidera Jesús- no
se basa ya en la Ley, sino en el amor, vino que hace soñar otra vida. En Caná,
Jesús anunció al maestresala, dándole a probar el vino, la sustitución
definitiva del agua-ley por el vino-amor, de la Antigua por la Nueva Alianza.
La hora definitiva de esta sustitución tendría lugar en la cruz, donde el
vino-sangre de Jesús acabó para siempre con la Ley para instaurar el amor como
único y definitivo mandamiento.
Cuando alguno dice que la forma de comportamiento propia del cristiano
es el amor, siempre suele haber alguien que pregunta: «¿Sólo el amor? ¿Y todo lo demás?» Pues, según el evangelio, esto es
cierto no sólo en lo que se refiere a las relaciones entre los hombres, sino
también en lo relativo a las de éstos con Dios. NO TIENEN VINO Al tercer día hubo una boda
en Cana de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús; y fue invitado Jesús, como
también sus discípulos, a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús se
dirigió a él: -No tienen vino.
Al probar el maestresala el
agua convertida en vino, sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían,
pues habían sacado el agua), llamó al novio y le dijo: -Todo el mundo sirve primero
el vino de calidad, y cuando la gente está bebida, el peor; tú, el vino de
calidad lo has tenido guardado hasta ahora. Jesús, que no
pertenece a aquella boda, pues sólo estaba allí como invitado, va a ofrecer un
anticipo del cambio que él, de parte de Dios, propone. Parecería que, al mandar
llenar de agua las tinajas, va a devolver su contenido a la vieja religión
judía. No es así: el agua se convierte en vino una vez fuera de aquellas
tinajas. Las tinajas, llenas o vacías, ya no servían para restablecer la
amistad del hombre con Dios. Jesús va a devolver a los hombres la posibilidad
de establecer con Dios una relación de amor, más allá de todas las limitaciones
que les imponía el sistema religioso. No se trata de una reforma religiosa,
sino de abrir otro cauce de comunicación entre Dios y el hombre, basado en el
don de su propio Espíritu, su vida misma que hace a los hombres hijos suyos y
capaces de amar con su mismo amor. Es la suya una nueva y definitiva alianza
basada en la fuerza del Espíritu de amor que sustituye y declara caducada la
vieja alianza que por culpa de los dirigentes había perdido su fuerza
liberadora y su contenido de amor y misericordia para quedar reducida a una ley
fría -de piedra- y al miedo al castigo. Por una vez el vino nuevo será, como
reconoce y lamenta el maestresala, de más calidad que el añejo. Y para siempre
el amor sustituirá a la ley y la alegría de la fiesta ocupará el lugar del
temor al castigo. Así deben ser
nuestras relaciones con Dios: experiencia y práctica de amor que nos hace vivir
nuestra existencia como una fiesta, desbordante de gozo y amistad, en la que Dios
se regocija con la alegría de sus hijos. Y que a nadie le parezca poco. A quien
desee encerrar en leyes y estructuras prefabricadas y controlar exigiendo
obediencia a quien ha adoptado el amor como norma de vida le resultará muy
difícil; pero es que esas leyes y estructuras ya no son necesarias, pues si una
ley es justa, si favorece el bien del hombre, lo que en ella se exige, aunque
como ley sea superflua, será cumplido por el que acepta la nueva alianza, pues
con la fuerza que le da el vino nuevo, el Espíritu de Jesús, tratará de llegar
mucho más lejos que lo que una ley puede exigir: a gastar y, si es necesario,
dar la vida por la felicidad de todos y cada uno de los miembros del género
humano. III Se completa la sucesión de días (1,29.35.43). Al tercer día, es decir, dos días después (se cuenta como primero
el día en que se está). Sumando estos dos días a los cuatro antes mencionados,
resulta que Jesús, después de reunir un grupo de seguidores, va a desarrollar
su actividad el día sexto, el de la
creación del hombre (Gn 1,26-31); este simbolismo temporal indica que la obra
de Jesús va a dar remate a esa creación. La expresión al tercer día alude
también a Éx 19,10.11.15.16, donde anuncia la teofanía del Sinaí (Éx 20,1-21;
cf. Jn 2,11), en la que se dio la Ley de la alianza, y a Os 6,2: al tercer día nos resucitará y viviremos en su presencia. Así, el día sexto será al mismo tiempo el de
la creación terminada, el de la alianza nueva en que el Espíritu sustituirá a
la Ley (1,17) y el de la vida definitiva. El simbolismo nupcial había sido utilizado por los profetas para
describir la relación entre Dios y el pueblo, formulada antes como alianza (Is
1,21-23; 49,14-26; 62,5: Jr 2; 3,1; Ez 16; Os 2,4.16-18). Este es el
significado que tiene la boda en Caná: representa la antigua alianza. La madre
de Jesús pertenece a ella (estaba allí). En paralelo con la figura
masculina de Natanael (1,48), la madre de Jesús, que no lleva nombre propio, es
la figura femenina que representa a los verdaderos israelitas, al Israel que se
ha mantenido fiel a Dios, en cuanto en él tiene su origen Jesús (madre). Jesús y sus discípulos no están allí, asisten a la boda como
invitados: ellos no pertenecen a la antigua alianza. 3-5 Faltó el vino, y la madre de
Jesús se dirigió a él: «No tienen vino». Jesús le contestó: «¿Qué nos concierne
a mí y a ti, mujer? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dijo a los
sirvientes: «Cualquier cosa que os diga, hacedla». El vino era símbolo del amor entre esposo y esposa (cf. Cant 1,2;
7,10; 8,2) y en esta boda falta el vino. Describe así el evangelista la
situación del pueblo judío: en la alianza entre este pueblo y Dios no se
percibe el amor de Dios al pueblo ni el pueblo responde a Dios con amor. La madre de Jesús lo reconoce como Mesías y espera en él; expone a
Jesús la situación (No tienen vino),
aunque sin llamarlo “hijo”. Cree que
el Mesías va a dar nueva vida a la antigua alianza. Jesús, en cambio, que
tampoco la llama “madre”, le indica la necesidad de dejar atrás el pasado (¿Qué nos concierne a mí y a ti, mujer?);
su obra no va a apoyarse en las antiguas instituciones, él trae una novedad
radical. Nunca entre los judíos un hijo llamaba mujer a su madre. Este apelativo significa mujer casada o esposa (Mt
1,20.24; 5,32; Mc 10,2). Según el simbolismo nupcial de la alianza señalado
antes, Jesús caracteriza como esposa de
Dios (cf. 19,26; 4,21; 20,15) al
pueblo fiel de la antigua alianza (la
madre) que espera el cumplimiento de las promesas. Todavía no ha llegado mi hora, le
dice Jesús. La antigua alianza va a ser sustituida por una nueva. Jesús, el
nuevo Esposo (1,15.30) o centro de la nueva comunidad humana, anuncia el
cambio, que tendrá lugar cuando llegue su
hora, la de su muerte. La madre no replica; acepta el anuncio de Jesús y, a los que están
dispuestos a colaborar con él (los
sirvientes), los exhorta a seguir sus instrucciones (cf. Éx 19, 8; 24,37). 6-8 Estaban allí colocadas seis
tinajas de piedra destinadas a la purificación de los Judíos; cabían unos cien
litros en cada una. Las tinajas de piedra, en el
centro de la narración, representan la Ley (Éx 31,18; 32,15; Dt 4,3, etc.: tablas
de piedra), en particular las prescripciones sobre lo puro y lo impuro (Lv
11-16). Éstas presentan a un Dios
susceptible que rompe por cualquier motivo su relación con el hombre.
Ocultando el amor de Dios, los preceptos sobre la pureza obsesionan al hombre
con su indignidad y le crean el sentimiento de culpa. La Ley promete
restablecer cada vez la relación con Dios mediante ritos (purificación), pero las tinajas están vacías (las llenarán por
orden de Jesús), lo que muestra que la promesa de purificación es falsa. Los
ritos prescritos por la Ley son incapaces de restaurar la relación del hombre
con Dios, pues es la Ley misma la que la impide. Por contraste con el número “siete”, que simboliza lo completo y
acabado, seis es el número de lo incompleto y provisional,
de lo que nunca llega a su término. 7-10 Jesús les dijo: «Llenad las
tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: «Sacad ahora
y llevadle al maestresala». Ellos se la llevaron. A1 probar el maestresala el
agua convertida en vino, sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían,
pues habían sacado el agua), llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo sirve
primero el vino de calidad, y cuando la gente está bebida, el peor; tú, el vino
de calidad lo has tenido guardado hasta ahora». Al hacer llenar las tinajas de agua, indica Jesús que es él quien va a
dar la verdadera purificación, y que esa purificación va a ser completa (las llenaron hasta arriba). Entonces da
la orden a los sirvientes de ofrecer al maestresala una muestra del agua que
han echado en las tinajas. El maestresala era el jefe del banquete, el que
debía cuidarse de que todo estuviera a punto; aquí es figura de los dirigentes
de Israel. Al ofrecer al maestresala la muestra de agua sacada de las tinajas, ésta se convierte
en vino, que, como se ha visto, es símbolo del amor; con esto indica el
evangelista que es el amor el que purifica y restablece el acceso a Dios. La
purificación no se hace con ritos exteriores (agua), sino cambiando el interior
del hombre, mediante la experiencia del amor incondicional de Dios. Sentirse
amado así hará desaparecer el sentimiento de indignidad y de culpa. En otras palabras, Jesús va a inaugurar una nueva relación del hombre
con Dios, una nueva alianza, que no estará mediatizada por la Ley ineficaz,
sino creada por la infusión del Espíritu de Dios, impulso de vida-amor (1,17: el amor y la lealtad), que hace al
hombre hijo y semejante a Dios, su Padre. Esta experiencia es personal e
inmediata; no necesita mediadores. El maestresala, figura representativa de los jefes religiosos judíos,
prueba el vino que le ofrecen y constata su calidad, pero reacciona protestando
del orden en que se dan los vinos: el primero debe ser el mejor. Se muestra
con esto que, a pesar de las promesas hechas por los profetas (cf. Jr 31,31-34;
Ez 36,25-27; 37,26), esos dirigentes no tienen ninguna expectativa de un futuro
mesiánico para Israel ni quieren abrirse a él cuando se presenta; no aceptan la
novedad, aunque sea mejor. Están convencidos de que la antigua alianza, en la
que, aunque el pueblo esté mal, ellos ocupan posiciones de privilegio, tiene
que ser definitiva. 11 Esto hizo Jesús en Caná de
Galilea, como principio de las señales manifestó su gloria, y sus discípulos
le dieron su adhesión. El evangelista anuncia una serie de señales que realizará Jesús. La de
Caná es principio, prototipo y clave de interpretación de las que seguirán;
todas ellas estarán centradas en el don a los seres humanos del Espíritu
divino. Este episodio es, por tanto, programático. Jesús ha manifestado su gloria, es decir, su amor leal (1,14) y
anuncia su intención de comunicarlo a los hombres. La experiencia de ese amor
funda la fe-adhesión a él. 12 Después de esto bajó él a
Cafarnaún con su madre, sus hermanos y sus discípulos y se quedaron allí, no
por muchos días. Después de trazado su programa en Caná, Jesús va a comenzar su
actividad. Los tres grupos representan tres posturas frente a la situación, que
se dan entre los que lo rodean: la madre, el Israel fiel, será finalmente
incorporada a la nueva comunidad universal (19,25ss); los hermanos o parientes
no apreciarán su obra y le serán hostiles (7,3-9); los discípulos le han dado
su adhesión. La convivencia pacífica es efímera (no por muchos días); la oposición abierta empezará pronto. IV Para la
lógica del Evangelio de Juan, el Banquete es un tema fundamental en la teología
del evangelio de Juan. La teología del banquete se abre con la misión de Jesús
en Caná de Galilea, y se cierra con la última Cena, fundamento de la
Eucaristía. El Banquete es por tanto un signo mesiánico, donde se anuncia la
llegada del Reino y se presenta a Jesús, Soberano del Reino. Es un símbolo
fundamental que explica en la cotidianidad la presencia del Reino en medio de
la historia. Las bodas de
Caná están en el imaginario de los primeros cristianos y de todo la Iglesia a
lo largo de la historia, por ese hecho inolvidable: en lo mejor de la boda, el
vino se acaba. ¿Cómo es posible que no se haya previsto esta parte en la
fiesta? La actitud de Jesús de Nazaret frente a la carencia de vino, hará que
este relato de las bodas de Caná, quede inmortalizado en la simbología
cristiana. El milagro de
las bodas en Caná de Galilea, no es simplemente ausencia de vino. El asunto es
otro: el relato tiene que ser entendido en perspectiva de Reino, en dinámica de
tiempo mesiánico. El texto indica, que había allí en un lugar de la casa, unas
tinajas de piedra vacías, seis en total. El texto hace énfasis en que están
vacías. Son tinajas destinadas para contener el agua de la purificación ritual
de los creyentes judíos. Pero están secas. Este símbolo, indica la sequedad en que
se encuentra el modelo religioso judío. En la visión de los cristianos
primeros, que acabaron separándose del judaísmo, la ley judía, antes que
ayudar, terminó dificultando la relación de Dios con su pueblo. Les resultaba
una ley vacía, sin sentido, que sólo generaba cargas y no posibilitaba la
libertad y la alegría. Las tinajas, destinadas a la purificación, eran un
símbolo que dominaba la ley antigua. Ese modelo de ley creaba con Dios una
relación difícil y frágil, mediatizada por ritos fríos y carentes de sentidos. No se dice
sin embargo que las tinajas estuvieran con agua. Son llenadas cuando Jesús lo
ordena. Al estar llenas, las tinajas que no prestaban ya ningún servicio, más
bien estorbaban en la vida normal de la gente, permiten una nueva manifestación
del proyecto de Jesús: el agua está convertida en vino. ¿Qué nos indica ese
signo? La ritualidad, el legalismo, la norma fría y vacía, es trasformada en
vino, símbolo de la alegría, del gozo mesiánico, de la fiesta de la llegada del
tiempo nuevo del Reino de Dios. Tenemos que acabar en nuestra vida y en la vida
comunitaria, con los sistemas religiosos deshumanizantes, para lograr entrar en
la dinámica liberadora, incluyente y festiva que Jesús inauguró. ¿Complicada
esta interpretación? Efectivamente, es complicada, con la complicación que
brota de un texto sofisticado, muy elaborado, con toda una trastienda de
alusiones veladas y crípticos mensajes. Leer, proclamar, comentar el evangelio
de Juan como si se tratara de una simple y llana historieta de unas bodas, en
las que además Jesús funda el sacramento del matrimonio, sin más
complicaciones... resultaría una lectura fácil y cómoda, pero sería
profundamente carente de veracidad. Aunque sea más laborioso y menos grato, es
mejor tratar a nuestros oyentes como adultos, y no ahorrarles la complejidad de
unos textos que interpretados directamente a la letra nos llevarían solamente
por caminos de fundamentalismo. Les ofrecemos
para concluir el soneto de Pedro Casaldáliga sobre las bodas de Caná: Nos sobran
las tinajas, y la fiesta se enturbia
para todos, porque el sino es común y la
sola sala es ésta. Nos falta la
alegría compartida. Rotas las
alas, sueltos los chacales, hemos cegado
el curso de la vida entre los
varios pueblos comensales. ¡Sangre
nuestra y de Dios, vino completo, embriáganos
de Ti para ese reto de ser
iguales en la alteridad. Uva pisada en
nuestra dura historia, vino final
bebido a plena gloria en la bodega
de la Trinidad! Para la
revisión de vida El evangelio de Juan presenta la
vida de Jesús como una progresiva sucesión de «señales» que él va entregando.
Su vida es donación de sí mismo como "señal". ¿Es así mi vida? ¿Soy
señal para los demás? ¿Sé, como Jesús, ser señal en medio de las realidades
sencillas y diarias, "profanas"... o sólo lo encuentro en el recinto
de lo separado, de lo sagrado? ¿Qué debo hacer para parecerme más a Jesús? Para la
reunión de grupo ¿Cuáles
pueden ser las "señales" de Dios para nosotros hoy? ¿En qué lugares
«se convierte el agua en vino» hoy? ¿Dónde sigue
Jesús dando "señales" hoy? ¿Dónde Jesús sigue presente, haciendo
“señales”, por medio de sus discípulos? María y Jesús
están en la fiesta de la boda, y tienen que ver con el tema del vino de la
fiesta... ¿Por qué se ha imaginado tanto a Jesús y a María como alejados de la
fiesta y de las alegrías humanas? ¿Por qué la moral cristiana ha sido percibida
como enemiga de la alegría? ¿Cuál fue la
actitud de María en la boda de Caná? San Juan de Ávila hacía notar que este
relato de la boda de Caná contiene el "sermoncito de María", la única
«homilía» o consejo que María pronunció, y que es bien breve: "hagan lo
que él les diga". ¿Qué rasgos mariológicos podríamos descubrirle a este
"sermoncito"? Nota: Estamos
comenzando el primer bloque de "tiempo ordinario" en el año
litúrgico, un paréntesis entre la navidad y la cuaresma, ya próxima. El
«Consejo pastoral» de la comunidad cristiana debería plantearse ya, con tiempo,
la preparación del "tiempo fuerte" que es la Cuaresma, las
iniciativas de formación y de evangelización intensiva que va a poner a
disposición de la comunidad... En la página de «Uso pastoral de Koinonía» (http://servicioskoinonia.org/pastoral)
ofrecemos ideas, iniciativas y sugerencia de recursos. Para la
oración de los fieles Para que
estemos abiertos a percibir las "señales" dispersas que nos remiten
más allá de nosotros mismos y de nuestras limitaciones, hacia una Presencia
mayor, misteriosa pero real, roguemos al Señor. Por los
jóvenes, para que descubra cada uno su "hora", el llamado de Dios a
hacer de su vida una aventura personal de amor y de entrega al proyecto de
convertir el agua de la tristeza en vino de alegría para toda la humanidad... Para que
sepamos relacionarnos con las cosas sencillas de la vida diaria, sencilla,
"profana"... como con "señales" que nos hablan en un
lenguaje diferente que nos lleva al encuentro con nosotros mismos, con los
hermanos, y con Dios, en nuestra profundidad... Por todos los
matrimonios, para que vivan con alegría la donación generosa en el amor, que
cada día ha de inventar creativamente formas nuevas de decir su amor... Oración
comunitaria Oh Dios de todos los pueblos, que de
muchas maneras te has comunicado desde siempre con la Humanidad. Para nosotros,
ha sido Jesús la gran "señal" que nos ha permitido acceder a ti. Te
pedimos que abras nuestros ojos, ilumines nuestra mente, e inflames nuestro
corazón, para que también nosotros seamos para los demás señal de amor y de
alegría, de esperanza y de agradecimiento. Hasta que un día nos reunamos todos
los Pueblos en tu presencia, nuestro hogar definitivo, contigo, Tú que vives y
haces vivir por los siglos de los siglos. Amén
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