QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "C" Primera lectura:
Isaías 6, 1-2 a. 3-8 EVANGELIO 4Cuando acabó de
hablar, dijo a Simón: -Sácala adonde haya fondo y
echad vuestras redes para pescar. 5Simón le contestó: -Jefe, nos hemos pasado la noche
bregando y no hemos cogido nada; pero, fiado en tu palabra, echaré las redes. 6Asi lo hicieron, y
capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. 7Hicieron
señas a los socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. Fueron
ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. 8Al ver esto,
Simón Pedro se postró a los pies de Jesús, diciendo: -Apártate de mi, Señor, que soy un pecador. 9Es que él y todos
los que estaban con él se habían quedado pasmados por la redada de peces que
habían cogido, 10y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos
de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: -No temas; desde ahora pescarás hombres vivos. 11Ellos sacaron las
barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. COMENTARIOS I Pedro era
pescador. Residía en la provincia de Galilea, al norte del país, en una aldea
llamada Cafarnaún (aldea de Naún o de la consolación). Tenía allí su casa,
lugar elegido por Jesús como centro de su actividad misionera mientras estuvo
como predicador ambulante por aquella zona en la que pasó la mayor parte del
tiempo de su vida pública. La pequeña
aldea de Cafarnaún se extendía unos 500 metros a orillas del lago de
Genesaret, y se adentraba 250 metros hacia tierra, como han probado las
excavaciones allí realizadas, que han descubierto la planta de una manzana de
casas, al estilo de las casas típicas andaluzas, con habitaciones en torno a un
patio central, que datan del siglo I de nuestra era. De entre todas estas casas,
una fue especialmente tratada con el correr del tiempo, aislada del resto del
barrio con un muro, y convertida más tarde, hacia mitad del siglo V, en
basílica, para lo que hubo que destruir alguna de las casas que la rodeaban. En
el lugar se encontraron 131 inscripciones en diversas lenguas, alusivas todas
ellas al carácter venerado de aquella casa. Los arqueólogos, con certeza casi
absoluta, la identificaron con la casa de Pedro, donde Jesús curó a su suegra,
y él mismo residía. Cafarnaún
está situada junto al lago de Genesaret, o yam
kinnéret (mar de la lira), como se le denomina en el Antiguo Testamento
hebreo, por tener la forma de este instrumento musical. El lago tiene 21 km. de
largo por 11 km. en su parte más ensanchada, y 45 metros de máximo de profundidad.
Lago de agua dulce y rica fauna, que se encuentra a 212 metros bajo el nivel
del mar Mediterráneo. Rodeado de colinas que sólo se interrumpen para dejar
paso por el norte al río Jordán, que lo abastece con sus aguas y lo abandona
hacia el sudoeste para seguir su curso hasta morir en el Mar Muerto, otro inmenso
lago en cuya agua salada no hay posibilidad de vida, al sur del país. Cuenta el
evangelista Lucas que «una vez que la gente se agolpaba alrededor de Jesús para
oír el mensaje de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret, vio dos
barcas junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando
las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la retirara
un poco de tierra. Desde la barca, sentado, estuvo enseñando a la gente. Cuando
acabó de hablar dijo a Simón: -Remad lago adentro y echad las redes para
pescar. Simón contestó: Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos
recogido nada; pero ya que lo dices tú, echaré las redes. Así lo hicieron, y
cogieron tal redada de peces, que reventaba la red... Al ver esto, Simón Pedro
se echó a los pies de Jesús diciendo:
-Apártate de mí, Señor, que soy un pecador... Jesús dijo a Simón: -No temas; desde ahora lo
que pescarás serán hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo
todo, lo siguieron» (Lc 5,1-11). Bonita y
extraña escena que tiene un significado simbólico: en la escucha de la
palabra, Jesús elige a sus discípulos de entre la gente y, en su barca, éstos
llaman a tal cantidad de hombres, que tienen que ampliar el número de
colaboradores: «Al ver que reventaba la red, hicieron señas a los socios de la
otra barca para que vinieran a echarles una mano.» La pesca
abundante, a nivel simbólico, representa la tarea que Simón Pedro y los discípulos
tendrán que realizar: arrebatar hombres (= peces) a las fuerzas del mal (=
mar), siguiendo la orden de Jesús de echar las redes para pescar (= predicar).
Con Jesús, la pesca será abundante, aunque la hora no sea apropiada. Para
comprender el significado profundo de esta narración, el atento lector tendrá
que realizar una 'metáfora' (palabra que significa 'cambio, traslado' de
sentido): deberá sustituir 'pesca de peces' por 'pesca de hombres', 'echar la
red' por 'predicar' para atraer hombres a la comunidad de Jesús. Tarea que
tendrá éxito sobreabundante si va dirigida por el espíritu de Jesús, patrón de
la barca. II Es importante aclararse en este asunto: para seguir a Jesús, ¿qué es lo
que hay que dejar? Durante mucho tiempo parecía que lo que había que abandonar
era todo lo que hace agradable la vida: el amor, la fiesta, la familia. Pero
así, además de hacer insoportable la vida del ser humano, hemos presentado la
imagen de un Dios sádico que se complace en el sufrimiento de sus criaturas. NOCHE DE DURA BREGA ... vio dos barcas que
estaban en la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las
redes. Subió a una de las barcas... Se sentó y... se puso a enseñar a las
multitudes. Cuando acabó dijo a Simón: -Sácala adonde haya fondo y
echad vuestras redes para pescar. Simón le contestó: -Jefe, nos hemos pasado la
noche bregando y no hemos cogido nada; pero, fiado en tu palabra, echaré las
redes. La existencia
del hombre siempre ha estado amenazada por la muerte. Y no sólo porque el
hombre sea mortal por naturaleza, como mortal es un árbol o un pájaro, sino
porque en este asunto el hombre ha ayudado generosamente
a la naturaleza. Hagamos un recuento superficial de las muertes que los hombres nos hemos ido
inventando, día tras día, siglo tras siglo: la esclavitud, la guerra, la
tortura, la explotación de los débiles, el imperialismo, el miedo a la crueldad
de tantos dioses crueles, la pena de muerte, el hambre, las armas blancas, las
armas de fuego, las armas convencionales, las armas nucleares, las armas
químicas... La muerte una y otra vez repetida; la muerte... siempre sentida
como cercana amenaza. La vida humana queda así reducida a una larga noche de
dura brega, luchando contra el viento y las olas de un mar adverso, y al final,
cuando se hace el recuento..., ¡nada! Pero eso no
responde a la voluntad de Dios, a pesar de que siempre se ha metido a Dios en
estos asuntos de muerte: diciendo que estaba del lado de los amos, colocándolo
siempre como aliado de los vencedores -los que han matado con más eficacia- o
atribuyéndole el origen de todos los males cuya causa está siempre mucho más
cerca. Y eso pasaba incluso en el pueblo de Dios, en la nación que nació
gracias a la intervención liberadora del Señor. Por eso Dios
decide intervenir para, defendiendo la vida del hombre, defender su propia dignidad, su gloria. PESCAR HOMBRES VIVOS Así lo hicieron, y
capturaron tal cantidad de peces, que reventaban las redes... Simón Pedro se
postró a los pies de Jesús, diciendo: -Apártate de mí, Señor, que
soy un pecador... Jesús dijo a Simón: No temas, desde ahora
pescarás hombres vivos. Lo primero
que hace Jesús es presentar a los israelitas el proyecto de Dios, el mensaje de Dios, lo que poco antes
había llamado el reino de Dios (Lc
4,43): una oferta definitiva de salvación; pero no sólo para la otra vida, sino
para toda la vida, para todas las vidas, para todo lo que es vida. En el mar, en el mismo escenario en el que se
desarrollan la vida y la lucha por vencer, al menos un día más, a la muerte,
allí reivindica Jesús la imagen de un Dios que es Padre bueno y que quiere ser
conocido y aceptado como tal, como el que quiere con pasión a sus hijos, a los
que, porque los ama, les ofrece su propia vida para que, amándose, se ayuden a
vivir unos a otros. Y después se
pone a pescar con ellos. Es un trabajo duro, pero necesario, y que no tiene por
qué terminar en la frustración: «capturaron tal cantidad de peces, que
reventaban las redes». Y a la vista del éxito, Jesús los invita a emprender
otro trabajo: pescar hombres vivos para
que sigan viviendo (y no como los peces). La imagen que
usa Jesús podríamos explicarla así: el mar es el ambiente duro y peligroso en
el que el hombre debe sobrevivir; los peligros que el mar representa son las
amenazas constantes a la vida, a la libertad, a la felicidad de los hombres. La
tarea de Jesús y la de sus seguidores consiste en defender y salvar, en ese
mar, la vida de los hombres: vida, y amor, y libertad, y felicidad... DEJÁNDOLO TODO Ellos sacaron las barcas a
tierra y, dejándolo todo, lo siguieron. Todo. Hay que estar dispuesto a dejar
todo lo que estorba para ponerse a pescar
hombres vivos; pero sería una grave contradicción tener que renunciar para
ello a la vida. Lo que hay
que dejar sin más es todo lo que obstaculiza la tarea que queremos emprender,
todo lo que es contrario al mundo que queremos construir: hay que romper con la
injusticia, la ambición, el egoísmo, el ansia de poder, la complicidad con los
sistemas y los poderes opresores... Hay que abandonar también los instrumentos
que, como la vieja religión, se han manifestado o resultan ya inútiles para el
inmenso trabajo que hay que realizar. Hay que dejar atrás igualmente cualquier
cosa que suponga la renuncia a la propia dignidad, cualquier realidad que
constituya una esclavitud: las ideologías dogmáticas, la intolerancia, los
exclusivismos... Y a veces
habrá que abandonar alguna de las cosas buenas que nos ofrece la vida; las
circunstancias irán indicando si, en cada caso, es necesaria una mayor
renuncia. Pero, ¡atención!, esto ya no sería una exigencia de Dios, sino la
manifestación de lo mal organizado que está este mundo. Porque Jesús nos pide
que estemos dispuestos a dejarlo todo -¡hasta
la vida!-, pero no para perderlo todo, sino
para que todos puedan gozar en
plenitud de todo lo que es bueno. III La llamada de
los primeros discípulos tiene como marco el lago de Genesaret. Lucas, a
diferencia de Mateo y de Marcos, evita denominarlo «mar», pues su travesía
connotaría la salida/éxodo del territorio judío hacia los paganos, siendo así
que para Lucas el punto de partida del éxodo del Mesías ha de ser precisamente
el centro espiritual de la religiosidad judía, Jerusalén (cf. Lc 24,47-48; Hch
1,8). En el encabezamiento del episodio de la pesca -anticipado en relación con
el de Jn 21,1-14- Lucas establece una referencia implícita («también él») a un
pasaje conocido de los lectores, la profecía de Ezequiel sobre el río de aguas
salutíferas que mana del templo y sanea las aguas del mar (Ez 47,1-10):
«Mientras la multitud se agolpaba alrededor de él para escuchar el mensaje de
Dios, también él se paró a la orilla del lago de Genesaret y vio dos barcas que
estaban en la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las
redes» (Lc 5,1-2). Se cumple la profecía: «Se pararán pescadores a sus
orillas, procedentes de Engadí hasta Eglain; habrá tendederos de redes» (Ez
47,l0a). Ahora bien, en nuestro caso -como veremos inmediatamente-, los
pescadores han pasado la noche bregando y no han pescado absolutamente nada (Lc
5,5), mientras que allí se prometía una «pesca variada, tan abundante como la
hay en el mar Grande, una cantidad extraordinaria» (Ez 47, l0b). El contrapunto
servirá para dar relieve a la actuación de Jesús. Mientras que
allí era el agua que manaba del templo la que saneaba las aguas, aquí será la
enseñanza de Jesús la que calificará la actividad de los pescadores: «Subió a
una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le rogó que la sacase un poco de
tierra. Se sentó y, desde la barca, se puso a enseñar a las multitudes» (Lc
5,3). LA ENSEÑANZA DE JESÚS
REVALORIZA LA ACTIVIDAD DE LOS GRUPOS
HUMANOS Jesús se vale de dos grupos humanos ya constituidos,
simbolizados por las dos barcas, liderados ambos por Simón, para ejemplarizar
el alcance de la nueva enseñanza que imparte a la gente. La enseñanza de Jesús
se traduce de inmediato en hechos palpables: «Cuando acabó de hablar, dijo a
Simón: "Sácala adonde haya fondo y echad vuestras redes para
pescar"» (5,4). Simón reconoce que el liderazgo de Jesús es superior al
que él ejercía sin fruto: «Jefe, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos
cogido nada; pero, fiado en tu palabra, echaré las redes» (5,5). El término
«jefe» es buena muestra del concepto que Pedro se ha formado de Jesús después
de haber escuchado su enseñanza. A partir de ahora, los discípulos, siempre
que se dirijan a Jesús, lo llamarán así, pues lo consideran un líder. La
«noche» representa el pasado infructuoso de la actividad del grupo, que,
capitaneado por Simón, ha experimentado la ineficacia de los medios humanos, en
los que tanto confiaba. El resultado
de la nueva actividad asumida por el grupo bajo las directrices de la enseñanza
de Jesús es totalmente otro: «Así lo hicieron, y capturaron tal cantidad de
peces que reventaban las redes» (5,6). La nueva experiencia es compartida de
inmediato por los socios de la otra barca, el otro grupo humano que había
compartido hasta ese momento los ideales propugnados por Simón, llenándose de
tal modo las barcas que casi se hundían (5,7). La única diferencia que existe
entre su actividad anterior y la presente es el contenido nuevo de la enseñanza
impartida por Jesús. El fruto abundante será una constante de la actividad
humana llevada a cabo bajo las directrices de Jesús. «Al ver esto,
Simón Pedro (la primera vez que se presenta en el Evangelio el calificativo de
"Pedro" "piedra",
"duro de mollera") se postró a los pies de Jesús, diciendo:
"Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (5,8). Pedro está en
contradicción consigo mismo: si bien no es un judío practicante (cf. 4,38), se
siente indigno/impuro ante Jesús, que viene a liberar precisamente a los que
se tienen o son tenidos por «pecadores/descreídos» (cf. 5,32). El texto
evangélico insiste en la existencia de una comunidad humana y en el liderazgo
de Simón, previos a la llamada de Jesús: «Es que él y todos los que estaban con
él se habían quedado pasmados por la redada de peces que habían cogido; y lo
mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de
Simón» (5,9-10a). Jesús asume
las realidades humanas, pero cambia su dirección: «No temas; desde ahora
pescarás hombres vivos» (5,10b). Uno
y otro grupo dejan los valores en que confiaban hasta ahora, y empiezan el
seguimiento de Jesús (5,11), seguimiento al que serán invitados de ahora en
adelante todos los que quieran ser sus discípulos. No se trata de un simple
consejo evangélico, sino de una condición indispensable para llegar a ser
miembros del grupo de Jesús. Este «dejarlo todo», por otro lado, comporta un
cambio total en la escala de valores, cambio que no se realiza en un instante
ni por un acto de generosidad, por muy pensado y reflexionado que se quiera
hacer, sino día tras día, en la medida en que cada uno va integrando los
valores del reino en la experiencia cotidiana. IV La escena
comienza a desarrollarse probablemente en el templo de Jerusalén, donde el
profeta recibe la visión de una liturgia celeste. El profeta ve a Yahvé con los
rasgos de un rey, ejerciendo su poder. También sobresale un lenguaje de
plenitud expresado en frases como “el ruedo de su manto llenaba el templo”, “su
gloria llena la tierra toda”... Los serafines (serafín = ardiente), seres
alados de fuego, que no son todavía los ángeles de la tradición posterior,
están por encima del rey, en actitud de servicio. Los serafines entonan el
canto del «santo, santo, santo». La santidad de Dios se hace visible a través
de su gloria, y la gloria de Dios se manifiesta a través de sus obras en la
creación y de sus acciones liberadoras a favor de su pueblo. En los vv.
5-7 se nos muestra la reacción de Isaías ante la visión, poniendo el acento en
la impureza de sus labios y los de su pueblo. Se siente perdido por que tal vez
no habló en el momento que lo debía hacer, esto lo hace impuro e incapacitado
para ejercer su vocación de hablar en le nombre de Yahvé. La exclamación
angustiosa que expresa conversión es atendida con un serafín quien a través de
un carbón encendido toca su boca para que le sean perdonados sus pecados.
Isaías entonces está habilitado de nuevo como profeta, no sólo para hablar sino
para escuchar la voz de Dios que busca un profeta. Pasando de la angustia del
pecado a la seguridad de estar acreditado para hacer de profeta, responde de
inmediato “aquí me tienes”, manifestando así su disponibilidad y pertenencia
absoluta a la voluntad del Señor. Todo el
capítulo 15 de 1 Corintios tiene como eje temático la resurrección de
Jesucristo, puesta en duda en el v.12: “¿cómo dice alguno que no hay
resurrección de los muertos?”. Al comenzar el capítulo Pablo recuerda la Buena
Nueva como el mejor regalo entregado a la comunidad de Corinto, regalo que fue
recibido y mantenido con fidelidad a las palabras anunciadas. Aparece claro que
el elemento común a los cristianos de todos los pueblos, culturas y tradiciones
es la palabra de Dios. El contenido de la Buena Nueva lo describe Pablo citando
un fragmento del primer credo cristiano que tiene como protagonista a Cristo,
como testimonio de solidaridad, su muerte por nuestros pecados, como punto de
referencia, las Escrituras, como respuesta solidaria humana, su sepultura, como
intervención directa de Dios, su resurrección, como testigos de la
resurrección, a todos los que se les apareció. El Dios de la Vida y la vida de
nuestro pueblo es la razón de ser de toda vocación cristiana, que es vocación a
defender y acrecentar la vida. «Para que tengan Vida y Vida en abundancia». En el
evangelio de hoy nos encontramos con un diálogo entre Jesús y Pedro, sencillo y
profundo a la vez, diálogo que podríamos hacer nuestro en medio de las aguas
tempestuosas de este mundo mientras nos esforzamos en nadar contra corriente.
Pedro, por el oficio, era el experto en lugares y horas precisas para pescar.
Sabía que en la noche y con las aguas tranquilas se pesca mejor, eso había
estado haciendo toda la noche ¡y no habían cogido ni un pececito! Pero llega
Jesús que sin ser pescador le dice sencillamente, que eche las redes para
pescar... Pedro, el
experto, pudo haber dicho que no, que no era ni la hora ni el lugar para pescar
y todo hubiera quedado ahí. Pero no, calla su experiencia y sabiduría (“hemos
pasado toda la noche bregando”); reconoce su fracaso y desilusión (“no hemos
cogido nada”), y “en nombre de Jesús echa las redes”. Y ya conocemos el final
del relato: ¡una pesca maravillosa! Cuando Jesús le pide a Pedro que “reme mar
adentro” lo está invitando a una aventura que lo lleva más allá de las playas
cotidianas en busca de un horizonte mucho más amplio. Y Pedro cree en la
palabra de Jesús. Éste es el
verdadero milagro: creer cuando todo parece ilógico. La abundante pesca y las
redes llenas de peces son sólo la consecuencia de la fe. Todos los relatos de
milagros en el evangelio comienzan con la fe o la suscitan, es la condición
para ver la acción de Jesús. Cuando no la hay, Jesús simplemente se va a la
otra orilla como veremos en las próximas semanas. Si creemos en Jesús entonces
se realiza el milagro! Claro, la
cosa no es tan sencilla, se necesita una fe muy grande dada por Dios. Pidamos
esa fe para que igual que Pedro, creamos en Jesús, obedezcamos su palabra,
rememos mar adentro y echemos las redes para pescar, entonces, veremos otro
milagro en nuestras vidas y en nuestra comunidad. Y es que ser
discípulos de Jesús exige confiar en su palabra. La misión a la que Jesús nos
quiere enviar es osada y, hoy por hoy, con pocas probabilidades de éxito. Jesús
quiere contar con nosotros y nosotras para el proyecto de Reino. Jesús convoca
a los Apóstoles para que sean pescadores de personas, por eso toda vocación
exige "remar mar adentro" para abandonar las seguridades de la
orilla, tener un horizonte ilimitado asumir responsabilidades y meterse en una
gran obra: el servicio al Reinado de Dios, es decir, una utopía de la que serán
beneficiaros todos los hombres y mujeres del mundo. Sin que
desmerezca el oficio de los pescadores, lo que le propone Jesús a Pedro es una
superación en el oficio que hasta ahora había desempeñado: pescar hombres y
mujeres para el Reino es una empresa más noble y difícil que pescar peces, es
algo más milagroso que la pesca que acaban de hacer. Pero algunos
llamados a esta nueva labor son también invitados a “dejarlo todo” para seguir
a Cristo. Los necesita dedicados a tiempo completo, dedicándole a esta “misión”
todas las fuerzas. Pescar hombres y mujeres para el Reino exige renunciar a
todo lo demás y asumir a Jesús como única posesión. La misión a la que se llama
exige desprenderse por completo, para apegarse totalmente a Jesús. En el relato
de hoy se van con Jesús, que vale mucho más que las dos barcas llenas de
pescados que les acaba de regalar. Dejan esa abundante pesca que los había
admirado tanto porque comprenden que la vocación compromete al ser humano en un
trabajo que está por encima de los trabajos humanos ordinarios. La
vocación–misión es una invitación a colaborarle a Dios, un trabajo milagroso.
Oremos hoy por aquellos que dejándolo todo se han ido tras el Señor. Para la
revisión de vida Probablemente en mi juventud hubo
una vivencia fervorosa de vocación. Me sentí llamado/a. ¿Cómo están las ascuas
de esa experiencia ardiente? ¿Como un rescoldo apagado, o vivo? ¿Necesito
avivar esa experiencia, o por lo menos volver a ella, para retomar conciencia
del llamado que Dios me hace? Para la
reunión de grupo ¿Qué es la
vocación: algo que tiene un fundamento fuera de nosotros mismos, algo que
reside en nuestro corazón, o en nuestra decisión? ¿Puede un
joven ser cristiano sin decidir discernidamente ante Dios qué hacer con su vida
como totalidad? Reflexionar-dialogar
sobre este pensamiento (especialmente para la reunión del grupo juvenil): “No sé de
privilegio más atractivo que éste de haber encontrado la vocación, de haberse
encontrado uno a sí mismo. La mayoría de los mortales vive como descaminada.
Acepta su destino con resignación pero no sin la secreta esperanza de eludirlo
algún día. Sólo son felices aquellos que saben que la luz que entra por su
balcón cada mañana viene a iluminar la tarea justa que les está asignada en la
armonía del mundo”. Para la
oración de los fieles Hoy vamos a
responder “Te lo/la expresamos, Señor”. Nuestra
alegría por haber sido llamados a la existencia, a la vida y al amor… te la
expresamos, Señor Nuestro
agradecimiento por todos los que han hecho posible nuestra vida, nuestro
crecimiento y nuestra felicidad… te lo expresamos, Señor Nuestro deseo
de ser agradecidos y entregar gratis a los demás lo que gratis hemos recibido…
te lo expresamos, Señor Nuestra
voluntad decidida de que en nuestra familia y en nuestra comunidad se cree un
ambiente de amor y de acogida del llamado de Dios… te la expresamos, Señor Nuestra
voluntad de comprometernos cada día a construir un mundo más digno de Dios y de
sus hijos e hijas… te la expresamos, Señor Oración
comunitaria Dios Padre Madre, que
misteriosamente nos pones en la existencia y nos haces depositarios de este
caudal invaluable que es la vida, el tiempo, la posibilidad de ser y de elegir,
de querer y de hacer, de amar y construir... Queremos expresarte nuestro deseo
de ser cada vez más conscientes del valor de la vida que llevamos entre manos,
y la alegría estremecida de saber que podemos hacer de ella, ante Ti y ante la
Historia, una aventura personal, irrepetible, de amor y de felicidad. A Ti que
eres amor y felicidad por los siglos de los siglos. Amén.
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