PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
CICLO "C" Primera lectura:
Deuteronomio 26, 4-10 EVANGELIO -Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra
que se convierta en un pan. 4Jesús le contestó: -Está escrito que "no sólo de pan
vivirá el hombre". 5Después, llevándolo a lo alto,
el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo 6y le
dijo: -Te daré toda esa autoridad y su gloria,
porque me la han dado a mí y yo la doy a quien quiero; si tu me rindes
homenaje, será toda tuya. 8Jesús le contestó: -Está escrito: "Al Señor tu Dios
rendirás homenaje y a él solo prestarás servicio". 9Entonces lo condujo a Jerusalén,
lo puso en el alero del templo y le dijo: -Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
10porque está escrito: "Dará órdenes a sus ángeles para que te
guarden", 11y también: "Te llevarán en volandas, para que
tu pie no tropiece con piedras". 12Le contestó Jesús: -Está mandado: "No tentarás al Señor tu
Dios". 13Acabadas todas sus tentaciones,
el diablo se alejó de él por un tiempo. COMENTARIOS El evangelio
tiene escenas que resultan extrañas. Sus autores hablan frecuentemente en un
lenguaje altamente simbólico y enigmático, lleno de incoherencias y detalles
inexplicables para nuestra mentalidad occidental, si se toman al pie de la
letra. Con una escena de éstas, la liturgia inicia la cuaresma: el relato de
las tentaciones de Jesús, referidas por el evangelista Lucas (4,1-13). Puesto a
prueba durante cuarenta días por el diablo, y tras un largo ayuno, Jesús es
sometido a diversas y variopintas propuestas diabólicas, como convertir una
piedra en pan, hacerse con el dominio del mundo tras habérsele mostrado desde
una altura todos los reinos de la tierra o superar la barrera de lo imposible,
protagonizando un aterrizaje sin paracaídas desde el alero del templo al
torrente Cedrón, precipicio de más de cien metros de altura. Poco
entendemos de este relato si nos quedamos en su letra. Su significado es más
profundo. Se narra aquí en qué consistieron las tentaciones que tuvo que
soportar Jesús durante toda su vida por parte de sus enemigos, verdadera encarnación
del diablo. Tentaciones en las que Iglesia y cristianos han sucumbido con
frecuencia. Fue un triple
asalto diabólico: «Si eres hijo
de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Tras cuarenta días de
ayuno, al estilo de Moisés o Elías, Jesús sintió hambre. En su mano estaba
satisfacer la necesidad. Bastaría con utilizar el poder divino en provecho
propio. Pero a Jesús no le pareció lícito. El había venido para implantar el
reinado de Dios -ese nuevo orden donde impera la fraternidad entre los
hombres-, pero el reinado de Dios no puede ser fruto de malabarismo milagrero,
ni Jesús se consideraba un prestidigitador de turno. «No sólo de pan vive el
hombre», respondió al tentador. El hombre encuentra la vida verdadera
cumpliendo lo que Dios manda, y Dios prohibe terminantemente estos métodos
inusitados... «Llevándolo a
una altura, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le
dijo: Te daré todo ese poder y esa gloria porque me lo han dado a mí y yo lo
doy a quien quiero; si me rindes homenaje todo será tuyo...» Tampoco estaba
Jesús de acuerdo con la segunda propuesta. Escalar el poder, concentrándolo en
una persona, no es el camino para hacer un mundo de hermanos. El poder, antes o
después, produce esclavos en serie, engendra la dominación de unos sobre otros.
Por otra parte, lo de Jesús no era mandar, sino servir... «Entonces lo
llevó a Jerusalén, lo puso en el alero del templo y le dijo: -Si eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: 'Encargará a sus ángeles que
cuiden de ti y te guarden', y también: 'Te llevarán en volandas para que tu pie
no tropiece con piedras'.» Acción espectacular que Jesús no realizó, pues a
nada habría conducido. Dios no es amigo de espectáculos baldíos, ni está por
quien hace de la vida un ejercicio circense. Jesús venció
la triple prueba: ni utilizó a Dios en provecho propio, ni luchó por conseguir
el poder al que siempre renunció, ni buscó lo espectacular, antes bien huyó y
desconfió del ruido de las multitudes que querían hacerlo rey... Para Jesús,
la vida era más que el pan, a nadie -debajo de Dios- hay que prestar pleitesía,
ni hay que atreverse a tentar a Dios pidiéndole espectáculos gratuitos... Con
nada de eso se libera al pueblo oprimido. Dios no reina entre tanto fuego de
artificio. Para cumplir la tarea de implantar el reinado de Dios aquí
abajo sólo hay un duro pero gratificante camino: amar y servir sin aspavientos.
Lo demás huelga. II DIFÍCIL
CAMINO EL DE LA LIBERTAD
Es largo el camino hacia la libertad:
cuarenta años, toda una generación, toda una vida. Y encierra dificultades, y
se siente a veces la tentación de abandonar la empresa, o de cortar por un
–falso- atajo. Pero también es el momento en que se siente más cerca a Dios; y
esa presencia puede hacer más fácil superar las dificultades. EL
SEÑOR ESCUCHÓ NUESTRA VOZ Todo comenzó
cuando los israelitas consiguieron la libertad de la esclavitud a la que
estaban sometidos en la tierra de Egipto y, con los ojos de la fe,
comprendieron que Dios, el Señor, no había sido ajeno a aquel acontecimiento:
«Gritamos al Señor... y el Señor escuchó nuestra voz... El Señor nos sacó de
Egipto con mano fuerte...» (primera lectura). Entonces, a través del
desierto, empezó un largo camino que duró cuarenta años. Durante aquel tiempo
los israelitas pasaron por momentos difíciles y por experiencias que ya no
serian olvidadas ni por quienes las vivieron personalmente ni por sus
descendientes. El momento más importante de aquel camino hacia la libertad fue
cuando Dios quiso, en el monte Sinaí, dejar clara su participación en aquella
aventura e hizo experimentar su presencia a los esclavos recién liberados, a
los que ofreció las normas mínimas que, si las respetaban, garantizarían para
siempre la libertad para los miembros de aquel pueblo (Ex 19-20). En aquellos
días, las relaciones del Dios liberador con el pueblo que él había liberado
fueron mejores que nunca (Is 63,7-14; Jr 2,1-3; Os 2,17). Pero también
hubo tentaciones: hubo momentos en que algunos, asustados por las dificultades
propias de la lucha para conquistar en plenitud la libertad, sintieron nostalgia
por las ollas siempre llenas de Egipto, alimento seguro, aunque amargo, del
tiempo de la esclavitud (Ex 16,1-3; Nm 11,4-7). Y hubo
también traiciones. Sobre todo estando ya en la tierra de Canaán, en la que
crearon una nación que, por volver una y otra vez la espalda a su Liberador, no
estuvo constituida prácticamente nunca por un pueblo verdaderamente libre (Is
1,2-8; Am 2,4-16). LAS TENTACIONES Esas
traiciones, especialmente graves en los dirigentes, que hicieron olvidar a las
gentes la presencia de Dios en medio de su pueblo, hicieron necesario un nuevo
proceso de liberación, un nuevo éxodo, abierto
ahora a judíos y griegos, esto es, a
todos los hombres, que Jesús inicia y que habrán de continuar los que se pongan
de su parte. Para ellos resume el evangelista las principales dificultades
-tentaciones- que tuvo que superar Jesús a lo largo de toda su vida y que los
grupos y comunidades que intentan seguir sus pasos se van a encontrar. Se propone a
Jesús en esas tentaciones que prescinda del proyecto de Dios, que abandone el
compromiso en favor de la liberación de los hombres asumido por él en su
bautismo, y que los sustituya por un proyecto distinto en el que, utilizando
el nombre del mismo Dios, se justificaría el poder, la riqueza, los honores:
acabar con el hambre de uno o de unos pocos, olvidándose del hambre de muchos
y, naturalmente, dejando atrás la práctica de compartir para que todos puedan
comer (Si eres Hijo de Dios, dije a esa
piedra que se convierta en pan); sacrificar a la ambición y al deseo de
conseguir el poder, demoníaco y libertario, el proyecto liberador de Dios, esto
es, construir un mundo de iguales que sólo a Dios rinde homenaje (Te daré toda esa autoridad y su gloria,
porque me la han dado a mí y yo la doy a quien quiero; si tú me rindes
homenaje, será toda tuya); manipular a Dios y utilizar los sentimientos
religiosos de la gente sencilla para dominar a las masas, negando y renegando
del único Dios y de la única Verdad, el Dios liberador, la Verdad que hace
libres a quienes responsablemente la aceptan (Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: «Dará
órdenes a sus ángeles para que te guarden», y también: «Te llevarán en volandas, para que tu pie no tropiece con piedras»). DE NUEVO AL DESIERTO Necesitamos
volver de nuevo al desierto, tomar un poco de distancia de nuestra realidad,
hacer examen de conciencia y analizar
en qué tentaciones hemos caído a lo largo de la historia y cuáles son las que
nos acechan en el presente con más peligro. La comunidad
de los seguidores de Jesús no puede acoger sin más a los que, satisfechos, se
niegan a compartir sus bienes y a comprometerse en la lucha por un mundo en el
que desaparezcan el hambre, la pobreza y sus causas (Está escrito que «no sólo de pan vivirá el hombre»); ni puede
estar organizada como estructura de poder ni establecer entre sus miembros
diferencias en cuanto a dignidad ni rendir homenaje a alguien distinto al Padre
que nos hace hermanos (Está escrito: «Al
Señor tu Dios rendirás homenaje y a él sólo prestarás servicio»); la
comunidad de Jesús no debe permitir que se piense que ese Padre es algo así
como un mago que puede resolver cualquier problema, pero que, caprichoso,
soluciona solo los que arbitrariamiente decide o los que le pueden proporcionar
una gloria mayor (Está mandado: «No tentarás al Señor tu Dios»). Aunque se pierdan adeptos, aunque se sienta más
intensamente la incomodidad del camino... Volvamos al desierto; hagámoslo, como Jesús,
empujados por el Espíritu -el que dice San Pablo que no puede estar donde no
hay libertad- (2 Cor 3,17), y con la fuerza de ese Espíritu venzamos las
tentaciones que nos puedan desviar –o que nos hayan desviado, si ése es el
caso- del proyecto liberador de Dios. III Mal
habituados a leer las escenas del Evangelio como quien lee una historieta o el
relato de un héroe, estamos prácticamente incapacitados para interpretar
correctamente determinadas escenas. La escena de las tentaciones de Jesús es
una de las más elocuentes. La interpretación literalista ha introducido una
serie de categorías más bien propias de la ciencia-ficción, desplazando unos
contenidos que tenían vigencia en la realidad humana a la esfera del
sobrenaturalismo que vive en las nubes. Con el Evangelio obramos de la misma
manera que haría un ignorante que interpretase al pie de la letra los
jeroglíficos egipcios. Lucas emplea
el lenguaje de los símbolos para expresar realidades que dificilmente podrían
describirse con un lenguaje sencillo. La escena de la prueba a la que es
sometido Jesús inmediatamente después de su unción como Mesías describe
anticipadamente todas las tentaciones de liderazgo, poder despótico o
milagrero que le sobrevendrán a partir de este momento y hasta la muerte en
cruz; la triple prueba las engloba todas. El «diablo» es el adversario por
antonomasia del plan de Dios sobre la humanidad, ya que justifica el fin con
medios que niegan y avasallan la libertad del hombre, poseyéndolo y
fanatizándolo. Los «cuarenta
días» que duraron las tentaciones reducen a escala individual los cuarenta años
que, según el relato del Exodo, pasó el pueblo de Israel en el desierto:
representan el tiempo de la actividad de Jesús. El empuje de la fortísima
experiencia interior que ha tenido Jesús en el Jordán lo llevará a enfrentarse
sin desfallecer a todas las falsas expectativas que la sociedad judía había ido
depositando en torno a la figura del Mesías: «Jesús, lleno
de Espíritu Santo, regresó del Jordán, y el Espíritu lo fue llevando por el
desierto durante cuarenta días, mientras el diablo lo tentaba» (4,ls).
Experiencia del Espíritu y lucha interior contra toda especie de escapismo
(primera tentación), de mesianismo político dominador (segunda tentación) o de
provocación providencialista de Dios (tercera tentación) son concomitantes. «El diablo»
no es otro que el espíritu de poder y dominio vigente en la sociedad,
indiferente a las desastrosas consecuencias que acarrea el abuso de poder para
la humanidad. Contra Jesús no ha tenido éxito: «Acabadas todas sus tentaciones,
el diablo se alejó de él por un tiempo» (4,13). No desiste del todo, sin
embargo, de salirse con la suya: la expresión «por un tiempo» comporta que
volverá a la carga, si bien ya no directamente contra Jesús; intentará hacer
fracasar su plan a través de sus discípulos. De hecho lo conseguirá, en parte,
haciendo prevaricar a «Judas Iscariote, que pertenecía al grupo de los Doce»
(22,3.47), y a Simón Pedro / «el Piedra», cabeza del grupo (22,31 s): «Judas» /
judaísmo le «traicionará» (22,4-6.47s), Simón «Pedro» / El-dispuesto-a-todo
«renegará» de él (22,33s.55-62). «Satanás» (22,3.31) hará caer al primero y al
último de la lista de los Doce, es decir, a todo el Nuevo Israel. IV Análisis El texto de
Deuteronomio 26 revela, claramente el uso de los “dos tiempos” que usa con
frecuencia el autor: el tiempo de Moisés, y el tiempo del autor, sea este
exílico (del exilio) o post-exílico, como piensan los estudiosos. Comienza con
una frase que es muy frecuente en Dt: “cuando entres en la tierra que Yahvé te
da” (6,10; 7,1; 11,29; 17,14; 18,9), sea porque es una tierra que hemos perdido
por no haber hecho eso, o porque señale lo que debemos hacer cuando regresemos
a ella, o insista particularmente en la reconstrucción del Templo, el “lugar
que “Yahvé ha elegido” (cf. 12,5.11.14)... Es interesante notar que el
sacerdote es mencionado pero no juega aquí ningún papel más que depositar la
cesta en el altar (e incluso en v. 10b el que deposita es el mismo oferente). Esta ofrenda
se hace con unas palabras que debe pronunciar el “tú” al que se dirige. Este
texto: “mi padre era un arameo errante”, fue motivo de arduas discusiones entre
los estudiosos hace muchos años. Hoy parece que las aguas se han aquietado. Se
afirmó —el gran biblista alemán G. von Rad— que estamos ante un “credo
primitivo”, pronunciado en el santuario de Guilgal en la liturgia, y que
representa el corazón histórico de Israel. Todo el Hexateuco, sigue diciendo,
de formula a partir de este texto. Hoy tenemos muchos elementos para cuestionar
su antigüedad, y podemos pensar que otros “credos” (como quizás el de Núm
20,14b-16) son más antiguos. Por otra parte, el esquema
opresión-clamor-liberación es muy característico del autor deuteronomista
(particularmente del libro de los Jueces) como para pensar en una pura
originalidad. La importancia de la tierra, como lugar del descanso, tierra dada
por Yahvé también es muy importante en el deuteronomista por lo que no parece
fácil seguir sosteniendo lo que von Rad decía, pero sin embargo hay un elemento
que es característico de los credos israelitas, y no debiera discutirse, y es
la mordiente histórica. El Dios de Israel es un Dios que se revela en la
historia de su pueblo, en la de ayer y la de hoy. En este sentido es muy
importante notar, por un lado los usos de las primeras personas del singular, y
los plurales: el orante se planta personalmente ante Dios (“mi padre”,
“traigo”...) pero cuando debe hacer memoria de su pecado y la intervención
salvadora de Dios recurre al plural: “nos maltrataron”, “nos oprimieron”, “nos
impusieron servidumbre”, “clamamos”, “escuchó nuestra voz”... “nos trajo”). Ese
cambio de personas puede resumirse diciendo “mi padre era Israel, por lo tanto
nosotros somos Israel”. Esa latencia
de pasado y presente, singular y plural mantiene vivo a Israel, y haciendo
presente todo esto, presentado como reconocimiento de los dones de Dios, el
mayor de los cuales es la tierra, esa ofrenda se transforma en un pueblo que se
postra ante su Dios y reconoce que de él, y no de los dioses de la fecundidad o
la tierra le vienen los dones. Postrarse ante Dios, bienes en mano, es
reconocer que la idolatría es estéril, y que Yahvé es el único ante el cual es
sensato agradecer, y a quien es justo adorar. La Iglesia
nos propone el Salmo 91 (90) por ser, precisamente, el que utilizará el diablo
en la tentación. Quizá para que podamos ver cómo sacar un texto de contexto
puede ser diabólico. El Salmo
parece manifestar una predilección por las parejas de cuatro cosas, y aquí las
encontraremos abundantemente. Comienza con cuatro nombres divinos (vv. 1-2), la
protección se da en cuatro momentos del día (vv. 5-6), los adversarios son
imaginados como cuatro calamidades en esos mismos momentos (vv. 5-6), o como
cuatro bestias (v. 13); y a esto deben agregarse otras imágenes tanto de la
adversidad (red, cazador, peste, imágenes bélicas, malvados, tropiezo), como de
la protección divina (plumas, alas, manos de ángeles, escudo y armadura,
refugio, morada, tienda). Como se ve en el juego de las metáforas, encontramos
elementos propios de la guerra, de la hospitalidad, de la vida campesina e
incluso mitológica, todos en conflicto unos con otros (por ejemplo, mientras a
derecha e izquierda caen mil y diez mil, y vuela la flecha, el fiel es
protegido con escudo y armadura; mientras amenazan leones, víboras y dragones,
lo protegen alas y plumas; mientras lo amenazan dragones lo cuidan
querubines...). No es unánime
la opinión de frente a qué tipo de Salmo nos encontramos, y esto condiciona la
interpretación. Unos piensan en un diálogo litúrgico, otros en una homilía
sapiencial. Veamos brevemente la estructura que el mismo Salmo nos da de sí
mismo para así descubrir su “movimiento” interno. Tres veces se
repite kî + pronombre (v. 3: “porque él”, referido a Dios; v. 9: “porque tú”,
referido al que confía en Dios; v. 14: “porque a mí”, es Dios el que habla), y
esto permite estructurar el texto. Pensar en un diálogo litúrgico entre un
animador y un orante tiene el problema de que en v. 9a debe modificar “hiciste
del Señor tu refugio” poniendo a cambio “tú, Señor, eres mi refugio”, que tiene
ligero apoyo documental, pero además, no da una explicación satisfactoria a la
intervención de Dios en v. 14. Lo que sí es evidente es que estamos ante un
Salmo de confianza. Después de
una presentación de esta confianza expresada con cuatro verbos: habitar,
hospedar, decir ‘refugio y fortaleza’, confiar se pasa a una doble motivación
que introducen sendas sub-unidades: v. 3, porque él, v. 9, porque tú; y la
resistencia a los adversarios expresados en la primera con simbología bélica
(flecha, caída de mil y diez mil, escudo, armadura) y en la segunda con
simbología animal (leones, víboras, leones y dragones). Esta segunda estrofa
recuerda algunos elementos del comienzo repitiendo algunos términos (Yahwéh,
Elyón, refugio). Toda esta confianza tiene una conclusión salvífica en la
intervención de Dios a modo de oráculo (tercera sub-unidad: porque a mí); ésta
ya venía preparada por una serie de imágenes, y se expresa con verbos que se
aglutinan al final en gran cantidad: liberar (v. 3 _mr), custodiar (v. 14),
liberar (v.14 sgb), poner en alto (v. 14), liberar (v. 15 hls), hacer triunfar
(v. 15), salvar (v. 16). Después de dejar esto claro, la simbología de la
destrucción puede ser todo lo terrible que pueda imaginarse que no causa temor
alguno: así red de cazador, peste funesta, espanto nocturno, flecha, peste,
epidemia, malvados, plaga, desgracia, piedra, león, víbora, león (el hebreo
parece conocer o bien cuatro tipos de leones, o sino cuatro modo de nombrarlos;
aquí utiliza shl y kpyr) y el dragón... nada de esto hace temer al que se
mantiene fiel a Dios, al que conoce su nombre, al que lo quiere (está enamorado
de él). Es el Dios que siempre estuvo con su pueblo, desde que fue conocido
como Elyón (Altísimo) en los tiempos muy antiguos (ver Gen 14), hasta en los
primeros asentamientos en la tierra, recordado como _adday (su etimología no es
clara; la Biblia griega lo tradujo por “todopoderoso”, pero no parece provenir
de _dd, fuerza, poder; parece tener que ver con el monte, _adû, `_l del monte;
ver Gen 17,1; 28,3; 35,11; 43,14; 49,5; Ex 6,3), es reconocido como Yahwéh,
nombre revelado a Moisés en el desierto y con el que se lo llamará en adelante
(Ex 3,15), o sencillamente “Dios mío” (Eli). Dios mismo, o sus mensajeros,
protegen al amigo, o huésped (pluma y alas “de Dios”, no de los ángeles -que
tienen manos- parece remitir a la imagen de los querubines del templo, (Sal
17,8; 36,8; 57,2; 63,8; ver Ex 19,4; Dt 32,11; Rt 2,12; con mucha frecuencia
encontramos el término en Ez 1 refiriéndose a la gloria de Dios, en 28,14 habla
del “querubín protector de alas desplegadas”, y el Sal 61,5: “¡Que sea yo
siempre huésped de tu tienda, y me acoja al amparo de tus alas!”). La confianza
está puesta en Dios, y por tanto es él mismo el que protege a quien se vuelve a
Él. “Interpreta mal las Escrituras el diablo” comenta san Jerónimo con ironía.
Orígenes agrega: “¿por qué no citas también ese versículo?”, refiriéndose al
que alude a pisar la víbora: “¡no lo citas porque el áspid sobre la cual Cristo
camina eres tú!”... Luego de la
sección teológica de la carta (caps 1-8) y antes de la sección parenética
(caps. 12-15), Pablo introduce en la carta a los Romanos un paréntesis sobre
Israel (caps. 9-11). Paréntesis que no es ajeno a la totalidad de la misma ya
que desde el comienzo nos dijo que la salvación es para todos, pero “primero
para los judíos” (1,16; 2,10). Sin embargo, sus “hermanos de raza” demoran en
reconocer a Cristo, y Pablo manifiesta su dolor por ello; de todos modos lo ve
como un tiempo pedagógico de Dios para dar oportunidad a la conversión de los
paganos. Después -quizá movidos por los celos- todo Israel se salvará (11,26).
Pero esto no exime de responsabilidad a los judíos ya que miran la justicia que
les viene de ellos mismos y no la que viene de Dios. La iniciativa de Dios
(gracia) es uno de los temas centrales de la teología paulina, y es grave creer
que de nosotros depende. Ese es el motivo, además, por el que Pablo abunda en
citas de la Escritura en esta unidad. Este es el marco del párrafo que hoy nos
propone la liturgia. Es evidente, y el manejo de los textos lo confirma, que
Pablo es consciente de estar polemizando. El texto, en
realidad es una unidad desde el v.1, pero que en v.5 comienza a desarrollar lo
que hasta allí había anunciado. En una clásica lectura midrásica, Pablo integra
Lev 18,5 expresamente citado según la fórmula clásica de pésher como
encontramos en Qumrán, junto con Dt 9,4 y 30,12 unido al Sal 107,26. La lectura
cristológica de estos párrafos señala la cercanía de la palabra de fe que nos
alcanza la justicia. La relación corazón, sede del pensamiento y boca, sede de
las palabra es estrecha. Con el corazón creemos y con la boca proclamamos esa
fe, fe que se expresa en la sencilla fórmula fundamental: “Jesús es Señor”,
confesión decisiva para el creyente (1 Cor 12,3; 2 Cor 4,5; Fil 2,11), y en el
reconocimiento de que “Dios lo resucitó” (1 Cor 6,14; Gal 1,1). En un
interesante quiasmo en el que aparecen confesar - boca - creer - corazón /
corazón - creer - boca - confesar se deja en el centro el ser salvos por esa fe
confesada. “Todo el que
crea en él” es un texto de Is que con mucha frecuencia ha sido leído
cristológicamente (piedra elegida, preciosa, angular y fundamental...), que se
refiere a Yahwéh presente en Jerusalén. Poner la confianza en Jerusalén era
algo verdaderamente idolátrico, era una búsqueda de seguridad no puesta
exclusivamente en Dios. De allí que esta piedra sea a su vez de tropiezo y de
salvación. Depende dónde esté puesta la confianza, si en Dios, o en las cosas
de Dios manipuladas idolátricamente (“no hay una sola verdad de fe que no
podamos manipular idolátricamente”, G. von Rad). Y también de la Ley el pueblo
puede hacerse un ídolo. No es la ley la que salva, sino Yavé, o Jesucristo, en
quien Dios interviene salvando. Y por eso es salvador de todos, tanto judíos
como paganos. Una nueva lectura cristológica lo confirma: “el que invoque el
nombre del Señor se salvará”; el texto de Joel se refería al “nombre de Yavé”,
pero acá Señor es el resucitado, el que ha sido proclamado “Jesús es Señor”. La
salvación no llega por obras o acciones humanas sino por la iniciativa de Dios,
el cual debe ser creído y proclamado para la salvación de todos, salvación que
comienza en el bautismo y nos compromete en la evangelización de proclamar lo
hemos creído... . Ya el
Evangelio de Marcos, en un relato mucho más abreviado nos había informado de la
tentación de Jesús en el desierto . En este caso, tentado durante cuarenta
días. Mateo y Lucas, presentan un relato mucho más detallado, expresado en tres
tentaciones. Siendo que el momento transcurre a solas entre Jesús y el
tentador, la pregunta podría imponerse: ¿cómo se entera el narrador de los
acontecimientos y palabras que se sucedieron allí? Las respuestas casi
exclusivamente bíblicas del Señor nos llevan a una primera conclusión: la
comunidad cristiana, sus “escribas”, presenta a Jesús sometido íntegramente al
plan de Dios. Siendo común
a Mateo y Lucas, el relato nos remite a la fuente que tienen en común (Q),
aunque en este caso no se limita a solo “dichos” sino que también presenta
“hechos”. Una pregunta sería cuál es más fiel a la fuente, o —para ser más
claro— ¿cuál la modifica y cuál puede ser su intención teológica para hacerlo?
En primer lugar, Mateo y Lucas presentan en orden inverso la segunda y tercera
tentación. ¿Mateo lleva al final la referencia a la “montaña alta”, que le
interesa teológicamente o bien Lucas hace lo propio con Jerusalén por el mismo
motivo? Veamos brevemente las otras diferencias: Mateo da un sentido a los 40
días sin alimento, de los que Marcos no habla, presentándolos como “ayuno”.
Lucas, quizás pensando en Moisés (Ex 34,28; cfr 1 Re 19,1-8), dice simplemente
“no comió nada”. Lucas destaca el papel que juega el Espíritu en este momento,
y presenta a Jesús como en movimiento por el desierto (era conducido por el
Espíritu). El tentador es presentado como “el diablo”, y la primera tentación
está en plural ante el singular de Mateo (piedra, pan). No es evidente quién
modificó y cual fue el motivo para hacerlo. Por esta parte, la comparación con
Moisés puede haber estado fácilmente en el relato original ya que la tipología
del desierto, el número 40, y las referencias a las tentaciones del pueblo en
el desierto conducido por Moisés son ciertamente el marco de la unidad. Mateo
-le sabemos- revaloriza para su comunidad la práctica judía del ayuno aunque
enfocada de un nuevo modo. Es, por tanto, más probable que sea él quien da un
sentido nuevo al dicho “no comió nada” que encontró en su fuente. La tentación
en la que el diablo le muestra los reinos del mundo presenta también algunas
diferencias, además de la ya mencionada de la montaña alta, de Mateo. La visión
de los reinos de la tierra habitada (oikoumene) se da “de un golpe de vista”,
en Lucas. Se aclara que el poder y la gloria de ellos le ha sido dado al diablo
(aparentemente, por Dios) que a su vez lo entrega a quien quiere. Mateo agrega
“márchate, Satanás”, la única frase propia de Jesús y no del libro del
Deuteronomio en esta unidad. En este caso, Lucas parece presentar una visión
pesimista, satánica, del mundo político. En este caso parece ser él quien ha
modificado la fuente. La siguiente
tentación ocurre en la “Ciudad Santa”, que Lucas precisa: “Jerusalén”. La cita
del Salmo que realiza el tentador es ligeramente ampliada en Lucas, como lo era
la respuesta con una cita de Deuteronomio en la primera de Mateo. Mateo
concluye asemejándose a Marcos con referencia al servicio angélico a Jesús, Lucas,
en cambio, prefiere una enigmática frase: “habiendo acabado toda tentación, el
diablo se retiró hasta un tiempo”. Sabemos, concretamente, que el diablo entra
en Judas, en Jerusalén, en el momento final de la Pascua (22,3). Podemos
sintetizar diciendo que la gravedad de las tentaciones en Mateo van en aumento:
pan, espectáculo, adoración en la montaña, en cambio la referencia final a
Jerusalén parece claramente reformada por Lucas. Digamos, entonces, que parece
muy probable que el Tercer Evangelio haya cambiado el orden de la segunda y
tercera tentación por tu preocupación geográfica centrada en Jerusalén. Parece que el
autor Q expresó en tres tentaciones tomadas de las tentaciones del pueblo en el
desierto, las tentaciones que tuvo Jesús en su ministerio, al menos las dos
últimas aparecen destacadas. Allí donde Israel no supo hacer la voluntad de
Dios, Jesús surge fiel, verdadero “Hijo” como ya el Bautismo lo había mostrado.
Esto confirma la intención cristológica del relato, y también su probable intencionalidad
polémica con el Israel de su tiempo. Dado que la
primera hace referencia a la “palabra de Dios”, la segunda a lo político y la
tercera al Templo, algunos han pensado que se estaría ante una triple tentación
profética, real y sacerdotal, pero no parece que eso esté en juego aquí. Sólo
la tentación real aparece clara, mientras que la profética y más aún la
sacerdotal no se revelan, y más aún, parecen muy improbables. Las respuestas
apuntan en otra dirección. Detengámonos,
ahora, en el relato de Lucas; a diferencia de Juan, Jesús va del desierto a la
ciudad, y en la ciudad comienza su ministerio, como en la ciudad culminará todo
para desde allí comenzar, siempre conducido por el Espíritu el tiempo nuevo de
la Iglesia. En las primera tentación, el diablo no discute que Jesús sea el
Hijo de Dios, lo da por supuesto, y lo tienta a convertir en pan una piedra ya
que lógicamente tiene hambre. Más que un “nuevo pueblo”, Jesús es “hijo de
Dios”, “el Hijo de Dios”. ¿Por qué Jesús no obra el milagro? Porque los
milagros que Jesús hace son siempre para los otros, como la multiplicación de
los panes: allí Jesús mismo se preocupa: “denles ustedes de comer” (9,13). La
segunda es la tentación de poder (exousía) política. En tiempos donde todo el
mundo conocido está sometido al imperio romano, se puede ver de un golpe de
vista todo: el imperio mismo es diabólico y perverso. E idólatra. La tercera
tentación no sólo tiene como característica que ocurre en Jerusalén, sino
también que el diablo cita la escritura. La escritura mal citada, o mal leída,
también puede ser diabólica, o idolátrica. Por otra parte, Jesús deja muy claro
que su ministerio es para otros, no para él. No es salvarse a sí mismo, como
tampoco en la cruz: “si eres ... sálvate” (23,35.37.39). Como dos rabinos,
Jesús y el diablo discuten con citas bíblicas. Y nos queda claro que es falso
servidor de Dios el que se sirve de su ministerio en su propio provecho, que no
es propio de los fieles a Dios reclamar milagros ya que Dios puede salvar sin
necesidad de estas obras “maravillosas” o “teatrales”. Jesús nos muestra -con
su vida- el camino de la obediencia de hijo conducido por el espíritu. Comentario Tiempo lindo
la Cuaresma. Tiempo de "parar la máquina", de serenidad, de
"mirar para adentro"... y preguntarnos tantas cosas... En nuestros
días, ¡cuántas caídas!, ¡cuántas infidelidades!, ¡cuántas injusticias! Es
tiempo de descubrir cuánto tenemos que cambiar. El evangelio
de Lucas, nos pone a Jesús en paralelo con el pueblo de Israel. En las mismas
circunstancias en las que el pueblo fue infiel, Jesús sale adelante; y para
resaltar el paralelo entre ambas situaciones, el evangelista recurre al
desierto y a citas del Deuteronomio. Allí donde Israel cayó, allí Jesús sale
adelante. Más que un acontecimiento es una plataforma, un programa: unidos a
Jesús nada tenemos que temer, sólo el amor cuenta. Deberíamos aprovechar la
Cuaresma para revisar cuántos desencuentros, cuántas infidelidades, cuántas
injusticias... Pero, al revisarlas, corregirlas; es que la Cuaresma es tiempo
de conversión, y conversión significa caminar, camino de vuelta al Padre. Cuaresma,
¡tiempo lindo! Tiempo de volverse a Dios, y de volverse a tantos hermanos
despreciados, olvidados, oprimidos... Tiempo de justicia, de verdad, de
liberación... Mientras el
pueblo de Israel, en la tentación no fue fiel y cedió, ahora nos encontramos a
Jesús en la misma situación, en la misma tentación. ¡Y triunfa! Jesús aparece
en el Evangelio de hoy como el que vence la tentación. Porque es posible
vencerla. Muchas voces, de dentro y de fuera buscan separarnos de Dios, de sus
proyectos, de sus caminos. Pero hay una voz más fuerte, más firme, que puede
vencer esas otras voces si disponemos el corazón para escucharla. Hace falta
tener un oído muy fino, un silencio atento, un corazón dócil. Para eso
existe la Cuaresma, para que sepamos mirar la vida, y mirarnos en la vida; para
que sepamos prestar atención a los caminos y proyectos que nos rodean, y
enfrentarlos con los caminos y proyectos de Dios. Para eso existe la Cuaresma,
para que apaguemos los ruidos que aturden y ensordecen, para que acallemos las
voces que esconden la voz de Dios, para no escuchar cantos de sirenas que nos
hablan de la felicidad de comprar, de poseer o de determinados caminos, sino
que podamos oír la voz del amor, la voz que se grita en el silencio y el
desierto. Para eso existe la Cuaresma, para dejarnos seducir por Dios en el
desierto, para volver a las fuentes, para volver a la fidelidad primera, “como
un niño frente a Dios". Para eso existe la Cuaresma. ¿Y nuestra
Cuaresma? Tantas veces habremos dicho: “Cuaresma, tiempo de confesión”, pero
¿de qué sirve si no es un cambio de vida, un cambio de camino? ¿Qué Cuaresma
vive el que no vive? La Cuaresma es tiempo de desierto, pero de desierto en
medio del ruido y del mundo, en medio del pecado y la infidelidad, en medio de
la gente... Es allí donde estoy invitado a encontrarme con Dios y los hermanos,
allí donde debo retomar la fidelidad... El recuerdo del desierto, terminó
siendo recuerdo de la fidelidad de los israelitas: tiempo de fe, como recuerda
el "Credo primitivo" de la primera lectura; se nos invita a creer de
corazón en la Palabra (2a. lectura), no con los labios, sino con la vida, una
vida de fidelidad y servicio. Aquí tenemos el centro, el corazón de la
Cuaresma: ¡los hermanos! Revisemos nuestro servicio, nuestro amor, nuestro
compromiso liberador; así revisaremos nuestra fe; así viviremos religiosamente
nuestra Cuaresma. Quien afirme
no tener pecado es un mentiroso dice san Juan. Quien se reconoce pecador, y se
decide a devolverle a Dios su lugar, empieza a preparar el camino para una vida
coherente con los proyectos de Dios. El problema con los que no se reconocen
pecadores, o con quienes no están dispuestos a dejar entrar a Dios en sus vidas,
es que permanecen en el pecado. El tiempo de la cuaresma que comenzamos, es un
¡detente!, un mirar para adentro, es reconocer que hemos caminado sin Dios
buena parte de nuestra vida... Pero, casi podemos decir que a Dios no le
importa: no le importa la gravedad de nuestra ruptura, no le importa qué tan
dios nos sentimos. Le importa que estemos decididos a vencer el pecado en el
seguimiento de Jesús, a vencer el pecado con la Palabra de Dios. En toda historia hay tiempos y momentos de fidelidad, y momentos de caídas. La Cuaresma es tiempo de recobrar fuerzas para retomar el camino, para "hacer camino al andar”. La Cuaresma es el tiempo oportuno para revisar, corregir y fortalecer todo esto; es tiempo de desierto, tiempo de encuentro con Dios frente a tantos desencuentros. Pero ¡cuidado! "¿Cuántas veces se ha empujado a las multitudes hacia el desierto, como si Tú sólo fueses accesible allá... Ábrenos los ojos para irte encontrando en cada rostro, para comulgarte cada vez que estrechamos una mano o sonreímos" (Luis Espinal).
Para la
revisión de vida ¿Cuál es la tentación de fondo,
mayor, en mi vida? ¿Qué debo hacer para superarla? ¿Cuáles son mis tentaciones menores,
diarias? ¿Qué debo hacer? Para la reunión
de grupo Jesús fue
plenamente humano, una persona completa y real, como cualquiera de nosotros, y
sintió en su propia persona las mismas dificultades que nosotros sentimos. La
predicación de los tiempos clásicos propagó una idea de Jesús desencarnada, meramente
divino, sin tentaciones humanas… Comentar El Evangelio
de hoy nos presenta un relato teológicamente elaborado más que realísticamente
histórico de las tentaciones de Jesús. Para ello las agrupa en tres
tentaciones-símbolo, o tres dimensiones mayores de la vida humana. ¿Cuáles son?
Describámoslas, a partir del comentario exegético hecho más arriba. ¿Cuál sería
el equivalente de esas tentaciones en la situación actual de nuestra sociedad y
nuestro mundo? Para la
oración de los fieles Hoy vamos a
responder “Te lo/la expresamos, Señor”. Nuestra
alegría por recordar, en la lectura del evangelio de hoy, que Jesús fue
plenamente humano y experimentó nuestras mismas tentaciones… te la expresamos,
Señor. Nuestra
admiración hacia Jesús, que permanece como modelo de Persona Nueva,
incorruptible, firme ante el mal, fuerte ante la tentación… te la expresamos,
Señor. Que queremos
preocuparnos no sólo por el pan, sino por toda Palabra que sale de tu boca… te
lo expresamos, Señor. Que queremos
tener un corazón incorruptible que, ni por todo el oro del mundo, sea capaz de
vender su conciencia… te lo expresamos, Señor. Que no
queremos “tentar a Dios, ni ponerte a nuestro servicio… te lo expresamos,
Señor. Que queremos
vivir esta Cuaresma, como “tiempo litúrgico fuerte” que es, unidos a la
comunidad cristiana dispersa por todo el mundo, en espíritu de reflexión,
oración y compromiso, preparando la celebración anual de la Pascua… te lo
expresamos, Señor. Oración
comunitaria Dios, Madre-Padre nuestro, que en
Jesús nos has dado un modelo de persona completa y lograda, en lucha contra el
mal y plenamente humana, tentada pero victoriosa. Queremos seguir ese modelo de
firmeza y fidelidad, de humanidad y fortaleza, de fidelidad a ti y a los
hermanos. Te lo pedimos a Ti que vives y haces vivir, por los siglos de los
siglos. Amén.
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