SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA, O DE LA DIVINA MISERICORDIA
CICLO "C" Salmo responsorial: Salmo 117 Segunda lectura: Apocalipsis 1, 9-11 a. 12-13. 17-19 EVANGELIO Juan 20, 19-31 19Ya anochecido,
aquel día primero de la semana, estando atrancadas las puertas del sitio donde
estaban los discípulos, por miedo a los dirigentes judíos, llegó Jesús, haciéndose
presente en el centro, y les dijo: -Paz con vosotros. 20y dicho esto. les
mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver al
Señor. 21Les dijo de nuevo: Paz con vosotros. Igual que el
Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros. 22y dicho esto sopló
y les dijo: -Recibid Espíritu Santo. 23A
quienes dejéis libres de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se
los imputéis, les quedarán imputados. 24Pero Tomás, es
decir, Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. 25Los
otros discípulos le decían: -Hemos visto al Señor en
persona. Pero él les dijo: -Como no vea en sus manos la
señal de los clavos y, además, no meta mi dedo en la señal de los clavos y meta
mi mano en su costado, no creo. 26Ocho días después
estaban de nuevo dentro de casa sus discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús
estando las puertas atrancadas, se hizo presente en el centro y dijo: -Paz con vosotros. 27Luego dijo a Tomás: -Trae aquí tu dedo, mira mis
manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel. 28Reaccionó Tomás
diciendo: -¡Señor mío y Dios mío! 29Le dijo Jesús: -¿Has tenido que verme en
persona para acabar de creer?. Dichosos los que, sin haber visto, llegan a
creer. 30Ciertamente, Jesús realizó todavía, en presencia de sus discípulos, otras muchas señales que no están escritas en este libro; 31éstas quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y, creyendo, tengáis vida unidos a él.
COMENTARIOS «Al anochecer
de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa
con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se
puso en medio y les dijo: 'Paz a vosotros'» (Jn 20,l3ss). Era el domingo de Resurrección. Los
intérpretes y comentaristas de este párrafo evangélico se han detenido en
innumerables consideraciones tratando de describir las cualidades y
características de los cuerpos resucitados. Entre éstas se citaba el don de la
compenetración, gracias al cual tales cuerpos pueden atravesar paredes,
puertas y toda clase de objetos compactos sin que éstos supongan obstáculo
alguno para sus desplazamientos... Y uno se
maravilla de que predicadores y teólogos sacaran tal idea de este relato del
evangelio. Leído sin prejuicios milagreros, el evangelista alude a dos
situaciones distintas: en primer lugar, al miedo de los discípulos, que se
encuentran en una casa con las puertas cerradas, algo más que cerradas,
atrancadas (en griego, kekleismenôn); en
segundo lugar, a la presencia de Jesús en medio de ellos; el evangelista no se
detiene en describir cómo entró el resucitado. Se limita a constatar que
«entró, haciéndose presente en medio de ellos». De esta frase no podemos
deducir el modo cómo entró: si por la puerta, una vez abierta por los
discípulos, o a través de ella, estando cerrada, como se ha afirmado con
frecuencia en la predicación. En todo caso, y mientras no se demuestre lo contrario,
hemos de suponer lo primero. Así se
elaboró en el pasado una teología basada en el desconocimiento de los textos
evangélicos y en el deseo de ver milagros por todos los rincones de sus
páginas. De esta teología sufrimos aún las consecuencias. A base de comentar
lo que el evangelio no dice o lo que el lector, predicador o teólogo de turno
sobrentiende, se enseña una doctrina que olvida frecuentemente el sentido
básico del evangelio y se pierde en una maraña de detalles sobrentendidos, que
tienen por finalidad satisfacer la curiosidad del creyente, amante del elemento
maravilloso y sobrenatural, apartando su atención del mensaje auténtico y
genuino. Elemento
maravilloso que deformó otras muchas narraciones de los evangelios, hasta el
punto de que el lector se ve sorprendido cuando no encuentra en ellos el dato
milagroso que le habían transmitido como auténtico. Pongamos algunos ejemplos
más: ¿Dónde está escrito en los evangelios que el niño naciera 'como pasa el
rayo del sol por el cristal sin romperlo ni mancharlo'? ¿ Y dónde que Jesús
'multiplicara' panes y peces? De lo primero, nada dice el evangelio; de lo
segundo, los evangelistas hablan más bien de partir y repartir, hecho que, de
realizarse, sería más milagroso que la misma multiplicación. ¿Por qué hablar
de una pesca 'milagrosa', palabra esta que no aparece en el evangelio de Lucas,
pesca que podemos calificar con toda tranquilidad de 'abundante'? ¿Por qué
decir que Jesús, tras caminar por el mar, bella metáfora aplicada a Dios en el
Antiguo Testamento, «calmó la tempestad», cuando más bien el evangelio dice que
«Jesús subió a la barca y se calmó el viento», a modo de dos acciones
simultáneas (Mc 6,51)? Son algunos ejemplos a los que podíamos añadir otros muchos que han pasado a formar parte de la doctrina cristiana, sin fundamento evangélico alguno. Preocupados por el elemento milagroso, los lectores del evangelio han visto en él más milagros de los que refiere, y con frecuencia han engrandecido y aumentado los ya referidos. Es hora de cancelar tanta teología ficción si queremos comprender los evangelios auténticos.
II
ASÍ OS ENVÍO YO Sentir a Jesús, presente y activo entre nosotros,
es una experiencia que señala que nuestra liberación empieza a ser definitiva.
Pero Jesús no parece muy dispuesto al folclore de las apariciones privadas. El
se hará presente y podrá ser reconocido allí donde se reproduzcan las señales
de su amor. NO HAY RAZÓN PARA EL MIEDO Ya anochecido, aquel día
primero de la semana, estando atrancadas las puertas del sitio donde
estaban los discípulos, por miedo a los dirigentes judíos...
Todavía se
sienten seguidores, discípulos de Jesús, pero la experiencia de la muerte ha
caído sobre ellos como una losa que ha sepultado todas sus esperanzas. Pero aún
siguen, aunque sea por recuerdo, aunque sea por su mismo y común miedo,
sintiéndose unidos en él. Y eso los va a salvar. Porque aunque ellos no lo
saben, ya está comenzando el día de su liberación definitiva y muy pronto van a
ver la tierra prometida en la que serán, si se atreven, del todo libres: van a
perder el miedo a una muerte que no es definitiva y que, por tanto, no es
muerte. LAS
SEÑALES DE SU AMOR ...llegó Jesús, haciéndose
presente en el centro..., les mostró las manos y el costado. Los discípulos
sintieron la alegría de ver al Señor. Les dijo de nuevo: Paz con vosotros. Igual que
el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a vosotros. La
experiencia de Jesús, que está realmente vivo y que, sin intermediarios, se
hace presente en medio de ellos, marca el momento de la liberación personal de
sus seguidores y el punto de partida de una tarea liberadora que será, a partir
de ahora, el que hacer propio de todos sus discípulos: «Igual que el Padre me
ha enviado a mí, os envío yo a vosotros». EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA Y dicho esto, les sopló y
les dijo: -Recibid el Espíritu Santo. A quienes dejéis libres los pecados,
quedaran libres de ellos; a quienes se los imputéis, les quedaran imputados. El primer día de la semana es la
expresión que usa el evangelio para señalar que acaba de nacer un mundo nuevo,
una nueva humanidad: la comunidad cristiana. Pero, además, es el domingo el día
en que la comunidad se reúne para celebrar la eucaristía, para recordar la
muerte y anunciar la resurrección de Jesús, para dejar que la vida de Jesús
penetre en cada uno de sus miembros y les dé fuerza para renovar el compromiso
de seguir hasta el final el camino que señaló Jesús. La celebración de la Eucaristía tiene que ser, tiene que seguir siendo, si no se ha convertido en un rito vacío, la experiencia clara y gozosa de la vida y de la actividad de Jesús entre los suyos, entre nosotros; pero para que sea así ha de ser el momento en que reafirmemos nuestro compromiso de reproducir en nuestras vidas las señales del amor de Jesús. Y no sólo como experiencia mística en el momento de la celebración, sino jugándonos la vida, arriesgándonos que nos claven las manos y nos partan el pecho por mantenernos fieles en la lucha en favor de la liberación, denunciando cualquier esclavitud -eso es el pecado- de los hombres..., aunque se irriten los dirigentes. Porque Jesús no se va a manifestar ya de manera visible; lo de Tomás fue un favor personal porque en cierta ocasión fue el único que se mostró dispuesto a acompañarlo a la muerte (Jn 11,16). Pero será fácil reconocerlo si los suyos seguimos reproduciendo las señales de su amor.
III v. 19: Ya anochecido, aquel día
primero de la semana, estando atrancadas las puertas del sitio donde estaban
los discípulos, por miedo a los dirigentes judíos... La escena tiene lugar el mismo día en que comienza la nueva creación
(v. 19: aquel día primero de la semana);
esta realidad va a ser considerada ahora desde el punto de vista de la
nueva Pascua, con alusión al éxodo del Mesías Los discípulos son todos
los que dan su adhesión a Jesus, no hay nombres propios ni limitación alguna.
Con la frase estando atrancadas las
puertas muestra el desamparo de los
seguidores de Jesús en medio de un ambiente hostil El miedo denota la
inseguridad; los discípulos aún no tienen experiencia de Jesús vivo (16,16)
Como José de Arimatea, son discípulos clandestinos (19,38) Su situación es como
la del antiguo Israel en Egipto (Ex 14,10); pero, como en el Éxodo, están en la
noche (ya anochecido) en que el Señor
va a sacarlos de la opresión (Ex 12 42 Dt 16, 1). vv. 19-20: llegó Jesús,
haciéndose presente en el centro y les dijo: -Paz con vosotros, y dicho esto,
les mostró las manos y el costado. Los discípulos sintieron la alegría de ver
al Señor. Jesús se hace presente, como había prometido (14,18s, 16, l8ss) y se
sitúa en
el centro: fuente de vida, punto de referencia, factor de unidad. Paz con vosotros es el saludo que les confirma
que ha vencido al mundo y a la muerte y, a continuación, Jesús les muestra los
signos de su amor y de su victoria (v. 20). El que está vivo delante de ellos
es el mismo que murió en la cruz; se les muestra como el Cordero de Dios, el de
la Pascua nueva y definitiva, cuya sangre los libera de la muerte (Éx 12,12s);
el Cordero preparado para ser comido esta noche (Ex 12,8), es decir, para que puedan
asimilarse a él. La permanencia de las señales en las manos y el costado
indica la permanencia de su amor; Jesús será siempre el Mesías-rey crucificado,
del que brotan la sangre y el agua. Alegría. v. 21: Les dijo de nuevo: Paz
con vosotros. Igual que el Padre me ha enviado a mí, os envío yo también a
vosotros y, dicho esto, sopló
y les dijo: -Recibid Espíritu Santo. La repetición del saludo (v. 21) introduce la misión, a la que tendía
la elección de los discípulos (15,16; 17,18). Ésta ha de ser cumplida como el
la cumplió, demostrando el amor hasta el fin (manos y costado). El Espíritu (v.
22) los capacitará para la misión. Sopló o
«exhaló su aliento», éste es el verbo usado en Gn 2,7 para indicar la infusión
en el hombre del aliento de vida. Jesús les infunde ahora su propio aliento, el
Espíritu (19, 30), creando de este modo la nueva condición humana, la de espíritu
(3 6 7 39) por el «amor y lealtad» que reciben (1, 17). Culmina así la
obra creadora, esto significa «nacer de Dios» (1,13), estar capacitado para
«hacerse hijo de Dios» (1,12). Quedan liberados «del pecado del mundo» (1,19) y
salen de la esfera de la opresión. La experiencia de vida que da el Espíritu es
«la verdad que hace libres» (8,31s); quedan «consagrados con la verdad» (17,17s).
El éxodo del Mesías no se hace saliendo físicamente del «mundo» injusto
(17,15), sino dando la adhesión a Jesús y, de este modo, dejando de pertenecer
al sistema mundano (17,6.14). v. 23: A quienes dejéis libres
de los pecados, quedarán libres de ellos; a quienes se los imputéis, les
quedarán imputados. Este es el resultado positivo y negativo de la misión, en paralelo con
la de Jesús. El pecado, la represión
o supresión de la vida que impide la realización de proyecto creador, se comete
al aceptar los valores de un orden injusto. Los
pecados son las injusticias concretas que se derivan de esa aceptación. El testimonio de los discípulos (15,26s), la manifestación del amor
del Padre (9,4), obtendrá las mismas respuestas que el de Jesús: habrá quienes
lo acepten y quienes se endurezcan en su actitud (15,18-21; 16,1-4). Al que lo acepta y es admitido en el grupo cristiano, rompiendo de
hecho con el sistema injusto, la comunidad le declara que su pasado ya no pesa
sobre él; Dios refrenda esta declaración infundiéndole el Espíritu que lo
purifica (19,34) y lo consagra (17,16s). A los que rechazan el testimonio,
persistiendo en la injusticia, su conducta perversa, en contraste con la
actividad en favor de los hombres que ejerce el grupo cristiano, les imputa
sus pecados. La confirmación divina significa que estos hombres se mantienen
voluntariamente en la zona de la reprobación (3,36). v. 24: Pero Tomás, es decir,
Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Tomás significa Mellizo, cf.
11,16, esto es, se parece a Jesús por su prontitud para acompañarlo en la
muerte. Era uno de los Doce, que
representan en Juan a la comunidad cristiana en cuanto heredera de las promesas
de Israel (6,70); esta cifra no designa a la comunidad después de la
muerte-resurrección de Jesús, cuando las promesas se han cumplido (cf. 21,2:
siete nombres; comunidad universal). Tomás no había entendido el sentido de la
muerte de Jesús (14,5); la concebía como un final, no como un encuentro con el
Padre. Separado de la comunidad (no
estaba con ellos), no ha participado de la experiencia común, no ha
recibido el Espíritu ni la misión. Es uno
de los Doce, con referencia al pasado. v. 25: Los otros discípulos le
decían: -Hemos visto al Señor en persona. Pero él les dijo: -Como no vea en sus
manos la señal de los clavos y, además, no meta mi dedo en la señal de los
clavos y meta mi mano en su costado, no creo. La frase de los discípulos (Hemos
visto al Señor) formula la experiencia que los ha transformado. Esta nueva realidad
muestra por sí sola que Jesús no es una figura del pasado, sino que está vivo y
activo entre los suyos. Tomás no acepta el testimonio. No admite que el que
ellos han visto sea el mismo que él había conocido. Exige una prueba individual
y extraordinaria. v. 26: Ocho días después estaban
de nuevo dentro de casa sus discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús estando
las puertas atrancadas, se hizo presente en el centro y dijo: -Paz con
vosotros. Ocho días después (v. 26):
el día permanente de la nueva creación es «primero» por su novedad y «octavo»
(número que simboliza el mundo futuro) por su plenitud. En él va surgiendo el
mundo definitivo. Los discípulos están dentro
de casa, esto es, en la esfera de Jesús, la tierra prometida. Pero las puertas atrancadas ya no indican
temor; trazan la frontera entre la comunidad y el mundo, al que Jesús no se
manifiesta (14,22s). Entonces llegó Jesús
(lit. «llega»); ya no se trata de fundar la comunidad (20,19: «llegó»),
sino de la presencia habitual de Jesús con los suyos. Jesús se hace presente a
la comunidad, no a Tomás en particular. Juan menciona solamente el saludo (Paz con vosotros), que en el episodio
anterior abría cada una de las partes. No siendo ya éste el primer encuentro,
el saludo remite al segundo saludo anterior (20,21): cada vez que Jesús se hace
presente (alusión a la eucaristía), renueva la misión de los suyos
comunicándoles su Espíritu. v. 27: Luego dijo a Tomás: -Trae
aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas
incrédulo, sino fiel. El adverbio de tiempo luego (v.
27) divide la escena; ahora va a tratarse de Tomás. Unido al grupo encontrará
solución a su problema. Jesús, demostrándole su amor, toma la iniciativa y lo
invita a tocarlo. La insistencia de Juan en lo físico (dedo, manos, mano, meter, costado) subraya la continuidad entre el
pasado y el presente de Jesús: la resurrección no lo despoja de su condición
humana anterior ni significa el paso a una condición superior: es la condición
humana llevada a su cumbre y asume toda su historia precedente. Ésta no ha
sido solamente una etapa preliminar; ella ha realizado el estado definitivo. v. 28: Reaccionó Tomás diciendo:
-¡Señor mío y Dios mío! La respuesta de Tomás es tan extrema como la incredulidad anterior. El
Señor es el que se ha puesto al
servicio de los suyos hasta la muerte (13,5.14); es así como en Jesús ha
culminado la condición humana (19,30). La expresión Señor mío reconoce esa condición. Tomás ve en Jesús el acabamiento
del proyecto divino sobre el hombre y lo toma por modelo (mío). Después del prólogo (1,18:» Hijo único, Dios») es la primera vez que
Jesús es llamado simplemente Dios («el Hijo de Dios»; 3,16.18, etc.: «el Hijo
único de Dios»). Con su muerte en la cruz ha dado remate a la obra del que lo
envió (4,34): realizar en el Hombre el amor total y gratuito propio del Padre
(17,1). Se ha cumplido el proyecto creador: «un Dios era el proyecto» (1,1).
Tomás descubre la identificación de Jesús con el Padre (14,9.20). Es el Dios
cercano, accesible al hombre (mío). v. 29: Le dijo Jesús: -¿Has
tenido que verme en persona para acabar de creer?. Dichosos los que, sin haber
visto, llegan a creer. La experiencia de Tomás no es modelo. Jesús se la concede para evitar
que se pierda (17,12; 18,9): a Jesús no se le encuentra ya sino en la nueva
realidad de amor que existe en la comunidad. La experiencia de ese amor (sin haber visto) es la que lleva a la
fe en Jesús vivo (llegan a creer). vv. 30-31: Ciertamente, Jesús
realizó todavía, en presencia de sus discípulos, otras muchas señales que no
están escritas en este libro; éstas quedan escritas para que creáis que Jesús
es el Mesías, el Hijo de Dios, y, creyendo, tengáis vida unidos a él. Para Jn, la vida de Jesús significa ante todo un conjunto de hechos, las «señales», en los que ha manifestado su amor a los hombres (2,11: «su gloria»). El evangelista ha hecho una selección (v. 30). Su objetivo es suscitar la adhesión de los lectores a Jesús (v. 31), el que, después de una actividad liberadora, ha sido condenado y ejecutado por los poderes del mundo. El creyente ha de ver en él al Mesías, al consagrado por Dios para llevar a cabo su designio en la historia, al que forma la nueva comunidad humana; ha de descubrir también que es el Hijo de Dios, la presencia el Padre entre los hombres.
Así como en
nuestras rutas necesitamos señales que nos indiquen las curvas, los puentes,
los caminos estrechos, también en el camino de la Iglesia necesitamos esas
señales que nos indican si andamos en la buena ruta o no. Las señales son las
mismas de siempre: la práctica liberadora de Jesús, su opción por los/as más necesitados y su trabajo por la
vida. Comenzando por la buena sombra de Pedro que curaba a los enfermos, vemos
cómo, en medio de conflictos, las primeras comunidades repetían la práctica
liberadora de Jesús. También el Apocalipsis nos invita a mirar al Hijo del
Hombre, centro de la vida de la Iglesia. El evangelio
de Juan nos traslada a un día como hoy,
ocho días después de la pascua. Jesús entra y
se coloca en medio de la comunidad. Sopla sobre ellos/as y les da el Espíritu
Santo. Para la Comunidad de Juan, la Pascua de Resurrección y Pentecostés
acontecieron el mismo día en que Jesús resucitó. (Para Lucas que tiene otra
teología, y que tal vez por razones catequéticas es la única que recogió la
Iglesia, hay que esperar 50 días para Pentecostés). Y en esta
Pascua-Pentecostés toda la comunidad de discípulos y discípulas recibe la
autoridad para perdonar los pecados. Esto corresponde a la tradición que
también Mateo ha conservado en su evangelio (Mt 18,18) y que luego la
Iglesia, en su proceso de
clericalización fue perdiendo, pero que sí recuperaron las Iglesias
Evangélicas. En la segunda
parte de este evangelio nos encontramos con el diálogo de Jesús y Tomás. Ojos
que no ven corazón que no siente, dice el refrán. Cuentan que cuando July
Gagarin, el astronauta ruso regresó de aquel primer paseo a las estrellas,
dijo: “Anduve por el cielo y no he visto a Dios”. Pobre July tan parecido a
Tomás, que podría llamarse su mellizo. Es que fuera
de la comunidad no se ve a Jesús, ni en el cielo ni en la tierra. Es en la
comunidad donde se percibe la presencia del Señor. Es allí donde se realiza el
seguimiento de Jesús. La comunidad no es optativa. Es parte esencial del
mensaje cristiano, lo mismo que la opción por los pobres. En las Comunidades
Eclesiales de Base tenemos experiencias que se asemejan a las que vivían las
primeras comunidades. Evaluamos el camino volviendo siempre a la práctica
liberadora de Jesús y sus opciones; experimentamos en la lucha por la vida la
fuerza de la Pascua-Pentecostés y
también tenemos la experiencia del perdón en la comunidad. ¿Por qué retacear
el perdón cuando la alegría de Dios es perdonar, sanar y salvar? Cuando Jesús no está en el centro se pierde parte de su mensaje liberador impidiendo la novedad que brota de su Espíritu.
Para la
revisión de vida Dichosos los que sin ver han creído.
¿Cuáles son los fundamentos de mi fe? ¿Por qué creo? ¿Es mi fe una fe que no se
apoya en argumentos racionales? Paz a vosotros. ¿Tengo paz, paz
profunda, shalom? Para la
reunión de grupo Si la fe es
«creer lo que no se ve», ¿tuvo fe Tomás cuando confesó a Jesús como “Señor mío
y Dios mío” sólo después de haberlo visto? ¿Qué relación
(semejanzas, diferencias...) hay entre la fe humana (creer a alguien) y la fe
religiosa (creer a Dios)? Distinción
entre «fe» y «creencias» ¿Cuáles
serían las principales dificultades que la fe, el creer, las creencias...
comportan hoy en el ámbito de la nueva «sociedad del conocimiento» que adviene?
¿Es posible que Dios haya puesto su gran ilusión –y la principal prueba para el
ser humano- en la «fe», en el «creer lo que no se ve»? ¿Y en que «creamos a los
que dicen que Dios les dijo para que nos dijeran»? Para la
oración de los fieles Para que
nuestras comunidades cristianas se miren en el espejo de aquella primera
comunidad surgida a partir de la resurrección de Jesús, roguemos al Señor... Por todos los
que tienen dificultades para la fe; para que encuentren en la comunidad de los
creyentes un testimonio atractivo e iluminador... Para que como
en el tiempo de la comunidad primitiva sean también hoy muchos los que se
adhieran a la fe... Para que
también hoy nuestra comunidad cristiana ejerza el ministerio de la curación,
del alivio de todas las penalidades que afectan a la vida humana... Para que los
cristianos de hoy aprovechemos también el ministerio del perdón de los pecados,
tanto en forma individual como comunitaria... Oración
comunitaria Dios de misericordia infinita que
reanimas la fe de tu pueblo con la celebración anual de las fiestas pascuales:
acrecienta en nosotros los dones de tu gracia para que comprendamos mejor que
eres verdaderamente Padre y dador de Vida, que nos has encomendado acoger y
acrecentar la vida, y que la Vida finalmente triunfará. Por J.N.S.
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