CUARTO DOMINGO DE PASCUA
CICLO "C" Primera lectura: Hechos
13, 14. 43-52 EVANGELIO COMENTARIOS I Con el
comienzo de la primavera, los pastores cananeos se disponían a partir con el
rebaño en busca de pastos. .Era un momento decisivo y peligroso. Salir con el
rebaño suponía abandonar la seguridad de la propia tierra para salir en busca
de lo desconocido. Había que tomar ciertas precauciones. Antes de partir, los
pastores celebraban una fiesta de despedida. Sacrificaban un animal joven a la
divinidad para obtener de ella, a cambio, la fecundidad y la prosperidad del
ganado. La víctima era asada al fuego, no se le podía romper ningun hueso. Con
su sangre untaban los palos de la tienda para alejar epidemias o calamidades.
El rito pretendía ser garantía de protección de los peligros que surgieran
durante el desplazamiento de los pastores con el rebaño. En una noche de
primavera, noche de luna llena, se reunían para comer el animal sacrificado.
La cena solía ser de pie, con el atuendo de quien está preparado para una larga
marcha: báculo en mano y sandalias en los pies. En torno a la cena se cernía un
cierto aire de rito mágico. Después se partía. La imagen del
pastor que guía al rebaño es una de las preferidas del evangelista Juan al
referirse a Jesús. La utilizó en un polémico discurso de su evangelio para
presentar al Maestro nazareno como el pastor ideal, el pastor modelo, el buen
pastor frente a los pastores de oficio: asalariados, ladrones y bandidos más
que pastores. «Si, os lo
aseguro -decía Jesús a los fariseos-; el que no entra por la puerta en el
recinto de las ovejas, sino saltando por otro lado, ése es un ladrón y un
bandido... El ladrón no viene más que para robar, matar y perder. Yo he venido
para que vivan y estén llenos de vida: yo soy el modelo de pastor. El pastor
modelo se desprende de su vida por las ovejas; el asalariado, como no es
pastor ni las ovejas son suyas, cuando ve venir al lobo, deja las ovejas y echa
a correr y el lobo las arrebata y dispersa; porque a un asalariado no le importan
las ovejas. Yo soy el modelo de pastor: conozco las mías y las mías me conocen
a mí, igual que mi Padre me conoce y yo conozco al Padre; además, me desprendo
de la vida por las ovejas» (Jn 10,lss). Al terminar
aquel discurso, los oyentes se sintieron interpelados. Las opiniones se
dividieron. «Muchos decían: -Está loco de atar, ¿por qué lo escucháis? Otros
replicaban: -Esas no son palabras de loco, ¿puede un loco abrir los ojos de los
ciegos?» Por si acaso, los fariseos trataron de «prenderlo» para quitarlo de la
circulación, «pero se les escabuyó de las manos» (Jn 10,39). Jesús definió
en aquel día en qué consiste la quintaesencia del pastor. Ser pastor, dirigir,
gobernar es ir en la vida por delante de los demás con obras y palabras, vivir
para el otro y no a costa del otro, firmar un compromiso de permanencia sin
límite junto al pueblo, entablar una relación personal con él, conocer su
nombre y su vida, compartir gozos y esperanzas, tristezas y angustias. Por eso no se
puede ser pastor, ni dirigente, ni guía del pueblo desde una oficina, desde un
palacio o desde un templo. Sólo puede ser pastor quien marcha con el pueblo,
quien vive con él, quien sabe de sus dolores porque los experimenta, quien
corre sus mismos riesgos y quien, a pesar de todos los pesares, va por delante. Este es el modelo de pastor, encarnado en Jesús de Nazaret. «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano» (Jn 10,27-30). Quienes no siguen este modelo de pastor son asalariados, gente que se mueve por otros intereses distintos de los del pueblo a quien dicen servir, sirviéndose de él. Son más los asalariados que los pastores. Y así estamos...
II OTRO PASTOR, OTRAS OVEJAS Los jerarcas político-religiosos de Israel habían esclavizado al
pueblo, dominándolo por medio del miedo a Dios. Y Dios no consiente que el
pueblo que El liberó sea sometido y
además en su nombre- al miedo y a la esclavitud. Para eso llega un nuevo pastor
al que corresponderán ovejas -¡no borregos!- de otro estilo. EL MIEDO DE LOS PASTORES Tenían miedo los pastores de Israel. Jesús acababa de
decir que él era «el modelo de pastor», y eso los había llenado de
preocupación. Por eso se dirigieron a Jesús, que «paseaba en el templo por el
pórtico de Salomón», lo rodearon y, nerviosos, les preguntaron: «¿Hasta cuándo
vas a no dejarnos vivir? Si eres tú el Mesías; dínoslo abiertamente» Jn 10,24).
Se entiende su miedo. Los antiguos profetas de Israel se habían enfrentado en
muchas ocasiones a los dirigentes llamándolos malos pastores, dedicados a
explotar al pueblo en beneficio propio (Jn 10,21; 23,2-7; 25,34-38; Ex 34). Jesús acababa de echarles en
cara que, para mantener sus privilegios, estaban dispuestos a todo: a mentir, a
matar..., comparándolos con el pastor mercenario a quien «no le importan las
ovejas» (Jn 10,11-12). Seguramente presentían que se iba a cumplir la amenaza
de aquellos profetas: Dios iba a pastorear su rebaño, iba a ocuparse de su
pueblo, mediante un enviado suyo, que arrancaría las ovejas del dominio de los
malos pastores (Ex 34,22-24; véase también Sal 23). Por eso, si Jesús era de
verdad el Mesías..., se les acababa lo que para ellos era su medio de vida, sus
privilegios, la posibilidad de aprovecharse, en beneficio propio de la fe de la
gente sencilla. Ya no van a poder seguir asustando a la gente con la amenaza de
un Dios cruel ni la van a mantener sumisa diciendo que no se puede saber con
seguridad si Dios los habrá perdonado o no; se les acabará el negocio en que
han convertido la religión y se derrumbárá el orgullo que sienten por ser -por
haberse arrogado ese papel- los intermediarios de Dios. Es lógico su
nerviosismo: Jesús acaba de decir que va a dejar vacía la institución religiosa
(«A las ovejas propias las llama por su nombre y las va sacando...», 10,3), se
ha puesto como modelo de pastor porque él da la vida por sus ovejas (10,11) y
ha dicho que Dios, el Padre, está con él, mostrándole su amor y garantizando
que nadie podrá arrebatarle definitivamente la vida que él da libremente
(10,17-18). Si es cierto lo que afirma Jesús y no una fanfarronada... Por eso los
dirigentes, sintiéndose amenazados, se defienden como pueden, incluso negando,
como en el caso del ciego de nacimiento (9,1-38), la evidencia de la vida que
sobreabundaba gracias a la actividad de Jesús. Y aconsejan a la gente que no
lo escuchen, que está loco, que está poseído por un demonio (8,48; 9,22.24). LO QUE MÁS IMPORTA Mis ovejas escuchan mi voz:
yo las conozco y ellas me siguen, yo les doy vida definitiva y no se perderán
jamás ni nadie las arrancará de mi mano. Lo que me ha entregado mi Padre es lo
que más importa, y nadie puede arrancar nada de la mano del Padre. Yo y el
Padre somos uno. Lo que los
dirigentes quieren es recobrar el control sobre la gente. ¿Qué va a ser de
ellos si no lo consiguen? Es posible
que, aparentemente, tengan éxito: habrá muchos que, faltándoles el valor
necesario para asumir la libertad con todos sus riesgos, vuelvan a someterse al
miedo que ellos imponen y, dominados por ese miedo, lleguen a pedir la muerte
para quien los quiere liberar (véase 18,35; 19,6-7.12: el término los judíos usado en estos lugares se
refiere a los dirigentes judíos y puede englobar también a sus partidarios). Pero los que
han escuchado y aceptado el mensaje de Jesús, los que han empezado a ponerlo en
práctica, los que han gustado ya el sabor de la vida que los hace hijos (1,12-13),
de la verdad que los hace libres (8,32.36) y del amor que los hace hermanos
(13,34-35; 15,12-17), no se van a dejar embaucar de nuevo. Esas son las ovejas
de Jesús, aquellos que, haciendo uso de la puerta abierta por la que se puede
entrar y salir (10,7-9), han roto con todo lo que significa opresión de la
persona humana y se han puesto del lado de Jesús, haciendo propia la tarea de
este pastor que han aceptado libremente, por quien se sienten conocidos y
queridos y en cuya mano se sienten seguros: «Yo las conozco y ellas me siguen,
yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi
mano». Porque, y esto es lo principal, Jesús va a defenderlos, incluso con la
vida, pues para él ellos son «lo que más importa». Esas ovejas no son borregos que se dejan llevar, pasivos, sin iniciativa...
Precisamente porque están con Jesús, tienen que ser personas libres, adultos,
que saben escuchar y que han tenido que responder responsablemente a un mensaje
que les asegura definitivamente la vida; ellos son la nueva humanidad, la
semilla de un mundo nuevo en el que, si tiene que haber pastores, tendrán que
serlo al estilo de Jesús. Los jerarcas no aceptaron las palabras de Jesús. No
podían aceptar un Dios que se hace visible en la débil carne de un hombre de
pueblo y que pone esa carne al servicio de la liberación de su pueblo. Y como
no podían acabar con Dios, intentaron, otra vez, ocultarlo destruyendo aquella
carne en la que se manifestaba: «Los dirigentes cogieron de nuevo piedras para
apedrearlo» (10,31). III Los que son de Jesús lo escuchan, es decir, le
prestan adhesión, no de palabra o de principio, sino de conducta y de vida (me siguen), comprometiéndose con él y
como él a entregarse sin reservas a liberar y promocionar al hombre. Jesús
comunica a los que lo siguen una vida que supera la muerte y les da la
seguridad (no se perderán jamás), y
esa fuerza de vida, que es el Espíritu, los une a él de tal modo que nadie
podrá separarlos de su persona. Para Jesús,
lo más importante es el fruto de su obra, la nueva humanidad que él ha
de constituir con los hombres que el Padre le ha entregado (6,37.44.65),
completando en ellos la creación con el Espíritu. En el caso del ciego, ellos
han intentado "arrancarlo" de la mano de Jesús, pero no lo han
conseguido. La vida que había experimentado hizo a ese hombre capaz de resistir
a las presiones de los dirigentes. Estar en la mano de Jesús es lo mismo que estar en
la del Padre, porque el Padre está presente y se manifiesta en Jesús y, a
través de él, realiza su obra creadora, que lleva a cumplimiento su designio
(5,17.30; 6,38-40). Nunca había formulado antes Jesús tan claramente
esta afirmación-clave del evangelio: Yo y
el Padre somos uno. La identificación entre Jesús y el Padre excluye toda
instancia superior. La oposición a Jesús es oposición a Dios. IV Todo esto nos
sirve para hacernos una idea de las dificultades que tuvo que afrontar el
anuncio del Evangelio en sus orígenes, y la forma como Pablo, llamado con tanta
razón “el apóstol de los gentiles”, va abriendo paso para que el evangelio de
Jesús sea anunciado y conocido por todo el mundo, sin importar fronteras, razas
ni clases sociales. Ese es otro
de los efectos de la resurrección de Jesús: el conocimiento, por parte de todos
los seres humanos, de la Buena Noticia del amor de Dios, que en Jesús ha
rescatado a toda la humanidad y la ha puesto bajo el amparo y la guía de un
solo Padre de todos, el Padre de Jesús. En
consonancia con ello, la visión apocalíptica que Juan nos describe en la
segunda lectura no se limita a un simple sueño nacionalista judío. Ella tiene
la intencionalidad de hacer conocer la nueva idea de Dios que Jesús nos revela
en el Nuevo Testamento: su Padre es el Dios Padre de todos los hombres y
mujeres, sin excepción alguna. Todos son recibidos en la nueva realidad
instaurada por el Cordero, ya que en él han sido superadas todas las fronteras
que los humanos fueron construyendo para vivir separados y divididos. Ya no
habrá división ni rechazo, porque en Jesucristo todos hemos sido recibidos como
hermanos. El Cordero inmolado será el pastor que conducirá hacia fuentes de
aguas vivas a todos los elegidos -venidos de todas las naciones-, porque
asimilaron el proyecto del Padre; y allí será donde Dios enjugará sus lágrimas
(Ap 7, 17). Cristo asume
las dos funciones: de víctima que se inmola y de Pastor. En forma congruente,
el evangelio nos propone el relato de Juan en el que Jesús se presenta como el
pastor que cuida a sus ovejas. El ha anunciado su misión como el pastor que no
sólo cuida las ovejas de su aprisco, sino también las de otros rediles, los
no-judíos (cf Jn 10,16). Jesús es un Pastor universal, que llama incluso a los
que no pertenecen al judaísmo para que vengan a formar parte del rebaño
escatológico, el de los que asumen como él la esperanza del reino de Dios. La figura más
tierna que Jesús adopta como pastor es la del que busca a la oveja descarriada,
a la perdida, y cuando la encuentra se alegra, la recoge y la trae de vuelta al
aprisco (cf Lc 15,3-7). Por eso su gozo y su alegría radican en que los hombres
y mujeres de buena voluntad acojan y asuman su proyecto de vida eterna. Jesús se
diferencia en forma diametral de los pastores mercenarios, que cuando ven el
peligro simplemente huyen, abandonando el redil y dejando a las ovejas a merced
de su propia suerte. El evangelio
nos refuerza también ese efecto tan importante de la resurrección de Jesús que
es la paternidad universal de Dios. Los que han oído a Jesús y lo han visto
actuar, son los primeros llamados a pertenecer al reino que él proclama, y al
mismo tiempo están en el deber moral de anunciarlo a otros. Esos son los que,
dice Jesús, “el padre me ha dado”; los que han entendido su propuesta y la
siguen. En tal seguimiento no hay equivocación ni extravío, porque justamente
la palabra de Jesús -quien es la Palabra misma del Padre- es la vía segura por
donde el hombre puede alcanzar su máxima plenitud. Cristo hace
un llamado a todos, como supremo Pastor, para que comprendan que lo que él
propone en esencia es una realidad de unidad y de hermandad que no es posible
de destruir, ya que con la fuerza del Espíritu podemos todos los bautizados
trasparentar a Jesús resucitado y ser en el mundo instrumentos de paz y de
unidad. Habrá así, finalmente, “un solo rebaño, un solo pastor” (Jn 10,16). La homilía de
este domingo podría orientarse por alguna de estas opciones: a) Los
pastores en la Iglesia. En ésta siempre ha habido un rol de dirigencia y/o de
organización; todos los que ejercen algún “ministerio” (servicio) son de alguna
manera “pastores” de los demás. Esa labor “pastoral”, lógicamente, ha de tomar
ejemplo de las características del “buen pastor” Jesús: que no se sirve de las
ovejas, sino que da la vida por ellas. Bastará glosar todas estas características.
Este tema
puede prolongarse –si es oportuno para el auditorio- en el tema de los
ministerios en la Iglesia: su estado actual, la posibilidad de cambiar, la
necesidad de encontrar nuevas formas, la crisis de algunas formas actuales,
etc. b) Las
vocaciones al ministerio pastoral. Se ha escogido este domingo en muchos países
para la celebración de la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”, lo
cual es muy bueno, con tal de que no se dé la impresión de que “las vocaciones”
son sólo las sacerdotales o a la vida religiosa, y se aclare que «todos tenemos
vocación», y que «todas las vocaciones son importantes», también la laical (y
mucho), y que «para cada uno, la mejor vocación es la suya». Lo pastoral, por
lo demás, no debe ser identificado como sacerdotal: todos estamos llamados a
ser “pastores” de otros. c) Jesús,
“el” buen pastor y el pastor universal. De hecho, en el evangelio de Juan el
tema no es la bondad del pastor Jesús, sino su veracidad frente a otros
“pastores” o mediadores divinos, que serían falsos... Algo así como la
“unicidad” de Jesús como salvador. ¿Jesús es el “pastor único de nuestras
almas”? ¿”No hay otro nombre” en el que podamos ser salvos? (Hch 4,12). Es el
tema del pluralismo religioso, y la relectura del cristianismo entero que esa
nueva visión teológica exige. No es un tema para cualquier auditorio, pero sí
es un tema que debería estar presente en la cabeza de todo el que hable al
pueblo sobre el buen Pastor Jesús, aunque no vaya a tocar el tema
explícitamente. La simplicidad y la sencillez no justifican el decir muchas
cosas que no son tan ciertas, que ya no debemos seguir diciendo. Donde se
pueda, será bueno abrir la visión de nuestros hermanos y hermanas, respecto a
la presencia y la acción salvadora de Dios, más allá de una interpretación
estrecha del “un solo rebaño y un solo pastor”. Para la
revisión de vida A casi todos Dios nos ha concedido
una parcela de vida de la que debemos cuidar. ¿Soy “buen pastor” de las
personas que tengo a mi cargo o bajo mi dependencia (en la familia, en el
trabajo o desempleo, en mis relaciones sociales...)? Para la
reunión de grupo ¿Cómo vemos
la organización ministerial de la Iglesia en la actualidad? ¿Qué problemas
tiene? ¿Qué “nuevos” ministerios necesitaríamos en nuestra comunidad, en el
ambiente donde vivimos? El “pueblo”
de Dios no es una etnia; por eso el mensaje cristiano se abrió a otros pueblos,
los “gentiles”, más allá del pueblo judío. Pregunta fronteriza: ¿el “Pueblo de
Dios”, está vinculado a una Iglesia?, ¿o es más grande que nuestra Iglesia o
que cualquier Iglesia? ¿Qué es, quién es, quiénes forman verdaderamente el
“Pueblo de Dios”? Matizar bien, o distinguir sentidos que puede darse a la
expresión. Para la
oración de los fieles Para que la
comunidad cristiana mundial se abra hoy a los nuevos "gentiles", los
hombres y mujeres de tantas otras religiones que también buscan a Dios; para
que afrontemos decididamente el tema y la práctica del diálogo interreligioso,
roguemos al Señor... Por todos los
que ejercen en las comunidades cristianas un ministerio “pastoral”, de atención
a los demás; para que lo hagan como ejercicio del amor que sirve y se entrega,
y nunca como un ejercicio de poder o dominio... Para que la
comunidad cristiana revise y adecúe los ministerios eclesiales a la situación
del mundo actual, así como la comunidad cristiana primitiva tuvo creatividad
para ordenarlos según sus necesidades y las exigencias de la evangelización de
entonces... Para que sean
muchos los y las jóvenes que descubran el llamado de Dios a entregar su vida al
servicio de la comunidad, y para que las comunidades encuentren cauces
adecuados de pastoral vocacional... Para que la
mujer alcance en la Iglesia el puesto que le corresponde... Por nuestros
pequeños círculos de los que cada uno de nosotros somos pastores de las
personas que están a nuestro cargo: hijos, ancianos, enfermos, alumnos...
roguemos al Señor... Oración
comunitaria Dios Padre nuestro, que enviaste a tu Hijo
Jesús como Buen Pastor que dio su vida por las ovejas: te pedimos nos des muchos
pastores según tu corazón, para que, animados por el ejemplo de Jesús,
conduzcan a tu pueblo con decisión por los nuevos caminos que los tiempos
actuales requieren. Por J.N.S.
|
|
|