TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR
CICLO "C" Primera
lectura: Daniel 7,9-10. 13-14
Salmo responsorial: Salmo 96 Segunda lectura: 2 Pedro 1,16-19
EVANGELIO 17 1Seis
días después se llevó Jesús a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y subió con
ellos a un monte alto y apartado. 2Allí se transfiguró delante de
ellos: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos se volvieron esplendentes
como la luz. 3De pronto se les aparecieron Moisés y Elías
conversando con él. 4Intervino Pedro y le dijo a
Jesús: -Señor, viene muy bien que estemos aquí
nosotros; si quieres, hago aquí tres chozas, una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías. 5Todavía estaba hablando, cuando
una nube luminosa los cubrió con su sombra. Y dijo una voz desde la nube: -Este es mi Hijo, el amado, en quien he.
puesto mi favor. Escuchadlo. 6Al oírla cayeron los discípulos
de bruces, aterrados. 7Jesús se acercó y los tocó
diciéndoles: -Levantaos, no tengáis miedo. 8Alzaron los ojos y no vieron más
que al Jesús de antes, solo. -No contéis a nadie la visión hasta que el
Hijo del hombre resucite de la muerte.
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COMENTARIOS I Como Mc, Mt coloca la escena «seis días
después». El sexto día fue el de la creación del hombre: el estado de gloria en
el que va a mostrarse Jesús representa el éxito final de la creación, la
realización plena del proyecto de Dios sobre el hombre. Al mismo tiempo, como
en Mc, «los seis días» resultan de la suma de los datos cronológicos de la
pasión: «dentro de dos días» (26,2), «el primer día de los ázimos» (26,17) y
«al tercer día» en que tendrá lugar la resurrección (16,21). El transfigurado
muestra, por tanto, el estado que sigue a la muerte. Dado el simbolismo del monte como lugar de la
presencia y comunicación divina (cf. 5,1), el «monte alto», no determinado, indica
una manifestación divina, la más importante que los discípulos van a recibir
en el evangelio. «El monte altísimo» a que el tentador llevó a Jesús era el de
la manifestación del falso dios a través de la gloria de todos los reinos del
mundo; en este «monte alto» se manifestará la verdadera gloria, la que procede
de Dios vivo, capaz de infundir una vida que supera la muerte. La insólita omisión en este texto hace pensar
que la aposición tiene otro significado. La traducción literal «a un Jesús
mismo» parece significar «a Jesús con su apariencia acostumbrada»; se añade
luego que estaba «solo», es decir, no acompañado de Moisés y Elías. La
interpretación se confirma por el paralelismo con vv. 2-3; el v. 2 describe el
aspecto transfigurado de Jesús, que en v. Comunicarla
a otros podría despertar expectativas mesiánicas falsas, como si su muerte se
hiciera innecesaria. En cambio, después de su muerte, cuando la calidad de su
mesianismo no deje lugar a dudas, el relato de esta visión podrá iluminar a los
demás sobre la experiencia de la resurrección de Jesús. Es la única vez que Mt
emplea el término «visión», que se usaba para visiones proféticas (Gn 15,1; Ex
3,3; Dn 2,19; 4,10; 7,2; Job 7,14). Estos tres discípulos serán los que
presencien la oración de Jesús en Getsemaní (26,37). Lo que han presenciado
debería servirles para entender la realidad que se oculta bajo la angustia de
la muerte. II La segunda
lectura es una de las pocas lecturas litúrgicas pertenecientes al último
escrito, cronológicamente hablando, del Nuevo Testamento. No sólo por este
motivo sino sobre todo por su contenido es claro que no fue obra del apóstol
Pedro, primer Papa, aunque se le haya atribuido desde antiguo. Su intención es
alentar a los cristianos de las generaciones siguientes a la primera a la
permanencia y fidelidad, poniéndolos en guardia frente a posibles desviaciones.
La certeza de la victoria total de Cristo se basa, entre otras cosas, en la
Transfiguración, una especie de adelanto teológico de lo que Cristo es y
representa para todos. Contrapone el autor esta realidad a mitos y leyendas
poco de fiar. Y no es que la transfiguración haya de considerase, sin más, un
hecho histórico. Se trata, mejor, de una aceptación y muestra de lo que el
Señor Jesús, el Hijo atestiguado por el Padre, es y significa para todos los
cristianos. Lo de menos es que se diera una voz perceptible por los testigos;
lo realmente importante es que Jesús es el Hijo de Dios y ha de volver a
culminar su obra comenzada. Es importante esta mención de Jesucristo como
fundamento de la vida presente del cristiano, de su fe, de su realidad
histórica en conjunto y, a la vez, la tensión hacia el futuro, hacia la
realización completa. Los símbolos
que utiliza el profeta Daniel se inspiran en la apocalíptica judía del siglo
III a. C. La apocalíptica intentaba presentar las grandes opciones de Dios para
el presente mediante símbolos litúrgicos, cósmicos y sobrenaturales. El blanco
representa la máxima santidad, la presencia divina. Los tronos simbolizan la
capacidad para gobernar la historia. El hijo del hombre, aquel ser humano capaz
de hacer realidad la voluntad de Dios. El evangelio, el episodio de la Transfiguración, tiene una relación directa con el episodio del bautismo (Mt 3,13-17). En ambos descubrimos la experiencia filial como forma permanente de relación con Dios: “Éste es mi Hijo preferido; escúchenle”. La presencia de Moisés y Elías en la escena representan el encuentro con Dios en la Escritura. La voz que desciende del cielo muestra que nuestra relación filial con Dios determina todo nuestro ser. La escucha de Jesús se convierte de ahora en adelante en el gran imperativo cristiano. La experiencia de Jesús durante su bautismo (cf. Mt 3,17) se convierte en el patrimonio de toda la comunidad cristiana, aunque habrá que esperar a la experiencia pascual para descubrir cómo ese camino de ascenso al Padre pasa por la cruz. La vida cristiana es una vida transfigurada, esto es, una vida que se vive a plenitud desde la conciencia de ser hijos de Dios. Debemos abandonar la iniciativa de Pedro de vivir una vida dividida, desarticulada, simbolizada por el deseo de este personaje de levantar tres chozas e instalarse allí en la montaña.
Para la
revisión de vida ¿Revisamos, volvemos a la palabra de
Jesús en las dificultades? ¿Sabemos tomar distancia y abrirnos
a la experiencia de Dios en los reveses? ¿Somos capaces de orar en la
dificultad? Para la
reunión de grupo Revisando
conversaciones o experiencias actuales iluminarlas con la experiencia que
revela el texto de la Transfiguración. Contemplar el mundo y escuchar la voz de
Dios que dice «Éste es mi hijo». Hay varios
detalles que proceden del Antiguo Testamento. Identifícalos. Ejercer el
diálogo con la Palabra donde Jesús adquiere iluminación y sentido buscando el
silencio, la cercanía a la gente y sus problemas. Para la
oración de los fieles Oremos a Dios
Padre, que revela la gloria de su Hijo y confirma su misión en las situaciones
de desamparo y debilidad invitándonos a transfigurarlas: Por todos los
bautizados, para que seamos testimonio con nuestra vida diaria del don de la fe
recibido en el bautismo y continuamente renovado en la Eucaristía. Por todos los
que se juegan su vida por la causa de los pobres, para que no decaiga su ánimo
a pesar de las dificultades. Por todos los
presentes para que sepamos escuchar con fe e imitar al Hijo amado del Padre. Oración
comunitaria Dios, Padre nuestro: en tu Hijo
transfigurado alentaste la esperanza de los discípulos para que aceptasen el
misterio de que sólo la Cruz del esfuerzo es el camino que lleva a la Vida; te
pedimos que fortalezcas también en nosotros la fe en la Resurrección, de modo
que no seamos recelosos a la hora de entregar nuestra vida a la causa del Reino
y al servicio a los hermanos. Por Jesucristo. O bien: Dios de todos los nombres y de
todas las religiones, que a lo largo de la historia humana te has hecho buscar
y te has dejado encontrar misteriosamente por todas las religiones, por medio
de las cuales has dado a tus hijos e hijas la luz de la fe para entender la
realidad de un modo transfigurado, y el coraje del amor para comprometerse en
la transformación del mundo; te pedimos que sigas haciéndonos capaces de
transfigurar nuestra mirada y para transformar nuestra vida y mejorar nuestro mundo.
Nosotros te expresamos estos nuestros profundos deseos, inspirados y movidos
por el Espíritu de Jesús de Nazaret, tu Hijo, nuestro Hermano.
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