DECIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "C" Primera lectura:
Isaías 66, 10-14c EVANGELIO -La mies es abundante y los
braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que mande braceros a su
mies. 3¡En marcha! Mirad que os envío como corderos entre lobos. 4No
llevéis bolsa ni alforja ni sandalias, y no os paréis a saludar por el camino.
5Cuando entréis en una casa, lo primero saludad: "Paz a esta
casa"; 6si hay allí gente de paz, la paz que les deseáis se
posará sobre ellos; si no, volverá a vosotros. 7Quedaos en esa
casa, comed y bebed de lo que tengan, que el obrero merece su salario. No
andéis cambiando de casa. 8Si entráis en un
pueblo y os reciben bien, comed de lo que os pongan, 9curad a los
enfermos que haya y decidles: "Está cerca de vosotros el reinado de
Dios". 10Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a
4as calles y decidles: 11"Hasta el polvo de este pueblo que se
nos ha pegado a los pies nos lo limpiamos, ¡para vosotros! De todos modos, sabed
que está cerca el reinado de Dios". 12Os digo que el día aquel
le será más llevadero a Sodoma que a ese pueblo. 13¡Ay de ti,
Corozain; ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho
las potentes obras que en vosotras, hace
tiempo que se habrían arrepentido vestidas de saco y sentadas en ceniza. 14Por
eso, el juicio le será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. 15Y
tú, Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta el cielo? Bajarás al abismo. 16Quien os escucha a
vosotros, me escucha a mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí; y
quien me rechaza a mi, rechaza al que me ha enviado. 17Los setenta
regresaron muy contentos y le dijeron: -Señor, hasta los demonios se
nos someten por tu nombre. 18Él les contestó: -¡Ya veía yo que Satanás caería
del cielo como un rayo! 19Yo os he dado la potestad de pisar
serpientes y escorpiones y todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá haceros
daño. 20Sin embargo, no sea vuestra alegría que se os someten los
espíritus; sea vuestra alegría que vuestros nombres están escritos en el cielo. COMENTARIOS I La gerencia
de la Conferencia Episcopal Española cifraba en unos 4.000 millones de pesetas
las rentas del clero pata 1978 en razón de sus bienes patrimoniales... - En cuanto
al capital móvil, los ingresos de la Iglesia proceden de tres fuentes
principales: el Estado, con 9.323 millones
en 1982 a través del Ministerio de Justicia; el trabajo remunerado de los
propios sacerdotes, tal vez por encima de los 2.000 millones (muchos de los
sacerdotes dan clases de religión en centros del Estado, a cuyo efecto el
Ministerio de Educación presupuestó en 1982 la cantidad de 1.730 millones de pesetas, y, por último, las
aportaciones directas de los fieles, con un volumen anual superior a 15.000
millones en 1982, según cálculos aproximados. - Los obispos
y el clero secular disponían en 1982 de un dinero líquido valorado en unos
32.000 millones de pesetas. De ellos, en torno al 40 por 100 se dedicaban a
gastos de personal (unas 45.000 ptas. brutas al mes por sacerdote) y el
restante 60 por 100 a actividades pastorales, obras sociales y conservación del
patrimonio (un millón anual por parroquia). - En 1980, el
presupuesto a nivel nacional y diocesano de Cáritas fue de 890 millones de pesetas,
provenientes en su mayor parte de donativos y colectas. - Los 340
institutos religiosos en España tienen, cada uno de ellos, organización
económica independiente, y sus estados de cuentas no son accesibles en la
inmensa mayoría de los casos. Sin embargo, en 1979, una ley del Ministerio de
Hacienda obligó a los institutos religiosos a hacer declaración de sus bienes
patrimoniales, lo que abre la posibilidad, a corto plazo, de que tales balances
económicos sean del conocimiento público.' Son algunos datos,
necesariamente incompletos, que reflejan el volumen económico de la Iglesia
española, entresacados de la revista «Misión Abierta» (1982) 49-59. Pido
disculpas por esta incursión en el mundo de la economía, por donde uno se
mueve como en corral ajeno. Pero la idea me la ha sugerido la lectura del
evangelio de Lucas, que dice así: «Algún tiempo después designó el Señor otros
setenta y dos -hoy la Iglesia tiene aproximadamente más de millón y medio de
personas en todo el mundo, entre clero y religiosos, célibes dedicados a tiempo
pleno- y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares
adonde pensaba ir él. Y les dijo: -La mies es abundante y los obreros pocos;
por eso, rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡En marcha!
Mirad que os mando como corderos entre lobos. No llevéis bolsa, ni alforja ni
sandalias... (Lc 10,lss). Jesús quiso a
los suyos sin seguridades de ningún tipo: ni bolsa, ni alforja, ni sandalias,
pobres de verdad. Sus discípulos deberían andar por el mundo como por un templo
a cuya entrada era costumbre dejarlo todo. Su única seguridad debería ser Dios
y no los bienes de la tierra. Tal vez pueda
decir alguno que eran otros tiempos. Algo, no obstante, me parece claro: con la
organización y el montaje eclesiástico actual difícilmente podrá la Iglesia
evangelizar de acuerdo con las radicales recomendaciones del Maestro nazareno.
O cambia de sistema, o no puede ser
fiel al evangelio. Para mantener tanto tinglado, tan inmensa plantilla y tantas
obras de asistencia hace falta mucho dinero. Y para conseguirlo hay que entrar
necesariamente en el juego de la economía capitalista, de la política y del
poder. Es el precio de la supervivencia de la estructura eclesiástica actual,
no necesariamente eterna, y a todas luces poco evangélica. II El anuncio de que es posible que los hombres seamos libres y la lucha
por alcanzar la libertad y profundizar en ella mediante la práctica del amor
(véase comentario anterior) es el núcleo de la tarea que tenemos encomendada
los cristianos, la médula del compromiso cristiano: ser libres y liberadores
para que entre los hombres sea posible el amor. Pero ¿es posible realizar esta
tarea? ¿Se puede mantener la fidelidad a tal compromiso en medio de un mundo
como éste? La misión no es fácil: no faltarán problemas y basta puede correr
la sangre. ¿Cómo, pues, realizar esta misión? En el evangelio de este domingo
tenemos las instrucciones. LA MIES ES MUCHA Después de esto el Señor
designó a otros setenta y los mandó por delante, dedos en dos, a todos los
pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les dijo: -La mies es abundante y los
braceros pocos; por eso, rogad al Señor de la mies que envíe braceros a su
mies. Subiendo a
enfrentarse con Jerusalén, atraviesa Jesús la región de Samaria, despreciada
por los judíos, que consideraban herejes a sus habitantes: los samaritanos
correspondían a ese desprecio y no mantenían relaciones demasiado cordiales con
los judíos; por eso, cuando se enteran de que Jesús va a Jerusalén, se niegan a
recibirlo (Lc 9,52-53). Jesús, sin embargo, acepta nuevos discípulos, que se
unen a él «mientras iban por el camino» (Lc 9,52-62); no importa que sean
samaritanos, sólo es necesario que sepan que el camino que emprenden no los hará
ricos -«Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hombre no
tiene donde reclinar la cabeza» (Lc 9,58)-, que abandonen la herencia del mundo
viejo para construir una humanidad nueva -«Deja que los muertos entierren a sus
muertos; tú vete a anunciar por ahí el reinado de Dios» (Lc 9,60)- y que,
comprometidos con ese futuro radicalmente nuevo, no sucumban a la tentación de
una nostalgia paralizadora que los incapacitaría para la misión -«El que echa
mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios» (Lc 9,62)-,
pues en adelante «lo que importa es una nueva humanidad» (primera lectura). Para Mateo y Marcos, Galilea es la puerta del
paganismo; para Lucas, este papel lo desempeña Samaria; si Galilea era la
región que limitaba geográficamente con los pueblos paganos, Samaria estaba,
desde el punto de vista religioso, entre Israel y el paganismo. Por otro lado,
el número de los enviados a esta nueva misión, setenta, como el número de todas
las naciones del mundo (véase Gn 10) indica que se trata de un anticipo de la
misión entre los paganos: todo el mundo, la humanidad toda, espera que se le
anuncie el mensaje liberador de Jesús. COMO CORDEROS ENTRE LOBOS En marcha! Mirad que os
envío como corderos entre lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias, y
no os paréis a saludar por el camino. Cuando entréis en una casa, lo primero
saludad: «Paz a esta casa ... comed y bebed de lo que tengan, que el obrero
merece su salario». La misión de
los enviados de Jesús no será fácil (ni la de los setenta ni la de los que
sigan tras ellos). Decir a los pobres que Dios está de su parte y que no es
culpa suya, sino de los ricos, que sean pobres (véase comentario núm. 34);
prevenir a los creyentes para que se anden con cuidado con todas las instituciones
que, como Jerusalén se empeñan en mantener a sus fieles en permanente minoría' de edad y hacerles saber que Dios no
necesita intermediarios para mostrar su amor a quienes El quiere que sean sus
hijos (véase comentario núm. 24); decir que el poder no viene de Dios, sino que
pertenece al diablo (Lc 4,6-7, véase comentario núm. 10)... Todo esto va a
desenmascarar a muchos lobos con piel de oveja que atacarán sin piedad a los
mensajeros de la Buena Noticia de Jesús. No llevarán escolta ni armas para
defenderse de ellos, porque esto seria confiar en las mismas fuerzas en las que
se sustenta el mundo que hay que cambiar; tampoco deben prever nada para
asegurar su sustento; la humanidad que sufre es sensible a las necesidades de
los demás, y aunque sufrirán persecución y en ocasiones ser verán rechazados,
no faltarán muestras de solidaridad: «comed y bebed de lo que tengan...» Los setenta
enviados debieron seguir fielmente estas instrucciones, pues tuvieron mucho
éxito: «Los setenta regresaron muy contentos y le dijeron: Señor, hasta los
demonios se nos someten por tu nombre». Los hombres se iban liberando no sólo
por fuera, sino también por dentro, descubriendo la mentira de las ideologías
que les hacían creer que las cosas eran como eran porque Dios así lo había
decidido, que el mundo estaba bien y que nada había que cambiar, que a lo sumo
alguna pequeña reforma... Los setenta no parece que
arrastraran masas; se limitaron a despabilar conciencias, como siguen haciendo
hoy tantos y tantos cristianos que, corderos en medio de lobos, descubren a los
hombres que pueden llegar a ser libres, y siendo libres, hacerse hijos de Dios
viviendo como hermanos. Esta es nuestra tarea, y las instrucciones las mismas
que recibieron aquellos setenta enviados. No nos vendría mal hacer una revisión
para ver cómo las cumplimos y silos resultados se corresponden con los que
ellos obtuvieron. III
«Después de
esto, el Señor designó a otros Setenta» (10,la). En paralelo con la elección y
misión de los Doce, Lucas, y solamente él, narra la designación y la misión de
los Setenta. Puede muy bien afirmarse que esta segunda llamada es una creación
de Lucas. Los evangelistas son muy libres no sólo en la elección de los
materiales, sino en la creación de nuevas situaciones, escenas o discursos,
con tal de adaptar el anuncio del mensaje a la nueva situación que viven sus
comunidades, al tiempo que reflejan los problemas del presente. No redactan una
crónica, con noticias como las que nos sirven los periódicos, la radio o la
televisión. Quieren comunicar una «buena noticia» (¡de malas noticias ya
tenemos bastantes!), una noticia que les ha afectado profundamente y que se ha
traducido en una experiencia de vida. Por eso Lucas, una vez que ha sido proclamada
la buena noticia de Jesús a hombres que no tenían nada que ver con el judaísmo
y ha encontrado entre los paganos una acogida sin igual, trata de averiguar los
motivos que han producido ese impacto situando la escena -mediante el
procedimiento literario del doblete en el tiempo de Jesús. Se anticipa así la
respuesta que éste habría dado, si hubiese estado presente, ante aquella
situación completamente nueva. En el fondo, es una muestra fehaciente de la
conciencia que tiene la comunidad de que Jesús está vivo y de que sigue
hablándole, como decía san Ignacio, el obispo de Siria, a los cristianos de
Efeso: «Vosotros no hagáis caso a nadie más que a Jesús Mesías, que sigue
hablándoos realmente» (IgEf 6,2). Valiéndose de
la misión de los Doce (6,13) como de paradigma, Lucas redacta ahora una nueva
bajo el signo de la universalidad, a fin de dar perfiles definidos a la nueva
llamada de discípulos que acaba de realizar en territorio samaritano
(9,57-62). La misión de los Doce,
tanto en territorio judío (9,1-10) como en territorio samaritano (9,52-53)-si
bien, como es obvio, por razones opuestas-, ha sido un verdadero fracaso.
Jesús, sin embargo, no se desanima. «Después de esto», de la llamada de nuevos
discípulos (tres también -cf. 5,1 - 11-, pero anónimos), «designó el Señor a otros Setenta», además de los Doce.
Mientras aquéllos ejemplificaban el nuevo Israel (las doce tribus), los setenta
tenían que representar la nueva humanidad (según el cómputo judío, las
naciones paganas eran en número de setenta). «El Señor» hace referencia al
Resucitado. (La variante «Setenta y dos», contenida en numerosos manuscritos y
adoptada por muchos traductores, constituye un intento de reconducir la apertura
a la universalidad, esbozada en el número «siete/setenta», al recinto de
Israel, delimitado por un múltiplo de «doce» [6 x 12 = 72].) LA MISIÓN DE LOS SETENTA, UN ÉXITO SIN PRECEDENTES Jesús los
envía «de dos en dos» (10,lb), formando un grupo o comunidad, con el fin de que
muestren con hechos lo que anuncian de palabra. «La mies es abundante y los
braceros pocos» (10,2a). La cosecha se prevé abundante, el reinado de Dios
empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene,
hay de sobra: ésta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta
explicaciones ni estadísticas: la presencia de la comunidad se ha de notar por
los frutos abundantes que produce. Faltan braceros, personas que coordinen las
múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, animadores y
responsables, para que los más necesitados participen de los bienes que
sobreabunden. Restringir el sentido de «braceros» a sacerdotes, religiosos o
misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya
gente, seglares o no, que tengan sentido de comunidad, que velen para que no se
pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de pedir que
el Señor «mande braceros a su mies» (10,2b). Pedir es tomar conciencia de las
grandes necesidades que nos rodean y poner los medios necesarios, quiere decir
confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no puede haber paro
entre las comunidades del reino. EL RIESGO DE SER ENVIADO «¡Id! Mirad
que os envío como corderos entre lobos» (10,3). Toda comunidad debe ser
esencialmente misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición
sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores,
usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo
de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá
Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres. «No llevéis bolsa
ni alforja ni sandalias» (10,4a). Como en la misión de los Doce, Jesús insiste
en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir techo y
mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a
la gente de todo aquello que los atormente (vv. 5-9a). La buena noticia ha de consistir en el anuncio de que «Ya ha
llegado a vosotros el reinado de Dios» (10,9b). Empieza un orden nuevo, cuyo
estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso, empero, es irreversible.
La comunidad ya tiene experiencia de ello. «Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid
a las calles y decidles: "Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha
pegado a los pies nos lo sacudimos; ¡para vosotros! De todos modos, sabed que
ya ha llegado el reinado de Dios"» (10,10-11). Nada de venganzas ni de
compromisos, nada de amenazas ni de juicios de Dios. «Sacudirse el polvo de los
pies» significa romper las relaciones, pero sin guardar odio. Hay mucho campo
para correr. El sentido de fracaso es extraño a los enviados. «¡Ay de ti
Corozaín..., Betsaida..., Cafarnaún!» (10,13-15). Jesús contrasta tres ciudades
de Galilea con Sodoma, Tiro y Sidón, tres ciudades paganas. Se trata de dos
descripciones completas (tres nombres), a la par que reales (nombres propios),
de dos situaciones antagónicas. Prevé ya que la respuesta de los paganos será
muy superior a la del pueblo escogido. No siempre los hombres religiosos y
observantes son el mejor terreno de cultivo para la experiencia del reino. LA ALEGRÍA POR UN TRABAJO
BIEN HECHO «Los Setenta
regresaron muy contentos» (10,17a). El retorno de los Doce no fue alegre. Los
Setenta, despreciados por los judíos por el mero hecho de ser samaritanos, han
experimentado la alegría que brota de una tarea bien hecha. «Señor, hasta los
demonios se nos someten por tu nombre» (10,17b). Se dan cuenta de que han
liberado a mucha gente de falsas ideologías, de todo aquello que los fanatizaba
y nos les permitía ser hombres libres. Y esto, a pesar de que no se ha dicho -a
diferencia de los Doce- que Jesús les hubiese dado «poder y autoridad sobre
toda clase de demonios» (cf. 9,1). Sólo libera quien es verdaderamente libre.
Jesús interpreta la liberación producida por los Setenta como el principio del
fin de los adversarios del plan de Dios, personificados por el adversario por
antonomasia: « ¡Ya veía yo que Satanás caería del cielo como un rayo!» (10,18).
Los Doce, ávidos de venganza contra los samaritanos, le habían propuesto:
«Señor, si quieres, decimos que caiga un rayo y los aniquile» (9,54). Jesús los
conminó como si estuviesen endemoniados (9,55). La escala de valores del
«mundo», como «sistema» de dominación y de poder, toma posesión del hombre
invirtiendo los planes del designio de Dios. Las consecuencias están a la
vista: hambre, miseria, paro, guerras, droga, malversación, terrorismo,
inseguridad ciudadana... Mientras no se produzca un cambio radical de valores,
no haremos más que ponerle remiendos. Para designar
los principios falsos de la sociedad, Jesús emplea términos seculares:
«serpientes y escorpiones», «el ejército enemigo». A pesar del veneno y del
poder destructor que almacenan, «nada podrá haceros daño», puesto que «os he
dado potestad para pisotearlos» (10,19). No hay bomba atómica o de neutrones
que pueda neutralizar el empuje de una teología realmente liberadora. «Sin embargo, no sea vuestra
alegría que se os sometan los espíritus; sea vuestra alegría que vuestros
nombres están escritos en el cielo» (10,20). Jesús no quiere ninguna especie de
dependencia ni de complacencia: la alegría ha de consistir en la experiencia
interior de sentirse hijos amados de Dios. Todo aquello que es externo, se
puede contabilizar... y esfumarse. Lo que sale de dentro, configura y realiza
la persona. IV La alegría
del pueblo de Israel cuando contempla su renacer después de todas las amarguras
del destierro la muestra el tercer Isaías con la figura del parto y los hijos
recién nacidos que necesitan de la madre para mamar de sus pechos y recibir sus
consuelos, los llevaran en sus brazos y sobre las rodillas los acariciarán.
Están en la mano del Señor y como a un niño a quien su madre consuela, así os
consolaré yo. La figura de
Dios Madre es muy querida para los profetas. Sin duda la experiencia familiar
del padre, de la madre y de los hijos, es quizás la más admirable y
comprensible para todos, cuando se quiere hablar del amor de Dios. Cuando la
Biblia habla de Dios Padre, ciertamente no está determinando el género
masculino de la divinidad. Es cierto que esta denominación y esta traducción
están condicionadas sociológicamente y sancionadas por una sociedad de carácter
varonil. Pero, realmente, a Dios no se le quiere concebir simplemente como a un
varón. Sobre todo en los profetas, Dios presenta rasgos femeninos maternales.
La noción de Padre aplicada a Dios, debe interpretarse simbólicamente. Padre
es un símbolo patriarcal -con rasgos maternales-, de una realidad transhumana y
transexual que es la primera y la última de todas. El profeta
Oseas en el capítulo undécimo, trae uno de los textos más bellos del Antiguo
Testamento. La experiencia del amor de Dios hace decir al profeta que el Señor
ha ejercido las tareas de un padre-madre con el pueblo. También otros profetas
presentan a Dios con características materno-paternales: un Dios que consuela a
los hijos que se marchan llorando, porque los conduce hacia torrentes por vía
llana y sin tropiezos (Jer 31,9); un Dios a quien le duele reprenderlos: ¡Si es
mi hijo querido Efraim, mi niño, mi encanto! Cada vez que le reprendo me
acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión. (Jer
31,20). Esa ternura
del amor de Dios queda expresada de manera inigualable en la figura de la
madre: ¿Puede una
madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues
aunque ella se olvide, yo no te olvidaré (Is 49,15). Como a un
niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo (Is 66,13). Realmente el
pueblo se sentía hijo de Yahveh. Desde la primera experiencia salvífica de Dios
en la salida de Egipto, el Señor ordenó a Moisés decir al Faraón: Así dice el
Señor. Israel es mi hijo primogénito, y yo te ordeno que dejes salir a mi hijo
para que me sirva (Ex 4,23). Y esa seguridad que la experiencia de Dios-Padre
daba a los israelitas no les permitía sentirse huérfanos porque, si mi padre y
mi madre me abandonan, el Señor me recogerá (Sal 27, 10). La paternidad
de Dios evocaba también una atención especial y una relación de protección de
frente a aquellos que necesitaban ayuda y cuidado. Los profetas muestran la
predilección de Dios por los pobres, los pecadores, los huérfanos y las viudas,
en una palabra por todos aquellos que sólo podían esperar la salvación de la
intervención amorosa del Padre-Madre que se preocupa más por los hijos
desprotegidos y abandonados que por los demás. Salmo 65
(66): Bendito sea Dios que no me ha retirado su amor Se trata de
un salmo cuya primera parte es un himno de alabanza y luego, a partir del
versículo 13 continúa con una acción de gracias. Los motivos
de la alabanza son el poder soberano de Dios en favor de la humanidad, los
prodigios que vivió el pueblo a la salida de Egipto, el paso del Mar Rojo y
como se fueron rindiendo los enemigos. Se invita a
todos los pueblos a alabar al Señor, ya no por las acciones pasadas sino por
los beneficios a la comunidad del salmista que se convierten entonces en
motivos para la acción de gracias, peligros y pruebas ante las cuales la
comunidad acude al Señor quien los escucha. Todo el salmo
es una invitación a los oyentes: la tierra entera, el pueblo de Israel, y los
fieles a Dios, para alabar al Señor y dar gracias, porque Dios nos salva y nos
protege aunque nos haga pasar por fuertes pruebas. Gal 6, 14-18:
¿Para qué ser bien vistos en lo humano si no puedo gloriarme en la cruz de
Cristo? En la
despedida de su carta a los Gálatas, Pablo de manera muy sintética reafirma dos
de sus temas preferidos. La salvación no se da por la ley, y el hombre en
Cristo es una nueva criatura. La
circuncisión era una muestra clara del cumplimiento de la Ley, pero Pablo les
dice a los Gálatas que la salvación no proviene de la ley sino de Cristo. Y se
apoya en la Cruz, signo de ignominia para los romanos, los paganos y los
judíos, que ahora es el signo de la victoria y de la salvación, y por eso Pablo
se gloría en ella, como también todos los cristianos, porque de ella brota la
vida. Circuncidarse
o no circuncidarse no es lo importante. Lo importante es renacer como nueva
criatura. El mundo de la ley ha muerto. Ya no hay diferencia entre judíos y
paganos. Ya no hay circuncisos e incircuncisos, lo único que cuenta es el
hombre nuevo, el hombre que es capaz de superar la tragedia del pecado y
realizar el proceso de la resurrección de Jesús, para vivir como una persona
nueva. Lc 10,
1-12.17-20: Envío de los 72 discípulos Por segunda
vez en el evangelio de Lucas, Jesús envía a sus discípulos a la misión. Ahora
la época de la cosecha ha llegado y es necesario muchos obreros para recoger la
mies; son setenta y dos, un número que evoca la traducción de los Setenta en
Génesis 10, en donde aparecen setenta y dos naciones paganas. Jesús va camino
hacia Jerusalén, el camino que debe ser modelo del camino de la Iglesia futura.
Salen de dos en dos para que el testimonio tenga valor jurídico según la ley
judía (cfr. Dt 17,6; 19,15). La misión no
será fácil; debe llevarse a cabo en medio de la pobreza, sin alforjas ni
provisiones. La misión es urgente y nada puede estorbarla, por eso no pueden
detenerse a saludar durante el camino; tampoco los discípulos deben forzar a
nadie para que los escuchen pero sí es el deber anunciar la proximidad del Reino.
Este modelo
de evangelización es siempre actual. Ciertamente es una tarea difícil si se
quiere ser fieles al evangelio de Jesús. Muchas veces por una falsa comprensión
de la inculturación se hacen concesiones que van contra la esencia del
evangelio. Cuando los
discípulos regresan de la misión están llenos de alegría. Hay una expresión que
merece un poco de atención: Hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
¿Qué significado tienen los demonios? Una breve explicación del término se dará
al final. Jesús
manifiesta su alegría porque se han vencido las fuerzas del mal, porque él
rechaza cualquier forma de dominio, y exhorta a sus discípulos a no
vanagloriarse por las cosas de este mundo. Lo importante es tener el nombre
inscrito en el cielo, es decir participar de las exigencias del Reino y vivir
de acuerdo con ellas (cfr. Ex 32,32). Hay otro
motivo de alegría para bendecir la Padre. Sus discípulos son una muestra de que
el Reino se revela a los sencillos y humildes. No son los conocimientos lo que
permite la experiencia del Reino. Es esa experiencia de Dios por medio del
contacto íntimo con Jesús y su seguimiento. Para la
revisión de vida ¿Podría ser yo -un cualquiera como
soy- uno de los discípulos comunes que Jesús envió? ¿O considero que sólo los
grandes pueden ser «apóstoles»? ¿Tengo capacidad para captar, desde
mi pequeñez, «estas cosas del Reino de Dios», que muchas veces los grandes y
sabios no captan? ¿Me ayudan mi sencillez y humildad? ¿Estoy feliz de saborear
en el corazón esta sabiduría? «Como un niño a quien su madre
consuela, así los consolaré yo a ustedes» (Is 66,13). ¿Son todas masculinas las
imágenes con que yo me relaciono con Dios? ¿O casi todas? Aparte del número, en
realidad, mi imagen de Dios es masculina, patriarcal? ¿Qué significa eso? Para la
reunión de grupo ¿Vale este
texto para aplicarlo a nuestra situación actual, cuando en realidad, más que
hora de cosechar es hora de sembrar? «Los pobres y
los ricos están en igualdad de oportunidades ante la salvación de Dios».
Discutir esa frase. ¿Es verdad? ¿En qué aspectos sí y en cuáles no? ¿Tiene Dios
acepción de personas? ¿Es irrelevante ante Dios ser rico o pobre? ¿Qué será eso
que en teología se llama el «privilegio hermenéutico» de los pobres?
[«hermenéutico» = interpretativo, de interpretación]. ¿A qué se
referirá Jesús cuando habla de «estas cosas» que han sido reveladas a los
pequeños y que no logran captar los sabios e inteligentes? Para la
oración de los fieles Coloquemos
nuestras peticiones en la mesa eucarística, con la seguridad de que el
Padre-Madre del cielo las acogerá con ternura y amor. Te pedimos
por tu Iglesia, para que sea reveladora de tu voluntad y acoja a los sencillos
y humildes como portadores de tu palabra para el mundo de hoy. R/ Te rogamos,
óyenos. Por todos los
aquí reunidos, para que seamos capaces de comunicar el amor de Dios,
Padre-Madre, a todos nuestros hermanos. R/ Te rogamos, óyenos. Te pedimos
que envíes evangelizadores comprometidos con el evangelio, que sepan irradiar
con sus vidas el amor que han recibido del Señor. R/ Te rogamos, óyenos. Oración
comunitaria Te rogamos, Padre Bueno que acojas
las súplicas que te hemos presentado y nos recibas y consueles a nosotros
mismos de la misma manera que una madre acoge y consuela a sus pequeños hijos.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
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