VIGESIMOPRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO "C" Primera lectura:
Isaías 66, 18-21 EVANGELIO -Señor, ¿son pocos los que se
salvan? Jesús les dio esta respuesta: 24-Forcejead para
abriros paso por la puerta estrecha, porque os digo que muchos van a intentar
entrar y no podrán. 25Una vez que el dueño de la casa se levante y
cierre la puerta, por mucho que llaméis a la puerta desde fuera diciendo:
"Señor, ábrenos", él os replicará: "No sé quiénes sois". 26Entonces
os pondréis a decirle: "Si hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado
en nuestras plazas"; 27pero él os responderá: "No sé
quiénes sois; ¡lejos de mí todos los que practicáis la injusticia! " 28Allí
será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac, a
Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras a vosotros os echan
fuera. 29Y también de oriente y occidente, del norte y del sur,
habrá quienes vengan a sentarse en el banquete del reino de Dios. 30Y así hay últimos
que serán primeros, y primeros que serán últimos. COMENTARIOS I Muchos de los
párrafos del evangelio aluden directamente a las circunstancias históricas que
atravesaba el pueblo de Israel, a quien Jesús dirigía su mensaje. En cierta
ocasión «uno le preguntó: -Señor, ¿ son muchos los que se salvan? Jesús les
dio esta respuesta: -Forcejead para abriros paso por la puerta estrecha,
porque os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Una vez que el dueño
de la casa se levante y cierre la puerta, por mucho que golpeéis la puerta
desde fuera gritando: 'Señor, ábrenos', él os replicará: 'No sé quiénes sois'.
Entonces os pondréis a decirle: 'Si hemos comido y bebido contigo, y tú has
enseñado en nuestras calles'; pero él os responderá: 'No sé quiénes sois;
¡lejos de mí, so malvados! Allí será el llanto y el apretar de dientes, cuando
veáis a Abrahán, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios,
mientras a vosotros os echan fuera. Y también de oriente y de occidente, del
norte y del sur, habrá quienes vengan a sentarse en el banquete del reino de
Dios. Mirad: Hay últimos que serán primeros y hay primeros que serán últimos'»
(Lc 13,22-30). A la pregunta
que le hacen a Jesús, éste no responde diciendo el número de gente que se va a
salvar, sino indicando cómo hay que actuar para formar parte de su comunidad, o
lo que es igual, para entrar en el reino de Dios. Esto no es cosa fácil, en
principio, pues hay que 'forcejear' para entrar por la puerta estrecha, o lo
que es igual, hay que hacerse violencia para hacer propia la opción por Jesús y
ponerla en práctica. No se trata ya de pertenecer a un pueblo o no; hay que
adherirse al mensaje de Jesús y ponerlo en práctica. Mientras Jesús vive, el
pueblo de Israel, en calidad de pueblo elegido, está a tiempo de optar por
Jesús; después de su muerte, «cuando el dueño de la casa se levante y cierre la
puerta», habrá terminado la etapa de privilegio del pueblo de Israel, y
quienes perteneciendo a este pueblo lo hagan, lo harán a título individual. Tras la
muerte y resurrección de Jesús, con la que se efectúa la reconciliación entre
paganos y gentiles, cualquiera, de oriente y occidente, del norte y del sur,
pertenezca o no al pueblo de Israel, podrá sentarse a la mesa en el banquete
del reino de Dios, pues el reino, la comunidad cristiana, es una comunidad de
puerta estrecha -a la que se entra forcejeando-, pero abierta para quien desee
adherirse al mensaje de Jesús. De ahí que
haya primeros -los que desde siempre, perteneciendo al pueblo de Israel,
gozaron de ser el 'pueblo elegido'- que serán últimos -como los paganos- y
últimos que serán primeros. Con la muerte
de Jesús se termina la etapa de los privilegios de unos pueblos sobre otros y
Dios ofrece su salvación a todos por igual. Ya no bastará con pertenecer a un
pueblo, a una raza, a un a cultura para salvarse, sino que la entrada en el
reino, puerta de salvación, se realizará por la opción personal y por la
adhesión individual al mensaje vivido en la práctica de cada día. II ¿Está realmente difícil? Si tenemos en cuenta que ser seguidor de Jesús
y estar salvado son una misma cosa y si son cristianos todos los que lo dicen
que lo son... no parece que sea demasiado difícil. ¿No estaremos engañados -y
engañando- acerca de lo que es ser cristiano? ¿SON POCOS LOS QUE SE SALVAN? Camino de la ciudad de
Jerusalén, enseñaba en los pueblos y aldeas que iba atravesando. Uno le
preguntó: -Señor, ¿son pocos los que
se salvan? Por culpa de
equivocadas respuestas a esta pregunta, muchos creyentes han vivido
angustiados en los últimos dos mil años, y esa angustia les ha impedido gozar
de la alegría de la salvación: el miedo al castigo eterno, la imagen de un Dios
justiciero y vengativo, les ha impedido gozar de la dicha de saber que Dios es
un Padre bueno que no es capaz más que de hacer el bien a sus hijos. La salvación, como el reino de Dios, no es
una realidad perteneciente a la otra vida, al más allá, y que, por consiguiente,
sólo se puede alcanzar después de la muerte; la salvación del hombre consiste en participar de la vida de Dios, por
lo que, desde el momento en que un individuo acepta la fe en Jesús y se
incorpora a la comunidad cristiana, desde el momento en que recibe el Espíritu
de Dios y puede llamar a Dios «Padre», desde ese mismo momento puede decir que
ya está salvado; así, Lucas, en la parábola del sembrador, hace coincidir el
momento de llegar la fe y el de alcanzar la salvación -«Los de
junto al camino son los que escuchan, pero luego llega el diablo y les quita el
mensaje del corazón para que no crean y se salven»
(8, 12)-, como en su segundo libro, los Hechos de los Apóstoles, en el que,
refiriéndose a los nuevos miembros de la comunidad, dice: «El señor les iba
agregando a los que día tras día se iban
salvando» y la carta a los Efesios
se expresa así: «Estáis salvados por
pura generosidad» (Ef 2,5.8; véase también 1 Cor 1,18; 2 Cor 2,15, y en
especial, Lc 19,9). Por supuesto
que salvación se refiere también a la
vida después de la muerte; pero no es algo que tengamos que conseguir, puesto
que ya lo tenemos; Dios ya nos lo ha dado, y El no se va a volver atrás; si
nosotros no nos suicidamos, la vida
que hemos recibido de nuestro Padre Dios nadie nos la va a quitar; poca cosa es
la muerte de un cuerpo para conseguir acabar con la vida de Dios. UNA PUERTA ESTRECHA Forcejead para abriros paso
por la puerta estrecha, porque os digo que muchos van a intentar entrar y no
podrán. Una vez que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, por
mucho que llaméis a la puerta... Entonces os pondréis a decirle: «Si hemos comido
contigo... y tú has enseñado en nuestras plazas»; pero él os responderá:
«¡Lejos de mí todos los que practicáis la injusticia!» El proyecto
de Jesús, construir un mundo de hermanos, es una empresa capaz de entusiasmar a
cualquiera; pero el entusiasmo, por sí solo, no basta; por otro lado, no hay ya
ningún tipo de pase de favor; lo hubo
en una etapa de la historia de la
salvación, en la que el pueblo de Israel fue elegido para dar comienzo a la
historia de la liberación de toda la humanidad. Durante esa etapa los
israelitas, aunque esperaban que el Señor hiciera notar de manera más clara que
ejercía su reinado (1s2,1-4; 24,23; 33,22; Sal 44,5.8), eran su propiedad particular entre todos los pueblos (Ex 19,5; Dt
29,12); sólo tenían que nacer para formar parte del pueblo de Dios; pero,
declara Jesús, esa etapa era provisional y está ya terminada, y a partir de
ahora lo que franqueará el paso por la estrecha puerta que da a la salvación
será el esfuerzo, el compromiso personal -por esa puerta sólo se puede pasar de
uno en uno con la apasionante pero dura y conflictiva tarea (véase comentario
anterior) de convertir este mundo en un mundo de hermanos. La estrechez de la
puerta no es un filtro para que sólo pasen algunos privilegiados, sino el símbolo
de las dificultades, que en las circunstancias presentes tendrá que superar
cada uno de los que decidan dar la espalda al mundo este y esforzarse para que
pueda nacer un mundo nuevo. SON
POCOS, PERO PUEDEN SER TODOS Y también de oriente y de
occidente, del norte y del sur, habrá quienes vengan a sentarse en el banquete
del reino de Dios. Y así hay últimos que serán primeros y primeros que serán
últimos. Esa puerta,
aunque sea estrecha, no cerrará el paso a nadie que sinceramente quiera
atravesarla; al contrario: la puerta de la salvación se abre ahora a los cuatro
puntos cardinales, a toda la humanidad, y los israelitas podrán gozar de ella
si, personalmente, deciden incorporarse también a esta tarea. Pero, a partir de
ahora, en las mismas condiciones que cualquier otro: Dios ofrece su vida, su
salvación, a todo el que quiera aceptarla, a todo el que esté dispuesto a
esforzarse para conquistarla él y para toda la humanidad. Dios quiere ser Padre
de todos los que estén dispuestos a luchar para que, cueste lo que cueste,
todos podamos vivir como hermanos. Reflexionemos
un momento sobre nuestra situación presente: ¿es realmente estrecha la puerta
de acceso a la comunidad cristiana? ¿No somos cristianos simplemente porque
nuestros padres lo son, porque nuestra sociedad, de nombre al menos, es
mayoritariamente cristiana? ¿No será que estamos desvirtuando la salvación que
Dios nos ofrece? ¿No estaremos renunciando a esa salvación al retrasaría hasta
después de la otra vida? ¿No estaremos reduciendo el ser hijos de Dios a un
papel oficial, a la inscripción de nuestro nombre en un registro? III
El centro de la secuencia concluye con un colofón
donde se insiste en la enseñanza continuada de Jesús: «Camino de Jerosólima,
enseñaba por las aldeas y pueblos que iba atravesando» (13,22). Cuando la
enseñanza en la sinagoga le ha sido prohibida, sigue enseñando «por las plazas»
de pueblos y aldeas (cf. v. 26). Nótese que, a diferencia de 9,51, Lucas no
tiene ningún interés en subrayar el carácter sacral («Jerusalén») de la ciudad,
ya que en el presente pasaje sólo le importa recordar la dirección en términos
puramente geográficos («Camino de Jerosólima»). El cuadro de
la izquierda está introducido por una interpelación: «¿Señor, son pocos los
que se salvan?» (13,23). ¿'Se salvará' sólo el resto de Israel? ¿Hará causa
común Jesús con los que se han distanciado de las instituciones judías y se han
refugiado en el desierto (un ejemplo conocido: la comunidad de Qumrán), a la espera
de una intervención espectacular de Dios a favor de este resto de escogidos?
Según la respuesta de Jesús, no hay israelitas privilegiados, ni siquiera el
resto de Israel, que se ha constituido como núcleo del pueblo salvado por Dios:
«Forcejead para abriros paso por la puerta estrecha, porque os digo que van a
intentar entrar y no podrán» (13,24). Estos 'muchos' se corresponden,
ciertamente, con los 'pocos' de la pregunta, pero el alcance de la respuesta
es totalmente otro. La 'puerta estrecha' es la entrada en la comunidad que
Jesús propugna. No entrará en ella ninguno de los que «practican la injusticia»
(13,27), por mucho que hayan convivido con él y hayan escuchado su enseñanza.
Se han acabado las prerrogativas nacionales, incluso las del pueblo de Dios
(«No sé quiénes sois, ni de dónde sois»: 13,25.27). Solamente entrarán los que
hayan seguido su enseñanza, pertenezcan a Israel («cuando veáis a Abrahán, a
Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios»: 13,28) o no («Y
también de oriente y occidente, del norte y del sur, habrá quienes vendrán a
sentarse en el banquete del reino de Dios»: 13,29). También nosotros, si no
cambiamos de mentalidad y 'practicamos la justicia', nos podríamos encontrar
'fuera'. IV Es la misma
actitud que notamos a propósito de la parusía: los discípulos preguntan
"cuándo" se producirá el retorno del Hijo del hombre y Jesús responde
indicando "cómo" prepararse para ese retorno, qué hacer durante la
espera (Mt 24,3-4). Esta forma de actuar de Jesús no es extraña ni poco cortés;
es la forma de actuar de alguien que quiere educar a los discípulos y pasar del
plano de la curiosidad al de la sabiduría, de las preguntas ociosas que apasionan
a la gente, a los verdaderos problemas que sirven para el Reino. Entonces, en
este evangelio Jesús aprovecha la oportunidad para instruir a los discípulos
sobre los requisitos de la salvación. La cosa nos interesa naturalmente en sumo
grado también a nosotros, discípulos de hoy que estamos frente al mismo
problema. Pues bien,
¿qué dice Jesús respecto del modo de salvarnos? Dos cosas: una negativa, otra
positiva; primero, lo que no sirve y no basta, después lo que sí sirve para
salvarse. No sirve, o en todo caso no basta para salvarse el hecho de
pertenecer a determinado pueblo, a determinada raza o tradición, institución,
aunque fuera el pueblo elegido del que proviene el Salvador: "Hemos comido
y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas... No sé de dónde son
ustedes". En el relato de Lucas, es evidente que los que hablan y
reivindican privilegios son los judíos; en el relato de Mateo, el panorama se
amplía: estamos ahora en un contexto de Iglesia; aquí oímos a cristianos que
presentan el mismo tipo de pretensiones: "Profetizamos en tu nombre (o sea
en el nombre de Jesús), hicimos milagros... pero la respuesta de Señor es la
misma: ¡no los conozco, apártense de mí! (Mt 7,22-23). Por lo tanto, para
salvarse no basta ni siquiera el simple hecho de haber conocido a Jesús y
pertenecer a la Iglesia; hace falta otra cosa. Justamente
esta "otra cosa" es la que Jesús pretende revelar con las palabras
sobre la "puerta estrecha". Estamos en la respuesta positiva, en lo
que verdaderamente asegura la salvación. Lo que pone en el camino de la
salvación no es un título de propiedad (no hay títulos de propiedad para un don
como es la salvación), sino una decisión personal. Esto es más claro todavía en
el texto de Mateo que contrapone dos caminos y dos puertas –una estrecha y otra
ancha– que conducen respectivamente una al vida y una a la muerte: esta imagen
de los dos caminos Jesús la toma de Deut 30,15ss y de los profetas (Jer 21,8);
fue para los primeros cristianos, una especie de código moral. Hay dos caminos
–leemos en la Didaché–, uno de la vida y otro de la muerte; la diferencia entre
los dos caminos es grande. Al camino de la vida le corresponden el amor a Dios
y al prójimo, el bendecir a quien maldice, perdonar a quien te ofende, ser
sincero, pobre; en suma, los mandamientos de Dios y las bienaventuranzas de
Jesús. Al camino de la muerte le corresponden, por el contrario, la violencia
la hipocresía, la opresión del pobre, la mentira; en otras palabras lo opuesto,
a los mandamientos y a las bienaventuranzas. La enseñanza
sobre el camino estrecho encuentra un desarrollo muy pertinente en la segunda
lectura de hoy: "El Señor corrige al que ama...". El camino estrecho
no es estrecho por algún motivo incomprensible o por un capricho de Dios que se
divierte haciéndolo de esa manera, sino que se puesto por medio el pecado,
porque ha habido una rebelión, se salió por una puerta; el conflicto de la cruz
es el medio predicado por Jesús e inaugurado por él mismo para remontar esa
pendiente, revertir esa rebelión y "volver a entrar" Pero, ¿porqué
camino "ancho" y camino "estrecho"? ¿Acaso el camino del
mal es siempre fácil y agradable de recorrer y el camino del bien siempre duro
y cansador? Aquí es importante obrar con discernimiento para no caer en la
misma tentación del autor del salmo 73. También a este creyente del primer
testamento le había parecido que no hay sufrimiento para los impíos, que su
cuerpo está siempre sano y satisfecho, que no se ven golpeados por los demás
hombres, sino que están siempre tranquilos amasando riquezas, como si Dios
tuviera, además, preferencia por ellos...; el salmista se escandalizó por esto,
hasta el punto de sentirse tentado de abandonar su camino de inocencia para
hacer como los demás. En este estado de agitación, entró en el templo y se puso
a orar, y de repente vio con toda claridad: comprendió "cuál es su
fin", o sea el fin de los impíos, empezó a albar a Dios y a darle gracias
con alegría porque todavía estaba con él. La luz se hace orando y considerando
las cosas desde el fin, o sea, desde su desenlace. Volvamos al
hilo del discurso; Jesús rompe el esquema y lleva el tema al plano personal y
cualitativo no sólo es necesario pertenecer a una determinada
"comunidad" ligada a una serie de practicas religiosas que nos dan la
garantía de la salvación. Lo importante es atravesar la puerta estrecha es
decir el empeño serio y personal por la búsqueda del reino de Dios, esta es la
única garantía que nos da la certeza que se está en el camino que nos conduce a
la luz de la salvación. Jesús ha repetido muchas veces este concepto: "no
todos los que me dicen Señor, Señor entraran en el Reino de los cielos, sino
aquel que hace la voluntad de mi Padre que esta en los cielos". Comer y beber
el cuerpo y la sangre de Señor, escuchar su Palabra, multiplicar las
oraciones... es importante pero no es suficiente para alcanzar la salvación,
porque como afirma Dios por boca del profeta Isaías: "no puedo soportar
falsedad y solemnidad" (1,13). Al rito se debe unir la vida, la religión
debe impregnar toda la vida la oración debe orientarse a la practica de la
caridad, la liturgia debe abrirse a la justicia y al bien de otra manera como
han dicho los profetas el culto es hipócrita y es incapaz de llevarnos a la
salvación, y escucharemos las palabras de Jesús "aléjense de mí, operarios
de iniquidad". El acento está en las obras, expresión de una vida
coherente con la fe que profesamos. La imagen que
Jesús usa inicialmente es aquella de la "puerta estrecha", que
representa muy bien el empeño que es necesario para alcanzar la meta de la
salvación, el verbo griego usado por Lucas agonizesthe es traducido por
"esforzarse". Indica una lucha, una especie de "agonía";
incluye fatiga y sufrimiento, que envuelve a toda la persona en el camino de
fidelidad a Dios. La vida Cristiana
es una vida de lucha diaria por elevarse a un nivel espiritual superior; es
erróneo cruzarse de brazos y relajarse después de haber hecho un compromiso
personal con Cristo. No podemos quedarnos estancados en nuestra fidelidad al
reino de Dios. Creer es una actitud seria y radical y no se reduce aciertos actos de devoción. Éstos pueden ser signos de una adhesión radical; finalmente al Reino de Dios son admitidos todos los justos de la tierra que han luchado, amado y se han esforzado por su fe con sinceridad de corazón; esto significa que el cristianismo se abre a todas las razas, a todas las culturas, a todas las expresiones sociales y personales sin ninguna restricción.
Para la
revisión de vida "Al final, el que se salva sabe
y el que no, no sabe nada", decía el adagio clásico. Las verdades eternas
pueden requerir mucha relectura y actualización, pero en su sustancia siguen
siendo verdaderas. ¿Cómo voy caminando hacia el más allá de esta vida?
Auscultar en mi corazón la presencia de la salvación. ¿De qué sirve al ser humano ganar
todo el mundo si al final se malogra a sí mismo? Para la
reunión de grupo El tema de la
"salvación eterna" fue en otros tiempos el tema clave de la vida
cristiana. ¿Cómo está ese tema hoy entre nosotros: un tema extraño,
obsesionante, frecuente, descuidado, mágico...? Pedir la ayuda de alguien
experto. ¿Tenemos
preguntas "curiosas" sobre la salvación, o son las nuestras una
preguntas vivas y existenciales". "El
camino ordinario [por mayoritario] de salvación son las religiones no
cristianas", decía Karl Rahner. Comentar y debatir. Para la
oración de los fieles Para que el
Señor nos dé una visión confiada y optimista en el triunfo de la salvación en
el mundo, más allá de toda frontera religiosa o eclesiástica, roguemos al
Señor. Por todos los
teólogos de las diferentes religiones, para que ayuden a las comunidades
religiosas universales a dialogar y a acercarse, sabiendo que el "Dios de
todos los nombres" nos amó primero y sin división... Para que el
ecumenismo se realice no sólo en las cúpulas teológicas o jerárquicas, sino en
el "diálogo de vida" entre las comunidades religiosas... Por todos los
que encaran su vida pensando simplemente en este mundo anterior a la muerte
personal, para no dejen de escuchar la voz de Dios que les llama desde lo hondo
de su corazón a vivir en plenitud de vida y de respeto a la vida... Para que cada
uno de nosotros recuerde que es más importante no malograrse a sí mismo, que
conquistar todo el mundo... Oración
comunitaria Oh Dios que quieres que todos los
hombres y mujeres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, inspíranos
también el convencimiento de que tu Verdad es más amplia que la nuestra, y
enséñanos tu paciencia pedagógica, para que nuestro testimonio de ti sea
siempre amoroso, paciente, dialogante y dispuesto a la escucha y a aprender.
Por J.N.S.
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