PLEGARIA DE LA JUSTICIA Y LA
LIBERTAD
Es justo y necesario evocar tu
presencia misteriosa, Dios de la historia cósmica, biológica y humana,
y darte gracias por este don
cotidiano de poder vivir
y por la fe en que es posible
convivir todos juntos, buscando la justicia y la paz.
Nos sabemos partícipes de la vida
en este planeta
y
de la historia, a menudo trágica, de las sociedades y civilizaciones,
en la que, sin embargo, tu Espíritu se ha ido haciendo presente
de múltiples formas,
como un llamamiento universal a
una humanidad unida y más justa, tal como proclama el evangelio de
Jesús.
Su existencia entregada a liberar
de toda opresión y sufrimiento no terminó con la ignominia de su
condena a muerte,
sino que se ha transfigurado
definitivamente,
y
resurge como un clamor por la justicia para todas las víctimas de la
historia, como denuncia ante cualquier género de violencia
deshumanizadora.
Por eso, con todos los movimientos
solidarios,
que a lo largo de los tiempos han
contribuido a una mayor libertad, te alabamos diciendo:
SANTO...
Santo eres, verdaderamente, Dios
del universo y de la historia, e inspirador de toda liberación
humanizadora:
Nos presentamos junto con estas
ofrendas,
abriendo nuestro espíritu a la luz
de tu Espíritu de sabiduría,
para
que nos sintamos libres del peso muerto de las tradiciones anticuadas,
y de la sumisión a cualquier clase de ideologías e ídolos
contemporáneos, a fin de que asumamos como adultos nuestra condición
humana escuchando el mensaje de Jesús de Nazaret
y desplegando con decisión nuestra
capacidad intelectual y moral.
Como comunidad cristiana,
recordamos aquella noche en que Jesús iba a ser traicionado:
Mientras cenaba con sus discípulos,
tomó un pan, dio gracias, lo
partió y se lo dio diciendo:
-
Esto es mi cuerpo, que se
entrega por todos.
Lo mismo, después de cenar,
tomó una copa, dio gracias y se la dio diciendo:
-
Esta copa es la nueva alianza,
sellada con mi sangre. Haced esto en memoria mía.
Por eso, estamos celebrando ahora
el misterio de la vida, la pasión,
muerte y resurrección de Jesús
como símbolo del sentido de
nuestra propia vida.
Y te damos gracias por la
oportunidad de poder participar en las tareas de la construcción del
Reino de la justicia.
Que tu Espíritu de verdad, amor y
libertad
inspire y haga converger los
esfuerzos de todos los cristianos, de todos los creyentes en Dios
y de todas las gentes de buena
voluntad,
para hacer progresar una
civilización de la paz,
fundada en los derechos humanos y
en el amor fraterno universal.
Tenemos presentes, Padre de Jesús
y de todos,
a
tantos seres humanos que sufren y pasan necesidad física o mental, sea
cual sea su origen, edad, sexo, cultura, lengua o religión.
Recordamos también a cuantos
acabaron ya el curso de su vida, a lo largo de los tiempos y al paso de
los días,
y nos han entregado el relevo de
la esperanza en la resurrección.
A todos ellos y a todos nosotros
concédenos permanecer siempre al
amparo de tu benevolencia,
Tú
que amas a todas las personas y las perdonas y llamas a la conversión,
creando continuamente nuevas posibilidades de un futuro más humano y
divino.
Con la creación entera, con todos
los seres vivos, con la humanidad caminante, te alabamos, Dios Padre
misericordioso,
por medio de Jesús, Hijo del
Hombre,
en comunión de un mismo Espíritu
santo.
Amén.
|
|