PLEGARIA DE LA CONSTRUCCIÓN DEL
REINO
Es bueno evocarte e invocarte,
Dios escondido en el misterio del
universo, de la vida y de la historia; y darte gracias por cada día de
nuestra existencia
y agradecerte la fe en ti y en que
otro mundo mejor es posible.
Sabemos que tu Espíritu va
conformando y confortando nuestros espíritus, según nos anuncia el
evangelio de Jesús,
esa llamada universal a una
humanidad cada vez más humana.
La vida justa de Jesús, entregada
a los demás, y la injusticia de su condena a muerte,
no cesan de resucitar,
reivindicando a todas las víctimas de todos los tiempos, aplastadas por
la codicia, el afán de poder
y la violencia de tantas
ideologías opresoras.
Por eso, con todas las personas
solidarias
que trabajan por construir un
mundo en paz, proclamando el tiempo de gracia del Señor, cantamos en tu
honor, diciendo:
Santo, santo, santo...
Santo eres, verdaderamente, Dios
del universo y de la historia, y fuente de todo amor y libertad:
Nos
presentamos junto con estas ofrendas, dispuestos a acoger la llama de
tu Espíritu, para renovar nuestra vida, cada día, con fe,
aspirando a los dones más valiosos
y, sobre todo, al amor que nunca acabará.
Como comunidad cristiana,
recordamos aquella noche en que Jesús iba a ser traicionado:
Mientras cenaba con sus discípulos,
tomó un pan, dio gracias, lo
partió y se lo repartió diciendo:
-
Esto es mi cuerpo que se entrega
por todos.
Igualmente, después de cenar, tomó
una copa, dio gracias y se la pasó diciendo:
-
Esta copa es la nueva alianza,
sellada con mi sangre. Haced esto en memoria mía.
Por
eso, estamos recordando y celebrando ahora la pasión, muerte y
resurrección de Jesús, como misterio que orienta el sentido de nuestra
vida.
Y te damos gracias por el don de
poder participar
en la tarea interminable de la
edificación de tu Reino.
Líbranos del imperio de los
despiadados amos del mundo
y de su ideología falsamente
racional, que destruye el futuro. Líbranos de los depredadores de la
humanidad,
de los saqueadores
transcontinentales y locales,
de los oligarcas del mundo entero,
que desarrollan una guerra implacable
contra las inmensa mayoría de las
sociedades y las personas del planeta.
Líbranos
de esta era de selva global y desigualdades mortíferas; líbranos de los
mercaderes codiciosos, los políticos delincuentes y los embusteros
profesionales,
que fabrican en masa pobreza,
hambre, guerra, angustia, terror y desesperación.
Auméntanos la fe y líbranos,
Señor, del fanatismo y de los fanáticos que llaman a guerras santas
-siempre sacrílegas-
y de los que, en tu nombre, se
suicidan asesinando y creyéndose mártires.
Líbranos
de los profetas que exaltan un "pueblo elegido" o un grupo
privilegiado, que dicen hablar de tu parte y revelar tu voluntad,
mientras
tú callas y solo susurras a la mente de todo ser humano sin distinción:
porque todos tenemos razón para ir razonando, y madurando,
y resolviendo los problemas de
cada día y cada época.
Líbranos, Señor, de todos aquellos
que confían en la violencia como medio de salvación, y acaban arrasando
sociedades enteras,
expandiendo
una pestilencia de millones y millones de cadáveres masacrados y aún
más cadáveres vivientes, apisonados por sistemas totalitarios.
Líbranos
del "día de la venganza de nuestro Dios" -que Jesús descartó-: de los
guerrilleros de Cristo Rey, de los legionarios de Cristo,
de los ejércitos de liberación del
Señor,
de
las guerrillas que siguen a fetiches revolucionarios de cualquier signo
político, de los vengadores de Dios, de los yihadistas del islam,
de los integristas de toda
religión e ideología: todos ellos falsos libertadores.
Líbranos de los traficantes de
armas y de los traficantes de almas y de los traficantes de drogas,
de los que manipulan los medios
masivos
administrando dosis nocivas de
ideas, textos, sonidos e imágenes que pretenden tomar posesión del
mundo poseyendo las mentes.
Que tu Espíritu de verdad, amor,
libertad y valentía
haga converger los esfuerzos de
todos los buenos cristianos, junto a los de los buenos creyentes de
todas las religiones
y junto a todas las personas de
buena voluntad,
para hacer progresar en todo el
mundo la era de gracia del Señor,
una civilización de paz, fundada
en los derechos humanos y en el amor fraterno universal.
Concédenos
vivir no como siervos observantes y desgraciados, sino como hijos de
Dios. Tú que permaneces a través del paso los tiempos,
y creas permanentemente nuevas
posibilidades de un futuro más humano y divino.
Te alabamos, Padre misericordioso,
en memoria de Jesús y en comunión
de Espíritu Santo.
Amén
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